La represión franquista
durante la Victoria responde a múltiples causas con un mismo objetivo: la
eliminación o neutralización de un «enemigo» todavía considerado en términos
militares. A lo largo de aquellos meses en Madrid, y en lo referente a los comunistas,
algunas detenciones relacionadas con lo sucedido durante la guerra también
vienen motivadas por una actuación en la clandestinidad. Su único fin por
entonces era procurar la supervivencia de los camaradas o prestar ayuda a los
presos y sus familias. Tanto por el pasado como por el presente, los detenidos
formaban parte del «enemigo» y como tales fueron sometidos a los sumarísimos de
urgencia.
La detención el 24 de
agosto de 1939 del taquimecanógrafo y «vaciador» Manuel Izquierdo Esteban
(1913-1992) en la madrileña calle de Embajadores ejemplifica esta doble
circunstancia. El joven «agente colaborador» Roberto Conesa Escudero (1917-1994) estaba a
punto de ingresar como «agente auxiliar provisional» en el Cuerpo General de Policía tras servir en la
Quinta Columna y militar en FET y de las JONS, pero antes de ser funcionario por nombramiento directo -así se deduce de la consulta de su expediente en el Archivo General del Ministerio del Interior (expdte. 10856)- ya actuaba de hecho como si fuera un miembro de la Brigada Político
Social. Durante el verano de 1939, quien destacaría por sus actuaciones policiales participó en la detención de «Las trece rosas», así como en el
desmantelamiento de las células comunistas que intentaban reorganizarse.
Uno de los primeros
objetivos de Roberto Conesa Escudero -según su expediente, la fecha del ingreso
como agente auxiliar provisional en la Brigada Político Social fue el 25 de agosto de
1939, un día después de la detención (El Diario, 16-I-2020)- lo
constituyó quien trabajó como taquimecanógrafo en Mundo Obrero desde el
inicio de la guerra hasta su movilización en febrero de 1937. Tras la entrada
de las tropas del general Franco, Manuel Izquierdo Esteban permaneció en Madrid
junto a su esposa. Por razones obvias, había dejado atrás su actividad
periodística en El Sol, La Voz o Estampa y solo era un «vaciador»
en el taller de su suegro, donde fue detenido junto con la militante comunista
Teresa Colomer.
El 24 de agosto de 1939,
Roberto Conesa Escudero y otro agente presentan al detenido en la DGS bajo la
acusación de pertenecer al PCE desde 1931, haber trabajado en Mundo Obrero como
taquimecanógrafo y redactor e intentar la reconstrucción de la organización del
partido en Madrid. Ese mismo día tuvo lugar la primera declaración del
detenido. Manuel Izquierdo Esteban, de veintiséis años, reconoce su militancia
en el PCE, solo desde agosto de 1936 porque antes su colaboración quedó
limitada a ser taquimecanógrafo en los mítines. También admite su presencia en
la redacción del órgano oficial de los comunistas, aunque «de manera
accidental» y reducida a la redacción de «algunos sueltos». Esta actividad la
completaba con el trabajo en el taller del suegro hasta la movilización y,
conocedor del peligro que corría, negó la participación en la reconstrucción
del PCE. Otros jóvenes camaradas suyos, y no solo «las trece rosas, fueron
fusilados durante ese trágico verano bajo la misma acusación.
Las actuaciones
sumariales hasta ese momento eran unas diligencias previas con el número 19886,
pero las mismas pasaron a ser un sumarísimo de urgencia, el 60352 del AGHD,
tras la orden del auditor fechada el 21 de febrero de 1940. Antes, el 14 de
octubre de 1939, el detenido en Yeserías había ratificado lo declarado en la
DGS, aunque también dio algunos nombres y negó que le hubieran ofrecido la
secretaría de organización del PCE en Madrid. Asimismo, y de forma
sorprendente, la declaración desmiente su vinculación con FET y de las JONS.
La primera declaración
ante el juez instructor tiene lugar el 26 de enero de 1940, antes de la orden
dada por el auditor, pero ya sabemos de la frecuente incoherencia cronológica
de estos sumarios. Manuel Izquierdo Esteban solo reconoce la militancia en el
PCE desde 1936, niega haber escrito «sueltos» o cualquier otro texto en Mundo
Obrero -«pues se limitó únicamente a trabajar como taquígrafo siendo este
cargo de carácter accidental y fuera de plantilla»-, obvia las referencias a
otras publicaciones ya que nada de las mismas supieron los instructores y,
sobre todo, rechaza la vinculación con las actividades clandestinas para la
reconstrucción del partido. Tal vez fuera la primera declaración ajena a la
posible tortura en la DGS y lo reconocido es menos grave para su futuro
procesal.
El también poeta Manuel
Izquierdo Esteban debía gozar de una positiva opinión en la vecindad porque, a
lo largo de febrero de 1940, llegan al juzgado varios avales de conocidos suyos
para probar que era una «buena persona», además de «trabajador consciente y de
excelente honradez». El informe de la Guardia Civil fechado el 19 de abril de
1940 no lo desmiente, aunque le considera un comunista que escribía en Mundo
Obrero «haciendo una propaganda grande». A diferencia de lo sucedido en
estos casos cuando eran instruidos en el Juzgado Militar de Prensa, ningún
secretario judicial acudió a la hemeroteca para comprobar la circunstancia y
realizar el correspondiente informe con los artículos transcritos. La Guardia
Civil, abrumada por la tarea represiva, escribía de oídas a la hora de
presentar las pruebas de cargo y, por otra parte, el auditor obvió la
posibilidad de remitir este sumario al juzgado del capitán Manuel Martínez
Gargallo. La condición de militante clandestino del detenido prevaleció sobre
la desconocida faceta como periodista y escritor o, al menos, colaborador en la
prensa republicana.
A pesar de la supuesta
urgencia del sumarísimo, los meses se suceden con el detenido ahora en la
prisión de Torrijos. Así debemos esperar hasta el 29 de abril de 1940, cuando
vuelve a declarar el agente Roberto Conesa Escudero. El policía especializado en
el desmantelamiento de las organizaciones comunistas afirma que detuvo a Manuel
Izquierdo Esteban en la calle Embajadores, justo cuando esperaba mantener una
reunión con Teresa Colomer. Lo hizo porque, «según confidencias recibidas, era
uno de los que estaban reorganizando el PCE de Madrid clandestinamente». Tanto
era así que le habían elegido como secretario de organización. Por fortuna, los
militares prestaron poca atención a esta acusación del policía o la desecharon
sin mediar justificación.
El 12 de julio de 1940,
casi un año después de la detención y sin que la instrucción hubiera avanzado,
vuelve a declarar Manuel Izquierdo Esteban. El detenido ratifica las anteriores
declaraciones y, sobre todo, niega la publicación de artículos en Mundo
Obrero y su presencia en la reconstrucción del PCE. Tampoco aportan
novedades los avalistas, que se presentan en el Juzgado militar permanente n.º
9 para validar lo escrito meses antes. El acto, dada la militancia del acusado,
suponía un riesgo que los escritores falangistas supuestamente dispuestos a
salvar a Miguel Hernández nunca corrieron.
Un año después, el 2 de
agosto de 1941, llega el informe de la DGS, que repite lo recopilado en
actuaciones anteriores y atribuye al taquimecanógrafo una militancia destacada
en el PCE desde antes del Glorioso Movimiento Nacional. De hecho, Manuel Izquierdo
Esteban «daba conferencias marxistas y cantaba La Internacional por todo el
barrio». Ambas circunstancias, fruto de algún testimonio vecinal nunca
explicitado, permiten a los policías considerar que el detenido «observaba una
mala conducta tanto pública como privada». La falta de moralidad era propia de
quien trabajaba en la redacción de Mundo Obrero e intentaba la
reorganización del PCE.
Los dos años de
instrucción con el detenido en prisión apenas sirvieron para acumular los
imprecisos y parciales testimonios arriba indicados. Las pruebas para
sustentarlos nunca aparecieron. Tampoco resultaban necesarias en el «derecho de
autor» presente en la jurisdicción militar. El juez dictó el auto resumen el 14
de agosto de 1941. El auditor lo elevó al plenario del consejo de guerra el 2
de septiembre y, como novedad porque los sumarísimos de urgencia habían pasado
a la historia poco antes, el acusado nombró a un oficial como defensor. Lo hizo
el 2 de octubre y la tarea recayó en el teniente Enrique Castro Cardiel, que
doce días después pidió la absolución para el militante comunista sin aportar
argumentos jurídicos. Este tipo de peticiones formaban parte de un ritual donde
los oficiales defensores apenas condicionaron las decisiones de sus superiores
que formaban parte de los tribunales.
El consejo de guerra
presidido por el teniente coronel José Guadalajara tuvo lugar el 14 de octubre
de 1941. El fiscal pidió una condena de treinta años de reclusión mayor tras
rebajar la petición del 18 de septiembre, que era de muerte. El mismo día, según
lo habitual por entonces, el tribunal dictó sentencia. Manuel Izquierdo
Esteban, con unos «hechos probados» limitados al testimonio del agente Roberto
Conesa Escudero y los informes policiales que hablaban de la mala conducta de
quien cantaba La Internacional «por todo el barrio», fue condenado a veinte
años de reclusión mayor.
El auditor ratificó la
sentencia el 30 de octubre de 1941. Según la documentación del sumario, la
condena del periodista quedaría extinguida el 25 de agosto de 1959 para
celebrar los planes de estabilización que dieron paso al período desarrollista.
Las autoridades judiciales le aplicaron la Ley de Responsabilidades Políticas
con el objetivo, nunca explícito, de evitar que el «vaciador» acumulara
riquezas por el trabajo en el taller del suegro. Manuel Izquierdo Esteban pasó,
además, por destinos tan duros como el destacamento penal de Fuencarral. Sin
embargo, se impuso su juventud a la hora de sobrevivir y recobró la libertad,
aunque condicional, en 1944 (BOE, 25-III-1944).
El madrileño apenas había
cumplido los treinta años y su pasado era digno de un relato de la memoria. La
preservó durante años en su exilio por varios países. Gracias a que vivió para
regresar a España, ver la llegada de la democracia y ser amnistiado como
periodista represaliado, ingresó en la Asociación de la Prensa de Madrid el 18
de noviembre de 1985 (Cordero Avilés, 2024: 204). Lo sufrido durante la
Victoria junto con otros militantes comunistas lo relató en libros y artículos
publicados entre 1982 y 1997 con la colaboración de la editorial Endimyon.
Manuel Navarro Ballesteros, el ejecutado director de Mundo Obrero, protagoniza
estos trabajos literarios, pero los mismos también hablan de un pasado donde
trece rosas, y muchas decenas de compañeros, pagaron con sus vidas las
consecuencias de una dictadura dispuesta a invertir en una represión
despiadada. Estos libros andan descatalogados a la espera de algún lector. Los
recuperaremos para incorporarlos al correspondiente capítulo de Manuel
Izquierdo Esteban, que desde ahora empieza a contar con un relato como poeta,
ensayista y cronista presente en la España de la Victoria. Nunca lo olvidó.
Pd. El presente texto es un embrión del capítulo mucho más extenso dedicado a la detención y el proceso de Manuel Izquierdo Esteban que aparecerá en el cuarto volumen dedicado a los consejos de guerra de periodistas y escritores. Asimismo, ampliaremos todo lo relacionado con la detención a partir de la consulta de varios documentos incluidos en el expediente del agente Roberto Conesa.


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