lunes, 23 de junio de 2025

Archiveros e investigadores en torno a la memoria familiar


El pasado 12 de junio y en la Universidad de Sevilla tuvo lugar un encuentro organizado por la Asociación de Archiveros de Andalucía, con el patrocinio de la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía , en torno a los archivos y la investigación de la memoria familiar. Los participantes fueron mi colega Gutmaro Gómez Bravo y la archivera Henar Alonso Rodríguez con Isabel Medrano Corrales, vicepresidenta de la entidad organizadora, como moderadora.
El acceso a los archivos públicos, la investigación histórica en los mismos, la transparencia y la protección de datos son temas directamente relacionados con mi trabajo. De ahí el interés de enlazar la grabación del acto para quienes, como seguidores de este blog, también estén interesados en los puntos abordados por los participantes:



 

domingo, 22 de junio de 2025

El punto final de una tarea iniciada en 1975


 Imagen de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alicante

Hace cincuenta años me matriculé en una facultad que ahora celebra su cincuentenario. Por entonces, en el otoño de 1975, todo pasaba por una incógnita acerca del porvenir. También aquella facultad que empezaba a dar esos «cincuenta pasos hacia el futuro» del lema elegido para la celebración, a pesar de una precariedad que convertía cualquier propósito en una heroicidad necesitada de entusiasmo. El alumnado lo tenía de sobra porque, a los dieciocho años de una generación empeñada en cambiar el país, los retos eran bienvenidos.

La biblioteca de la facultad compartía esa precariedad de medios en que debíamos estudiar. Las dependencias todavía evidenciaban el anterior destino militar del edificio y los libros escaseaban. Sin embargo, por vete a saber qué razón, en las pocas estanterías a la vista encontré una colección de gruesos volúmenes editados en Francia. Movido por la curiosidad, supe que eran thèses escritas por hispanistas de ese país.

Varios volúmenes permanecían intonsos y, curso tras curso, los fui consultando con admiración porque aquellos monumentales libros eran el objetivo máximo de un investigador. Lo suponía propio de lo francés, ya que -como nos enseñaría después el cineasta José Luis Cuerda- todo lo francés era mejor que lo español y, además, más bonito. Yo también lo creía después de haber viajado al país vecino en 1973 y 1974, cuando pasar la frontera parecía una mudanza a otro sistema planetario.

En 1979, de la mano del profesor Guillermo Carnero, decidí ser un dieciochista con todas las consecuencias. El primer paso fue solicitar el consejo del entonces decano, don Antonio Mestre (1933-2023), que por su condición eclesiástica casi me tomó como un monaguillo. Don Antonio me llevó a la biblioteca, me señaló varios de aquellos volúmenes y me dijo que debía tomar ejemplo de los mismos si quería dedicarme al dieciochismo. Siempre he sido disciplinado y le hice caso.



Antonio Mestre Sanchís

Uno de esos volúmenes era el de René Andioc (1930-2011) titulado Sur la querelle du théâtre au temps de Leandro Fernández de Moratín (1970), que ya podía consultar en su abreviada versión en español. Sin embargo, prefería la original donde nada sobraba y todo era pertinente para analizar una querelle presente en mis trabajos iniciales.

La exhaustividad y el rigor de aquel inmenso volumen me fascinaban, conseguí la dirección de René Andioc y le escribí una carta con el respeto de quien pretende ser admitido entre los discípulos. La respuesta del hispanista fue una bienvenida que se prolongó durante años y me permitió conocerle en persona cuando ambos trabajábamos en la sala de raros y manuscritos de la Biblioteca Nacional de España.


René Andioc

Desde entonces, mi ilusión era escribir un trabajo exhaustivo y riguroso acerca de algún tema que me llevara años de consultas en archivos o bibliotecas. La distancia entre el deseo y la realidad a veces frustra los empeños. La necesidad de abrirse camino en la carrera docente apenas permite semejante tarea de largo alcance. Por desgracia, prima lo inmediato con una secuencia temporal que pretende demostrar una hiperactividad a menudo reducida a un artificio.

Así estuve hasta que fui catedrático hace poco más de veinte años. Desde entonces decidí por mi cuenta como investigador y trabajé en varios temas con la debida continuidad hasta completar la última línea de investigación, la dedicada a la cultura franquista, con tres volúmenes editados por la Universidad de Alicante y Renacimiento. El siguiente paso, y el último, era escribir una obra como la de René Andioc, un volumen monumental donde nada quedaría en el tintero, aunque el empeño me llevara años de trabajo.

El tema elegido fue los consejos de guerra de periodistas y escritores durante el período 1939-1945 porque casi nada se había escrito al respecto. El volumen de unas mil páginas, por imperativos editoriales, se ha convertido en una trilogía de unas mil cuatrocientas páginas, a las que debemos sumar otras publicadas en revistas o libros colectivos. En total, unas dos mil páginas dedicadas a las vicisitudes sufridas por un colectivo de unas cien personas. Ahora, cuando ambos han fallecido, estoy seguro que desde el espacio de la memoria que admite la coexistencia de los diversos Antonio Mestre y René Andioc me habrán dado el visto bueno.



Imagen, tomada por Víctor Úcar, del sumario de un consejo de guerra. La consulta de esta documentación a veces merece un relato como el de Umberto Eco en El nombre de la rosa (1980)

Ayer puse el punto final al original del tercer volumen de la trilogía, La colmena, con una reflexión sobre la culpabilidad individual en cualquier sistema represivo que he redactado a la luz del filósofo Karl Jaspers. Por el camino de estos diez últimos años he contado con otras muchas referencias y ayudas. Incluso he ampliado de manera espectacular el número de mis amistades, pero el empeño siempre ha sido hacer realidad lo soñado una mañana del invierno de 1979, cuando don Antonio me señaló el ejemplo a seguir.

Al final, descubrimos que nunca dejamos de ser discípulos y que, si nos empeñamos en seguir a los maestros, lo mejor es una tarea de continuidad sin desmayos ni demasiadas desviaciones. La he culminado en esa facultad que ahora cumple su cincuentenario gracias a mi compañera también conocida en 1975 y la camaradería de mucha gente. Pepa sigue a mi lado tras celebrar las bodas de oro, algunos de mis compañeros ya han fallecido, muchos están jubilados y unos pocos todavía aguantamos al pie del cañón. Tal vez para acompañar a un joven, enseñarle unos volúmenes depositados en la ahora bien nutrida biblioteca y señalarle el camino a seguir.

Esa será mi tarea durante los próximos tres años si la salud me ayuda a completarla. Pronto tendremos noticias acerca de la continuidad de lo iniciado hace cincuenta años y terminado ayer a la luz de un filósofo que debió buscar refugio en Suiza porque algunos de sus compatriotas, los alemanes, no admitían la responsabilidad colectiva e individual por un pasado oscuro. A pesar de las presiones que sufro por seguir en esa misma línea, estoy seguro de que tendré una mejor suerte. Los tiempos, afortunadamente, han cambiado, aunque algunos pretendan actualizar el pasado de intolerancia que desvelo en mis libros. La única añoranza comprensible es la relacionada con la juventud. El resto es materia para la memoria y la historia.

 

 


miércoles, 18 de junio de 2025

El consejo de guerra de Buero Vallejo (y algunas buenas noticias)


 Antonio Buero Vallejo

Hay días que merecen ser enmarcados. Esta mañana he sabido de la reacción solidaria de los compañeros del alumno al que dediqué la entrada anterior para, aparte de reconocer el mérito de su trabajo y felicitarle por su actitud, manifestarle que la coincidencia de su nombre con el de otra persona en una entrada de este blog no debía preocuparle ni un solo minuto. Asunto solucionado.

Una alumna argelina de nuestro máster de Estudios Literarios me ha dado la segunda alegría cuando, entre alguna lágrima de agradecimiento, me ha manifestado su satisfacción por estudiar en la Universidad de Alicante. Hoy mismo hemos iniciado las consultas para que su propósito de sacar adelante la tesis doctoral con nosotros pronto pueda ser una realidad.




También hoy me han comunicado que Anales de Literatura Española, la revista que dirijo desde 2020 en colaboración con los profesores Davide Mombelli y Laura Palomo, sigue en lo más alto, Q1, de la clasificación establecida por el Journal  Citations Report de la Web of Science. La afortunada circunstancia nos ha supuesto una auténtica avalancha de artículos. Esta semana hemos publicado el número 43, de carácter misceláneo, y ya disponemos de diecisiete artículos para el monográfico del próximo curso, que estará dedicado a la literatura del exilio republicano bajo la coordinación del grupo de investigación GEXEL de la UAB. Incluyo a continuación la clasificación de nuestras revistas, que año tras año mejoran globalmente gracias al eficaz apoyo del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alicante:



Y, por último, me ha llegado un ejemplar del último número de Anales de la Literatura Española Contemporánea, que este año publica el volumen 50, donde colaboro con un artículo. El título del mismo es «El consejo de guerra de Antonio Buero Vallejo». La referencia bibliográfica es: Vol. 50, n.º 2, 2025, pp. 333-352. El preprint del artículo permanece accesible a través del Repositorio de la Universidad de Alicante.

Anales de la Literatura Española Contemporánea es una revista dirigida por el siempre amable José Manuel Pereiro Otero y editada por la Society of Spanish and Spanish-American Studies, actualmente radicada en Temple University del estado norteamericano de Philadelphia. Mi relación con esta revista viene de lejos y ha sido un placer encontrarme en el índice junto con prestigiosos colegas, todos dispuestos a colaborar en este empeño universitario de largo alcance.

La semana culminará con el punto final del tercer volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores durante el período 1939-1945. Las casi quinientas páginas del mismo han supuesto un considerable esfuerzo. Ahora conviene dedicar el verano a repasarlo, corregir posibles errores y prepararlo para el mes de septiembre, cuando comenzará su andadura de cara a la publicación en 2026. Por entonces, si todo sigue su curso, ya tendremos una nueva plataforma para la divulgación de los resultados de esta investigación bajo el auspicio del grupo de investigación Memòria, Identitat i Ficcions (MIF) de la Universidad de Alicante.

Agotado, pero feliz junto con tanta gente que trabaja en un clima de respeto, responsabilidad y amistad.


martes, 17 de junio de 2025

La suerte de tener alumnos como Luis


 Luis Gimeno en Lisístrata

La posibilidad de trabajar junto con gente joven supone una fortuna. Sobre todo, cuando el profesor ronda la edad de jubilación y esa compañía, siempre estancada en la misma edad, permite la ilusión de que el paso del tiempo no implica la lejanía con respecto a lo mejor de la juventud.

La inmensa mayoría de mis amigos ya están jubilados. Al verlos paseando un perrito o emprendiendo algún desafío similar, creo que soy un privilegiado porque ando rodeado de jóvenes con ganas de aprender y que, además, me enseñan a permanecer atento a las novedades de los tiempos.

Tras cuarenta y dos cursos como profesor, todavía hay motivos para probar nuevas posibilidades didácticas y mejorar los resultados académicos. La rutina, a veces inevitable, supone un lastre para la docencia y conviene evitarla en la medida de lo posible. Esta circunstancia se ha hecho realidad durante el segundo cuatrimestre del curso que acaba y los resultados, incluso estadísticamente, indican que el empeño ha sido recompensado gracias a la positiva respuesta del alumnado.



Curso 24-25 en el Teatro Principal

Ahora bien, para que esa respuesta sea posible suele ser necesario un grupo que actúe de avanzadilla y tire del resto de los compañeros. Si contamos con esa circunstancia, el trabajo resulta más fácil y los resultados mejoran.

Luis Gimeno, que acaba de terminar el máster en Estudios Literarios con la máxima calificación, es un ejemplo de esos alumnos que destacan y forman parte del grupo capaz de animar a los compañeros. Hace un par de cursos tuve la suerte de tenerlo en clase y, aparte de verle con su sempiterna sonrisa, pronto percibí su interés por el teatro del Siglo de Oro y la voluntad de colaborar en lo que fuera preciso. Incluso le nombramos lector oficial de los fragmentos literarios comentados en clase, porque es actor del Aula de Teatro de la UA y tiene una excelente dicción. Ya la quisiera yo mismo.

Mis compañeros del Departamento opinan igual de Luis y todos estamos seguros de que pronto tendremos un nuevo doctor en Filología Española que, si así lo desea, podrá iniciar el camino para aspirar a las máximas cotas en la docencia. Dada su competencia académica y excelente actitud, no le faltará ayuda para conseguirlo.

Luis Gimeno me escribió hace unos días preocupado por una circunstancia relacionada con una reciente entrada de este blog (11-VI-25). Le expliqué que no había motivos para esa preocupación y que, al contrario, sabía de su exquisita buena educación y respeto, compatibles con la simpatía cada vez que nos vemos en el Teatro Principal de Alicante porque también es un buen aficionado a las artes escénicas.

Si Luis Gimeno aparece en este blog, como podrían aparecer otros muchos de sus compañeros y compañeras, es porque forma parte de los motivos que me mantienen dispuesto a pelear para que esta juventud aprenda con los clásicos, desde el amor como enseñanza para la vida hasta el respeto de la voluntad ajena. Así lo intento hacer con ejemplos sacados de Lope, Cervantes o Calderón, porque el contacto con los clásicos también ayuda a comprender nuestro entorno. Luis lo sabe, incluso lo practica en los escenarios, y es obvio que no tiene ningún motivo de preocupación porque el profesorado reconoce su excelente educación y respeto. Así que, por favor, no dejes de sonreír.

sábado, 14 de junio de 2025

El testimonio de lo callado. Oscuro amanecer (1977), de Ángel M.ª de Lera

Portada de la edición original

Cada seis meses, como mínimo, paso por donde estuvo localizado el campo de concentración de Los Almendros, que fue recreado por Max Aub y Jorge Campos entre otros escritores republicanos. Solo una placa recuerda lo allí sucedido durante los primeros días de abril de 1939, pero al entrar en el centro médico siempre mantengo la memoria aquella gente por entonces más necesitada que yo de atenciones.

La tragedia de los campos de concentración españoles es equiparable a la vivida en los de la II Guerra Mundial. Nunca hubo cámaras de gas para matar en serie, pero ha quedado constancia de un hambre atroz padecida en unas condiciones higiénicas capaces de hacer deseable la muerte si no mediaba un inquebrantable espíritu de supervivencia.

Tras leer la práctica totalidad de los testimonios conservados, las imágenes de aquel horror se agolpan en la memoria, pero prevalece una poco divulgada por su carácter escatológico. Los prisioneros, después de varios días sometidos a una dieta infame, eran incapaces de defecar en las improvisadas letrinas. Los remedios utilizados para solucionar ese estreñimiento suponían verdaderas salvajadas cuya evocación todavía estremece.

Visto desde ese punto de vista fisiológico, tan comprensible para cualquiera, el padecimiento de aquellos españoles solo merece la compasión. Y también la rebelión contra el olvido impuesto por quienes acomodan la historia a las necesidades de los objetivos políticos. Frente al mismo, cabe el recuerdo de aquello que atentaba contra la más elemental dignidad humana.

Este ejemplo lo traigo a colación porque, tras releer la novela Oscuro amanecer (1977), de Ángel M.ª de Lera, he recordado otra circunstancia de aquellos años de la represión de la que poco se ha escrito por afectar a la intimidad. Los represaliados que pasaban varios años en las cárceles franquistas salían de las mismas, en un porcentaje ignorado, con una impotencia sexual que les impedía mantener relaciones.

Al margen de las edades y los problemas derivados de la salud, el motivo era fundamentalmente mental y propio de un bloqueo cuya superación no resultaba sencilla. El poeta Marcos Ana, después de décadas en las cárceles franquistas, tenía problemas de visión cuando permanecía en espacios abiertos. La vista se había acostumbrado a las distancias cortas y le costó mucho normalizar la percepción de la realidad que le proporcionó la libertad. Otras funciones fisiológicas tampoco eran fáciles de normalizar.

La sexualidad de los represaliados, un tema tabú a menudo por la mentalidad de la época, corrió una suerte parecida. Ángel M.ª de Lera lo refleja con una exquisita sensibilidad en la citada novela y, al repasar el correspondiente capítulo, he comprendido mejor los límites de la angustia de unos hombres jóvenes que salían de las cárceles, pero afrontaban problemas en una sociedad donde siempre eran unos vencidos.

Oscuro amanecer tuvo graves problemas con la censura, al igual que las tres novelas anteriores protagonizadas por el maestro Pedro Olivares como alter ego del autor, y fue editada coincidiendo con las primeras elecciones democráticas. El consiguiente ruido mediático apenas dejó un hueco para una obra cuyo testimonio revela las dificultades de quienes, como el propio Ángel M.ª de Lera, superaron una condena a muerte, pero afrontaron un destino incierto donde los problemas se acumulaban. Y los íntimos, claro está, nunca fueron menores a la espera de la ayuda, el cariño y la comprensión de una pareja como la que encuentra el protagonista. Ambos son dos supervivientes a la deriva y necesitan de la solidaridad mutua para salir adelante.

La novela de Ángel M.ª de Lera merece una reedición para hacerla accesible a quienes se interesan por la represión de la Victoria. La decisión de editarla no depende de mi trabajo, pero si encuentro una editorial interesada haré lo posible para que Oscuro amanecer ocupe el lugar que merece entre la literatura testimonial de aquella tragedia colectiva.

 

viernes, 13 de junio de 2025

El sumario de un «dibujante retocador» de Heraldo de Madrid

Heraldo de Madrid. Fuente: Wikipedia


El maltrato a los detenidos y la tortura durante los interrogatorios policiales no dejan huellas documentales en los sumarios. Sin embargo, la lógica permite intuirlos cuando comparamos lo supuestamente declarado en la sede policial con lo reconocido en la cárcel ante el juez instructor y/o su secretario, que se desplazaban a la misma para interrogar al procesado. El contraste puede ser de matices o escaso relieve, pero a veces las diferencias son notables. Entonces cabe suponer que el detenido recibió un trato brutal hasta firmar una falsa acusación contra sí mismo o asumir como propios actos ajenos. El caso de Salvador Prieto Martínez es ejemplar en este sentido. También incluye mentiras de los agentes que le detuvieron fácilmente desmontables a partir de otros documentos incluidos en el sumario. Nadie pidió responsabilidades al comprobar lo absurdo de la primera declaración. Ni siquiera se tomó nota de unas contradicciones que dejaban en mal lugar, el de la tortura para obtener la firma en falsas declaraciones, a unos agentes que sabían de su inmunidad.

El borrador del capítulo dedicado a Salvador Prieto Martínez, una vez revisado, aparecerá en el tercer volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores, pero su versión provisional ya se puede consultar en el Repositorio de la Universidad de Alicante a la espera de posibles indicaciones o correcciones de otros colegas:

http://hdl.handle.net/10045/154630

 

martes, 10 de junio de 2025

Las fechas del Juzgado Militar de Prensa





Fachada del Ministerio del Interior, sobre proyecto de los arquitectos Manuel Ruiz de la Prada y José García Mesa, 1927 (AGMIR). Fuente: interior.gob.es
 

La historia es una tarea en permanente construcción y de autoría colectiva. La colaboración con los colegas supone un requisito asumido por quienes, a diferencia de los aficionados, nos dedicamos a la investigación en el ámbito universitario.

Hace unos días hablé con el periodista e historiador Víctor Úcar, que realiza su tesis doctoral bajo la dirección del catedrático Gutmaro Gómez Bravo (UCM). La misma guarda relación con los consejos de guerra de periodistas y escritores durante el período 1939-1945. Concretamente, se centra en la represión de quienes trabajaron en Unión Radio a lo largo de la guerra y, por su fidelidad a la II República, afrontaron problemas similares a los analizados en mis libros.

El intercambio de información se concretó en un dato que desconocía documentalmente: la fecha de la disolución del Juzgado Militar de Prensa. Hasta ahora había establecido un funcionamiento del mismo entre abril de 1939 y el verano de 1940. Me basaba en las hojas de servicios como oficiales del ejército del titular del juzgado, el capitán Manuel Martínez Gargallo, y de uno de los secretarios que actuaron en las dependencias de la plaza del Callao, 4.

La fecha del cierre no era errónea, pero ahora la podemos concretar gracias al trabajo de Víctor Úcar en el Archivo General del Ministerio del Interior (AGMI). El investigador ha localizado allí una copia de un documento cuya transcripción es la siguiente:

 

AUDITORIA DE GUERRA DEL EJÉRCITO DE OCUPACIÓN. JUZGADO MILITAR PERMANENTE N.º 18, PIAMONTE. N.º 28, segundo (Texto).

Por disposición del Excmo. Sr. Capitán General de la 1.ª Región Militar, en la orden correspondiente al 26 de julio ppd, el Juzgado Militar Permanente n.º 18 de mi cargo ha quedado constituido por el antiguo Especial de Prensa y el Permanente n.º 24, que tenía su domicilio en la Plaza del Callao, n.º 4. Lo que pongo en conocimiento a los efectos oportunos y la debida constancia en el expediente procesal de cuantos reclusos de esa prisión estuviesen a disposición de los desaparecidos Juzgados de Prensa y Permanente n.º 24, los que automáticamente pasan a mi disposición. Acúseme recibo. D.G. guarde a V. muchos años. Madrid 6 de agosto de 1940. El Juez Militar sin firma y sellado (Sr. Director de la Prisión de Conde de Toreno).

 

La transcripción de la comunicación del titular del Juzgado Permanente n.º 18 al director de la prisión de Conde de Toreno se enmarca en el intercambio de documentos sumariales entre los jueces y los responsables de los centros donde estaban recluidos quienes eran procesados y, posteriormente, permanecían en los mismos como condenados.

Lo significativo es la fecha: el Juzgado Militar de Prensa había dejado de estar operativo el 6 de agosto de 1940, al igual que el Permanente n.º 18, ambos localizados en la Plaza de Callao, n.º 4. Por lo tanto, la investigación sobre las actividades del capitán Manuel Martínez Gargallo y sus colaboradores debe circunscribirse al período comprendido entre la segunda quincena de abril de 1939 y finales de julio de 1940. Antes lo deduje por otra vía y ahora lo afirmo gracias a un documento del AGMI que prueba esta circunstancia.

La investigación de Víctor Úcar abre una nueva línea de trabajo. Dado el número de casos instruidos en el Juzgado Militar de Prensa, pocos en comparación con otros coetáneos de Madrid, cabe pensar que sus competencias fueran más allá de la instrucción de los sumarios protagonizados por escritores y periodistas.

Así lo hemos comprobado en la depuración de los miembros de la SGAE, donde el juez Manuel Martínez Gargallo estuvo presente, al igual que probablemente en las tareas relacionadas con la depuración de la APM y el Registro Oficial de Periodistas (ROP). Esta diversidad de destinos dentro del sistema represivo le obligaría a permanecer al margen de algunas tareas relacionadas con la instrucción sumarial. Lo hemos verificado gracias al análisis de más de veinte sumarios del Juzgado Militar de Prensa.

Víctor Olmos en su documentada historia de la APM publicada en 2006 indica que no hay pruebas de que la misma colaborara con el Juzgado Militar de Prensa en la instrucción de los sumarios. La prueba es que la asociación y el juzgado compartían las dependencias de Plaza de Callao y, como es lógico, no era preciso dictar una diligencia o providencia para que los archivos de la APM estuvieran al servicio de las citadas instrucciones.

Baste recordar que los secretarios del juzgado, en su informe inicial cuyo origen es un misterio, pudieron utilizar la documentación recopilada por la asociación para la depuración del colectivo periodístico. Esta documentación, supongo, desaparecería porque hubo décadas para que una entidad privada borrara las huellas de su colaboración en las tareas relacionadas con la represión del colectivo al que representa. La hipótesis, a falta de pruebas definitivas, parece plausible como punto de partida para la investigación.

Ahora, a la luz de la tesis doctoral de Víctor Úcar, cabe comprobar si el juez Manuel Martínez Gargallo y sus colaboradores estuvieron presentes en los sumarios instruidos contra quienes trabajaron en Unión Radio. Todavía es pronto para sacar conclusiones al respecto, pero esta línea de trabajo se enmarca en las previstas para la segunda fase del proyecto de investigación, que comenzará con el curso 25-26 tras la publicación de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores. En fechas próximas, explicaré los objetivos de esa fase, cuya autoría será colectiva para procurar su continuidad tras mi jubilación en junio de 2028.


Pd.: Pido disculpas a mis lectores por haberme equivocado en la elección, precipitada, de la foto que inicialmente ilustraba esta entrada. Ya ha sido reemplazada por otra cuya fuente es la web del propio Ministerio. Agradezco que los lectores me hagan saber cualquier error que cometa para su corrección, pero lamento que se haga desde el anonimato y la falta de respeto. Yo nunca contestaré en estos términos. Y todavía me parece más absurdo que alguien abra una cuenta en Blogger exclusivamente para estos menesteres amparándose en un anonimato que, me temo, no es tal.