Algunas películas son capaces de permanecer alojadas en la memoria del espectador con independencia de su calidad, pero cuando la misma se suma a una serie de circunstancias relacionadas con la experiencia biográfica de quien las ve, entonces el título se convierte en un hito de imposible olvido. Atraco a las 3 (1962), de José María Forqué con un genial guion de Pedro Masó, se rodó cuando tenía cuatro años, pero la vi por primera vez en la década de los setenta. Por entonces, y por razones familiares, había ido a menudo a una oficina bancaria hasta cierto punto similar a la recreada en la divertida película, que tanto nos alumbra acerca de la España inmediatamente anterior al desarrollismo. Las andanzas protagonizadas por un reparto absolutamente genial donde es difícil destacar a alguien me resultaban familiares y algunos pasajes, subrayados para la ficción, los relacionaba con anécdotas escuchadas en casa gracias a mi padre, que tomó con buen humor el trabajo como empleado de banca cuando el general Franco le impidió convertirse en maestro.
En 2008, la revista Icono me invitó a participar con un artículo donde pude escribir sobre esta película alojada en mi memoria, y vista en varias ocasiones, en relación con una adaptación cinematográfica y otra teatral, que no resultaron a la altura del guion original y tampoco contaron con un plantel de intérpretes geniales. El preprint del artículo ahora se puede consultar en el Repositorio de la Universidad de Alicante:
http://hdl.handle.net/10045/15428
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