viernes, 18 de julio de 2025

La gallardía del fiscal Ricardo Gullón


 Ricardo Gullón. Fuente: BVMC

Hace unos días me llegó la triste noticia del fallecimiento de mi amigo y colega Germán Gullón, al que conocí a mediados de los años ochenta en un congreso galdosiano celebrado en Las Palmas y con quien mantuve una buena relación que incluía a varios amigos comunes.
Estas noticias son tan duras como frecuentes cuando estás en el límite de la jubilación y compruebas que el bosque capaz de rodearte, y protegerte, durante la juventud va raleando. Ya faltan muchos árboles y la sensación de soledad, de pérdida de referentes, aumenta.
La casualidad de las tareas de investigación quiso que, pocas semanas antes de fallecer Germán, pudiera darle un motivo de orgullo: su padre, Ricardo Gullón, en 1943 dio una muestra de gallardía cuando como fiscal destinado en Santander emitió un informe capaz de salvar al periodista y escritor Elías Palma Ortega de una probable condena a muerte.
La historia de lo sucedido en aquel sumario repleto de irregularidades es compleja y aparecerá en el tercer volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores. Ahora, cuando el amigo ha fallecido, solo cabe recordar que su padre pudo callar o sumarse a la corriente mayoritaria para condenar sin pruebas a Elías Palma Ortega, acusado del asesinato de un soldado. Sin embargo, Ricardo Gullón tuvo la honestidad y la gallardía  de relatar lo visto en un cuartel de Alicante durante la guerra. El informe le pudo acarrear problemas en unas circunstancias donde su puesto de fiscal pendía de un hilo. Los afrontó con la tranquilidad de conciencia de las personas honestas.



Ricardo Gullón con su hijo Germán. Fuente Astorga Digital

El rasgo del fiscal Ricardo Gullón resulta insólito en aquella jurisdicción militar de tantas venganzas y conveniencias para mantenerse o subir en el escalafón. Así se lo conté, con detalle, a su hijo para que tuviera un nuevo motivo de orgullo por la trayectoria de su padre. Espero y deseo que ese honor, el de la honestidad y la solidaridad con las víctimas inocentes, le haya acompañado en los dramáticos momentos de su fatal enfermedad. D.E.P.

domingo, 13 de julio de 2025

José Satué, el sindicalista que no aprendió a perder


 

Mi colega de la Universidad de Granada, el catedrático Arón Cohen, me mandó hace unas semanas su libro «No saldrás de aquí sino loco o muerto…». José Satué, el sindicalista que no aprendió a perder, editado por el servicio de publicaciones de la citada universidad:

https://editorial.ugr.es/libro/no-saldras-de-aqui-sino-loco-o-muerto-jose-satue-el-sindicalista-que-no-aprendio-a-perder_139584/

El detallado y brillante estudio de Arón Cohen es probablemente el más completo que se haya escrito acerca de un preso político del franquismo. La abundante documentación manejada y las peculiares circunstancias de un procesado que peleó durante décadas contra las arbitrariedades de la jurisdicción militar permiten completar un análisis que, por su concreción y ajuste a los documentos, contradice las conclusiones de quienes tienden a sobrevolar estas cuestiones a la búsqueda de una síntesis no siempre bien fundamentada.

La línea de investigación de Arón Cohen, buscando la exhaustividad en un caso tan concreto como significativo, me parece la manera más adecuada de matizar esas conclusiones que, en el mejor de los casos, resultan prematuras dado el actual estado de la cuestión. Mi enhorabuena al compañero por el trabajo realizado, gracias por sus enseñanzas para continuar en mis pesquisas relacionadas con los consejos de guerra de periodistas y escritores y, por supuesto, cuento con su ayuda para culminarlas.

A continuación, os facilito los enlaces a un artículo del propio autor acerca del libro y la grabación de la presentación del mismo que tuvo lugar en Tenerife:

https://conversacionsobrehistoria.info/2025/05/26/jose-satue-el-sindicalista-que-no-aprendio-a-perder/




 



martes, 8 de julio de 2025

La mesa del general Franco


 El general Franco en su despacho del palacio de El Pardo

Las anécdotas pueden ayudar a iluminar cuestiones complejas. Con motivo de la preparación de los libros dedicados al franquismo, abrí una carpeta de recursos audiovisuales donde recopilé fotografías del general Franco que me llamaron la atención. Algunas estaban tomadas en el despacho del palacio de El Pardo, donde su mesa de trabajo aparece siempre con un montón de papeles. Hasta el punto de que solo queda lugar para un cenicero, a pesar de que el general no fumaba. Del carácter neoclásico del mueble ahora depositado en el Salón de Columnas del Palacio Real, según leo, nada se aprecia.

La fuente de estas fotografías es tan fiable en materia de adhesión al régimen como ABC y no cabe imaginar un propósito crítico o burlón en unas imágenes convertidas en documentos al servicio del relato histórico.




A la vista de una mesa donde el general parecía atrincherado gracias a las montañas de papeles, caben dos interpretaciones sujetas a matizaciones. Unos historiadores pensarán en la inquebrantable voluntad de servicio de quien velaba, las veinticuatro horas del día, por los intereses de España y ensalzarán la tarea de despachar tan ingente cantidad de documentos. Incluso alguno, con ínfulas de modernidad, hablará de un «trabajador 24/7» al servicio de la Patria.




Otros historiadores, tal vez más atentos a los hechos que a los adjetivos derivados de las hipótesis, considerarán que semejante pila de papeles era fruto de la incapacidad del general para despacharla con prontitud y orden, sobre todo cuando se convirtió en un anciano proclive al golf, la pesca, la caza, la pintura, la televisión, la Fanta de limón y otros motivos recreativos entre los cuales siempre estuvo el cine.

El irresoluble debate permite la posibilidad de comparar lo visto en las fotografías con las despejadas mesas de los monarcas que le han sucedido en la jefatura del Estado. El contraste es evidente, aunque las conclusiones son arriesgadas por la posible interferencia de algún asesor de imagen o un fotógrafo más atento a estas circunstancias. No todas las mesas reflejan el carácter de sus propietarios.

También, para ahondar en el tema, el historiador puede acudir a diferentes fuentes relacionadas con la productividad laboral del Caudillo, que iría más allá de lo constatado en la mesa de su despacho. Aquí, a falta de una documentación exhaustiva, los testimonios varían notablemente, a pesar de que todos proceden del ámbito oficial y ningún opositor controló su horario laboral.

En cualquier caso, el debate queda abierto con la seguridad de que nadie lo cerrará abruptamente para condenar a quienes discrepen de su conclusión.

Si así sucede con la imagen de una mesa repleta de papeles, cabe imaginar que otras cuestiones más complejas y carentes de pruebas contundentes podrán tener un recorrido infinito en el ámbito de los debates históricos. El objetivo de los historiadores es mantenerlos en un clima de libertad que favorezca el contraste entre las diferentes investigaciones. No para alcanzar «la verdad», una pretensión tan totalitaria como incompatible con la historiografía, sino para ahondar en el conocimiento del pasado mediante aportaciones siempre sujetas a revisión, modificación y ampliación.

 

sábado, 5 de julio de 2025

Periodistas represaliados: la necesidad de completar la tarea


La investigación en solitario es un empeño carente de sentido. El historiador siempre depende del trabajo de otros colegas y el intercambio de información o experiencias resulta imprescindible para evitar descubrimientos como el del Mediterráneo.
Una vez redactado el tercer volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores, me llega la publicación de la segunda parte de la tesis doctoral de Rafael Cordero Avilés (Héroes sin nombre. La prensa republicana en el Madrid de la Guerra Civil, Madrid, Fragua, 2025), que a lo largo de estos años me ha servido como fuente de información y consulta.
Gracias a los datos aportados por Rafael Cordero Avilés, he constatado la existencia de otros periodistas que fueron procesados durante la posguerra y que no han aparecido en los tres volúmenes ya redactados. La lista de estos represaliados es la siguiente: Amós Acero Pérez, Federico Augusto Vázquez, Valentín Gutiérrez de Miguel, Francisco Fernández Albors, Fernando Fernández Revuelta, Marcelo Edmundo Ogier Preteceille, Juan Falces Elorza, Ángel Edmundo Ogier Preteceille, José Ponce Bernal, Diego Alba Cortina, Francisco Bateriola Arroyo, Emilio Rodríguez Delgado, José Gallego Díaz, Concepción Santalla Nistal, Leandro Antonio Sanz Aguinaga, Manuel Izquierdo Esteban, Enrique Sánchez Cabeza Earle, Juan Antonio Cabezas Cantelli, Victoriano Tamayo Mayones, Felipe Camarero Ruanova Maldonado, Rafael Sánchez Guerra Sainz, Benigno Mancebo Martín, Joaquín Fernández Fernández-Vega, José Fragero Pozuelo, David Antona Domínguez y José Expósito Leiva.
Los periodistas y escritores estudiados en la trilogía superan el centenar y, junto a los arriba citados, tengo la esperanza de completar el listado de los procesados. El trabajo pendiente me llevará un mínimo de un año y medio de consultas a partir de octubre, cuando haya entregado el original del tercer volumen. El destino de este trabajo depende de la entidad de lo localizado. Tal vez deba redactar un cuarto volumen de lo que pasaría a ser una tetralogía, pero lo más previsible es que los correspondientes análisis de los sumarios aparezcan en otro marco del que daré noticias este próximo otoño.
Mientras tanto, el verano estará repleto de gestiones, correos, búsquedas, consultas... para poner en marcha una nueva tanda de capítulos que permitan completar el objetivo de lo emprendido hace más de diez años: aportar un relato y una voz a todos y cada uno de los autores represaliados.

miércoles, 2 de julio de 2025

Rosita Díaz Gimeno en Hoy por hoy (Cadena SER)


 Rosita Díaz Gimeno. Fuente Wikipedia

Ayer tuve el placer de participar en el programa Hoy por hoy (Cadena Ser), de Ángels Barceló, que dedicó un podcast a la actriz Rosita Díaz Gimeno (1911-1986), una de las protagonistas de mi libro El tiempo de la desmesura (2011), dedicado a los rodajes cinematográficos que coincidieron con los inicios de la Guerra Civil:


Quisiera dar mi enhorabuena a los responsables del podcast porque en quince minutos consiguieron sintetizar la trayectoria de una actriz que ha pasado a la posterioridad como «la sonrisa de la República» y simboliza una parte significativa de lo perdido con motivo de la Guerra Civil. Homenajear la belleza de una sonrisa capaz de cautivar a Charles Chaplin y el testimonio cívico de una mujer tan valiente como culta siempre merece la pena.

La periodista Teresa Hurtado, de la Cadena SER, resume así lo expuesto en el podcast: