viernes, 1 de agosto de 2025

¿Dónde falleció Antonio de Hoyos y Vinent?


 Carnet de periodista de Antonio de Hoyos y Vinent depositado en el sumario 1442 del Archivo General e Histórico de Defensa

La bibliografía sobre Antonio de Hoyos y Vinent (1884-1940) es notable, pero no me consta que los autores de la misma hayan consultado el sumario 1442 del Archivo General e Histórico de Defensa. Esta carencia ha permitido la transmisión sin pruebas de algunas circunstancias biográficas relacionadas con la última etapa del escritor, que espero queden corregidas cuando aparezca el tercer volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra, donde el aristócrata afiliado al Partido Sindicalista contará con un extenso capítulo.

A partir de las memorias carcelarias de Diego San José, corroboradas en este punto por las del también preso Rafael Sánchez Guerra, se tiene como cierto que Antonio de Hoyos y Vinent falleció en la cárcel de Porlier completamente abandonado por su familia y allegados. La documentación del sumario, sin embargo, incluye varios avales para intentar salvarle de lo que parecía inevitable a tenor de su deplorable estado de salud y un certificado hasta ahora desconocido:

Según el certificado del 15 de enero de 1944, emitido a instancias del juez militar que lo creía fallecido en la cárcel y firmado por el juez municipal Enrique Gómez de la Granja, Antonio de Hoyos y Vinent falleció el 12 de junio de 1940 en un domicilio de la calle Hermanos Miralles, n.º 54 -ahora General Díaz Porlier-, del madrileño barrio de Salamanca.

El documento contradice lo supuesto por el propio juez militar y lo afirmado por Diego San José, así como otros autores que han concedido credibilidad al testimonio del compañero de la cárcel de Porlier. La memoria puede jugar estas pasadas y es posible que el amigo no recordara con exactitud lo sucedido en aquellas trágicas fechas. Sin embargo, también cabe la posibilidad de que el certificado incluyera datos falsos -el tiempo transcurrido hasta su firma es notable- por la presión de quienes cuatro años después no deseaban ser los responsables de la muerte en la cárcel de un aristócrata con una familia de vencedores.

De hecho, las consultas efectuadas durante estos años me han permitido constatar la existencia de documentos con datos falsos, a veces por errores de los redactores y en otras ocasiones por la voluntad de «reconstruir» documentalmente lo sucedido sin prestar atención a la necesaria coherencia. Los ejemplos están presentes hasta en el cuidado sumario de Miguel Hernández.

Las dos posibilidades acerca del lugar del fallecimiento por causas naturales son verosímiles. Incluso es posible que José M.ª de Hoyos y Vinent protagonizara la dramática escena descrita por Diego San José y, en el último momento, gestionara el traslado del hermano a un domicilio de la acomodada familia. En estos casos el historiador debe ponderar las diferentes versiones acerca de una misma circunstancia -la localización del fallecimiento-, que probablemente nunca aclararemos con absoluta certeza.

La duda es consustancial con el conocimiento, como subrayara Victoria Camps en un prontuario de recomendable lectura (Elogio de la duda, 2016) que tengo presente a la hora de escribir sobre temas históricos. La aparente firmeza de «la verdad» en las materias objeto de estudio supone a veces una impostura.

En cualquier caso, siempre es preferible dudar a partir de una documentación que contrasta con un testimonio que creer a pie juntillas el mismo por la falta de consulta de esa documentación. El acercamiento a la verdad requiere la suma de voces y fuentes que a menudo resultan discordantes, aunque en este caso coincidan en el drama de un fallecimiento tras pasar por la cárcel de Porlier, donde era difícil exagerar o destacar a la hora de protagonizar motivos para el recuerdo.


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