miércoles, 16 de abril de 2025

El coronel Eymar tiene quien le escriba


 Coronel Enrique Eymar

La historia es una tarea colectiva. El aislamiento del historiador siempre supone una circunstancia negativa que puede invalidar sus aportaciones. De ahí la necesidad de formar equipos y favorecer al máximo la comunicación entre los profesionales de una historia hecha a base de consultas al compañero, intercambio de información y la imprescindible labor crítica para mejorar nuestros trabajos.

Tras una década dedicado al estudio de la represión franquista, he tenido la oportunidad de conocer a la práctica totalidad de quienes abordan este tema desde diferentes perspectivas. La dispersión geográfica es notable, pero por fortuna contamos con medios que permiten un contacto fluido e inmediato.

Al final, tras tantas consultas mutuas, surge una relación de amistad que va más allá de lo académico. Varios de mis colegas ya están jubilados, aunque siguen en activo porque comparten una indudable vocación investigadora. Mi primera pregunta cuando hablo con ellos es acerca de la salud, pues tengo constancia de sus achaques a veces resueltos a base de un trabajo que constituye una excelente medicina.


Juan José del Águila

Hace unas pocas semanas, Juan José del Águila, magistrado jubilado y excelente historiador en temas como el Tribunal de Orden Público, me comunicó el triste fallecimiento de su compañera tras cincuenta y cuatro años de convivencia. Ya sabía de su enfermedad y, al confirmarme el desenlace de la misma, percibí el previsible dolor de un hombre tan enamorado como nostálgico que busca reponerse en compañía del resto de su familia.

Juanjo es consciente de su edad y de la necesidad de pasar el testigo a las nuevas generaciones. De hecho, ha nombrado una albacea intelectual para que su labor tenga continuidad y toda la documentación recopilada tras años de investigación permanezca a buen recaudo, Ahora bien, duda que pueda culminar el libro que tantos lectores suyos esperamos acerca del coronel Enrique Eymar, un paradigmático protagonista de la represión ejercida desde el ámbito militar durante el franquismo.

Estos trabajos requieren superar una carrera de obstáculos. Un historiador dedicado a la represión sabe que nunca encontrará facilidades, pero estamos acostumbrados a lidiar con las correspondientes dificultades y, sobre todo, somos pacientes porque sabemos que el objetivo merece la pena.

La biografía del coronel Eymar alumbraría aspectos fundamentales de la represión franquista. Juanjo es la persona adecuada para culminarla y muchos de sus amigos sabemos que lo hará, a pesar de la soledad derivada del fallecimiento de la compañera de toda su vida. Y, si en algún momento le faltan las fuerzas, aquí estamos quienes le apreciamos para ayudarle en todo lo que sea preciso. Entre otros motivos porque la memoria de quienes nos acompañan y hacen posible nuestro trabajo, a menudo desde el silencio de una solidaridad basada en el amor, merece el homenaje de un trabajo final que ejemplifique lo mejor de nuestra aportación al conocimiento histórico.

Juanjo, un fuerte abrazo y mucho ánimo.

Para más información acerca de la labor de mi compañero, véase su imprescindible web Justicia y dictadura:

justiciaydictadura.com


lunes, 14 de abril de 2025

El cincuentenario del primer artículo


Roma, primavera de 1974 


Max Aub albergó algunas dudas sobre su nacionalidad y llegó a la conclusión de que cada uno es del lugar donde ha estudiado el bachiller. La reflexión del valenciano con orígenes repartidos entre Alemania y Francia se repite a menudo porque ilumina una evidencia: la etapa de la adolescencia y juventud suele ser la más determinante y recordada.

Ese conjunto de recuerdos compartidos con los jóvenes de mi generación me llevó a la publicación de dos volúmenes: La sonrisa del inútil (2008) y Contemos cómo pasó (2016). Su objetivo era estimular la memoria generacional de quienes pudieran leerme, al tiempo que testimoniarla para los lectores de otras generaciones. Ahí queda el trabajo completado con otras iniciativas académicas en un sentido similar.

La insistencia en los mismos motivos o la recreación de lo anecdótico puede acarrear una obsesión contraproducente, que sería propia de un «abuelo Cebolleta». La evito en la medida de lo posible, pero a veces surge algún encuentro que propicia el recuerdo de lo vivido durante el bachiller.

Hace unos días, en la Feria del Libro de Alicante, me encontré con mi colega Rafael García Molina, con quien coincidí en las aulas del instituto Jorge Juan de nuestra ciudad. Rafael estudió la carrera en Valencia, se ha dedicado a la Física y apenas hemos intercambiado algunos correos sobre temas de interés común. La diáspora de aquel grupo de estudiantes ha sido inevitable.



Al vernos, me comentó que conservaba una revista publicada en 1974 donde figurábamos como miembros de un “comité de redacción”. Me la ha mandado y aquí reproduzco un par de imágenes de una publicación editada en el instituto con la precariedad y el entusiasmo de la época, cuando tantos chavales andábamos a la búsqueda de cualquier vía para dejar constancia de nuestras inquietudes.




Ahora, cuando he publicado treinta y nueve libros y miles de páginas, ver esa imagen con nuestros nombres me emociona. Por primera vez figuré en una publicación y aparecí junto a compañeros que recuerdo con cariño y nostalgia.  Muchos de ellos aparecen en esa foto tomada en Roma, cuando visitamos el Vaticano con las pintas de unos figurantes de las películas de quinquis. De aquel comité de redacción salió un catedrático de Física, un médico, tres abogados y un psicólogo. Les he perdido de vista por el paso de los años y la citada diáspora. También por la temprana muerte de Emilio.

El tiempo nos empuja a una etapa de balances. Ahora, cuando han transcurrido cincuenta años desde nuestra salida del instituto, me gustaría celebrar una nueva reunión de aquel comité de redacción. El resultado sería una publicación con mejor aspecto por los avances de la tecnología, pero dudo que con más entusiasmo entre los redactores. Apenas importa, porque lo tuvimos y siempre nos quedará el recuerdo para evocar cuando decidimos escribir en unos tiempos donde casi todo lo que no era obligatorio estaba prohibido.


sábado, 12 de abril de 2025

Ángel María de Lera, condenado y maltratado


 

La tortura y los maltratos estuvieron presentes en los consejos de guerra de periodistas y escritores durante el período 1939-1945. El colectivo no supuso una excepción con respecto a un marco represivo que, a menudo, recurrió a la violencia para quebrantar la voluntad de los detenidos.

A partir de los testimonios recopilados, los lugares más peligrosos para la integridad física eran las comisarias, tanto las oficiales como las improvisadas con el objeto de dar cuenta de la avalancha de represaliados. No obstante, esas mismas prácticas violentas seguían durante las declaraciones en sede judicial -las actas de algunas las dejan ver de manera implícita- y continuaban en las cárceles, cuyo rígido reglamento permitía las palizas y unas celdas de castigo que cabe considerar como lugares de tortura.

A lo largo de los años que llevo investigando estos consejos de guerra, he contactado con familiares de las víctimas de la represión franquista. Sus testimonios han sido útiles para completar unos trabajos cuya base documental siempre resulta incompleta, sobre todo en lo relacionado con prácticas ocultadas y sin el correspondiente reflejo en los archivos. Estos familiares tienen un conocimiento desigual de sus antecesores, pero a menudo me cuentan historias transmitidas de generación en generación a pesar del habitual silencio. La tortura y los maltratos forman parte de esa memoria compartida.

Los testimonios sobre la violencia los conozco y me ayudan a comprender determinadas actuaciones presentes en los sumarios analizados. Sin embargo, apenas los he citado porque carecen de pruebas documentales y, además, reiteran lo conocido a partir de otros testimonios vinculados a diferentes colectivos.

Este silencio impuesto por la obligación de contar con documentos para cualquier episodio histórico ha impedido conocer la parte más oscura y violenta de la represión sufrida por escritores y periodistas. El silencio no supone impasibilidad, sino la voluntad de ceñirse a lo documentado para garantizar el mayor grado de veracidad posible.

Al iniciar el estudio de los consejos de guerra seguidos contra el novelista Ángel María de Lera (1912-1984) supe que la popularidad del mismo no suponía una bibliografía conocedora de la represión que sufrió. Gracias al contacto con sus hijos, ya he localizado los sumarios de los que fue protagonista y pronto daré cuenta de los mismos como preámbulo de un capítulo que aparecerá en el tercer volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores.

Mientras tanto, y gracias a la documentación remitida por sus hijos, he sabido de las palizas que sufrió Ángel María de Lera, fundamentalmente en el verano de 1942, cuando todavía estaba en el penal de Ocaña. A raíz de las mismas, y desde el 22 de mayo hasta el 14 de diciembre de 1943, el novelista permaneció en la prisión de Santa Rita (Madrid) con una salud precaria por culpa de los golpes sufridos en la zona lumbar, la entrepierna y otros lugares donde las huellas no fueran demasiado evidentes.

Ángel María de Lera salió vivo de aquella represión, pero las secuelas de los golpes continuaron hasta su fallecimiento. Basta leer el informe del doctor E. Fernández Besave con motivo de la muerte del novelista – depositado en el Archivo Central del Hospital Gregorio Marañón- para comprobar que las palizas sufridas cuarenta años antes tuvieron consecuencias hasta la muerte de quien padeció por unos golpes que nunca olvidó.

En fechas próximas hablaremos de unos sumarios hasta ahora desconocidos, los de Ángel María de Lera, pero desde este momento cabe afirmar que el novelista fue una víctima de la violencia utilizada por quienes pretendieron acabar con cualquier oposición al Glorioso Movimiento Nacional. Cuarenta años después, ingresado el 4 de julio de 1984 en un hospital, las pruebas realizadas remiten a un origen que el doctor no explicita, pero que el paciente contó a la familia como parte de una memoria de dolor y resistencia.

 

 

viernes, 11 de abril de 2025

Una clase de teatro en el teatro


Año tras año, cuando imparto un curso dedicado a la historia del teatro español explico que la mejor manera de conocerlo es participar de la experiencia de ser parte del público de las representaciones. El primer objetivo es que los estudiantes se conviertan en espectadores y así, en sus futuros trabajos como docentes, puedan transmitir la afición al teatro.
Esta semana hemos estado en el Teatro Principal de Alicante para ver La vida es juego. Fiesta de entremeses del Siglo de Oro, a cargo de la compañía Ultramarinos de Lucas. La posibilidad de ver en directo una representación de La tierra de Jauja o el cervantino Retablo de las maravillas nos ha dado motivos para estudiar el tema de los entremeses en las últimas semanas del curso. Y, sobre todo, hemos disfrutado juntos, que de eso se trata.

miércoles, 9 de abril de 2025

La SGAE afronta su propio pasado: Ángeles y demonios


Desde hace cuatro años colaboro con María Luz González Peña, responsable del Archivo de la SGAE, para esclarecer lo sucedido con los socios de esta sociedad durante el período de la Guerra Civil y la posguerra. Este intercambio de información y documentos nos ha permitido avanzar en el conocimiento de la turbulenta trayectoria de la sociedad durante un período especialmente difícil. Ahora este trabajo, al que se ha sumado el historiador Fernando Jiménez Herrera, ha fructificado en una iniciativa editorial: Ángeles y demonios. II República, Guerra Civil y posguerra en la SGAE.
La publicación del volumen ha venido acompañada de una exposición en la sede de la propia SGAE. Así, con estas iniciativas complementarias, hemos intentando ayudar a conocer la compleja realidad histórica de unos momentos donde, como reza el título, hubo ángeles y demonios entre los propios socios. Frente a los delatores y los oportunistas de todo tipo, hemos descubierto comportamientos nobles y hasta heroicos que procuraron aliviar aquella tragedia. Su memoria es nuestro empeño y esperamos haber dado cuenta con rigor de aquellas vicisitudes.
Mi capítulo, pp. 45-96, está dedicado fundamentalmente a los consejos de guerra protagonizados por los socios, pero sobre todo me siento orgulloso de haber rescatado la labor desempeñada por Joaquín Dicenta Alonso al frente del Sindicato de Autores, que en buena medida sustituyó a la SGAE durante la guerra en la zona republicana. Incluso hemos podido editar por primera vez su extenso informe para la junta directiva del sindicato donde detalla las iniciativas llevadas a cabo para salvaguardar la vida y los intereses de los socios que sufrieron alguna persecución.
Por otra parte, gracias a este volumen completo lo expuesto en Nos vemos en Chicote Perder la guerra y la historia, al menos en los casos donde estuvieron involucrados los socios de la SGAE. La labor del historiador es un continuo corregir y ampliar para volver a revisar. La historia nunca se cierra porque presupone un debate permanente donde, al margen de los dogmáticos, jamás llegamos a la conclusión acerca de «lo verdadero», por mucho que -como recordaba Sergio del Molino en la entrada del pasado día 6- algún león sordo pretenda acabar con el violinista.


martes, 8 de abril de 2025

Anales de Literatura Española asciende al primer cuartil de Scopus


En enero de 2020 asumí la dirección de Anales de Literatura Española, una veterana revista universitaria publicada desde 1982. El reto era su adaptación a las actuales normas que rigen el competitivo mundo de las revistas universitarias, su indexación para asegurar la continuidad y el posterior ascenso en los cuartiles establecidos al respecto, que son fundamentales para la valoración académica de los artículos. 
Gracias a formar un equipo con mis jóvenes compañeros Davide Mombelli y Laura Palomo, pronto llevamos a cabo esa adaptación que supuso un cambio profundo de orientación y metodología del trabajo, conseguimos el sello FECYT de calidad y empezamos en el cuartil cuarto de Scopus. Aparte de pasar a editar dos números anuales con el mismo presupuesto que antes aparecía uno solo, hemos progresado número a número y esta semana la revista ha ascendido al primer cuartil, justo cuando se ha solicitado la renovación del sello FECYT.
El trabajo es colectivo y propio de un pequeño grupo tan coordinado como empeñado en mejorar la calidad de la revista. La recompensa también debe ser compartida, pero -cuando hace un mes se cuestionó en una sentencia mi trabajo académico- este reconocimiento público de la labor realizada supone un motivo personal de orgullo y ánimo para recurrirla a la espera de que la libertad de expresión, cátedra e investigación sea amparada por más altas instancias judiciales.

domingo, 6 de abril de 2025

Una excelente tribuna de Sergio del Molino en El País


 Sergio del Molino. Fuente: Wikipedia

Babelia, de El País, es el suplemento literario más leído entre los publicados en la prensa española. Sergio del Molino, periodista y escritor al que sigo con admiración desde hace años, me ha dedicado una tribuna con motivo de la reciente sentencia de un juzgado de Cádiz, que ha provocado indignación y preocupación en el mundo académico y literario. A la espera de que la jueza aclare la sentencia para presentar el correspondiente recurso ante la Audiencia Provincial de Cádiz, me abstendré de comentar mi valoración sobre esa sentencia al margen de manifestar que ha supuesto una grave afrenta para mi dignidad profesional. Afortunadamente, los numerosos gestos de solidaridad que me han llegado me animan a seguir en la lucha por la libertad de expresión, de cátedra y de investigación que ha sido cuestionada por la sentencia en contra, en mi opinión, de la doctrina del Tribunal Constitucional y abundante jurisprudencia.

En cualquier caso, siempre me quedo con lo positivo de cada circunstancia de la vida. Y estos días, que al principio fueron de consternación, se han convertido en otros de agradecimiento por las continuas muestras de solidaridad recibidas. La escrita por Sergio del Molino en El País del 5 de abril me ha emocionado especialmente:

https://elpais.com/babelia/2025-04-05/mato-mi-abuelo-al-tuyo.html

Pasado el suficiente tiempo desde su publicación y habiendo sido el texto completo del artículo ampliamente difundido a través de las redes sociales, reproduzco a continuación lo escrito por Sergio del Molino para quienes no puedan acceder a la fuente original arriba indicada:

¿Mató mi abuelo al tuyo?

Mi abuelo contaba siempre un chiste que le hacía mucha gracia: un violinista pasea por la selva y se encuentra con un tigre. El músico saca su instrumento y empieza a tocar, amansando a la fiera. Poco a poco, convoca a todos los animales, hasta que se forma un auditorio de serpientes, gorilas y demás fauna encandilada. Al final, aparece un león. Avanza hasta la primera fila y se zampa al violinista. Los animales protestan: “Maldita sea, llegó el sordo y se jodió el concierto”.

La magistrada del juzgado de primera instancia número 5 de Cádiz, Ana María Chocarro López, podría interpretar el papel de león en este cuento que no tiene ninguna gracia. Al condenar al historiador Juan Antonio Ríos Carratalá por intromisión ilegítima parcial en el derecho al honor de Antonio Luis Baena Tocón, secretario del juzgado de instrucción que procesó a Miguel Hernández en 1939, zanja de un mazazo una discusión sutil, larga, tentacular y en buena medida inefable sobre la responsabilidad y la culpa (colectiva e individual) de las sociedades sometidas a la violencia y la dictadura. Es una discusión sobre cómo funciona la represión, quién la ejerce y qué supone mirar hacia otro lado o cumplir las órdenes. Filósofos, historiadores, escritores, juristas fuera de servicio y ciudadanos de toda condición participan en un ágora necesariamente abierta cuyo valor no son las conclusiones, sino las modulaciones de la conversación misma, cuya persistencia mide la densidad democrática de un país.

La mención inicial a mi abuelo es oportuna. Hace una década escribí un libro titulado Lo que a nadie le importa sobre él, soldado raso del ejército franquista durante toda la guerra, reclutado a la fuerza, y vigilante de un campo de prisioneros al terminarla. En aquella novela me preguntaba sobre su responsabilidad y su culpa, si la sintió. ¿Nos arrastra la historia o podemos oponernos a ella? ¿Somos cómplices o marionetas? Millones de españoles con abuelos como el mío podían compartir mis dudas, y la literatura ofrece un marco para el matiz. Salvo en los casos flagrantes de gente poderosa con culpas clarísimas, la mayoría vive en un claroscuro donde no se puede separar lo blanco de lo negro.

Eso es lo que aduce el hijo de Baena Tocón en su demencial demanda contra todos los medios de comunicación de España (desestimada en su casi totalidad, salvo en unos aspectos referidos a Ríos Carratalá): que su padre era un joven que hacía el servicio militar y recaló en aquel juzgado como podría haber caído en cualquier otra covacha de la administración franquista. Considera —y la jueza le ha dado parcialmente la razón— que echarle encima la condena del poeta es un exceso y una infamia, y si no hubiera llevado la discusión por la vía judicial, su punto de vista sería un reto que enriquecería muchísimo este debate. La sentencia, en cambio, lo empobrece.

Cuando Ríos Carratalá, en su libro Nos vemos en Chicote y en otros estudios sobre la represión del primer franquismo sobre escritores y periodistas, estudia el papel de figuras como Baena Tocón, no busca una revancha judicial, sino alumbrar los rincones más oscuros de la sociedad franquista. ¿Hasta dónde llega la responsabilidad ética de la represión? ¿Es pasivo un funcionario que estampa una firma? ¿O su cumplimiento acrítico del deber pone en marcha el aparato? Más allá de los errores factuales que cualquier investigador puede cometer, la cuestión es muy especulativa y necesita grandes dosis de opinión. La sentencia toma el rábano por las hojas y aprovecha unas minucias ya corregidas e incorporadas a la discusión para recortar la libertad de expresión. Con este precedente, elaborar juicios de valor y argumentos sobre los actores de la represión va a ser muy costoso.

Desde Hannah Arendt y la banalidad del mal de su Eichmann en Jerusalén hasta la hipocresía de los Mitläufer retratados por Géraldine Schwarz en Los amnésicos (aquellos alemanes que no militaron ni colaboraron con el nazismo, pero se beneficiaron pasivamente de su silencio), estas cuestiones atormentan y entretienen a los intelectuales europeos desde la primera vez que un joven de los años cincuenta preguntó en la cena: “Papá, ¿dónde estabas tú cuando pasó aquello?”. Muchos respondieron como el personaje de Billy Wilder en Uno, dos, tres: no se enteraron de nada, trabajaban en el metro. Desde entonces, unos se han dedicado a señalar, y otros, a negar. En el caso español, la pregunta es más dura: ¿mató o encarceló tu padre al mío? Y afinando más, para centrarnos en este caso: ¿firmó la sentencia o solo la tramitó?

En cuanto las investigaciones trascienden los libros académicos (700 ejemplares en dos ediciones vendió Nos vemos en Chicote: el secreto de Baena Tocón estaba bien guardado hasta que su hijo decidió exponerlo a los tribunales), es natural que despierten duelos y quebrantos, pues hablamos de historia aún viva. Al hijo de Baena Tocón le habrán escocido más los tuits y comentarios a las noticias que cualquier licencia literaria de Ríos Carratalá, pero es al historiador a quien le ha caído encima el león sordo. No le ha devorado como al músico del chiste, pero le ha dado un buen mordisco que disuadirá al resto de violinistas de adentrarse por esa selva.

 

Pd. La revista Mongolia también se hace eco de la sentencia en un editorial publicado el 14 de abril:

https://www.revistamongolia.com/noticias/tribunales-del-nacionalcatolicismo

Con independencia de que esté de acuerdo o no con lo publicado, intentaré dar traslado de esta información para favorecer el necesario debate sobre la libertad de expresión, de investigación y de cátedra. Hasta ahora no me consta que algún medio conservador o de derecha radical se haya pronunciado al respecto. La circunstancia difiere de lo aparecido en otros medios de izquierdas o progresistas que, más o menos, repiten lo señalado en los dos enlaces citados.