miércoles, 24 de enero de 2024
Una noticia de OK Diario
domingo, 21 de enero de 2024
Las armas contra las letras en prensa y radio
El pasado día 15 de enero se puso a la venta el primer volumen de la trilogía Las armas contra las letras. Los consejos de guerra de periodistas y escritores (1939-1945). Nuestras "giras de promoción" son tan modestas que apenas me permiten salir de casa. La "atención mediática" prestada a un ensayo universitario, por otra parte, no suele ser demasiado generosa.
No obstante, siempre hay periodistas comprometidos con la memoria histórica que colaboran en estas tareas como Carlos Arcaya en la Cadena SER (16-I-2024) y Lucas Marco en El Diario (21-I-2024). También hay reseñistas de altura como Jordi Amat en El País (27-I-2024) y periodistas que nos demuestran que en ABC cabe la visión crítica del franquismo (27-I-2024). Gracias, Israel Viana. Asimismo, Andrés Trapiello me ha dado la previsible réplica en El Mundo (9-II-2024), que acepto encantado con una invitación al debate público en la sede de la Universidad de Alicante o donde él quiera, aunque dudo que lo quiera por todo lo que me han transmitido quienes le conocen personalmente.
El magistrado Juan José del Águila por su parte el 19 de febrero ha dado cuenta en su blog de la edición y de una demanda judicial que debo afrontar. El novelista y crítico literario Antonio Iturbe ha publicado una entrevista sobre el libro que el 28 de febrero de 2024 ha aparecido simultáneamente en Librújula y Público. Mientras tanto, ya está disponible la entrevista en Radio Candil realizada por el historiador Fran Martín y tengo comprometida una charla radiofónica con la RAI, así como una interesante propuesta de una revista nacional. Por último, y gracias a Eneas González, la Universidad de Alicante ha anunciado la presentación del libro, al igual que Daniel Terol en Alicante Plaza. Os dejo los enlaces a las entrevistas, las reseñas y los reportajes:
https://cadenaser.com/audio/1705423690_648_cut/
https://www.informacion.es/cultura/2023/10/29/periodistas-banquillo-durante-franquismo-93905559.html
https://www.elmundo.es/la-lectura/2024/02/08/65c26c2dfdddffcb798b45a8.html
https://alicanteplaza.es/juan-antonio-rios-carratala-libro-muerte-civil-franquismo
https://www.informacion.es/cultura/2024/03/01/catedratico-ua-juan-antonio-rios-98870770.html
Gracias a la colaboración de mi hijo, también contamos con un vídeo de presentación del volumen en You Tube:
domingo, 14 de enero de 2024
Ignacio Martínez de Pisón y el derecho al recuerdo
Ignacio Martínez
de Pisón
(La Vanguardia,
12-I-2024)
César González-Ruano solía escribir dos o
tres columnas diarias, siempre con pluma estilográfica, siempre en bares o
cafeterías. Escogía el tema entre los titulares del día y despachaba cada
columna en poco más de veinte minutos. Con una productividad como la suya, no
puede sorprender que colaborara en todos los periódicos importantes de la
época, incluido La Vanguardia, del que fue una de las firmas estrella
durante las dos décadas en las que el director, impuesto por las autoridades
franquistas, era Luis de Galinsoga.
Por esos mismos años publicaba Ruano en El
Alcázar unos textos autobiográficos. En uno de ellos hizo una descripción
sangrante del escritor Ricardo León, un “hombrín insignificante” de andares
ridículos, con una voz temblona “que salía como de detrás de su canija
persona”. Cuando, algún tiempo después, reunió esos textos en Mi medio siglo
se confiesa a medias, todas las expresiones ofensivas o irrespetuosas hacia
Ricardo León habían desaparecido. ¿A qué se debía esa supresión? ¿Tal vez a una
súbita corriente de afecto y gratitud hacia un literato que le había apoyado en
los inicios de su carrera? Nada de eso. Según cuenta Javier Varela en su recién
aparecida biografía de Ruano (La vida deprisa), lo que ocurrió fue que
los hijos de Ricardo León, tras leer la pieza de El Alcázar, lo
esperaron en el portal de su casa y lo molieron a palos. Entonces la gente no
se andaba con chiquitas cuando alguien le mentaba al padre.
Otra historia de padres e hijos. Hace un par
de años, el historiador Juan Antonio Ríos Carratalá publicó la documentación
del consejo de guerra que condenó a muerte al poeta Miguel Hernández. Entre
esos documentos había algunos papeles firmados por el secretario del tribunal
militar, apellidado Baena. Deseoso de preservar la reputación del tal Baena, un
hijo suyo solicitó la eliminación de todas las referencias a su persona. Se
acogía para ello a un hipotético derecho al olvido, pero lo que realmente estaba
reclamando era el derecho a la censura previa: de mi señor padre solo se pueden
decir las cosas que yo autorice, y punto.
La solicitud no prosperó porque la normativa
de la protección de datos no ampara a los fallecidos, así que el hijo de Baena
acabó consiguiendo exactamente lo contrario de lo que pretendía: entonces sí
que el nombre de su padre empezó a aparecer en los medios de comunicación. Ni
corto ni perezoso, el hombre se lanzó a poner demandas contra todos aquellos
que mencionaran a su padre: un centenar largo de historiadores, articulistas y
periodistas, a los que reclama más de once millones de euros por un supuesto
delito contra el honor.
El tradicional garantismo de nuestro sistema
judicial impidió el archivo del caso, y dentro de pocas semanas se celebrará en
Cádiz un absurdo macrojuicio para el que tendrán que habilitar salas capaces de
albergar a cientos de personas. Como dijo Josep Pla cuando paseaba por las
luminosas avenidas de Nueva York, ¿y todo eso quién lo paga? Se lo digo yo,
estimado lector: todo eso lo pagamos los contribuyentes. Todo eso lo pagamos
usted y yo.
Miguel Hernández estaba condenado de antemano
y solo se le juzgó para ofrecer cierta apariencia de legalidad. Esos simulacros
de juicio eran lo habitual en la época. Acaba de publicarse el nuevo libro de
Ríos Carratalá, Las armas contra las letras, que repasa una treintena de
consejos de guerra similares al del poeta oriolano. Entre los acusados, todos
del mundo del periodismo y sin otro delito que haber escrito artículos de
exaltación republicana, están el bueno de Diego San José, al que solo la
amistad con Millán Astray salvó del paredón; el célebre cronista Eduardo de
Guzmán, indultado también a última hora; el moderado Javier Bueno, fusilado por
haber dirigido el periódico socialista Claridad; los también socialistas
Julián Zugazagoitia y Francisco Cruz Salido, cazados como ratas en la Francia
de la ocupación y traídos a España para ser fusilados… En el libro aparecen
nombres, muchos nombres, porque ni las víctimas ni los victimarios son jamás
seres anónimos. La Historia está hecha de nombres y apellidos. Frente a
aquellos que pretenden que los olvidemos, tenemos que defender nuestro derecho
a recordarlos. Solo así, recordando, evitaremos que se repitan los episodios
más tenebrosos de nuestro pasado.
PD.: Antonio Papell, en su columna titulada «Sin memoria no hay vida», publicada en el Diario de Mallorca del 14 de enero de 2024, se ha hecho eco del artículo de Ignacio Martínez de Pisón:
https://www.diariodemallorca.es/opinion/2024/01/14/memoria-hay-vida-96866504.html
Asimismo, esta semana Conversación sobre Historia ha reeditado un artículo publicado en Nuestra Historia en 2021 y también me ha permitido recordar la continuidad de un acoso que, al margen de la vía judicial, incluye numerosos insultos y descalificaciones por mi trabajo como historiador. La respuesta está dada en sede judicial desde diciembre de 2020 y tendrá una notable ampliación el próximo 20 de febrero, pero lo fundamental es la continuidad de la investigación para desvelar con el mayor rigor posible la actuación de los tribunales militares que procesaron durante la posguerra a escritores y periodistas. El primer tomo de Las armas contra las letras ya está publicado, el segundo se encuentra muy avanzado y saldrá probablemente en otoño y la documentación del tercero está localizada a la espera de su análisis.
sábado, 6 de enero de 2024
Santiago de la Cruz: "Sonría, por favor"
jueves, 4 de enero de 2024
Historia de una escalera, de Buero Vallejo, no fue la primera
La historia del teatro
durante el franquismo siempre tiene en cuenta una fecha clave: el 14 de octubre
de 1949. Ese día tuvo lugar, en el Teatro Español, el estreno de Historia de
una escalera, de Antonio Buero Vallejo. La premiada obra gozó de una
considerable repercusión y marcó el inicio de la trayectoria del dramaturgo más
relevante de aquellas décadas. Al mismo tiempo, los historiadores suelen
recordar una circunstancia excepcional. El autor había estado condenado a
muerte tras finalizar la Guerra Civil y, por supuesto, era el primer estreno de
una obra escrita por alguien que hubiera vivido tan trágica experiencia.
La trascendencia histórica y teatral de Historia
de una escalera es incuestionable, pero el dato acerca del autor debe ser
rectificado. Santiago de la Cruz Touchard y Serafín Adame escribieron en 1936 Yo
soy un señorito, con música del maestro Manuel Quiroga. La obra no pudo ser
estrenada antes de la Guerra Civil por problemas habidos con quien iba a ser el
protagonista, pero finalmente fue uno de los mayores éxitos del «teatro bajo
las bombas» (Fernando Collado).
Los dos autores resultaron
procesados al finalizar la Guerra Civil. En concreto, Santiago de la Cruz
Touchard fue condenado a muerte, mientras que su colega lo era a treinta años
de reclusión. La circunstancia no impidió que Yo soy un señorito volviera
a ser representada en 1947. Concretamente, en el madrileño Teatro Cómico y a
partir del 8 de enero de 1947. Véase la entrada del 28 de septiembre de 2023 en
este mismo blog.
Por lo tanto, el primer
estreno de una obra escrita por un condenado a muerte durante el franquismo
corresponde a Yo soy un señorito, cuyo texto parece definitivamente
perdido a tenor de lo infructuoso de las búsquedas realizadas.
Santiago de la Cruz
Touchard y Antonio Buero Vallejo fueron camaradas del PCE durante la Guerra
Civil y sufrieron la dureza de una represión que llegó a condenarles a muerte.
El dramático episodio tal vez formara parte de sus conversaciones, las tenidas en
la más estricta intimidad si las hubo, pero en esta fotografía del álbum
familiar del primero ambos aparecen relajados junto a Alfonso Paso, cuya
trayectoria también incluye episodios singulares, pero nunca como fruto de la
represión franquista. Los dos caballeros situados en los extremos de la foto son Gustavo Pérez Puig (izquierda) y, alguien parecido a Cayetano Luca de Tena (derecha), según me indican mis colegas Javier Huerta y César Oliva.
La historia completa de
la vuelta de Santiago de la Cruz Touchard a los escenarios aparecerá en el
segundo volumen de Las armas contra las letras. Los consejos de guerra de
periodistas y escritores, 1939-1945.
miércoles, 3 de enero de 2024
Una caricatura inédita de Ramón Puyol
El dibujante, ilustrador y caricaturista gaditano Ramón Puyol es uno de los protagonistas del primer volumen de Las armas contra las letras. Los consejos de guerra de periodistas y escritores (1939-1945). Su detención en Madrid y posterior proceso merecerían los honores de una novela por la presencia de una serie de circunstancias rocambolescas, donde encontramos a falangistas dispuestos a vender documentación falsa, una hermana de Imperio Argentina con una singular trayectoria y un sumario cuyas declaraciones son documentos poco fiables. Al mismo tiempo, he debido desmentir bulos que circulan por Internet acerca del artista comunista, que disfrutó durante la década de los treinta de una notable popularidad.
Gracias a Susana y Sandra, dos nietas de Santiago de la Cruz Touchard, he tenido acceso al álbum familiar de quien fuera periodista republicano y condenado a muerte. En el mismo se encuentra esta inédita caricatura firmada por Ramón Puyol en la Valencia de 1937 y dedicada «al camarada Santiago de la Cruz». Ambos coincidieron en la redacción de Mundo Obrero y el caricaturista subraya de una forma tan ingeniosa como simpática que su compañero era un oficial de Caballería por entonces.
Ramón Puyol y su camarada vivían en 1937 momentos preocupantes, pero con la ilusión de la victoria. Llegada la derrota, ambos compartieron otros dominados por las cárceles y la represión, aunque el primero nunca dejó de dibujar -incluso como actividad que le permitía redimir parte de la condena- y el segundo jamás perdió el humor. A falta de la guitarra y la pajarita que tanto le singularizaban en las fotos, en la prisión de Las Palmas tuvo ánimos para modelar unas figurillas realizadas con huesos de pollo. Todavía las conserva la familia como parte de una herencia que ahora se está incrementando con la preparación del segundo volumen de Las armas contra las letras.
En el mismo álbum se encuentra esta otra caricatura dibujada durante la guerra y dedicada al propio Santiago de la Cruz, según se puede ver en el trazo ensortijado del pelo. Por desgracia, no he conseguido identificar al autor por lo borroso de la firma.
lunes, 1 de enero de 2024
Santiago de la Cruz junto con Sofía Loren y Cantinflas
El periodista Santiago de
la Cruz Touchard fue condenado a muerte por su participación en la redacción de
Mundo Obrero, su militancia en el PCE y, finalmente, su condición de
oficial del ejército republicano. Véanse las entradas anteriores de este blog
dedicadas a quien fuera una víctima de la represión franquista. Tras la
conmutación, protagonizó un acto de rebelión en el durísimo penal de
Valdenoceda (Burgos) y fue castigado con un traslado al no menos duro de Las
Palmas, donde ni siquiera podía recibir la ayuda alimentaria de su familia. El
paso por la cárcel fue especialmente traumático, pero desde su puesta en
libertad intentó abrirse camino con un buen ánimo y una jovialidad que le
granjearon numerosas amistades, incluso entre quienes simpatizaban con el
franquismo.
La oportunidad de salir
adelante junto con su esposa e hijos le llegó desde Argentina y Méjico, donde
varias revistas dedicadas al cine y los espectáculos le nombraron corresponsal
en Madrid. Santiago de la Cruz Touchard se convirtió en un embajador del cine
español en América Latina y, al mismo tiempo, un introductor del cine de
aquellos países en España, actividad que pronto extendió a la música mejicana
llegando a componer rancheras. Por otra parte, tanto los productores españoles
como los mejicanos apreciaron su labor informativa, que era de indudable
importancia dada la intensidad de los intercambios cinematográficos entre ambos
países durante las décadas de los cincuenta y los sesenta.
Como reconocimiento a
este trabajo, Santiago de la Cruz Touchard fue premiado en los festivales de
cine de San Sebastián, Valladolid y Huelva, aparte de formar parte de la junta
directiva del Círculo de Escritores Cinematográficos. Incluso, en diciembre de
1957, viajó a Méjico invitado por la Asociación Nacional de Actores y varios
productores de aquel país para participar en los actos celebrados con motivo
del cuarto aniversario del fallecimiento de Jorge Negrete, que había gozado de
una especial popularidad en España.
El álbum familiar de
Santiago de la Cruz Touchard cuenta con numerosas fotografías suyas tomadas
junto con los actores y cantantes a los que entrevistó. También productores y
otras personalidades vinculadas al mundo del espectáculo. La lista es larga, pero
a modo de ejemplo podemos citar a Orson Welles, Paco Rabal, Carmen Sevilla, Marisol,
Ana Mariscal, Cesáreo González, Azorín, Benito Perojo, El Cordobés, Antonio
Buero Vallejo, el Dúo Dinámico, Alfonso Paso…
Muchas de estas
fotografías fueron tomadas en el local de Perico Chicote, centro neurálgico de
los populares de la época, y otras con motivo de galas o entrevistas, a las que
Santiago de la Cruz se solía presentar con su característica pajarita y otros rasgos
de quien, además de ser miembro durante décadas de los Amigos de la capa,
mostraba siempre una jovialidad compatible con la elegancia.
La imagen de este
periodista triunfante en Méjico y reconocido por los cineastas españoles
esconde el paso por una condena a muerte como preámbulo a años de cárcel.
Quienes no supieran de esta historia, la mayoría, se quedarían sorprendidos,
pero la evolución es propia de un hombre talentoso que supo abrirse camino sin
mirar hacia atrás. Nunca le derrotaron por completo y, sin renunciar a sus
ideales, Santiago de la Cruz Touchard triunfó en un país donde codearse con
estrellas como Sofía Loren o Mariano Moreno, Cantinflas, era motivo de
admiración y hasta de envidia. Puestos a imaginar, también la tendrían quienes
le condenaron a muerte y veinte años después ignoraban el pasado de ese
periodista jovial con pajarita y eterna sonrisa de buena persona.
Las fotos las publico gracias a la ayuda de sus nietas Sandra y Susana, con quienes estoy trabajando para que el periodista tenga su merecido capítulo en el segundo volumen de Las armas contra las letras. Los consejos de guerra de periodistas y escritores, 1919-1945.