Una vez exhumados del
Panteón Español de México, el pasado 10 de febrero de 2025 los restos mortales
de Rafael Altamira y su esposa Pilar Redondo fueron inhumados en un mausoleo
del cementerio de El Campello (Alicante). Las instituciones locales y nacionales
respondieron así al deseo del ilustre exiliado, que siempre añoró las tierras
alicantinas y manifestó su voluntad de reposar tras una vida de viajero
cosmopolita allá donde nació.
El acto de reparación
presidido por S.M. Felipe VI debió ser un motivo unánime de alegría y
reconocimiento para quienes comparten el deseo de convivencia en un clima de
libertad. Sin embargo, hubo una voz discordante que cuestionó la condición de
exiliado y republicano del insigne jurista en contra de lo afirmado por una
amplia bibliografía académica. Este ejercicio de revisionismo lindante con el
terraplanismo corrió a cargo de dos concejales del ayuntamiento de El Campello.
Según lo publicado en la prensa, José Manuel Grau y María Jesús Bernabéu no
solo negaron las propias declaraciones de Rafael Altamira como exiliado y
republicano, sino que añadieron una boutade propia de las guerras
culturales en las que algunas han encontrado un caladero de votos: «Si viviera
hoy, nos votaría a nosotros» (Información, 7 y 8-II-2025).
Si Rafael Altamira
viviera hoy, no sería el Rafael Altamira que conocemos como personaje
histórico. Esta evidencia requiere la misma explicación que la negativa a
admitir el terraplanismo del planeta, pero tal vez sea preciso recordarla para
conocimiento de quienes, unas semanas antes y en el Ayuntamiento de Elche, ante
la petición de la anulación del proceso a Miguel Hernández, pidieron que la
misma se extendiera al seguido contra García Lorca (Información, 27-IX-2024
e Infolibre, 30-IX-2024). Si al cabo de casi noventa años no hemos
localizado los restos del poeta fusilado, dudo que algún historiador aborde el imaginario
consejo de guerra de quien acabó en un barranco por un fusilamiento
extrajudicial.
Las boutades de
quienes, sin una formación como historiadores, buscan titulares para rebatir lo
investigado en las universidades y divulgado hasta el punto de ser una
evidencia comúnmente aceptada, son cada vez más frecuentes. En esta ocasión,
tuve la oportunidad de recordar la condición de Rafael Altamira como
republicano y exiliado en una entrada de este blog publicada el 8 de febrero de
2025. Pronto, en apenas unas horas, tuvo varios centenares de visualizaciones y
todavía es consultada. Tal vez porque hay una necesidad de negar el absurdo de
quienes nunca consultan las fuentes documentales y bibliográficas ya que les
resulta más rentable, electoral y mediáticamente, soltar una ocurrencia al
gusto de sus votantes.
Gracias a mis compañeros
del Centro de Estudios Mario Benedetti, y en el marco de una jornada en homenaje a mi añorada amiga M.ª Ángeles Ayala, que dedicó años de su trayectoria como
investigadora al estudio de la obra de Rafael Altamira, el pasado 19 de mayo
tuve la oportunidad de recordar una evidencia: el ilustre jurista fue un
partícipe del exilio republicano.
La charla de unos veinte minutos quedó grabada para los posibles interesados en el tema y constituye un
nuevo ejemplo de una circunstancia que caracteriza, por desgracia, nuestra
actualidad: la necesidad de combatir las ocurrencias que, contra toda evidencia
documental, esparcen quienes apuestan por el terraplanismo como banderín de
enganche electoral.
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