sábado, 14 de junio de 2025

El testimonio de lo callado. Oscuro amanecer (1977), de Ángel M.ª de Lera

Portada de la edición original

Cada seis meses, como mínimo, paso por donde estuvo localizado el campo de concentración de Los Almendros, que fue recreado por Max Aub y Jorge Campos entre otros escritores republicanos. Solo una placa recuerda lo allí sucedido durante los primeros días de abril de 1939, pero al entrar en el centro médico siempre mantengo la memoria aquella gente por entonces más necesitada que yo de atenciones.

La tragedia de los campos de concentración españoles es equiparable a la vivida en los de la II Guerra Mundial. Nunca hubo cámaras de gas para matar en serie, pero ha quedado constancia de un hambre atroz padecida en unas condiciones higiénicas capaces de hacer deseable la muerte si no mediaba un inquebrantable espíritu de supervivencia.

Tras leer la práctica totalidad de los testimonios conservados, las imágenes de aquel horror se agolpan en la memoria, pero prevalece una poco divulgada por su carácter escatológico. Los prisioneros, después de varios días sometidos a una dieta infame, eran incapaces de defecar en las improvisadas letrinas. Los remedios utilizados para solucionar ese estreñimiento suponían verdaderas salvajadas cuya evocación todavía estremece.

Visto desde ese punto de vista fisiológico, tan comprensible para cualquiera, el padecimiento de aquellos españoles solo merece la compasión. Y también la rebelión contra el olvido impuesto por quienes acomodan la historia a las necesidades de los objetivos políticos. Frente al mismo, cabe el recuerdo de aquello que atentaba contra la más elemental dignidad humana.

Este ejemplo lo traigo a colación porque, tras releer la novela Oscuro amanecer (1977), de Ángel M.ª de Lera, he recordado otra circunstancia de aquellos años de la represión de la que poco se ha escrito por afectar a la intimidad. Los represaliados que pasaban varios años en las cárceles franquistas salían de las mismas, en un porcentaje ignorado, con una impotencia sexual que les impedía mantener relaciones.

Al margen de las edades y los problemas derivados de la salud, el motivo era fundamentalmente mental y propio de un bloqueo cuya superación no resultaba sencilla. El poeta Marcos Ana, después de décadas en las cárceles franquistas, tenía problemas de visión cuando permanecía en espacios abiertos. La vista se había acostumbrado a las distancias cortas y le costó mucho normalizar la percepción de la realidad que le proporcionó la libertad. Otras funciones fisiológicas tampoco eran fáciles de normalizar.

La sexualidad de los represaliados, un tema tabú a menudo por la mentalidad de la época, corrió una suerte parecida. Ángel M.ª de Lera lo refleja con una exquisita sensibilidad en la citada novela y, al repasar el correspondiente capítulo, he comprendido mejor los límites de la angustia de unos hombres jóvenes que salían de las cárceles, pero afrontaban problemas en una sociedad donde siempre eran unos vencidos.

Oscuro amanecer tuvo graves problemas con la censura, al igual que las tres novelas anteriores protagonizadas por el maestro Pedro Olivares como alter ego del autor, y fue editada coincidiendo con las primeras elecciones democráticas. El consiguiente ruido mediático apenas dejó un hueco para una obra cuyo testimonio revela las dificultades de quienes, como el propio Ángel M.ª de Lera, superaron una condena a muerte, pero afrontaron un destino incierto donde los problemas se acumulaban. Y los íntimos, claro está, nunca fueron menores a la espera de la ayuda, el cariño y la comprensión de una pareja como la que encuentra el protagonista. Ambos son dos supervivientes a la deriva y necesitan de la solidaridad mutua para salir adelante.

La novela de Ángel M.ª de Lera merece una reedición para hacerla accesible a quienes se interesan por la represión de la Victoria. La decisión de editarla no depende de mi trabajo, pero si encuentro una editorial interesada haré lo posible para que Oscuro amanecer ocupe el lugar que merece entre la literatura testimonial de aquella tragedia colectiva.

 

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