La posibilidad de
trabajar junto con gente joven supone una fortuna. Sobre todo, cuando el
profesor ronda la edad de jubilación y esa compañía, siempre estancada en la
misma edad, permite la ilusión de que el paso del tiempo no implica la lejanía
con respecto a lo mejor de la juventud.
La inmensa mayoría de mis
amigos ya están jubilados. Al verlos paseando un perrito o emprendiendo algún
desafío similar, creo que soy un privilegiado porque ando rodeado de jóvenes
con ganas de aprender y que, además, me enseñan a permanecer atento a las
novedades de los tiempos.
Tras cuarenta y dos
cursos como profesor, todavía hay motivos para probar nuevas posibilidades
didácticas y mejorar los resultados académicos. La rutina, a veces inevitable,
supone un lastre para la docencia y conviene evitarla en la medida de lo
posible. Esta circunstancia se ha hecho realidad durante el segundo
cuatrimestre del curso que acaba y los resultados, incluso estadísticamente,
indican que el empeño ha sido recompensado gracias a la positiva respuesta del
alumnado.
Ahora bien, para que esa
respuesta sea posible suele ser necesario un grupo que actúe de avanzadilla y
tire del resto de los compañeros. Si contamos con esa circunstancia, el trabajo
resulta más fácil y los resultados mejoran.
Luis Gimeno, que acaba de
terminar el máster en Estudios Literarios con la máxima calificación, es un
ejemplo de esos alumnos que destacan y forman parte del grupo capaz de animar a
los compañeros. Hace un par de cursos tuve la suerte de tenerlo en clase y,
aparte de verle con su sempiterna sonrisa, pronto percibí su interés por el
teatro del Siglo de Oro y la voluntad de colaborar en lo que fuera preciso.
Incluso le nombramos lector oficial de los fragmentos literarios comentados en
clase, porque es actor del Aula de Teatro de la UA y tiene una excelente
dicción. Ya la quisiera yo mismo.
Mis compañeros del
Departamento opinan igual de Luis y todos estamos seguros de que pronto
tendremos un nuevo doctor en Filología Española que, si así lo desea, podrá
iniciar el camino para aspirar a las máximas cotas en la docencia. Dada su
competencia académica y excelente actitud, no le faltará ayuda para
conseguirlo.
Luis Gimeno me escribió
hace unos días preocupado por una circunstancia relacionada con una reciente
entrada de este blog (11-VI-25). Le expliqué que no había motivos para esa
preocupación y que, al contrario, sabía de su exquisita buena educación y
respeto, compatibles con la simpatía cada vez que nos vemos en el Teatro
Principal de Alicante porque también es un buen aficionado a las artes
escénicas.
Si Luis Gimeno aparece en
este blog, como podrían aparecer otros muchos de sus compañeros y compañeras,
es porque forma parte de los motivos que me mantienen dispuesto a pelear para
que esta juventud aprenda con los clásicos, desde el amor como enseñanza para
la vida hasta el respeto de la voluntad ajena. Así lo intento hacer con
ejemplos sacados de Lope, Cervantes o Calderón, porque el contacto con los
clásicos también ayuda a comprender nuestro entorno. Luis lo sabe, incluso lo
practica en los escenarios, y es obvio que no tiene ningún motivo de
preocupación porque el profesorado reconoce su excelente educación y respeto.
Así que, por favor, no dejes de sonreír.
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