viernes, 28 de abril de 2023

¡Vivan los novios! (1970), de Luis García Berlanga


 Un fotograma puede resumir una película. El cariacontecido rostro de José Luis López Vázquez en el día de su boda con Loli, la propietaria de la tienda de souvenirs en ¡Vivan los novios!, revela que la felicidad no es asunto cercano y asegurado en las películas de Berlanga y Azcona. Al contrario, se suele escapar por un sinfín de contradicciones y circunstancias imprevistas que todo lo empeoran o miserabilizan. La película que revela la evolución de tantas localidades costeras tras la irrupción de un turismo masivo la analizo en La sonrisa del inútil (2008) y la contrasto con Calabuch (1956):

El recuerdo de tipos como Jorge, Langosta y el farero me provoca una sonrisa asociada a una ficción donde permanecen inalterables, como ejemplos de unos cuentos infantiles donde todo está claro y terminado. A Leonardo, Pepito y Loli los he conocido personalmente en otras localidades costeras. Lo insólito de sus comportamientos me resulta demasiado familiar. Carece del encanto de lo gratuito o excepcional y me enfrenta a un pasado que, con nuevas circunstancias, sigue relativamente cercano en mi experiencia cotidiana. No alimenta mi memoria porque hasta cierto punto lo sigo viendo, como unas localidades costeras que no pueden ser la proyección actualizada de aquella idílica, y subdesarrollada, imagen de la Peñíscola de Calabuch. Son, por el contrario, la culminación de un fenómeno turístico que ya en los años setenta contenía todos los elementos para su degeneración y desequilibrio.

https://publicaciones.ua.es/libro/la-sonrisa-del-inutil_128106/

martes, 25 de abril de 2023

No todos los abuelos son entrañables: Paco Martínez Soria


 

Hay cómicos que me producen hastío desde el primer momento, incluso un rechazo físico. Uno de ellos es Paco Martínez Soria, destacado representante de la variante baturra de un humor tradicional que pasó de los escenarios a las pantallas con gran éxito popular. Durante las décadas de los sesenta y setenta, se estrenaron varias comedias dirigidas por Pedro Lazaga y protagonizadas por un paleto cabezota, imbuido del supuesto sentido común del hombre cabal, sermoneador a la hora de solucionar cualquier conflicto provocado por la modernidad de los tiempos y gracioso a base de unos toques de picardía con menos aristas que su boina. Se la solía quitar para estrujarla en los momentos cumbre y cuando, convertido en una especie de juez de paz, empleaba un discurso entrecortado y melodramático que gustaba a su público. El «abuelo made Spain» era un cómico con los trucos de toda la vida: sabía poner los ojos en blanco, lanzar miradas picaronas, robar planos con cualquier excusa, cambiar de registros sin salirse de lo convencional y, sobre todo, contaba con unos fieles espectadores que reían sus gracias y asentían cuando iniciaba el sermón final. El humor con moraleja, si se acepta, reconforta.

Este perfil de un abuelo que, a diferencia del representado por Pepe Isbert, rechazo lo justifico en La sonrisa del inútil. Imágenes de una pasado cercano (2008):

https://publicaciones.ua.es/libro/la-sonrisa-del-inutil_128106/

Calabuch (1956), de Luis G. Berlanga, y el torero con toro resfriado


Calabuch cuenta con sus fiestas locales y en las mismas no puede faltar la corrida de toros, o de toro, que se celebra en la playa con unas barcas como barrera. El torero, «un buen chico» que acude todos los años, cuenta con su propia vaquilla, a la que transporta de pueblo en pueblo en un desvencijado camión y cuida como si fuera su propia hija. La susodicha anda resabiada de tantas corridas y, a veces, no obedece las órdenes de su toreador, que ve con impotencia como su benévolo trato es sustituido por el dispensado por los mozos del pueblo, que no dudan en llevarla hasta el mar con el consiguiente peligro del resfriado por estar sudada.
La fiesta acaba sin estoque ni descabello, pues debe continuar al día siguiente en otro pueblo con la misma vaquilla, que se gana la comida y el cariño del torero interpretado por José Luis Ozores. Hasta la tauromaquia resulta entrañable en un pueblo como Calabuch, pero la historia de este singular «matador» dista de estar aislada en una cinematografía que por entonces presentó a otros dos diestros alejados del canon. Uno de ellos es Jacinto, el protagonista de Mi tío Jacinto (1956), interpretado por Antonio Vico con sabiduría de tragicomedia:


Jacinto es tan pobre que debe alquilar el traje de luces y llevarlo puesto a la corrida nocturna para la que ha sido contratado junto con unos payasos toreros. Le acompaña Tip, el encargado de la tienda de alquiler que debe velar por la integridad del traje y su devolución. Ambos esperan en el andén el metro que les conducirá a una corrida finalmente suspendida por una tormenta. La noche de su frustrada reaparición termina con un sabor dramático para el orgulloso e imposible torero.
Otra película con torero alejado del canon es La ironía del dinero (1955), de Edgar Neville, donde Antonio Casal interpreta a Hambrientito de Cuenca, un diestro acobardado, pusilánime y verdaderamente hambriento que carece de arrestos para enfrentarse al toro. La valentía que pretende aparentar antes de comenzar la faena ya apunta un final en la enfermería:


Vista la tauromaquia en las tres películas, rodadas casi simultáneamente en pleno franquismo, es obvio que quienes rechazamos la «fiesta nacional» por múltiples razones también podemos encontrar referentes en este pasado de hambre y miseria, donde hacerse torero, boxeador o algo similar era la única forma de «triunfar», el verbo mágico de la época según nos recordara la sabiduría de Fernando Fernán-Gómez. La alternativa a ese triunfo, a menudo imposible, era ser un hambrientito, aguantar las burlas de quienes acudían a las corridas bufas o, en el mejor de los casos, ir de pueblo en pueblo con una vaquilla que corría el riesgo de caer resfriada.
Estas y otras historias las cuento en La sonrisa del inútil. Imágenes de un pasado cercano (2008):

sábado, 22 de abril de 2023

Calabuch (1956), de Luis G. Berlanga y la dificultad de la "S".


Los grandes empeños requieren una explicación y hasta una justificación. Las mismas suelen estar relacionadas con cuestiones serias o trascendentes, pero a menudo ese restrictivo criterio supone una imposición que apenas guarda relación con la subjetividad de quien se ve requerido para dar explicaciones. El secreto del aprendizaje basado en el diálogo es escucharlas con atención, no compartir una escala de valores prefijada y dejarse sorprender ante la importancia dada por el interlocutor a una cuestión que hasta entonces nos parecía menor.
Jorge es un reconocido sabio norteamericano, pero esa condición y su ancianidad no le impiden preguntar e interesarse por las tareas que desconoce, aunque parezcan extremadamente sencillas. Cansado de mandar cohetes al espacio, el supuesto mendigo que ha aterrizado en Calabuch pasea por la playa y dialoga con el fotógrafo del pueblo, que también ejerce como pintor de rótulos porque es el único que manifiesta inquietudes creativas en esa idealizada comunidad. 
El personaje interpretado por Manuel Alexandre explica a Jorge los fundamentos y las dificultades de un buen rótulo, especialmente si requiere el dibujo de una alambicada S, que puede descarrilar por alguna de sus curvas. Y lo hace justo cuando, con el debido tiempo y sin las premuras propias de los alocados, el sonriente lugareño afronta la ímproba tarea de dibujar una A, cuyos trazos deben juntarse en la parte superior para evitar el error de trazar una H. El peligro es mayúsculo porque, en el caso de no salir el rotulista airoso del empeño, la ESPERANZA vete a saber en qué quedaría.
Jorge asiente y, con él, los espectadores que admiramos el cuidado puesto en algunas tareas de apariencia sencilla, pero que bien realizadas nos hacen felices en una cotidianidad donde escasean las cuestiones trascendentes. Salir a la calle y encontrar a un jardinero, un cartero, un vendedor, un barrendero... ,que trazan con sumo cuidado sus S reconforta y anima tanto como la explicación dada por el fotógrafo. Sus palabras propician la sonrisa ante lo hermosamente inútil, aunque solo lo sea en su apariencia.
Pocas horas después, un apresurado y rutinario párroco bendice con un hisopo la barca ESPERANZA. El rótulo, todavía precisado de la paciencia en el secado, se emborrona en una de las más recordadas escenas del film, que una mediocre censura dejó pasar porque, evidentemente, solo se ocupaba de las cuestiones serias o trascendentes.
Estas y otras historias las desarrollo en el primer capítulo de La sonrisa del inútil. Imágenes de un pasado cercano (Publicaciones de la Universidad de Alicante, 2008), que todavía está a la venta:

viernes, 21 de abril de 2023

Au revoir les enfants (1987), de Louis Malle, y mi trabajo

El historiador necesita estímulos y referentes para realizar sus investigaciones. Otros colegas, a menudo citados, desempeñan ese papel en el marco de una tarea que siempre es colectiva. La redacción de cualquier monografía pasa por la consulta de los resultados de otras ya finalizadas. El consiguiente agradecimiento a veces permite contar con unos referentes cuya vigencia se extiende más allá del trabajo concreto para el que fueron consultados.

La racionalidad de la metodología es compatible con las emociones alojadas en la memoria. El impulso para sacar adelante una labor solitaria de muchas horas encerrado en un despacho lo saco fundamentalmente de otro tipo de referentes, que me han llegado a través de un cine siempre presente en mis libros como materia de análisis o ficción que me anima a trabajar. El recuerdo me permite contar con un grupo selecto de películas que me impactaron y hasta me enseñaron el camino a seguir como historiador de la cultura. Las veo una y otra vez, para seguir aprendiendo sin menoscabo de la emoción que siento al contemplar unas imágenes asentadas en el imaginario personal.

Louis Malle es uno de mis directores de cabecera, sobre todo gracias a Lacombe Lucien (1974) y Au revoir les enfants (1987), dos películas que he visto en reiteradas ocasiones y que fueron decisivas para decidirme a abordar temas como los presentes en algunos de mis libros dedicados al franquismo. Las citadas obras maestras abordan cuestiones concretas relacionadas con la II Guerra Mundial en Francia. Incluso la segunda parte de una experiencia autobiográfica del director. No obstante, como tales obras maestras van desde lo particular a lo general y sus historias permiten la reflexión sobre asuntos universales con una posible concreción en nuestro propio contexto.

Al margen de otros temas igualmente importantes y presentes en las citadas películas de Louis Malle, me conmocionó su presentación del colaboracionismo francés con las tropas alemanas, un deliberado olvido histórico que tantos problemas provocó a un director casi obligado a marcharse a Estados Unidos tras la reacción suscitada por Lacombe Lucien. El cineasta no se arredró y esperó el tiempo suficiente para madurar una historia de la infancia vivida en un internado religioso. La ocasión, tras superar múltiples dificultades y la generalizada incomprensión, llegó en 1987. Gracias a unos pocos apoyos, el director rodó una película sobria, modesta y exacta con una honestidad que me asombra cuando la vuelvo a ver con la correspondiente emoción, como si no supiera de esa historia que a tantos espectadores ha conmocionado. 

Todavía veo el rostro de uno de los dos protagonistas cuando dice adiós al compañero judío que va camino de un campo de concentración y al franciscano padre Jean, que también acabaría asesinado poco después en medio de aquel holocausto provocado por los nazis en colaboración con tantos fascistas. Unos tipos que, en buena medida, respondían a motivaciones como las del joven que se convierte en traidor y denuncia a quienes le habían expulsado del colegio. Historias oscuras, con numerosas aristas, que deben ser analizadas para ser comprendidas sin necesidad de un enjuiciamiento. Sus propias circunstancias bastan para hacerlas motivo de reflexión.


Cada vez que veo el desenlace de Au revoir les enfants me siento partícipe del grupo de chavales que, a partir de ese momento, alojan en su memoria un recuerdo imborrable que necesitará de un relato. Yo también los tengo porque he sabido de muchos colaboracionistas en el horror de una dictadura. Mi tarea pasa por decir adiós con emoción a las víctimas y, llegado el momento oportuno, intentar madurar el conocimiento que me permita contar esas historias con exactitud, sobriedad y, sobre todo, la honestidad de quien sabe de la complejidad de una realidad cuya comprensión necesita el concurso de muchas voces. También las que parten de la emoción de un recuerdo propio del final de la inocencia.


 

Calabuch (1956), de Luis G. Berlanga. El farero sideral


La imagen de Pepe Isbert es incompatible con la tecnología, aunque sea la tosca de unos primitivos auriculares y un no menos primitivo teléfono, que le permite contactar con la centralita de Calabuch para llamar a las otras tres líneas del pueblo. Una de ellas es la del párroco, otro aficionado a las partidas de ajedrez y rival cuando ambos las juegan por teléfono sin abandonar sus obligaciones.  Esta circunstancia permite al farero hacer trampas gracias a la consulta de un manual. El consiguiente enfado de la autoridad eclesiástica cuando percibe el engaño se reduce a llamarle «¡Merluzo!». Al fin y al cabo, ambos solo pretenden sestear con el ajedrez porque disponen de mucho tiempo libre.
La rivalidad del farero con el párroco se extiende al alcance de sus respectivas luces. Las de la parroquia llegan lejos cuando está engalanada gracias al Langosta, contrabandista, trompetista y manitas oficial de Calabuch. No obstante, las del faro todavía llegan más lejos para orientar a las barcas que salen a faenar. De hecho, un día memorable el comandante de la flota norteamericana en el Mediterráneo las vio y felicitó por telegrama al farero, que sabe del orgullo de su función y aspira a transmitir la correspondiente sabiduría al chaval que a veces le acompaña en la soledad del faro. 
El muchacho desea conocer. Preguntado por las distancias y las estrellas, como especialista indiscutible en la materia, Pepe Isbert pone cara de sondear lo insondable y pondera con el gesto indicando que son «distancias siderales». Las palabras empleadas resultan mágicas para el chaval. También para mi imaginario personal, apenas compartido con quien me acompaña a la hora de ver y recordar estas películas. De hecho, cuando algo escapa de nuestra comprensión llegamos a la conclusión de que debe distar de nosotros a «distancias siderales». Vista la magnitud, solo cabe sentirse abrumado.
Estas y otras historias relacionadas con los pueblos de la ficción que visito a menudo se encuentran desarrolladas en La sonrisa del inútil:

miércoles, 19 de abril de 2023

Calabuch (1956), de Luis G. Berlanga. Jorge y Andrés, el pirotécnico


Jorge, en realidad, es George Hamilton, un científico norteamericano harto de lanzar cohetes al espacio que se fuga en busca de la felicidad y la paz. El anciano bonachón y cariñoso encuentra su lugar entre los habitantes de Calabuch, que le reciben como si fuera un apátrida vagabundo de aires singulares. Pronto le aceptan y Jorge se convierte en un personaje imprescindible para los modestos y costumbristas avatares del pueblo. Entre los mismos figura el lanzamiento de unos fuegos artificiales que cada verano suponen una disputa con los vecinos de Guardamar. Andrés, el pirotécnico del pueblo, sabe que el secreto para triunfar en esa amable disputa radica en darle caña, mucha caña, al cohete, de tal manera que llegue a lo más alto del cielo. Su amigo Jorge no le lleva la contraria porque reconoce que el pirotécnico de toda la vida es un hombre de buena fe, pero también confía en la ciencia de sus propios cohetes lanzados al espacio sideral. Al final, la solución pasa por una síntesis propia de la amistad. Ese verano Calabuch acepta el reto del cambio e impone su ingenio en la disputa con Guardamar: el nombre del pueblo aparece en el firmamento para asombro de propios y extraños. Nadie olvidará la imagen incorporada a la memoria colectiva y su relato formará parte de la identidad de un pueblo de ficción donde un buen día recaló un científico que acaba triste porque, al final, le devuelven a su lugar de origen. Allí los partidarios del desarrollo aparentan sabiduría, pero ignoran que el secreto del cohete es darle caña, mucha caña.


Los avatares de Calabuch y sus habitantes aparecen relatados por extenso en La sonrisa del inútil. Imágenes de un pasado cercano (Publicaciones de la Universidad de Alicante, 2008):

Calabuch (1956), de Luis G. Berlanga. El pueblo


La ficción quintaesencia lo que la realidad proporciona sin orden ni concierto incluyendo múltiples inconvenientes. Consciente de esta obviedad que me ha evitado numerosas molestias, los mejores viajes que he hecho han sido los de la imaginación, sobre todo cuando han contado con la ayuda de una película como Calabuch (1956), de Luis García Berlanga, que he visto en reiteradas ocasiones para saludar a sus peculiares habitantes: el científico Jorge que andaba harto de tirar tantos cohetes al espacio, el cabo Matías siempre entusiasta de Juanita Reina, el contrabandista Langosta con su melancólica trompeta, el farero que pondera las distancias siderales, el párroco dispuesto a hacer trampas en las partidas de ajedrez, el parsimonioso pintor de eses, la bella maestra a la búsqueda de un geranio, la telefonista que mastica chicle... Todos son tan entrañables como propios de un maravilloso cuento donde la realidad solo es un punto de partida. Cada cierto tiempo acudo a este espacio ficticio y me dejo deslizar por las calles de Calabuch, sin prisas y saludando a diestro y siniestro.
Luis García Berlanga casi renegó de esta coproducción hispanoitaliana, la crítica ha mostrado tibieza a la hora de valorarla en la filmografía de su director y algunos colegas la consideran demasiado tierna. Supongo que tienen razón, sobre todo si la comparan con una obra maestro como El verdugo (1963), pero mi elección es estrictamente personal y hasta caprichosa porque sus imágenes tantas veces vistas forman parte de mi memoria más subjetiva.
En 2008, al publicar La sonrisa del inútil (Publicaciones de la Universidad de Alicante), conseguí convertir esa memoria en la materia de un ensayo donde la visita a Calabuch es una parada obligatoria con su capítulo correspondiente. Supongo que los colegas especializados en la obra de Luis García Berlanga lo habrán ignorado porque el título del libro, tan poco ajustado a los usos académicos, no aporta la debida información. Apenas importa. Su redacción fue un ejercicio de libertad y la misma siempre reconforta. Si alguien quiere viajar a Calabuch, que algunos confunden con la Peñíscola de una foto anterior a la invasión turística, tienen todavía algunos ejemplares a su disposición. La sonrisa está garantizada si el lector admite el discurso de la divagación:

https://publicaciones.ua.es/libro/la-sonrisa-del-inutil_128106/



lunes, 17 de abril de 2023

Rosario del Olmo y la fotografía manipulada


El 8 de diciembre de 1933, la periodista, actriz y escritora Rosario del Olmo Almenta (1904-2000) entrevistó a  Antonio Machado en el café de Las Salesas, establecimiento frecuentado por intelectuales y escritores de la época. Ambos se conocían desde el estreno de La duquesa de Benamejí (1933), de los hermanos Machado, donde Rosario junto con su hermana María Ángeles formó parte del reparto. El momento de la entrevista fue inmortalizado por el fotógrafo Alfonso Sánchez García para el periódico La Libertad, que publicó la fotografía como ilustración del texto correspondiente el 12 de enero de 1934. 
Todos hemos visto la foto del poeta, pero a menudo con un corte que elimina la imagen de la entrevistadora, aunque permite ver en el espejo la del camarero -se llamaba Braulio- situado a la derecha del entrevistado. Así, con esta manipulación, la foto tantas veces reproducida casi se ha convertido en la imagen oficial de Antonio Machado y aparece en numerosas publicaciones. Rosario del Olmo quedó eliminada y de la periodista, procesada durante la posguerra por su militancia antifascista, poco se ha publicado, salvo un par de artículos de la joven investigadora Irene Mendoza Martín.
El análisis del consejo de guerra de Rosario del Olmo (AGHD, sumario 52355, 2983, 5) es una de mis tareas inmediatas como preámbulo de un trabajo más extenso sobre su trayectoria. Para realizarla, he solicitado la copia de diversos documentos al Centro de Documentación de la Memoria Histórica, que amablemente me ha indicado la existencia de otros que por ignorancia no había solicitado. Como es lógico, he agradecido la advertencia y he subsanado la petición para completarla. 
El trámite es habitual entre los historiadores, pero al cumplimentarlo me doy cuenta de que, involuntariamente, casi hago lo mismo que quienes eliminaron a Rosario del Olmo de la célebre foto de 1933. La solución es llevar a cabo un trabajo lo más completo posible, que realizaré durante los próximos meses para que esta periodista y escritora nunca más sea borrada por falta de conocimiento acerca de su obra. 
Tampoco cabe olvidar a su hermana María Ángela, que fue actriz de teatro en destacadas compañías como la de Margarita Xirgu, y a su hermano Enrique, que fue oficial del ejército republicano. Ambos también fueron procesados en un consejo de guerra (AGHD, Sumario 17647, 2014, 4). Es decir, la familia Del Olmo Almenta sufrió la represión al completo.
Sobre las hermanas Del Olmo Almenta y sus relaciones con los hermanos Machado, véase la excelente entrada del periodista Fernando Orgambides fechada el 13 de febrero de 2013 en su blog. El texto está escrito a partir de lo publicado por ABC el 14 de noviembre de 2020:


Véase asimismo la entrada  del 12 de agosto de 2020 que le dedica Agustina Pérez en su blog Nos queda la palabra:


Mientras vamos realizando nuestras averiguaciones, solicitamos ayuda a través de este blog para localizar a los posibles descendientes de Rosario del Olmo o conocer cualquier información sobre su trayectoria desde la posguerra hasta su fallecimiento en Madrid.

Nota:
Véase la entrada del 8 de septiembre de 2023 sobre el consejo de guerra seguido contra Rosario del Olmo.

Los consejos de guerra contra escritores y periodistas (1939-1945)


La elaboración de un ensayo histórico implica numerosas tareas para conseguir el mayor rigor posible y la consiguiente veracidad de los datos aportados, aunque el resultado siempre esté sujeto a posibles inexactitudes o errores, que afortunadamente ahora se pueden solventar mediante publicaciones digitales cuando son detectados. Este blog sirve a tal efecto, como quedó demostrado, por ejemplo, en la entrada del 23 de enero de 2021, que remite a unos archivos con centenares de descargas en el Repositorio de la Universidad de Alicante. El historiador que se niega a rectificar lo constatado como un error o que no rectifica y/o complementa sus conclusiones a la vista de nuevos datos deja de ser un historiador.
La citada obviedad no exime de la necesidad de evitar por todos los medios esos errores derivados de la falta de documentación o la interpretación errónea de la misma. Este objetivo implica un repaso continuado de nuestros trabajos, la búsqueda constante de nuevas fuentes y, por supuesto, la confrontación de las conclusiones con otros especialistas.
A la hora de redactar Las armas contra las letras, he recurrido a la ayuda de diferentes compañeros, así como a la siempre imprescindible prestada por el Archivo General e Histórico de Defensa dirigido por Guillermo Núñez Pastor, que me ha atendido con diligencia durante estos últimos años de búsquedas. Los textos provisionales de los capítulos fueron sometidos a la consideración de dos veteranos y prestigiosos historiadores especializados en los consejos de guerra: Francisco Espinosa Maestre y Antonio Barragán Moriana. También hice numerosas consultas a otros colegas, que me han ayudado con sus precisiones, datos o la facilitación de sus propios trabajos.
Las armas contra las letras parte de la investigación realizada con motivo de la publicación de Nos vemos en Chicote y, más en concreto, del primer capítulo de este volumen editado en 2015. El libro me consta que ha sido leído con interés por historiadores de prestigio como Ángel Viñas o Paul Preston, que me hicieron llegar sus apreciaciones positivas. Otros compañeros se han sumado a la tarea, que agradezco por lo que supone de ayuda para mejorar lo realizado hace ocho años. 
Ahora, mientras Las armas contra las letras está siendo evaluado como cualquier ensayo universitario, aprovecho la ocasión para someter públicamente mi anterior trabajo a la consideración de los especialistas en la represión franquista. Los mismos pueden acceder a la edición de Nos vemos en Chicote, de la cual quedan algunos ejemplares a la venta tanto en Publicaciones de la Universidad de Alicante como en la editorial Renacimiento:



También, para facilitar la accesibilidad inmediata del texto, ahora el mismo una vez rectificado en algunos puntos se encuentra temporalmente disponible en el catálogo del Repositorio de la Universidad de Alicante:

El objetivo de esta iniciativa es que el capítulo pueda ser consultado durante las próximas semanas por los colegas interesados en el tema, que los mismos me transmitan sus apreciaciones y, en su caso, que estas últimas me permitan mejorar lo redactado en la versión definitiva de Las armas contra las letras.
Quedo, por lo tanto, a la espera de estas posibles aportaciones que tal vez me ayuden a perfilar lo expuesto en Las armas contra las letras, una monografía que actualmente está siendo revisada por otros especialistas.
El historiador que, embebido en su soberbia, no consulta a sus colegas, también deja de ser un historiador porque entre otras razones nuestra tarea está sometida a una continua corrección en aras de conseguir la mayor veracidad posible en la exposición de los hechos del pasado.


La sonrisa del inútil y el arte de la divagación


 La sonrisa del inútil. Imágenes de un pasado cercano es el título de un ensayo que publiqué en 2008 y del que todavía quedan algunos ejemplares a la venta en el Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alicante:


Pasados quince años, lo sigo considerando como uno de mis libros más personales y queridos, al margen de su posible valoración académica. También es uno de los más audaces metodológicamente hablando, porque afronté su redacción como una defensa de la divagación, un concepto que siempre me ha interesado tanto como he admirado su práctica por parte de las más diversas personas.
Ahora ha llegado el momento de reescribir los perdidos archivos que escribí en 2007 y, aunque el trabajo es lento y lo haré a ratos perdidos, ha empezado a dar sus frutos. De hecho, aquí presento la Introducción al citado volumen, que ya está disponible en el catálogo del Repositorio de la Universidad de Alicante:

http://hdl.handle.net/10045/133599

sábado, 15 de abril de 2023

Carlos Tena en Ofendidos y censores


A estas alturas ya estoy acostumbrado a que, poco después de publicar un libro, fallezca alguna de las personas que han aparecido en el mismo. La situación se repite de forma inexorable porque la mayoría de esos protagonistas son referentes o personalidades con más edad que yo y, conviene admitirlo, los de mi generación ya estamos en esa fatídica primera línea.
Carlos Tena (1943-2023) fue un referente de mi juventud, cuando le conocí por sus programas musicales y su compromiso político. En una izquierda bastante avejentada en sus pautas culturales, el presentador de personalidad singular suponía un aire fresco y renovador. Le seguí, aprendí algo de música con su ayuda y, sobre todo, disfruté con sus maneras a la hora de presentar los programas. Luego desapareció, como tanta gente que regresa al anonimato por múltiples razones o se mueve en los ámbitos desconocidos de una sociedad cada vez más fragmentada.
El año pasado, con motivo de la publicación de Ofendidos y censores. La lucha por la libertad de expresión en España (!975-1984), volví a interesarme por él porque fue una de las víctimas de los ofendidos con voluntad de censores. Concretamente, permaneció como querellado durante años por haber presentado a Las Vulpes cuando interpretaron «Me gusta ser una zorra», que hoy mismo he escuchado en varias emisoras como recuerdo a quien acaba de fallecer.
El paso del tiempo convierte algunos dramas en espectáculos ridículos sin que los artífices pidan, al menos, disculpas. ABC habrá dado la noticia del fallecimiento, pero nunca ha pedido disculpas por haber montado aquel escándalo en colaboración con diferentes colectivos reaccionarios y alguna ayuda sorprendente de autoridades relacionadas con el PSOE. Los ofendidos con vocación de censores pretenden amargar la vida de quienes hacen uso de la libertad de expresión, pero cuando las querellas o las demandas quedan en nada, y hasta se convierten en absurdas por el paso del tiempo, nunca reconocen su error y, por supuesto, jamás piden disculpas.
Carlos Tena ha fallecido sin haberlas recibido después de estar años pendiente de una absurda querella. No creo que le amargara porque era un hombre vital, pero al menos tendría la satisfacción de que aquella juvenil canción tuviera cientos de miles de visualizaciones en You Tube, se hubiera convertido en un hito de la lucha por la libertad de expresión y sus detractores permanecieran callados porque recordar su iniciativa judicial era una invitación a hacer el ridículo. Así lo conté en Ofendidos y censores y así lo recuerdo desde la tristeza de saber el fallecimiento de quien me enseñó con su trabajo.


Por si hubiera alguna duda, ABC ha dado la noticia sin reconocer el error cometido en los años ochenta y sin asombrarse de haber reproducido el vídeo que entonces persiguieron. En fin...

viernes, 14 de abril de 2023

Un nuevo paso adelante con Anales de Literatura Española


 Hace tres años asumí la dirección de Anales de Literatura Española, que se publica en la Universidad de Alicante desde 1982 y que por entonces era una revista tan veterana y prestigiosa como anclada en una época ya desaparecida para las publicaciones universitarias. La renovación total de todos los procedimientos era un imperativo para adaptarse a las exigencias, cada vez más complejas y competitivas, que están presentes en el actual mundo académico.
La tarea durante estos tres últimos años ha sido posible gracias a la colaboración con un grupo de jóvenes profesores y técnicos del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alicante. Gracias a ellos, he aprendido lo que desconocía y ahora ando con cierta soltura por derroteros poco frecuentados por el profesorado de mi edad.
Tras conseguir entrar en Scopus y obtener el sello de calidad del FECYT, hoy nos han comunicado que la revista ha entrado provisionalmente en la Web of Science Group. El paso dado es verdaderamente importante y nos obliga a ser todavía más exigentes con nuestro trabajo. Lo haremos, porque merece la pena si así proporcionamos una herramienta útil a los jóvenes investigadores y a quienes, no siendo jóvenes, saben adecuarse al paso del tiempo.

jueves, 13 de abril de 2023

Paco Cerdá y el 14 de abril


Los historiadores no deberíamos participar en los homenajes. Al menos como tales, puesto que a título personal tenemos el derecho a actuar con absoluta libertad en este sentido. Nuestro objetivo profesional es conocer el pasado, no homenajearlo, aunque en el mismo encontremos motivos que merecen un recuerdo teñido de agradecimiento y reconocimiento. 
La II República es un período histórico verdaderamente complejo e intenso en su forzada brevedad. También contradictorio como cualquier momento de transición. Las definiciones propias de la nostalgia, la militancia o la voluntad de homenajear son respetables, pero apenas resultan compatibles con esa complejidad del claroscuro. 
Paco Cerdá es un excelente y documentado cronista del 14 de abril de 1931. Su obra de no ficción, verdaderamente magistral dentro de este género, nos revela qué sucedió aquel día tantas veces rememorado y, al mismo tiempo, desconocido en sus detalles, sus protagonismos y sus contradicciones, puesto que las esperanzas de unos convivieron con los temores de otros. La obra se desplaza por todos los rincones de la geografía nacional, da voz a los olvidados, descubre aspectos inéditos de lo sucedido, revela la intensidad de unos momentos decisivos y, en definitiva, con un estilo memorable traza una imagen del día histórico rica en su complejidad.
Frente a la nostalgia, tantas veces paralizante, la obra de Paco Cerdá opta por el conocimiento solo posible tras una minuciosa tarea de documentación, un rigor metodológico y una voluntad de comprensión. El resultado queda resaltado por un estilo literario que ha cosechado numerosos elogios. Todos son merecidos y, por supuesto, los lectores contamos con un referente de calidad ya presente por anteriores libros y ahora refrendado.

Ofendidos y censores en Librújula


Hace unos meses tuve la oportunidad de disfrutar con la lectura de La playa infinita, de Antonio Iturbe, e inmediatamente me puse en contacto con el novelista para felicitarle e intercambiar impresiones sobre una obra que me reveló a un autor del que solo tenía hasta entonces vagas referencias (véase la entrada del pasado 22 de enero). Antonio Iturbe dirige la revista Librújula y hoy me llega la noticia de que Ofendidos y censores, mi más reciente libro, ha aparecido en sus páginas. Los ensayos universitarios apenas tienen acceso a los suplementos culturales de la prensa nacional y cualquier ayuda para su difusión es bien recibida, sobre todo cuando viene de una revista empeñada en darnos a conocer las novedades editoriales. La empresa, por quijotesca, merece nuestro apoyo.

El libre albedrío, el guardia civil y el párroco


Ando estos días enfrascado en la recuperación de La sonrisa del inútil (Alicante, Universidad de Alicante, 2008) para una nueva edición digital. La tarea de transcribir el ensayo es lenta, pero permite corregir algunos errores, mejorar la redacción y, sobre todo, volver a disfrutar con el recuerdo de las materias que me hicieron sonreír hace unos quince años. 
A menudo, cuando me encuentro en ambientes donde la complicidad de los presentes está asegurada, evoco el genial diálogo acerca del libre albedrío entre el cabo Gutiérrez (José Sazatornil) y el párroco (Cassen) de Amanece que no es poco (1988), de José Luis Cuerda. La película es de culto, la he visto en reiteradas ocasiones y, puestos a soñar, me habría gustado participar en ese diálogo donde ambos peripatéticos descubren sus dudas sobre el dogma y reconocen andar "flojos" en materia de un libre albedrío que no rechazan con la contundencia propia de sus jerarquías. 
Los rostros de los personajes en la foto son una prueba del correspondiente sinvivir. Les comprendo y hasta me parecen entrañables. Yo también comparto esas dudas sobre cualquier dogma y, lejos de recurrir a los filósofos de turno o a un libro de autoayuda, prefiero la solidaridad virtual del cabo y el párroco allá donde estén. Tal vez porque ambos siempre permanecen en mi memoria de las sonrisas, como explico en el citado ensayo, que ya está disponible en el catálogo del Repositorio de la Universidad de Alicante.

miércoles, 12 de abril de 2023

La otra generación del 27 y el cine


Los encargos o las oportunidades de publicar trabajos con motivo de seminarios o congresos siempre vienen acompañados de unos límites en la extensión. Algo similar sucede con los artículos destinados a las revistas. El resultado es que, a menudo, acabas reuniendo varios trabajos parciales con un denominador común. El conjunto debiera aparecer en un volumen donde los textos previos tuvieran una nueva oportunidad tras la oportuna revisión. Sin embargo, nadie te encarga semejante labor y menos una editorial comercial. La alternativa es reunirlos en un solo archivo y colgarlo en un repositorio público para que pueda ser consultado por cualquier interesado en el tema que sirve como denominador común de los diferentes trabajos. Así lo hice con los dedicados a los autores de la otra generación del 27, o los humoristas del 27, que tanta relación tuvieron con el cine. Miguel Mihura, Edgar Neville y otros colegas del buen humor están presentes en estas páginas. El resultado de la labor de recopilación se puede consultar a través del Repositorio de la Universidad de Alicante:


Los girasoles ciegos (2008) y Rafael Azcona


La amistad con Rafael Azcona me permitió conocer personalmente a José Luis Cuerda, una personalidad verdaderamente brillante y divertida como muchas de sus películas. Ambos cineastas e impagables tertulianos coincidieron de nuevo en una impresionante película, Los girasoles ciegos (2008), cuyo guion sería el último trabajo de quien ya había fallecido cuando el film de José Luis Cuerda se estrenó. 
La celebración de un congreso que tuvo lugar en Argentina me permitió publicar un estudio sobre este último guion que, a su vez, era la última adaptación cinematográfica de quien tanta literatura conocía con la sabiduría del lector.
El texto de aquel trabajo es accesible desde el catálogo del Repositorio de la Universidad de Alicante:


El teatro de Carlos Arniches y los hermanos Álvarez Quintero


 La relación de los investigadores universitarios con las editoriales comerciales dista mucho de ser idílica. Todos conocemos casos vividos u observados que nos remiten a una absoluta falta de respeto de algunas de esas editoriales por el trabajo de los investigadores. También es cierto que otras se comportan correctamente y cumplen lo firmado en el contrato, pero casi es imposible encontrar a un veterano profesor que no haya padecido auténticas barbaridades: libros no pagados, textos no publicados tras haber sido encargados y escritos, demoras injustificables a la hora de publicar, nula voluntad de promoción de lo publicado... La lista es larga y se adentraría en terrenos pantanosos si habláramos de las editoriales, algunas muy bien situadas en los índices de impacto, que cobran a los autores por publicar sus trabajos. El tema merece una reflexión cuya extensión es incompatible con una entrada en un blog personal.
Hace casi veinte años recibí el encargo de escribir un capítulo sobre el teatro de Carlos Arniches y los hermanos Álvarez Quintero para un manual de historia del teatro. El encargo estaba justificado porque durante los años noventa había publicado diversos trabajos sobre el teatro costumbrista de principios del siglo XX. Sin ningún tipo de justificación, el manual quedó en la nada y, por supuesto, no cobré por el encargo satisfecho. Lo habitual de esta circunstancia y la escasa cuantía del pago hacían inútil cualquier acción legal. La alternativa fue poner el texto a disposición de quien lo quisiera leer gratuitamente. El mismo se puede consultar a través del Repositorio de la Universidad de Alicante:



Elsa Pataky nunca fue Ninette


Miguel Mihura es una de mis comediógrafos de cabecera y, a lo largo de mi trayectoria investigadora, le he dedicado varios estudios que pretenden desentrañar las razones de su justificado éxito, tanto en el teatro como en el cine. Sus obras han tenido adaptaciones cinematográficas que se sitúan entre las más exitosas en el marco de las relaciones entre el teatro y el cine durante el franquismo. Los trabajos en este sentido de José María Forqué y Fernando Fernán Gómez me interesaron y las correspondientes películas las he proyectado en mis cursos sobre dichas relaciones. Sin embargo, la decepción fue absoluta cuando vi la adaptación dirigida en 2005 por José Luis Garci, que tomó como supuesta base las dos comedias dedicadas a un inolvidable personaje: Ninette, aquella joven parisina que acabó casada con un señor muy formal de Murcia.
La película de un desnortado José Luis Garci, tan lejos de sus mejores creaciones, es un supuesto homenaje a Miguel Mihura, pero en realidad es un homenaje al erotismo de Elsa Pataky, una imposible Ninette que ahora, pasada su época de esplendor físico, parece bastante olvidada como actriz. En cualquier caso, ella no es la responsable de la desaparición de cualquier rastro del comediógrafo madrileño, que siempre mimó sus personajes femeninos. Una lástima, en definitiva, como tantas otras muestras de la última etapa de un cineasta al que admiré cuando andaba por otros derroteros. 
El texto de mi análisis de esta adaptación apareció en una revista universitaria y también es accesible a través del catálogo del Repositorio de la Universidad de Alicante:


martes, 11 de abril de 2023

Jordi Sánchez, autor teatral


La participación en los homenajes a los compañeros que se jubilan siempre es una tarea que hago con agrado y hasta agradecimiento, porque a menudo son colegas que me han acompañado durante décadas en las tareas propias de la investigación. La circunstancia cambia cuando el homenaje se rinde a un profesor fallecido, sobre todo si es de forma prematura y antes de la jubilación. 
Desde los años ochenta me unía una excelente relación con Josep Lluís Sirera, catedrático de la Universidad de Valencia y compañero con quien coincidía en múltiples temas que eran objeto de nuestros trabajos y preocupaciones. Su repentino fallecimiento fue un golpe tremendamente duro y, por supuesto, participé en el homenaje que varios compañeros le rendimos poco después.
El trabajo presentado versa sobre el comediógrafo y actor Jordi Sánchez. La elección no fue casual porque tanto a Josep Lluís como a mí siempre nos interesó los motivos del éxito en los escenarios. Lejos del prejuicio académico que desprecia esta circunstancia, ambos intentábamos averiguar las razones que permitían justificar un éxito de público, sobre todo cuando el mismo no pasaba por la escritura de obras vulgares u oportunistas.
El texto dedicado a las obras de Jordi Sánchez es accesible a través del catálogo del Repositorio de la Universidad de Alicante:


La señorita de Trevélez, de Carlos Arniches


A lo largo de los años noventa, dediqué varios trabajos al estudio de la biografía y la obra de Carlos Arniches. Aquel esfuerzo se tradujo en monografías, actas de congresos, artículos y ediciones críticas, que intentaban remozar la bibliografía sobre un comediógrafo tan exitoso en su época como progresivamente olvidado. El trabajo resultó positivo en términos generales y, a estas alturas, cualquier interesado por conocer la obra arnichesca cuenta con materiales bibliográficos adecuados, gracias también a varios colegas que me acompañaron en el empeño. 
No obstante, al cabo del tiempo percibes que ha faltado algún dato o que determinado capítulo convendría completarlo con una información desconocida cuando lo redactaste. Así sucedía con La señorita de Trevélez (1916), la obra cumbre de tan prolífica producción. La espina me la pude sacar con motivo del centenario de su estreno, cuando la revista Don Galán del CDT (Ministerio de Cultura) me invitó a colaborar con un artículo sobre esta efeméride. Gracias al mismo, la tarea iniciada con la edición de la obra en la editorial Castalia pudo ser completada. El texto es accesible desde el siguiente enlace del Repositorio de la Universidad de Alicante:


El teatro histórico escrito por mujeres (1975-1998)


Hoy se jubila un estimado colega de la UNED, Francisco Gutiérrez Carbajo. Con tal motivo he recordado uno de los episodios más curiosos que he vivido como partícipe en congresos y seminarios. El citado y José Romera Castillo me invitaron a participar en un congreso en Cuenca dedicado al teatro histórico del período comprendido entre 1975 y 1998. Concretamente, me pidieron que hablara del escrito por mujeres españolas durante ese intervalo. Por desgracia, el listado de obras que debí leer era de una calidad mediocre y así tuve que explicarlo de la mejor manera posible. Aquello provocó la reacción furibunda de dos colegas norteamericanas, que lo vieron como una especie de ataque a la dramaturgia femenina. La circunstancia dista de ser extraordinaria y hasta se repite con cierta frecuencia, pero siempre debe prevalecer la honestidad de quien analiza una producción literaria o teatral sin las anteojeras de los prejuicios o la militancia, sea en la causa que fuere. El texto de aquella polémica aportación es accesible a través del Repositorio de la Universidad de Alicante:


Ama Rosa (1959), de Guillermo Sautier Casaseca, en el cine


El estudio de la cultura popular durante el franquismo me ha llevado a visitar lugares de la ficción de aquella dictadura poco o nada frecuentados por los investigadores universitarios. Uno de los mismos fue el mundo de los seriales radiofónicos, que obtuvieron un éxito ahora difícil de comprender y hasta de calibrar correctamente. Las cifras hasta ahora documentadas son impresionantes. 
El rey de estos lacrimógenos seriales fue Guillermo Sautier Casaseca, a quien dediqué unas páginas en Un franquismo con franquistas (Sevilla, Renacimiento-Universidad de Alicante, 2019). Fruto de las mismas fue el encargo de un posterior artículo centrado en la adaptación cinematográfica de Ama Rosa (1959), que un año después -en pleno y memorable éxito del serial- sería llevada a las pantallas por el prolífico y nunca demasiado afortunado León Klimovsky. El artículo es accesible a través del catálogo del Repositorio de la Universidad de Alicante:


lunes, 10 de abril de 2023

Atraco a las tres (1962), de José María Forqué


Algunas películas son capaces de permanecer alojadas en la memoria del espectador con independencia de su calidad, pero cuando la misma se suma a una serie de circunstancias relacionadas con la experiencia biográfica de quien las ve, entonces el título se convierte en un hito de imposible olvido. Atraco a las 3 (1962), de José María Forqué con un genial guion de Pedro Masó, se rodó cuando tenía cuatro años, pero la vi por primera vez en la década de los setenta. Por entonces, y por razones familiares, había ido a menudo a una oficina bancaria hasta cierto punto similar a la recreada en la divertida película, que tanto nos alumbra acerca de la España inmediatamente anterior al desarrollismo. Las andanzas protagonizadas por un reparto absolutamente genial donde es difícil destacar a alguien me resultaban familiares y algunos pasajes, subrayados para la ficción, los relacionaba con anécdotas escuchadas en casa gracias a mi padre, que tomó con buen humor el trabajo como empleado de banca cuando el general Franco le impidió convertirse en maestro.
En 2008, la revista Icono me invitó a participar con un artículo donde pude escribir sobre esta película alojada en mi memoria, y vista en varias ocasiones, en relación con una adaptación cinematográfica y otra teatral, que no resultaron a la altura del guion original y tampoco contaron con un plantel de intérpretes geniales. El preprint del artículo ahora se puede consultar en el Repositorio de la Universidad de Alicante:

http://hdl.handle.net/10045/15428


https://rua.ua.es/dspace/handle/10045/15428

viernes, 7 de abril de 2023

Los andares de Sophia Loren


Algunas películas las vuelvo a ver para reforzar la memoria de aquello que dejó huella y buscar nuevos matices. El oro de Nápoles (1954), de Vittorio de Sica, forma parte de ese selecto grupo de títulos imprescindibles para mi subjetividad. Habrá otros más perfectos y trascendentales en la historia del cine, pero el citado cineasta italiano es una de mis debilidades y su película ambientada en un Nápoles tan pobre como ilusionado la recuerdo por varias escenas memorables.
Totó desfilando con un disfraz grotesco por las calles de un barrio miserable mientras lleva «la pasta» en la mano, el entierro del niño con una comitiva de chavales que se pelean por unas peladillas, la mirada dubitativa y dramática de Silvana Mangano cuando decide salir de la marginación a toda costa... La lista es larga y la culmino con la visita al sabio del barrio, aquel que repartía sabiduría por unas pocas liras, para recordar el arte de la pedorreta como manifestación suprema del desprecio a la prepotencia.
No obstante, en esa lista siempre guardo un lugar preferente para Rosa, la napolitana que vende pizzas en un portal de la calle, reparte sonrisas y, sobre todo, recuerda el valor de una belleza asociada a la vitalidad de lo sencillo. Sophia Loren la interpreta de manera magistral y enamora a la cámara como a todo el barrio que la admira, sobre todo cuando camina de manera soberana por una acera cuyas paredes parecen volverse a su paso para suspirar ante tanta belleza.
En mis clases explico que caminar en el cine o el teatro es un arte solo al alcance de unos privilegiados. Gracias a los vídeos, pongo distintos ejemplos, desde John Wayne a Charles Chaplin, pero siempre termino con el de Sophia Loren en ese prodigioso paseo por una modesta acera de Nápoles que, a estas alturas, espero haya sido declarada patrimonio de la Humanidad y protegida como parte de un imaginario colectivo tan necesitado de lo hermoso para evitar cualquier tentación del desánimo.

jueves, 6 de abril de 2023

Las recomendaciones de Rafael Azcona


Mi trabajo me ha permitido entrar en contacto con numerosas personalidades de las letras y el cine. La experiencia suele ser enriquecedora, pero si tuviera que recordar un caso capaz de dejar una huella indeleble sería el de Rafael Azcona. En el año 2000, siendo responsable de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, concebí la idea de dedicarle una biblioteca de autor en la misma al genial guionista. Dada su fama de hombre reservado y poco predispuesto a aparecer en público, tenía serias dudas acerca de su respuesta. La sorpresa fue notable. Rafael Azcona aceptó encantando y, desde ese mismo momento, iniciamos una relación de amistad que llegó hasta su fallecimiento.
Las personas se van, pero la memoria de las mismas persiste. En este caso, en forma de anécdotas, consejos, recomendaciones, reflexiones..., que me fue transmitiendo o que conocí al realizar diversos trabajos sobre su obra literaria y cinematográfica. Este bagaje fue fundamental para mi formación como catedrático, siempre me ha ayudado a entender las cuestiones propias de mi trabajo y, por supuesto, lo intento transmitir a mi alumnado. Quienes han asistido a mis clases desde aquel curso 2000-2001 saben que, antes o después, escucharán una referencia a Rafael Azcona, una de las pocas personas cuya memoria me visita casi cotidianamente.
En el siguiente enlace al Repositorio de la Universidad de Alicante el lector encontrará un breve artículo que me fue encargado. Se trata de un trabajo menor en comparación con otros que le dediqué, pero del que me acuerdo a menudo cuando subo en un autobús urbano. Rafael Azcona pensaba que el guionista debía utilizar el transporte público -nunca condujo un coche propio- para aprovechar la oportunidad de observar tipos, escuchar diálogos y, en definitiva, alimentar su bagaje de realidad para posteriormente darle traslado al guion. Yo sigo su recomendación con frecuencia, pero ahora observo con estupor a unos viajeros ensimismados con sus móviles. Ni observan ni perciben una realidad ajena a las omnipresentes pantallas, incluso cuando forman una pareja de jóvenes guapísimos que deberían homenajearse mutuamente con la mirada. El estupor lo he trasladado a veces a mi alumnado, da paso a una sonrisa y la consiguiente reflexión se la cuento a la memoria de Rafael, siempre con la confianza de encontrar alguna recomendación cifrada en una de sus siempre oportunas anécdotas.


 

miércoles, 5 de abril de 2023

La represión franquista y Nos vemos en Chicote


Mi primer encuentro con la familia de Diego San José fue en la primavera de 2014. Por entonces, apenas tenía unas vagas referencias acerca de un periodista, novelista, poeta y dramaturgo de incansable pluma que alcanzó una notable popularidad en la España anterior a la Guerra Civil. Su nieto Diego ya tenía digitalizado el archivo familiar y me transmitió el entusiasmo por la recuperación de la obra y el testimonio de su abuelo. Pronto comprendí que ese entusiasmo era compartido por otros miembros de la familia, siempre atentos a mis solicitudes o consultas y agradecidos con cada nuevo trabajo.
El propósito de conocer lo sucedido durante el procesamiento de Diego San José durante la posguerra, cuando inició su largo periplo de «cárcel en cárcel», me llevó al dramático mundo de la represión franquista de aquellos años de la «Victoria». Hasta entonces lo conocía a través de otras investigaciones, pero nunca me había enfrentado directamente a la realidad de los consejos de guerra, las cárceles, los fusilamientos y otros aspectos de una represión feroz que Paul Preston ha equiparado con un holocausto. La experiencia fue terrible y, cuando me preguntan los alumnos por la misma, les aviso que conviene estar anímicamente preparado para afrontarla sin caer en el desánimo.
La documentación recopilada en el Archivo General e Histórico de Defensa, de Madrid, y otros archivos tanto militares como civiles me permitió sacar adelante un artículo publicado en la revista norteamericana Anales de Literatura Española Contemporánea, la edición de las memorias carcelarias de Diego San José y, finalmente, Nos vemos en Chicote (2015), donde al caso de Diego San José sumé otros protagonizados por periodistas, escritores y dibujantes. 
La repercusión mediática de las investigaciones universitarias a menudo depende de encontrar un motivo que llame la atención de los medios. En esta ocasión era la figura del capitán y juez Manuel Martínez Gargallo, que había sido anteriormente uno de los humoristas que protagonizaron la renovación del humor por parte de la generación del 27. El paso de esta faceta a la de un artífice, especialmente duro, de la represión era una historia insólita, aunque no tanto si nos atenemos al contexto de aquella época donde tantas evoluciones personales tensionaron la lógica.
El libro realizado en el marco de un grupo de investigación de la Universidad de Alicante tuvo una primera tirada pronto agotada, cosechó buenas críticas y fue elogiado por historiadores del prestigio de Paul Preston y Ángel Viñas, además de ser evaluado positivamente para obtener mi quinto sexenio como investigador universitario. Ahora, mientras se llevan a cabo los trámites para la evaluación y publicación de Las armas contra las letras. Los consejos de guerra de periodistas y escritores, ha llegado la hora de publicar por capítulos el texto en su día remitido a los editores. El índice y la introducción, basada en la aplicación del concepto de la banalidad del mal, ya son accesibles a través del siguiente enlace al Repositorio de la Universidad de Alicante:

http://hdl.handle.net/10045/133389


lunes, 3 de abril de 2023

La experiencia del joven provinciano en la obra de Antonio Muñoz Molina


En mi lista de autores favoritos hay varios que lo son por su interés literario y, al mismo tiempo, porque pertenecen a mi generación y acabo compartiendo con ellos una memoria generacional. Uno de los más destacados es Antonio Muñoz Molina, a quien conocí personalmente en los años ochenta con motivo de participar en un jurado literario y que desde entonces sigo casi religiosamente como lector de todos sus libros.
La experiencia lectora no siempre se traduce en trabajos escritos. De hecho, solo he publicado dos que abordan algunos aspectos de la obra del novelista andaluz. El primero apareció en mi libro La sonrisa del inútil y el segundo en un volumen colectivo, La provincia: realidad histórica e imaginario cultural (Madrid, Sílex, 2016), que fue coordinado por unos compañeros de la Universidad de Castilla - La Mancha. 
El texto de este segundo trabajo está centrado en algunas de las primeras obras de Antonio Muñoz Molina, donde la figura del joven provinciano, él mismo en buena medida, aparece en varias ocasiones. El resultado de este recorrido de la mano de un provinciano que me resulta familiar se puede consultar en el siguiente enlace del Repositorio de la Universidad de Alicante:

El erotismo bajo las bombas: Carne de fieras


El «éxito» de un ensayo universitario no se suele medir por el número de ejemplares vendidos, que nunca alcanzan cifras que permitan imaginar una jugosa cantidad en concepto de derechos de autor, sino por lo citado que resulta en las investigaciones de los colegas y los encargos que surgen con motivo de su publicación. En este sentido, El tiempo de la desmesura fue un verdadero éxito. El libro ha sido citado a menudo y desde su publicación debí redactar diferentes versiones para satisfacer algunos encargos, casi siempre vinculados con la figura de Armand Guerra y su película de 1936. 
Uno de esos encargos me llevó a Valencia para impartir una conferencia en mayo de 2016. El texto finalmente apareció editado en el volumen Cine, modernidad y cultura popular en los años treinta, que coordinó Marta García Carrión (Valencia, Quaderns del MuVIM, 2017, 978-84-7795-780-5, pp. 61-72). Estos libros publicados por las instituciones tienen una difusión compleja y, para dar accesibilidad al trabajo, el texto de la conferencia está en el catálogo del Repositorio de la Universidad de Alicante: