sábado, 13 de julio de 2024

Ni una, ni grande ni libre, de Nicolás Sesma


 

Las buenas noticias deben ser celebradas. Cuando redacto estas líneas, acabo de saber que Ni una, ni grande ni libre, de Nicolás Sesma, acaba de sacar su cuarta edición gracias, fundamentalmente, al boca a boca de los lectores interesados por la reciente historia de España. Yo he tenido la suerte de ser uno de ellos, cuando la tercera edición era el fruto de unas valoraciones positivas que me habían llegado por diferentes vías. Tenían razón sus autores y, tras finalizar el curso, he podido dedicar unos días a enfrascarme en un grueso volumen cuya lectura es apasionante para quien quiera conocer la historia del franquismo.

Ni una, ni grande ni libre cuenta con reseñas en la prensa y vídeos de presentación en el catálogo de You Tube. Poco o nada puedo añadir a lo dicho por plumas más autorizadas que la mía en estas materias. El libro está llamado a perdurar hasta convertirse en una referencia inexcusable para el conocimiento de la dictadura y, estoy seguro, a partir del próximo curso aparecerá en los programas de lecturas de numerosas asignaturas universitarias, al menos en las universidades públicas.




Solo quiero dar gracias al autor. Desde hace bastantes años, publico libros dedicados a temas relacionados con la cultura del periodo franquista. Incluso he llegado a escribir, en Cuéntame cómo pasó. Imágenes y reflexiones de una cotidianidad (1958-1975), acerca de mi experiencia como niño o adolescente durante el tardofranquismo. La metodología es deudora de la microhistoria y tiendo a acotar una materia concreta para, en el mejor de los casos, obtener de su análisis unas conclusiones que por analogía sirvan de cara al conocimiento de una parcela más amplia. La tarea me obliga a andar con la cabeza agachada y provisto de una lupa atenta al mínimo detalle. Aunque nunca olvido el contexto, una obligación del historiador, un libro como el de Nicolás Sesma me ha permitido levantar la cabeza y tener conciencia de las verdaderas dimensiones del franquismo. Solo cabe agradecerlo.

Y aprender, pues por muchos años que llevemos dedicados al estudio de la dictadura siempre encontraremos en una aportación tan significativa parcelas desconocidas o minusvaloradas. Así ha ocurrido con los capítulos dedicados a la política exterior del franquismo, que son fundamentales para entender su continuidad a lo largo de cuarenta años y en buena medida desconocía. Un nuevo motivo de agradecimiento.

Después de haber publicado más de treinta libros, soy consciente del esfuerzo que supone la preparación de uno de temática tan amplia como la afrontada por Nicolás Sesma, con quien ahora preparo un volumen colectivo dedicado a los mecanismos de la represión durante la dictadura bajo la coordinación de Sergio Calvo Romero y Ana Asión Suñer. Hoy mismo, en El País, nuestro común amigo Jordi Amat escribe que Nicolás Sesma parece haberlo leído todo. Razón tiene a la vista de la bibliografía consultada para la elaboración de Ni una, ni grande ni libre, una tarea que desborda la capacidad del lector más empedernido y contrasta con el adanismo intelectual, o la soberbia, de algunos ensayistas al servicio del revisionismo.

Gracias a Nicolás Sesma, he anotado futuras líneas de trabajo y la correspondiente bibliografía. La historia es una tarea colectiva donde debiera prevalecer la colaboración. Yo mismo también le he indicado lecturas que permitirían matizar o completar algunos párrafos de su libro. A diferencia de quienes se sienten criticados cuando alguien les sugiere una lectura, la respuesta de Nicolás Sesma ha pasado por el agradecimiento y la colaboración con la voluntad de aprender mutuamente. El dato prueba que estamos ante un profesional de la historia y, sobre todo, ante alguien a quien el éxito no le ha conducido por los caminos de la soberbia como tan a menudo sucede.

Ya cerca de la jubilación, encontrar a un colega con un presente brillante y un futuro prometedor es una excelente noticia y, como decía al principio, la celebro. También porque me permite aprender de una voz generacional diferente a la mía. Cuando escribo sobre la cultura franquista trabajo como historiador con documentos y bibliografía, pero cuento asimismo con mi experiencia personal que tanto matiza cualquier conclusión. La circunstancia puede enriquecer el análisis o empobrecerlo. Todo depende de cómo manejemos una memoria que debe subordinarse a la ciencia historiográfica para evitar la falta de rigor. De hecho, aunque escriba desde mi memoria, lo hago previa consulta bibliográfica o documental para enriquecerla y evitar la subjetividad de quienes acaban fabulando acerca de un pasado supuestamente testimonial.

Gracias a profesores de otra generación, como Nicolás Sesma, observo las diferencias de enfoque y enriquezco mis conclusiones. Hace unos días le comenté cómo veía unos temas concretos abordados en su libro porque, a la bibliografía, añadí la experiencia personal que me permitió dudar de lo que aparece claro y rotundo en los libros. La respuesta suya pasa por el inicio de una colaboración, que continuaré con el agradecimiento de haber encontrado un interlocutor receptivo y competente.

Al leer un reciente libro de Ana Asión sobre el cine de Fernando Palacios, encontré un capítulo dedicado a una película del director aragonés donde el papel de agente soviético estaba interpretado por Alfredo Landa. La joven doctora lo comentaba con el rigor que le caracteriza, pero no pude evitar una descreída sonrisa como la que tuve cuando vi, en serio, a José Luis López Vázquez provisto de una metralleta en un policiaco rodado en la Barcelona de principios de los sesenta. Yo me eduqué con las películas interpretadas por Alfredo Landa y José Luis López Vázquez, que nunca serán en mis libros solo dos grandes actores. También forman parte de mi memoria y en la misma, como sucede con nuestros familiares más directos, algunas facetas solo pueden ser unos disfraces que provoquen la risa o la guasa.

Así se lo cuento a los jóvenes que toman el relevo en las aulas, para fortalecer un diálogo intergeneracional que nos ayude mutuamente a conocer mejor nuestro pasado inmediato, el de un franquismo que pronto, y va siendo hora, solo será una materia histórica donde la memoria ocupe su debido lugar.


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