domingo, 13 de julio de 2025

José Satué, el sindicalista que no aprendió a perder


 

Mi colega de la Universidad de Granada, el catedrático Arón Cohen, me mandó hace unas semanas su libro «No saldrás de aquí sino loco o muerto…». José Satué, el sindicalista que no aprendió a perder, editado por el servicio de publicaciones de la citada universidad:

https://editorial.ugr.es/libro/no-saldras-de-aqui-sino-loco-o-muerto-jose-satue-el-sindicalista-que-no-aprendio-a-perder_139584/

El detallado y brillante estudio de Arón Cohen es probablemente el más completo que se haya escrito acerca de un preso político del franquismo. La abundante documentación manejada y las peculiares circunstancias de un procesado que peleó durante décadas contra las arbitrariedades de la jurisdicción militar permiten completar un análisis que, por su concreción y ajuste a los documentos, contradice las conclusiones de quienes tienden a sobrevolar estas cuestiones a la búsqueda de una síntesis no siempre bien fundamentada.

La línea de investigación de Arón Cohen, buscando la exhaustividad en un caso tan concreto como significativo, me parece la manera más adecuada de matizar esas conclusiones que, en el mejor de los casos, resultan prematuras dado el actual estado de la cuestión. Mi enhorabuena al compañero por el trabajo realizado, gracias por sus enseñanzas para continuar en mis pesquisas relacionadas con los consejos de guerra de periodistas y escritores y, por supuesto, cuento con su ayuda para culminarlas.

A continuación, os facilito los enlaces a un artículo del propio autor acerca del libro y la grabación de la presentación del mismo que tuvo lugar en Tenerife:

https://conversacionsobrehistoria.info/2025/05/26/jose-satue-el-sindicalista-que-no-aprendio-a-perder/




 



martes, 8 de julio de 2025

La mesa del general Franco


 El general Franco en su despacho del palacio de El Pardo

Las anécdotas pueden ayudar a iluminar cuestiones complejas. Con motivo de la preparación de los libros dedicados al franquismo, abrí una carpeta de recursos audiovisuales donde recopilé fotografías del general Franco que me llamaron la atención. Algunas estaban tomadas en el despacho del palacio de El Pardo, donde su mesa de trabajo aparece siempre con un montón de papeles. Hasta el punto de que solo queda lugar para un cenicero, a pesar de que el general no fumaba. Del carácter neoclásico del mueble ahora depositado en el Salón de Columnas del Palacio Real, según leo, nada se aprecia.

La fuente de estas fotografías es tan fiable en materia de adhesión al régimen como ABC y no cabe imaginar un propósito crítico o burlón en unas imágenes convertidas en documentos al servicio del relato histórico.




A la vista de una mesa donde el general parecía atrincherado gracias a las montañas de papeles, caben dos interpretaciones sujetas a matizaciones. Unos historiadores pensarán en la inquebrantable voluntad de servicio de quien velaba, las veinticuatro horas del día, por los intereses de España y ensalzarán la tarea de despachar tan ingente cantidad de documentos. Incluso alguno, con ínfulas de modernidad, hablará de un «trabajador 24/7» al servicio de la Patria.




Otros historiadores, tal vez más atentos a los hechos que a los adjetivos derivados de las hipótesis, considerarán que semejante pila de papeles era fruto de la incapacidad del general para despacharla con prontitud y orden, sobre todo cuando se convirtió en un anciano proclive al golf, la pesca, la caza, la pintura, la televisión, la Fanta de limón y otros motivos recreativos entre los cuales siempre estuvo el cine.

El irresoluble debate permite la posibilidad de comparar lo visto en las fotografías con las despejadas mesas de los monarcas que le han sucedido en la jefatura del Estado. El contraste es evidente, aunque las conclusiones son arriesgadas por la posible interferencia de algún asesor de imagen o un fotógrafo más atento a estas circunstancias. No todas las mesas reflejan el carácter de sus propietarios.

También, para ahondar en el tema, el historiador puede acudir a diferentes fuentes relacionadas con la productividad laboral del Caudillo, que iría más allá de lo constatado en la mesa de su despacho. Aquí, a falta de una documentación exhaustiva, los testimonios varían notablemente, a pesar de que todos proceden del ámbito oficial y ningún opositor controló su horario laboral.

En cualquier caso, el debate queda abierto con la seguridad de que nadie lo cerrará abruptamente para condenar a quienes discrepen de su conclusión.

Si así sucede con la imagen de una mesa repleta de papeles, cabe imaginar que otras cuestiones más complejas y carentes de pruebas contundentes podrán tener un recorrido infinito en el ámbito de los debates históricos. El objetivo de los historiadores es mantenerlos en un clima de libertad que favorezca el contraste entre las diferentes investigaciones. No para alcanzar «la verdad», una pretensión tan totalitaria como incompatible con la historiografía, sino para ahondar en el conocimiento del pasado mediante aportaciones siempre sujetas a revisión, modificación y ampliación.

 

sábado, 5 de julio de 2025

Periodistas represaliados: la necesidad de completar la tarea


La investigación en solitario es un empeño carente de sentido. El historiador siempre depende del trabajo de otros colegas y el intercambio de información o experiencias resulta imprescindible para evitar descubrimientos como el del Mediterráneo.
Una vez redactado el tercer volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores, me llega la publicación de la segunda parte de la tesis doctoral de Rafael Cordero Avilés (Héroes sin nombre. La prensa republicana en el Madrid de la Guerra Civil, Madrid, Fragua, 2025), que a lo largo de estos años me ha servido como fuente de información y consulta.
Gracias a los datos aportados por Rafael Cordero Avilés, he constatado la existencia de otros periodistas que fueron procesados durante la posguerra y que no han aparecido en los tres volúmenes ya redactados. La lista de estos represaliados es la siguiente: Amós Acero Pérez, Federico Augusto Vázquez, Valentín Gutiérrez de Miguel, Francisco Fernández Albors, Fernando Fernández Revuelta, Marcelo Edmundo Ogier Preteceille, Juan Falces Elorza, Ángel Edmundo Ogier Preteceille, José Ponce Bernal, Diego Alba Cortina, Francisco Bateriola Arroyo, Emilio Rodríguez Delgado, José Gallego Díaz, Concepción Santalla Nistal, Leandro Antonio Sanz Aguinaga, Manuel Izquierdo Esteban, Enrique Sánchez Cabeza Earle, Juan Antonio Cabezas Cantelli, Victoriano Tamayo Mayones, Felipe Camarero Ruanova Maldonado, Rafael Sánchez Guerra Sainz, Benigno Mancebo Martín, Joaquín Fernández Fernández-Vega, José Fragero Pozuelo, David Antona Domínguez y José Expósito Leiva.
Los periodistas y escritores estudiados en la trilogía superan el centenar y, junto a los arriba citados, tengo la esperanza de completar el listado de los procesados. El trabajo pendiente me llevará un mínimo de un año y medio de consultas a partir de octubre, cuando haya entregado el original del tercer volumen. El destino de este trabajo depende de la entidad de lo localizado. Tal vez deba redactar un cuarto volumen de lo que pasaría a ser una tetralogía, pero lo más previsible es que los correspondientes análisis de los sumarios aparezcan en otro marco del que daré noticias este próximo otoño.
Mientras tanto, el verano estará repleto de gestiones, correos, búsquedas, consultas... para poner en marcha una nueva tanda de capítulos que permitan completar el objetivo de lo emprendido hace más de diez años: aportar un relato y una voz a todos y cada uno de los autores represaliados.

miércoles, 2 de julio de 2025

Rosita Díaz Gimeno en Hoy por hoy (Cadena SER)


 Rosita Díaz Gimeno. Fuente Wikipedia

Ayer tuve el placer de participar en el programa Hoy por hoy (Cadena Ser), de Ángels Barceló, que dedicó un podcast a la actriz Rosita Díaz Gimeno (1911-1986), una de las protagonistas de mi libro El tiempo de la desmesura (2011), dedicado a los rodajes cinematográficos que coincidieron con los inicios de la Guerra Civil:


Quisiera dar mi enhorabuena a los responsables del podcast porque en quince minutos consiguieron sintetizar la trayectoria de una actriz que ha pasado a la posterioridad como «la sonrisa de la República» y simboliza una parte significativa de lo perdido con motivo de la Guerra Civil. Homenajear la belleza de una sonrisa capaz de cautivar a Charles Chaplin y el testimonio cívico de una mujer tan valiente como culta siempre merece la pena.

La periodista Teresa Hurtado, de la Cadena SER, resume así lo expuesto en el podcast:


lunes, 30 de junio de 2025

El testimonio carcelario de Rafael Sánchez Guerra


 Rafael Sánchez Guerra. Fuente: Wikipedia

El original del tercer volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores ya está listo, a falta de un nuevo repaso y la inclusión de algunas notas sacadas de la bibliografía publicada durante estas últimas semanas. El total de víctimas estudiadas se acerca al centenar, pero soy consciente de que todavía habrá algunas más y, por lo tanto, la investigación debe continuar.

El periodista y político Rafael Sánchez Guerra (1897-1964) apenas tuvo presencia en la prensa republicana durante la Guerra Civil y decidió quedarse en Madrid al finalizar la misma porque estaba convencido de que no iba a sufrir una dura represión. Sin embargo, junto con Julián Besteiro fue inmediatamente detenido y trasladado a la cárcel de Porlier a la espera de su consejo de guerra (AGHD, 129173, 7374), que le condujo por varias cárceles hasta el posterior exilio. Hoy mismo he pedido copia del sumario y, a la espera de poderlo consultar, he tenido la oportunidad de leer la versión francesa de sus memorias carcelarias, que aparecieron por primera vez en Buenos Aires.

Un ejemplar de Mes prisons. Memoires d’un «rouge» (París, Jean Vigneau, 1947) se encuentra depositado en la biblioteca de la UA gracias a una donación. El volumen ha sufrido el paso del tiempo. Hay que consultarlo con sumo cuidado, pero el trabajo merece la pena por el valor del testimonio de quien, desde luego, no era un «rojo». La ironía del subtítulo se percibe desde la primera página.

Esta circunstancia corrobora que la represión de los periodistas y escritores abarcó un conjunto que nunca debemos equiparar con el de los «rojos». Así lo explico en la trilogía y no merece la pena insistir en una de las tesis de la misma. Si doy cuenta de la consulta bibliográfica es porque, en esas destrozadas páginas editadas en París, he encontrado el testimonio acerca del paso por la cárcel de Porlier de dos víctimas presentes en mis trabajos: el periodista Javier Bueno, que apareció en el primer volumen, y el escritor Antonio de Hoyos y Vinent, que es uno de los protagonistas del tercero.

Rafael Sánchez Guerra está distanciado de ambos desde el punto de vista político. No obstante, sus palabras expresan la admiración que le merecieron por su actitud en la cárcel. Javier Bueno intentó refugiarse en la legación diplomática de Panamá al finalizar la guerra, pero fue sacado de la misma a base de golpes. La historia ya era conocida, pero impresiona la imagen de hombre físicamente destrozado que nos traslada Rafael Sánchez Guerra, El director de Claridad llegó a Porlier siendo consciente de que ya estaba condenado a muerte y con le visage meurtri de coups (p. 103).

Así sería interrogado durante la rápida instrucción que tuvo lugar en el Juzgado Militar de Prensa porque, entre abril y julio de 1939, apenas podría superar las huellas de la tortura a la que fue sometido en el momento de la detención. La circunstancia se percibe, de forma implícita, en el correspondiente sumario, donde encontramos a un hombre tan destrozado como consciente de su inmediato destino, aunque conservara la dignidad hasta el punto de ser motivo de varias anécdotas entre sus compañeros de prisión.

Rafael Sánchez Guerra también habla de la dignidad de otro preso destrozado, aunque en este caso por la enfermedad y la discapacidad física. Antonio de Hoyos y Vinent era una ruina cuando ingresó en Porlier, pero todavía tuvo la ocasión de mostrar su dignidad en el momento de recibir la visita de un vencedor de la guerra: su hermano. La consulta del correspondiente sumario matiza lo relatado en este sentido por Diego San José y Rafael Sánchez Guerra, pero queda la imagen de una dignidad que pronto acompañó a la tumba al noble convertido en sindicalista al servicio del partido de Ángel Pestaña.

Quede constancia.


sábado, 28 de junio de 2025

El trabajo colectivo de una revista universitaria

Las enhorabuenas siempre son bien recibidas. Y, si te las mandan la rectora de tu universidad y el vicerrector de investigación de la misma por la tarea académica al frente de una revista, son un motivo de doble alegría. Así ha sucedido con motivo de la publicación de los resultados de la JCR de la Web of Science, donde Anales de Literatura Española ha confirmado su posición de liderazgo en el primer cuartil.

El trabajo, como es obvio, resulta colectivo, pero no basta con decirlo y conviene explicarlo en términos sencillos para entender la dificultad de sacar adelante una revista universitaria que publica dos números cada año desde que asumí la dirección.

El objetivo solo es viable contando con la colaboración de quienes actúan como secretarios de la revista: los profesores Davide Mombelli y Laura Palomo. Gracias a esta circunstancia, tenemos repartidos los trámites, revisiones, gestiones, comunicaciones… imprescindibles para editar los números. El conjunto abarca desde la petición de las subvenciones hasta la revisión de los textos pasando por una variedad de trabajos realmente sorprendente. Su enumeración resultaría disuasoria para quienes estén preparando una nueva revista, pero la tarea puede ser culminada cuando, al menos, hay tres personas dispuestas a emprenderla en un clima de colaboración y responsabilidad.


Dr. Davide Mombelli

Asimismo, contamos con un consejo de redacción al que recurrimos para localizar nuevos evaluadores de los artículos que nos llegan, promover contactos con diferentes grupos de investigación, considerar las líneas de trabajo de la revista y otras tareas imprescindibles para el correcto funcionamiento de la misma.


Dra. Laura Palomo

Una revista académica, tan distinta de las «depredadoras» a menudo objeto de denuncias con repercusión en los medios de comunicación, necesita someterse a un complejo sistema de normas para su indexación. Esta tarea la realizamos gracias al asesoramiento del Servicio de Publicaciones, que también nos ayuda a contactar con el maquetador, a colgar en internet la revista, imprimirla y distribuirla. Cada paso supone muchos correos electrónicos y algunas visitas a dicho servicio, donde siempre encontramos una excelente acogida porque, además de compañeros, somos amigos.

Así, para publicar un número y con independencia de los autores o los miembros del consejo de redacción, necesito la ayuda de Laura, Davide, Carlos, Marten, Javier, David, Vicente, Diego… Es decir, lejos de estar solo, estoy muy bien acompañado y, a menudo, mi trabajo es actuar como un guardia urbano dirigiendo el tráfico para que el vehículo llegue al destino a tiempo y sin percances.

Trabajar así, con gente joven y cuando uno está a punto de jubilarse, supone un privilegio que nunca terminaré de agradecer. Lo hago aquí y en cualquier otro lugar, porque mi empeño es distanciarme de quienes se aferran a sus competencias hasta el día de la jubilación. Yo las comparto, procuro sentar las bases de su continuidad cuando tengan que apartarme y, sobre todo, disfruto sintiéndome todavía útil a quienes pronto ocuparán mi puesto o seguirán siendo decisivos para que otras revistas de la Universidad de Alicante encabecen listados como el JCR de la Web of Science.

 

Pdta. He recibido tres ofertas económicas para privatizar la revista. Ni siquiera he contestado, porque, además de honesto, apuesto por una ciencia accesible a toda la comunidad científica y ajena a negocios que a veces son turbios.

 

Pdta.: La noticia ha sido recogida en el boletín informativo de la Universidad de Alicante:

https://web.ua.es/es/actualidad-universitaria/2025/julio2025/7-13/anales-de-literatura-espanola-la-unica-revista-q1-de-la-universidad-de-alicante-consolida-su-prestigio-internacional-en-humanidades.html

 

jueves, 26 de junio de 2025

Miguel Ángel Miró era, en realidad, Miguel Hernández


 El novelista Ángel M.ª de Lera

Desde hace unos treinta años imparto una asignatura dedicada a las relaciones entre el teatro y el cine. Una de las películas seleccionadas para las prácticas suele ser Calle Mayor (1955), de Juan A. Bardem, basada en la tragedia grotesca La señorita de Trevélez (1916), de Carlos Arniches. La reiterada consulta de ambas obras me permitió escribir La ciudad provinciana (1999), donde abordé un motivo literario y cinematográfico que siempre me ha interesado.

Cada vez que comento la película de Juan A. Bardem debo hacer una advertencia. La versión que ha llegado hasta nosotros es el fruto de la forzada colaboración entre el director y los censores. A pesar de los casi cincuenta años transcurridos desde la desaparición de la censura, nadie ha recuperado la versión original. En algunos aspectos resultaría imposible por la necesidad de rodar nuevas escenas, pero en otros se podría hacer mediante la eliminación de una impuesta voz en off como la presente en la escena inicial, donde el censor se empeña en decirnos que Cuenca es una ciudad cualquiera de vete a saber qué país. El objetivo era que, a pesar de las evidencias, el espectador no relacionara lo visto con la España del nacionalcatolicismo.



La censura franquista comenzó antes de la finalización de la Guerra Civil y terminó su labor más allá de la muerte del dictador, al menos oficialmente, puesto que durante la Transición hubo ofendidos y jueces capaces de sustituir a los censores (
Ofendidos y censores, 2022). Ni siquiera la aprobación de la Constitución terminó con estas prácticas, aunque el aparato censor quedara desmontado sin perjuicio de quienes lo sustentaban.

Así resulta lógico que una novela publicada en 1976 como es La noche sin riberas, de Ángel M.ª de Lera, todavía apareciera tras sufrir los recortes y la presión de la censura franquista. La tetralogía del autor sobre la Guerra Civil, iniciada con Las últimas banderas (1967), es un valioso testimonio fruto de una lucha contra la censura, que cercenó los originales e impidió que el novelista condenado a muerte en un consejo de guerra pudiera expresarse con libertad.




Ángel M.ª de Lera se vio obligado a callar sobre aspectos de lo vivido. Puestos al habla con la familia, su hijo me cuenta lo relacionado con las palizas y el maltrato que el novelista sufrió durante el proceso y la posterior estancia en varias cárceles. Incluso me ha remitido el informe médico de la defunción de su padre, donde las huellas de la tortura parecen tan evidentes como las consecuencias de la misma durante décadas de padecimiento.

Una edición crítica de la tetralogía novelística de Ángel M.ª de Lera debería aportar, aunque fuera en la introducción, información sobre lo callado por el autor a causa de la censura. Así podríamos valorar mejor su testimonio, que nunca fue escrito en un clima de libertad de expresión.

Un ejemplo, entre otros muchos de estas novelas, lo encontramos en las páginas 192-193 de la edición original de La noche sin riberas, publicada en Barcelona por Argos Vergara. Federico Olivares, el protagonista y alter ego del autor, entra en contacto con Miguel Ángel Miró, un poeta también encarcelado. Apenas leemos lo escrito sobre este personaje secundario comprendemos que, en realidad, se refiere a Miguel Hernández, cuyo nombre estaría vetado en este marco novelístico. Y así, bajo ese supuesto Miguel Ángel Miró, nos ha llegado una huella del poeta oriolano.

Justo cuando apareció la novela, en la primavera de 1976, muchos estudiantes participamos en un homenaje al poeta celebrado en Orihuela y Alicante. Ahora, aquel episodio de juventud es materia histórica gracias a la documentación conservada en el Archivo de la Democracia de la Universidad de Alicante, así como objeto de estudio en varias publicaciones.

Lo agradezco y consulto, pero esa experiencia de correr para evitar los golpes de la policía porque habíamos homenajeado a Miguel Hernández forma parte de mi memoria, aquella que me definió siendo un veinteañero y a la que pretendo ser fiel cuando estoy a punto de jubilarme. Ese día de miedo y rabia me enseñó que nunca debía callar ante quienes pretenden silenciar lo ocurrido con el poeta oriolano y tantos otros escritores republicanos que padecieron consejos de guerra por ejercer el derecho a la libertad de expresión.


lunes, 23 de junio de 2025

Archiveros e investigadores en torno a la memoria familiar


El pasado 12 de junio y en la Universidad de Sevilla tuvo lugar un encuentro organizado por la Asociación de Archiveros de Andalucía, con el patrocinio de la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía , en torno a los archivos y la investigación de la memoria familiar. Los participantes fueron mi colega Gutmaro Gómez Bravo y la archivera Henar Alonso Rodríguez con Isabel Medrano Corrales, vicepresidenta de la entidad organizadora, como moderadora.
El acceso a los archivos públicos, la investigación histórica en los mismos, la transparencia y la protección de datos son temas directamente relacionados con mi trabajo. De ahí el interés de enlazar la grabación del acto para quienes, como seguidores de este blog, también estén interesados en los puntos abordados por los participantes:



 

domingo, 22 de junio de 2025

El punto final de una tarea iniciada en 1975


 Imagen de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alicante

Hace cincuenta años me matriculé en una facultad que ahora celebra su cincuentenario. Por entonces, en el otoño de 1975, todo pasaba por una incógnita acerca del porvenir. También aquella facultad que empezaba a dar esos «cincuenta pasos hacia el futuro» del lema elegido para la celebración, a pesar de una precariedad que convertía cualquier propósito en una heroicidad necesitada de entusiasmo. El alumnado lo tenía de sobra porque, a los dieciocho años de una generación empeñada en cambiar el país, los retos eran bienvenidos.

La biblioteca de la facultad compartía esa precariedad de medios en que debíamos estudiar. Las dependencias todavía evidenciaban el anterior destino militar del edificio y los libros escaseaban. Sin embargo, por vete a saber qué razón, en las pocas estanterías a la vista encontré una colección de gruesos volúmenes editados en Francia. Movido por la curiosidad, supe que eran thèses escritas por hispanistas de ese país.

Varios volúmenes permanecían intonsos y, curso tras curso, los fui consultando con admiración porque aquellos monumentales libros eran el objetivo máximo de un investigador. Lo suponía propio de lo francés, ya que -como nos enseñaría después el cineasta José Luis Cuerda- todo lo francés era mejor que lo español y, además, más bonito. Yo también lo creía después de haber viajado al país vecino en 1973 y 1974, cuando pasar la frontera parecía una mudanza a otro sistema planetario.

En 1979, de la mano del profesor Guillermo Carnero, decidí ser un dieciochista con todas las consecuencias. El primer paso fue solicitar el consejo del entonces decano, don Antonio Mestre (1933-2023), que por su condición eclesiástica casi me tomó como un monaguillo. Don Antonio me llevó a la biblioteca, me señaló varios de aquellos volúmenes y me dijo que debía tomar ejemplo de los mismos si quería dedicarme al dieciochismo. Siempre he sido disciplinado y le hice caso.



Antonio Mestre Sanchís

Uno de esos volúmenes era el de René Andioc (1930-2011) titulado Sur la querelle du théâtre au temps de Leandro Fernández de Moratín (1970), que ya podía consultar en su abreviada versión en español. Sin embargo, prefería la original donde nada sobraba y todo era pertinente para analizar una querelle presente en mis trabajos iniciales.

La exhaustividad y el rigor de aquel inmenso volumen me fascinaban, conseguí la dirección de René Andioc y le escribí una carta con el respeto de quien pretende ser admitido entre los discípulos. La respuesta del hispanista fue una bienvenida que se prolongó durante años y me permitió conocerle en persona cuando ambos trabajábamos en la sala de raros y manuscritos de la Biblioteca Nacional de España.


René Andioc

Desde entonces, mi ilusión era escribir un trabajo exhaustivo y riguroso acerca de algún tema que me llevara años de consultas en archivos o bibliotecas. La distancia entre el deseo y la realidad a veces frustra los empeños. La necesidad de abrirse camino en la carrera docente apenas permite semejante tarea de largo alcance. Por desgracia, prima lo inmediato con una secuencia temporal que pretende demostrar una hiperactividad a menudo reducida a un artificio.

Así estuve hasta que fui catedrático hace poco más de veinte años. Desde entonces decidí por mi cuenta como investigador y trabajé en varios temas con la debida continuidad hasta completar la última línea de investigación, la dedicada a la cultura franquista, con tres volúmenes editados por la Universidad de Alicante y Renacimiento. El siguiente paso, y el último, era escribir una obra como la de René Andioc, un volumen monumental donde nada quedaría en el tintero, aunque el empeño me llevara años de trabajo.

El tema elegido fue los consejos de guerra de periodistas y escritores durante el período 1939-1945 porque casi nada se había escrito al respecto. El volumen de unas mil páginas, por imperativos editoriales, se ha convertido en una trilogía de unas mil cuatrocientas páginas, a las que debemos sumar otras publicadas en revistas o libros colectivos. En total, unas dos mil páginas dedicadas a las vicisitudes sufridas por un colectivo de unas cien personas. Ahora, cuando ambos han fallecido, estoy seguro que desde el espacio de la memoria que admite la coexistencia de los diversos Antonio Mestre y René Andioc me habrán dado el visto bueno.



Imagen, tomada por Víctor Úcar, del sumario de un consejo de guerra. La consulta de esta documentación a veces merece un relato como el de Umberto Eco en El nombre de la rosa (1980)

Ayer puse el punto final al original del tercer volumen de la trilogía, La colmena, con una reflexión sobre la culpabilidad individual en cualquier sistema represivo que he redactado a la luz del filósofo Karl Jaspers. Por el camino de estos diez últimos años he contado con otras muchas referencias y ayudas. Incluso he ampliado de manera espectacular el número de mis amistades, pero el empeño siempre ha sido hacer realidad lo soñado una mañana del invierno de 1979, cuando don Antonio me señaló el ejemplo a seguir.

Al final, descubrimos que nunca dejamos de ser discípulos y que, si nos empeñamos en seguir a los maestros, lo mejor es una tarea de continuidad sin desmayos ni demasiadas desviaciones. La he culminado en esa facultad que ahora cumple su cincuentenario gracias a mi compañera también conocida en 1975 y la camaradería de mucha gente. Pepa sigue a mi lado tras celebrar las bodas de oro, algunos de mis compañeros ya han fallecido, muchos están jubilados y unos pocos todavía aguantamos al pie del cañón. Tal vez para acompañar a un joven, enseñarle unos volúmenes depositados en la ahora bien nutrida biblioteca y señalarle el camino a seguir.

Esa será mi tarea durante los próximos tres años si la salud me ayuda a completarla. Pronto tendremos noticias acerca de la continuidad de lo iniciado hace cincuenta años y terminado ayer a la luz de un filósofo que debió buscar refugio en Suiza porque algunos de sus compatriotas, los alemanes, no admitían la responsabilidad colectiva e individual por un pasado oscuro. A pesar de las presiones que sufro por seguir en esa misma línea, estoy seguro de que tendré una mejor suerte. Los tiempos, afortunadamente, han cambiado, aunque algunos pretendan actualizar el pasado de intolerancia que desvelo en mis libros. La única añoranza comprensible es la relacionada con la juventud. El resto es materia para la memoria y la historia.

 

 


miércoles, 18 de junio de 2025

El consejo de guerra de Buero Vallejo (y algunas buenas noticias)


 Antonio Buero Vallejo

Hay días que merecen ser enmarcados. Esta mañana he sabido de la reacción solidaria de los compañeros del alumno al que dediqué la entrada anterior para, aparte de reconocer el mérito de su trabajo y felicitarle por su actitud, manifestarle que la coincidencia de su nombre con el de otra persona en una entrada de este blog no debía preocuparle ni un solo minuto. Asunto solucionado.

Una alumna argelina de nuestro máster de Estudios Literarios me ha dado la segunda alegría cuando, entre alguna lágrima de agradecimiento, me ha manifestado su satisfacción por estudiar en la Universidad de Alicante. Hoy mismo hemos iniciado las consultas para que su propósito de sacar adelante la tesis doctoral con nosotros pronto pueda ser una realidad.




También hoy me han comunicado que Anales de Literatura Española, la revista que dirijo desde 2020 en colaboración con los profesores Davide Mombelli y Laura Palomo, sigue en lo más alto, Q1, de la clasificación establecida por el Journal  Citations Report de la Web of Science. La afortunada circunstancia nos ha supuesto una auténtica avalancha de artículos. Esta semana hemos publicado el número 43, de carácter misceláneo, y ya disponemos de diecisiete artículos para el monográfico del próximo curso, que estará dedicado a la literatura del exilio republicano bajo la coordinación del grupo de investigación GEXEL de la UAB. Incluyo a continuación la clasificación de nuestras revistas, que año tras año mejoran globalmente gracias al eficaz apoyo del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Alicante:



Y, por último, me ha llegado un ejemplar del último número de Anales de la Literatura Española Contemporánea, que este año publica el volumen 50, donde colaboro con un artículo. El título del mismo es «El consejo de guerra de Antonio Buero Vallejo». La referencia bibliográfica es: Vol. 50, n.º 2, 2025, pp. 333-352. El preprint del artículo permanece accesible a través del Repositorio de la Universidad de Alicante.

Anales de la Literatura Española Contemporánea es una revista dirigida por el siempre amable José Manuel Pereiro Otero y editada por la Society of Spanish and Spanish-American Studies, actualmente radicada en Temple University del estado norteamericano de Philadelphia. Mi relación con esta revista viene de lejos y ha sido un placer encontrarme en el índice junto con prestigiosos colegas, todos dispuestos a colaborar en este empeño universitario de largo alcance.

La semana culminará con el punto final del tercer volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores durante el período 1939-1945. Las casi quinientas páginas del mismo han supuesto un considerable esfuerzo. Ahora conviene dedicar el verano a repasarlo, corregir posibles errores y prepararlo para el mes de septiembre, cuando comenzará su andadura de cara a la publicación en 2026. Por entonces, si todo sigue su curso, ya tendremos una nueva plataforma para la divulgación de los resultados de esta investigación bajo el auspicio del grupo de investigación Memòria, Identitat i Ficcions (MIF) de la Universidad de Alicante.

Agotado, pero feliz junto con tanta gente que trabaja en un clima de respeto, responsabilidad y amistad.


martes, 17 de junio de 2025

La suerte de tener alumnos como Luis


 Luis Gimeno en Lisístrata

La posibilidad de trabajar junto con gente joven supone una fortuna. Sobre todo, cuando el profesor ronda la edad de jubilación y esa compañía, siempre estancada en la misma edad, permite la ilusión de que el paso del tiempo no implica la lejanía con respecto a lo mejor de la juventud.

La inmensa mayoría de mis amigos ya están jubilados. Al verlos paseando un perrito o emprendiendo algún desafío similar, creo que soy un privilegiado porque ando rodeado de jóvenes con ganas de aprender y que, además, me enseñan a permanecer atento a las novedades de los tiempos.

Tras cuarenta y dos cursos como profesor, todavía hay motivos para probar nuevas posibilidades didácticas y mejorar los resultados académicos. La rutina, a veces inevitable, supone un lastre para la docencia y conviene evitarla en la medida de lo posible. Esta circunstancia se ha hecho realidad durante el segundo cuatrimestre del curso que acaba y los resultados, incluso estadísticamente, indican que el empeño ha sido recompensado gracias a la positiva respuesta del alumnado.



Curso 24-25 en el Teatro Principal

Ahora bien, para que esa respuesta sea posible suele ser necesario un grupo que actúe de avanzadilla y tire del resto de los compañeros. Si contamos con esa circunstancia, el trabajo resulta más fácil y los resultados mejoran.

Luis Gimeno, que acaba de terminar el máster en Estudios Literarios con la máxima calificación, es un ejemplo de esos alumnos que destacan y forman parte del grupo capaz de animar a los compañeros. Hace un par de cursos tuve la suerte de tenerlo en clase y, aparte de verle con su sempiterna sonrisa, pronto percibí su interés por el teatro del Siglo de Oro y la voluntad de colaborar en lo que fuera preciso. Incluso le nombramos lector oficial de los fragmentos literarios comentados en clase, porque es actor del Aula de Teatro de la UA y tiene una excelente dicción. Ya la quisiera yo mismo.

Mis compañeros del Departamento opinan igual de Luis y todos estamos seguros de que pronto tendremos un nuevo doctor en Filología Española que, si así lo desea, podrá iniciar el camino para aspirar a las máximas cotas en la docencia. Dada su competencia académica y excelente actitud, no le faltará ayuda para conseguirlo.

Luis Gimeno me escribió hace unos días preocupado por una circunstancia relacionada con una reciente entrada de este blog (11-VI-25). Le expliqué que no había motivos para esa preocupación y que, al contrario, sabía de su exquisita buena educación y respeto, compatibles con la simpatía cada vez que nos vemos en el Teatro Principal de Alicante porque también es un buen aficionado a las artes escénicas.

Si Luis Gimeno aparece en este blog, como podrían aparecer otros muchos de sus compañeros y compañeras, es porque forma parte de los motivos que me mantienen dispuesto a pelear para que esta juventud aprenda con los clásicos, desde el amor como enseñanza para la vida hasta el respeto de la voluntad ajena. Así lo intento hacer con ejemplos sacados de Lope, Cervantes o Calderón, porque el contacto con los clásicos también ayuda a comprender nuestro entorno. Luis lo sabe, incluso lo practica en los escenarios, y es obvio que no tiene ningún motivo de preocupación porque el profesorado reconoce su excelente educación y respeto. Así que, por favor, no dejes de sonreír.

sábado, 14 de junio de 2025

El testimonio de lo callado. Oscuro amanecer (1977), de Ángel M.ª de Lera

Portada de la edición original

Cada seis meses, como mínimo, paso por donde estuvo localizado el campo de concentración de Los Almendros, que fue recreado por Max Aub y Jorge Campos entre otros escritores republicanos. Solo una placa recuerda lo allí sucedido durante los primeros días de abril de 1939, pero al entrar en el centro médico siempre mantengo la memoria aquella gente por entonces más necesitada que yo de atenciones.

La tragedia de los campos de concentración españoles es equiparable a la vivida en los de la II Guerra Mundial. Nunca hubo cámaras de gas para matar en serie, pero ha quedado constancia de un hambre atroz padecida en unas condiciones higiénicas capaces de hacer deseable la muerte si no mediaba un inquebrantable espíritu de supervivencia.

Tras leer la práctica totalidad de los testimonios conservados, las imágenes de aquel horror se agolpan en la memoria, pero prevalece una poco divulgada por su carácter escatológico. Los prisioneros, después de varios días sometidos a una dieta infame, eran incapaces de defecar en las improvisadas letrinas. Los remedios utilizados para solucionar ese estreñimiento suponían verdaderas salvajadas cuya evocación todavía estremece.

Visto desde ese punto de vista fisiológico, tan comprensible para cualquiera, el padecimiento de aquellos españoles solo merece la compasión. Y también la rebelión contra el olvido impuesto por quienes acomodan la historia a las necesidades de los objetivos políticos. Frente al mismo, cabe el recuerdo de aquello que atentaba contra la más elemental dignidad humana.

Este ejemplo lo traigo a colación porque, tras releer la novela Oscuro amanecer (1977), de Ángel M.ª de Lera, he recordado otra circunstancia de aquellos años de la represión de la que poco se ha escrito por afectar a la intimidad. Los represaliados que pasaban varios años en las cárceles franquistas salían de las mismas, en un porcentaje ignorado, con una impotencia sexual que les impedía mantener relaciones.

Al margen de las edades y los problemas derivados de la salud, el motivo era fundamentalmente mental y propio de un bloqueo cuya superación no resultaba sencilla. El poeta Marcos Ana, después de décadas en las cárceles franquistas, tenía problemas de visión cuando permanecía en espacios abiertos. La vista se había acostumbrado a las distancias cortas y le costó mucho normalizar la percepción de la realidad que le proporcionó la libertad. Otras funciones fisiológicas tampoco eran fáciles de normalizar.

La sexualidad de los represaliados, un tema tabú a menudo por la mentalidad de la época, corrió una suerte parecida. Ángel M.ª de Lera lo refleja con una exquisita sensibilidad en la citada novela y, al repasar el correspondiente capítulo, he comprendido mejor los límites de la angustia de unos hombres jóvenes que salían de las cárceles, pero afrontaban problemas en una sociedad donde siempre eran unos vencidos.

Oscuro amanecer tuvo graves problemas con la censura, al igual que las tres novelas anteriores protagonizadas por el maestro Pedro Olivares como alter ego del autor, y fue editada coincidiendo con las primeras elecciones democráticas. El consiguiente ruido mediático apenas dejó un hueco para una obra cuyo testimonio revela las dificultades de quienes, como el propio Ángel M.ª de Lera, superaron una condena a muerte, pero afrontaron un destino incierto donde los problemas se acumulaban. Y los íntimos, claro está, nunca fueron menores a la espera de la ayuda, el cariño y la comprensión de una pareja como la que encuentra el protagonista. Ambos son dos supervivientes a la deriva y necesitan de la solidaridad mutua para salir adelante.

La novela de Ángel M.ª de Lera merece una reedición para hacerla accesible a quienes se interesan por la represión de la Victoria. La decisión de editarla no depende de mi trabajo, pero si encuentro una editorial interesada haré lo posible para que Oscuro amanecer ocupe el lugar que merece entre la literatura testimonial de aquella tragedia colectiva.

 

viernes, 13 de junio de 2025

El sumario de un «dibujante retocador» de Heraldo de Madrid

Heraldo de Madrid. Fuente: Wikipedia


El maltrato a los detenidos y la tortura durante los interrogatorios policiales no dejan huellas documentales en los sumarios. Sin embargo, la lógica permite intuirlos cuando comparamos lo supuestamente declarado en la sede policial con lo reconocido en la cárcel ante el juez instructor y/o su secretario, que se desplazaban a la misma para interrogar al procesado. El contraste puede ser de matices o escaso relieve, pero a veces las diferencias son notables. Entonces cabe suponer que el detenido recibió un trato brutal hasta firmar una falsa acusación contra sí mismo o asumir como propios actos ajenos. El caso de Salvador Prieto Martínez es ejemplar en este sentido. También incluye mentiras de los agentes que le detuvieron fácilmente desmontables a partir de otros documentos incluidos en el sumario. Nadie pidió responsabilidades al comprobar lo absurdo de la primera declaración. Ni siquiera se tomó nota de unas contradicciones que dejaban en mal lugar, el de la tortura para obtener la firma en falsas declaraciones, a unos agentes que sabían de su inmunidad.

El borrador del capítulo dedicado a Salvador Prieto Martínez, una vez revisado, aparecerá en el tercer volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores, pero su versión provisional ya se puede consultar en el Repositorio de la Universidad de Alicante a la espera de posibles indicaciones o correcciones de otros colegas:

http://hdl.handle.net/10045/154630

 

martes, 10 de junio de 2025

Las fechas del Juzgado Militar de Prensa





Fachada del Ministerio del Interior, sobre proyecto de los arquitectos Manuel Ruiz de la Prada y José García Mesa, 1927 (AGMIR). Fuente: interior.gob.es
 

La historia es una tarea en permanente construcción y de autoría colectiva. La colaboración con los colegas supone un requisito asumido por quienes, a diferencia de los aficionados, nos dedicamos a la investigación en el ámbito universitario.

Hace unos días hablé con el periodista e historiador Víctor Úcar, que realiza su tesis doctoral bajo la dirección del catedrático Gutmaro Gómez Bravo (UCM). La misma guarda relación con los consejos de guerra de periodistas y escritores durante el período 1939-1945. Concretamente, se centra en la represión de quienes trabajaron en Unión Radio a lo largo de la guerra y, por su fidelidad a la II República, afrontaron problemas similares a los analizados en mis libros.

El intercambio de información se concretó en un dato que desconocía documentalmente: la fecha de la disolución del Juzgado Militar de Prensa. Hasta ahora había establecido un funcionamiento del mismo entre abril de 1939 y el verano de 1940. Me basaba en las hojas de servicios como oficiales del ejército del titular del juzgado, el capitán Manuel Martínez Gargallo, y de uno de los secretarios que actuaron en las dependencias de la plaza del Callao, 4.

La fecha del cierre no era errónea, pero ahora la podemos concretar gracias al trabajo de Víctor Úcar en el Archivo General del Ministerio del Interior (AGMI). El investigador ha localizado allí una copia de un documento cuya transcripción es la siguiente:

 

AUDITORIA DE GUERRA DEL EJÉRCITO DE OCUPACIÓN. JUZGADO MILITAR PERMANENTE N.º 18, PIAMONTE. N.º 28, segundo (Texto).

Por disposición del Excmo. Sr. Capitán General de la 1.ª Región Militar, en la orden correspondiente al 26 de julio ppd, el Juzgado Militar Permanente n.º 18 de mi cargo ha quedado constituido por el antiguo Especial de Prensa y el Permanente n.º 24, que tenía su domicilio en la Plaza del Callao, n.º 4. Lo que pongo en conocimiento a los efectos oportunos y la debida constancia en el expediente procesal de cuantos reclusos de esa prisión estuviesen a disposición de los desaparecidos Juzgados de Prensa y Permanente n.º 24, los que automáticamente pasan a mi disposición. Acúseme recibo. D.G. guarde a V. muchos años. Madrid 6 de agosto de 1940. El Juez Militar sin firma y sellado (Sr. Director de la Prisión de Conde de Toreno).

 

La transcripción de la comunicación del titular del Juzgado Permanente n.º 18 al director de la prisión de Conde de Toreno se enmarca en el intercambio de documentos sumariales entre los jueces y los responsables de los centros donde estaban recluidos quienes eran procesados y, posteriormente, permanecían en los mismos como condenados.

Lo significativo es la fecha: el Juzgado Militar de Prensa había dejado de estar operativo el 6 de agosto de 1940, al igual que el Permanente n.º 18, ambos localizados en la Plaza de Callao, n.º 4. Por lo tanto, la investigación sobre las actividades del capitán Manuel Martínez Gargallo y sus colaboradores debe circunscribirse al período comprendido entre la segunda quincena de abril de 1939 y finales de julio de 1940. Antes lo deduje por otra vía y ahora lo afirmo gracias a un documento del AGMI que prueba esta circunstancia.

La investigación de Víctor Úcar abre una nueva línea de trabajo. Dado el número de casos instruidos en el Juzgado Militar de Prensa, pocos en comparación con otros coetáneos de Madrid, cabe pensar que sus competencias fueran más allá de la instrucción de los sumarios protagonizados por escritores y periodistas.

Así lo hemos comprobado en la depuración de los miembros de la SGAE, donde el juez Manuel Martínez Gargallo estuvo presente, al igual que probablemente en las tareas relacionadas con la depuración de la APM y el Registro Oficial de Periodistas (ROP). Esta diversidad de destinos dentro del sistema represivo le obligaría a permanecer al margen de algunas tareas relacionadas con la instrucción sumarial. Lo hemos verificado gracias al análisis de más de veinte sumarios del Juzgado Militar de Prensa.

Víctor Olmos en su documentada historia de la APM publicada en 2006 indica que no hay pruebas de que la misma colaborara con el Juzgado Militar de Prensa en la instrucción de los sumarios. La prueba es que la asociación y el juzgado compartían las dependencias de Plaza de Callao y, como es lógico, no era preciso dictar una diligencia o providencia para que los archivos de la APM estuvieran al servicio de las citadas instrucciones.

Baste recordar que los secretarios del juzgado, en su informe inicial cuyo origen es un misterio, pudieron utilizar la documentación recopilada por la asociación para la depuración del colectivo periodístico. Esta documentación, supongo, desaparecería porque hubo décadas para que una entidad privada borrara las huellas de su colaboración en las tareas relacionadas con la represión del colectivo al que representa. La hipótesis, a falta de pruebas definitivas, parece plausible como punto de partida para la investigación.

Ahora, a la luz de la tesis doctoral de Víctor Úcar, cabe comprobar si el juez Manuel Martínez Gargallo y sus colaboradores estuvieron presentes en los sumarios instruidos contra quienes trabajaron en Unión Radio. Todavía es pronto para sacar conclusiones al respecto, pero esta línea de trabajo se enmarca en las previstas para la segunda fase del proyecto de investigación, que comenzará con el curso 25-26 tras la publicación de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores. En fechas próximas, explicaré los objetivos de esa fase, cuya autoría será colectiva para procurar su continuidad tras mi jubilación en junio de 2028.


Pd.: Pido disculpas a mis lectores por haberme equivocado en la elección, precipitada, de la foto que inicialmente ilustraba esta entrada. Ya ha sido reemplazada por otra cuya fuente es la web del propio Ministerio. Agradezco que los lectores me hagan saber cualquier error que cometa para su corrección, pero lamento que se haga desde el anonimato y la falta de respeto. Yo nunca contestaré en estos términos. Y todavía me parece más absurdo que alguien abra una cuenta en Blogger exclusivamente para estos menesteres amparándose en un anonimato que, me temo, no es tal.







domingo, 8 de junio de 2025

Presentación de El derecho represivo de Franco, de Marc Carrillo


 Marc Carrillo y Manuel Alcaraz en la presentación. Fuente: Información

En la entrada del 6 de marzo de 2024 di cuenta de la jornada pasada junto a Marc Carrillo, catedrático emérito de Derecho Constitucional de la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona), con motivo de la presentación de su libro El derecho represivo de Franco (1936-1975), que tuvo lugar en la Universidad de Alicante.


La grabación de la citada presentación nos permite recuperar o conocer una auténtica lección magistral acerca del derecho represivo que caracterizó la dictadura del general Franco. El acto también contó con la presencia de Manuel Alcaraz, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Alicante, y supuso la oportunidad de ordenar conceptos en un tema complejo y presente en mis libros sobre los consejos de guerra de periodistas y escritores, solo posibles gracias a la colaboración que mantengo con distintos juristas y colegas de Derecho.



sábado, 7 de junio de 2025

Rafael Altamira, republicano y exiliado (y 2)


 Fuente: web de Antena 3

Una vez exhumados del Panteón Español de México, el pasado 10 de febrero de 2025 los restos mortales de Rafael Altamira y su esposa Pilar Redondo fueron inhumados en un mausoleo del cementerio de El Campello (Alicante). Las instituciones locales y nacionales respondieron así al deseo del ilustre exiliado, que siempre añoró las tierras alicantinas y manifestó su voluntad de reposar tras una vida de viajero cosmopolita allá donde nació.



Rafael Altamira y su esposa Pilar. Fuente: ABC

El acto de reparación presidido por S.M. Felipe VI debió ser un motivo unánime de alegría y reconocimiento para quienes comparten el deseo de convivencia en un clima de libertad. Sin embargo, hubo una voz discordante que cuestionó la condición de exiliado y republicano del insigne jurista en contra de lo afirmado por una amplia bibliografía académica. Este ejercicio de revisionismo lindante con el terraplanismo corrió a cargo de dos concejales del ayuntamiento de El Campello. Según lo publicado en la prensa, José Manuel Grau y María Jesús Bernabéu no solo negaron las propias declaraciones de Rafael Altamira como exiliado y republicano, sino que añadieron una boutade propia de las guerras culturales en las que algunas han encontrado un caladero de votos: «Si viviera hoy, nos votaría a nosotros» (Información, 7 y 8-II-2025).

Si Rafael Altamira viviera hoy, no sería el Rafael Altamira que conocemos como personaje histórico. Esta evidencia requiere la misma explicación que la negativa a admitir el terraplanismo del planeta, pero tal vez sea preciso recordarla para conocimiento de quienes, unas semanas antes y en el Ayuntamiento de Elche, ante la petición de la anulación del proceso a Miguel Hernández, pidieron que la misma se extendiera al seguido contra García Lorca (Información, 27-IX-2024 e Infolibre, 30-IX-2024). Si al cabo de casi noventa años no hemos localizado los restos del poeta fusilado, dudo que algún historiador aborde el imaginario consejo de guerra de quien acabó en un barranco por un fusilamiento extrajudicial.

Las boutades de quienes, sin una formación como historiadores, buscan titulares para rebatir lo investigado en las universidades y divulgado hasta el punto de ser una evidencia comúnmente aceptada, son cada vez más frecuentes. En esta ocasión, tuve la oportunidad de recordar la condición de Rafael Altamira como republicano y exiliado en una entrada de este blog publicada el 8 de febrero de 2025. Pronto, en apenas unas horas, tuvo varios centenares de visualizaciones y todavía es consultada. Tal vez porque hay una necesidad de negar el absurdo de quienes nunca consultan las fuentes documentales y bibliográficas ya que les resulta más rentable, electoral y mediáticamente, soltar una ocurrencia al gusto de sus votantes.

Gracias a mis compañeros del Centro de Estudios Mario Benedetti, y en el marco de una jornada en homenaje a mi añorada amiga M.ª Ángeles Ayala, que dedicó años de su trayectoria como investigadora al estudio de la obra de Rafael Altamira, el pasado 19 de mayo tuve la oportunidad de recordar una evidencia: el ilustre jurista fue un partícipe del exilio republicano.

La charla de unos veinte minutos quedó grabada para los posibles interesados en el tema y constituye un nuevo ejemplo de una circunstancia que caracteriza, por desgracia, nuestra actualidad: la necesidad de combatir las ocurrencias que, contra toda evidencia documental, esparcen quienes apuestan por el terraplanismo como banderín de enganche electoral.