domingo, 23 de marzo de 2025

Un nuevo libro: Perder la guerra y la historia


El pasado 19 de marzo fue publicada la segunda entrega, Perder la guerra y la historia, de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores durante el período 1939-1945. Los ejemplares quedarán a la venta el 7 de abril. Dado el interés despertado entre los historiadores y periodistas, durante ese mes y en mayo haré varias presentaciones. La promoción se ajustará a la modestia habitual en un libro universitario, pero espero que permita agotar la tirada, como está a punto de suceder con la primera entrega de la trilogía: Las armas contra las letras. No obstante, en 2028 los textos de los tres libros acabarán en una web de acceso libre dedicada a la represión sufrida por los periodistas y escritores durante la posguerra.
Mientras tanto, ya he terminado de redactar el tercer volumen de la trilogía, que responderá al título de La colmena en recuerdo de la imprescindible novela de Camilo J. Cela. Ahora queda pendiente una lenta tarea para repasar el texto, completar la documentación con nuevas consultas en los archivos y, posteriormente, conseguir los informes favorables que permitan la publicación de esta investigación universitaria cuyo índice es el siguiente:

-       El sumario de Martín Marco, poeta ultraísta

-       El himno republicano de los hermanos Anaya Ruiz

-       La singular trayectoria de Eduardo Bort-Vela

-       El destino de los Vivero

-       La denuncia de un perdedor

-       La «labor mecánica» de Antonio Nicas

-       El «comité rojo» de ABC

-       Los sumarios de tres censores de prensa

-       Elías Palma, el escritor desconocido

-       Las condenas de Ángel M.ª de Lera y Juan A. Gaya Nuño

-       De Hollywood al juzgado: Baltasar Fernández Cue

-       Un «periodista liberal»: Carlos Pérez Merino

-       Un «dibujante retocador» de Heraldo de Madrid

-       Los «cachetes» nunca perdonados de Pedro Luis de Gálvez

-       Alejandro Gaos, poeta y catedrático

-       El destino trágico de un dandi: Antonio de Hoyos y Vinent

-       Un poeta «con el puño en alto»: Jesús Menchén Manzanares

-       La trayectoria del alférez Baena Tocón

-       Bibliografía

Hace una década comencé mis trabajos sobre este episodio de la represión franquista. Ahora, una vez redactados unos mil quinientos folios, empiezo a ver el final de una investigación que esta misma semana ha tenido dos nuevos frutos: la participación en el volumen Ángeles y demonios, editado por la SGAE, y una conferencia sobre los consejos de guerra de periodistas y escritores impartida en un curso celebrado en el Instituto Fernando el Católico con la organización de dos compañeros de la Universidad de Zaragoza, Sergio Calvo y Ana Asión.




La conferencia la impartí por videollamada porque estos días me toca trabajar junto con mi abogado en el recurso que vamos a presentar a la sentencia dictada por un juzgado de Cádiz. La defensa de la libertad de expresión, investigación y cátedra merece que se haga un buen trabajo, tanto desde el punto de vista jurídico como histórico. Afortunadamente cuento con juristas e historiadores que no solo me animan en esta tarea, sino que también me están ayudando.




Por último, el pasado día 20 tuve la oportunidad de entrevistarme en la Universidad de Alicante con Ximo Puig, ex president de la Generalitat Valenciana y actual embajador de España en la OCDE. El encuentro permitió intercambiar información sobre temas de interés común como las obras de Rafael Altamira y Miguel Hernández e, interesado por la reciente sentencia, Ximo Puig me transmitió su solidaridad y preocupación. De hecho, este próximo otoño participaré en una sesión organizada por el Parlamento Europeo para hablar del poeta y exponer los problemas que padezco como historiador por haber investigado su consejo de guerra.

Durante estos días he recibido unos quinientos mensajes de solidaridad de los colegas universitarios. La preocupación es evidente, pero también la voluntad de seguir trabajando en el conocimiento de la historia. Así lo haremos con las publicaciones arriba referidas y otras iniciativas en marcha, siempre que la salud nos acompañe. 


sábado, 22 de marzo de 2025

Los espacios de representación. H.ª del teatro del Siglo de Oro (9)


El dicho de que más vale una imagen que mil palabras a menudo es falso porque minusvalora el poder evocativo o explicativo del discurso oral. No obstante, para conocer los espacios escénicos del Siglo de Oro, especialmente los corrales de comedias, conviene acudir a las imágenes y los vídeos que están a nuestro alcance en You Tube. 
Así podremos completar lo expuesto en los apuntes de la asignatura depositados en el Repositorio de la Universidad de Alicante, concretamente el capítulo comprendido entre los folios 92 y101. Repasad los mismos haciendo hincapié en la pluralidad de espacios de acuerdo con el esquema del profesor José M.ª Díez Borque (f. 94), examinad las imágenes reproducidas a continuación y, finalmente, consultad los vídeos abajo indicados, especialmente los dos elaborados por la UNED porque explican de manera didáctica numerosos puntos ya expuestos en clase.














Estas últimas imágenes de ficción corresponden al film Lope (2010), que recrea los primeros pasos del autor en el mundo del teatro.

martes, 18 de marzo de 2025

Enric Marco y la impostura


 

El impostor es una figura negativa en términos éticos, pero goza de enormes posibilidades en la ficción. A diferencia del mentiroso más o menos ocasional, el creador de una impostura a la búsqueda de una identidad personal debe recurrir a una mentira tan sistemática como coherente. El resultado es una personalidad alternativa con respecto a la realidad. La invención disfruta de las licencias de lo ficticio y, además de resultar satisfactoria o compensatoria para quien la crea, hasta puede ser puesta al servicio de causas nobles.

Hace años, con motivo de la preparación de La memoria del documental (Universidad de Alicante, 2014), me topé con el caso paradigmático de Enric Marco Batlle (1921-2022). El consiguiente escándalo, cuando se descubrió su verdadera personalidad después de engañar a todo el mundo, estalló hacia 2005. Le dediqué un capítulo del libro -«Las trampas de la memoria» (pp. 61-75)- y desde entonces me interesa saber de su «prodigiosa destreza fabuladora» como impostor. Hasta tal punto que, como reconociera Mario Vargas Llosa, «él mismo es una ficción, pero no de papel, de carne y hueso» (El País, 15-V-2005). Al cabo de los años, el verbo hay que ponerlo en el pasado de alguien fallecido.

El film Marco (2024), de los cineastas vascos Jon Garaño y Aitor Arregui, ha vuelto a poner de actualidad esta singular figura que cuenta con una excelente novela de Javier Cercas: El impostor (2014). La coincidencia en el tiempo de mi libro y este último título, una de las mejores obras del novelista extremeño, impidió que me interesara por saber acerca de la relación entre Enric Marco y Javier Cercas. Al cabo de los años, supe que tuvo episodios curiosos como la escena del citado film donde el impostor aparece en una presentación de la novela e irrumpe con descalificaciones hacia el autor, a pesar de que el mismo le invita a debatir en público. De hecho, Enric Marco vivió sus últimos años obsesionado con quien le había dedicado una novela que nunca pretende descalificarle, pero que revela sus artes y posibles motivaciones para convertirse en un deportado de los campos de concentración nazi, aunque en realidad fue un voluntario trabajador en aquella Alemania de Hitler.

El «aguafiestas» de la impostura de Enric Marco fue mi colega Benito Bermejo, un historiador que ha desarrollado una magnífica labor acerca de la presencia de los españoles en los campos de concentración. Fruto de la misma, y de la consiguiente precaución a la hora de dejarse llevar por la memoria o los testimonios de los protagonistas, fue el desenmascaramiento de Enric Marco, que había llegado a liderar el colectivo de los represaliados españoles.

Benito Bermejo contrapuso la documentación conservada con la impostura sostenida por el catalán durante años. La falsedad de esta última quedó evidenciada en 2005. Nadie dudó al respecto, pese al dolor y la vergüenza provocados en el colectivo de los represaliados y de quienes les apoyan. Afrontar la realidad, tan compleja como desagradable a menudo, resulta duro cuando se ha disfrutado con una ficción.




Sin embargo, Enric Marco -como indica el film- nunca aceptó haber cometido una impostura. Hasta su fallecimiento, y con una insistencia digna de un estudio psicológico, defendió públicamente «su verdad»; es decir, una mentira puesta al descubierto por el trabajo de un historiador.

El comportamiento de Enric Marco merece una reflexión porque la suya no es una reacción aislada. Yo mismo, en mis trabajos sobre los consejos de guerra de periodistas y escritores, he encontrado casos similares. Si la impostura es el fruto de una memoria ajustada con las necesidades del presente, nunca una documentación o el desarrollo de una investigación historiográfica supone su final y el consiguiente reconocimiento de la mentira sostenida o el error cometido.

Puestos a vivir en una consoladora impostura, quienes recurren a la misma como Enric Marco prefieren mantenerla contra viento y marea para evitar la depresión o la vergüenza. Nadie duda de su derecho a mentir cuando recurren a la memoria personal, pero la obligación de los historiadores pasa a menudo por ser unos aguafiestas de esa ficción tan consoladora. Benito Bermejo salió indemne. Yo no he tenido la misma suerte, aunque -al final- prevalecerá la historia sobre la impostura.

La mirada del documental. Memoria e imposturas se puede adquirir en:

https://publicaciones.ua.es/libro/la-mirada-del-documental_128164/


sábado, 15 de marzo de 2025

Tres conferencias sobre Lope de Vega. H.ª del teatro del Siglo de Oro (8)


La asistencia a una serie de conferencias debiera ser una práctica habitual en cualquier curso universitario. Las clases teóricas y prácticas permiten abordar el conjunto del temario. Sin embargo, esa materia ha de ser completada con las correspondientes fuentes bibliográficas y, si es posible, la asistencia a espectáculos teatrales y conferencias programadas en un entorno cercano.
La bibliografía recomendada siempre permanece accesible en nuestras bibliotecas universitarias, a menudo solitarias. La circunstancia no es tan favorable en lo que respecta a los espectáculos, que dependen de una cartelera cuyos responsables no pueden programar en función de un determinado curso universitario. Tampoco suele ser fácil asistir a un ciclo de conferencias sobre nuestro temario e impartidas por destacados especialistas.
Gracias a Internet, esta dificultad puede ser superada mediante la visión de los espectáculos en grabaciones como las de la Teatroteca del Ministerio de Cultura, que nunca sustituyen a una representación en directo, pero nos aportan una experiencia aproximada y suficiente para valorar una determinada puesta en escena.
Las conferencias también pueden ser grabadas y, si se hace con los debidos medios, el resultado es excelente de cara a su comprensión y seguimiento. Así sucede con las celebradas en la Fundación Juan March, de Madrid, que se pueden consultar en su canal de You Tube.
Para la preparación de nuestras clases sobre Lope de Vega disponemos de tres excelentes conferencias impartidas por los catedráticos Felipe Pedraza, de la Universidad de Castilla La Mancha, y Javier Huerta, de la Universidad Complutense de Madrid. El primero traza la trayectoria biográfica y teatral del autor dramático y el segundo, con la ayuda de unos intérpretes, nos explica el concepto del héroe colectivo en la tercera obra incluida en nuestro temario: Fuenteovejuna.
Un estudiante debe asistir a una conferencia provisto de lápiz y papel. También sirve cualquier otro instrumento para tomar notas. Lo importante es permanecer atentos, escuchar la exposición y anotar lo fundamental para incorporarlo a nuestro bagaje de cara a la preparación de la asignatura. Así, pues, disfrutemos de este ciclo de conferencias mientras procedemos a la visión y lectura de Fuenteovejuna. 






viernes, 14 de marzo de 2025

El derecho al recuerdo, la sentencia y la solidaridad


Algunas semanas duran meses. El lunes, con la llegada de la sentencia, me pareció estar en un mundo absurdo donde cualquier atisbo de racionalidad queda aplastado por la fuerza de los hechos. Yo creía vivir en una España donde la libertad de expresión, que nunca es un derecho absoluto, estaba amparada por la legislación y quienes son responsables de hacerla cumplir. Ahora, con desesperanza, empiezo a tener dudas y la tentación de echar la toalla es demasiado tentadora porque estoy cansado de luchar por lo que debiera ser obvio en una democracia avanzada.

Los nervios afloraron el lunes y el martes. Procuro ser una persona sosegada, pero la situación me traicionó y pido disculpas públicamente a quienes pudiera haber molestado con mis reacciones o palabras. Nadie en concreto tiene la culpa de lo sucedido y, sobre todo, hay cauces para buscar una solución jurídica a la actual situación. Solo cabe esperar que más altas instancias la resuelvan y, por supuesto, mi voluntad es acatar cualquier sentencia, aun en el caso de que la considere injusta o inmotivada.

En este sentido, y ante la evidencia de que a una jueza le han parecido ofensivas algunas frases de mis artículos, los he retirado de la red a la espera de que otras instancias se pronuncien al respecto. Yo no escribo trabajos universitarios para ofender. Puedo equivocarme en ocasiones o caer en valoraciones demasiado subjetivas, pero nunca con el deseo de ofender y menos en relación con personajes históricos.

Ahora bien, la sentencia resulta difícil de entender cuando me condena por recordar como «tenebroso» a un protagonista de mis trabajos. El adjetivo es sinónimo de oscuro o sombrío y, como catedrático de Literatura Española, nunca lo habría relacionado con un insulto. Estos días he preguntado a varios compañeros y nadie, absolutamente nadie, vincula el calificativo de tenebroso con lo ofensivo. Tal vez estemos equivocados, pero nuestra labor es velar por la transmisión del idioma en las aulas y se nos supone un cierto dominio del mismo.

El desconcierto, en realidad, viene porque lo tenebroso era un recuerdo que como tal remite a la memoria personal. En este caso, se trataba de un recuerdo compartido con quienes han estudiado la terrible realidad de los consejos de guerra y, además, con los familiares de las víctimas de aquella represión. Todos sentíamos desasosiego al recordar los episodios y las personas de un sistema represivo contrario a los más básicos derechos humanos. Y del mismo se deriva un recuerdo que podemos calificar como tenebroso, oscuro, sombrío… También terrible por la violencia.

Lo importante no es tanto el adjetivo como que el mismo califica algo personal y subjetivo. Una experiencia o una persona puede ser motivo de un recuerdo luminoso o tenebroso. Esa valoración depende de nuestra memoria del pasado y, hasta donde mis conocimientos alcanzan, nadie debiera imponernos algo propio de nuestra intimidad, aunque la compartamos.

El recuerdo lo podemos explicitar por escrito, pero nunca deja de ser nuestro. Incluso cuando resulta compartido dentro de un colectivo más o menos amplio, Si una sentencia condena un recuerdo, sea el que fuere, entra en un espacio donde dudo que haya jurisprudencia. Y si, además, lo hace con vistas al futuro, menos todavía porque supondría autocensurarse hasta en lo más íntimo o personal.

Por esta y otras razones hemos pedido una aclaración de la sentencia. La habrá y espero que mis temores sean infundados. Mientras tanto, tengo algo claro: la voluntad de seguir haciendo mi trabajo sigue firme. Este mismo mes se concretará en tres nuevas publicaciones. Ninguna de ellas tiene voluntad de ofender, sino de conocer y compartir porque forman parte de mi trabajo como funcionario al servicio de la comunidad que me paga.

Y siempre, cuando peor estás y tienes ganas de tirar la toalla, vienen los ánimos de quienes te acompañan. Mi condena, recurrible, ha despertado una reacción de solidaridad que no esperaba y agradezco muchísimo. Incluso me ha emocionado más allá de lo aconsejable a mi edad.

Por eso debo cerrar el capítulo de la sentencia y volver al trabajo cotidiano que incluye propuestas tan atractivas como presentar mis trabajos en la provincia de Cádiz y desplazarme este otoño al Parlamento Europeo para dar traslado de mi experiencia por los problemas sufridos como historiador dedicado a la memoria histórica. Espero, para entonces, tener claro si mi recuerdo es tan libre como subjetivo, aunque lo comparta en un libro.

Pd.: Los artículos vuelven a estar en la red por indicación de mi abogado dado que serán presentados en el recurso y deben estar a disposición de la Audiencia Provincial de Cádiz. 

Pd.: La solidaridad de los compañeros universitarios ha sido notable durante estos días. En las redes sociales más de quinientas personas se han manifestado en este sentido. Asimismo, he recibido numerosos correos de colegas de diferentes áreas interesándose por la sentencia y apoyándome para que recurra. Incluso me han ofrecido dinero en el caso de que deba pagar, circunstancia que todavía está lejos en el tiempo, si es que llega.
No obstante, de todas las iniciativas yo destacaría las de la Asociación de Historia Contemporánea y la Asociación de Historiadores de la Comunicación, cuyos comunicados reproduzco a continuación:


Solo me queda mostrar el agradecimiento a mis compañeros y el compromiso de seguir adelante para preservar la libertad de expresión, de investigación y de cátedra.

martes, 11 de marzo de 2025

Miguel Hernández, «jefe de prensa en la Dirección General de Seguridad»


 

La atenta lectura de la sentencia dictada por la titular del Juzgado de Primera Instancia n.º 5 de Cádiz me ha generado numerosas dudas. Tantas que mi abogado José Luis Romero ha solicitado una aclaración de sentencia para saber a qué atenernos. A estas alturas desconocemos el alcance de la condena y la forma en que se podría concretar en la práctica. 

De hecho, he renunciado a participar en un congreso organizado en la Universidad de Zaragoza porque la sentencia también afecta a los trabajos que «pudiera hacer en el futuro» en relación con el alférez Baena Tocón. Mi abogado me indica que las condenas a futuro, salvo en casos muy específicos, están prohibidas por la doctrina del Tribunal Constitucional. No obstante, y ante la posibilidad de dar una conferencia sobre los consejos de guerra condicionada por la sentencia del juzgado gaditano, he optado por mantenerme en silencio para evitar nuevas condenas. 

Asimismo, he dado orden de retirar de Internet los dos artículos comprendidos en la condena porque, estando ya rectificados de forma voluntaria, la sentencia me obliga a rectificarlos. Antes de que el texto de los mismos deje de ser el que voluntariamente redacté, prefiero hacerlos desaparecer, aunque uno de ellos permanecerá en la edición original de la revista ALEC que, por ser norteamericana, queda fuera de la jurisdicción española. 

Mientras tanto, y dejando al margen las cuestiones jurídicas como aducir una ley derogada, la de Memoria Histórica de 2007, y obviar la vigente de 2022, he encontrado en la sentencia algunas afirmaciones de carácter histórico de las que, tras compartirlas con especialistas en la obra de Miguel Hernández, seguimos ignorando su procedencia o razón de ser, aunque las intuimos.

En el folio 13, penúltimo párrafo, la sentencia resume un documento de la demanda no contrastado con las fuentes originales del AGHD y dice lo siguiente: «Aparece asimismo la providencia firmada por el Juez, dando fe un secretario, cuya firma no es del Sr. Baena Tocón, de fecha 30 de enero de 1940, en que expresamente se delega al secretario Alférez para investigar las actividades de Miguel Hernández como Jefe de prensa en la Dirección General de Seguridad».

Esta documentación la presenta el demandante y la hace suya la magistrada del juzgado gaditano como prueba de las intervenciones del alférez Baena Tocón en el sumario 21001, el único que la jurista maneja en la sentencia para establecer las funciones del secretario judicial y rebatir mis «extralimitaciones» al respecto basadas en el análisis de más de cien sumarios del AGHD. 

Consultada la edición facsímil del consejo de guerra de Miguel Hernández que publiqué con el Ministerio de Defensa y la Universidad de Alicante en 2022, encontramos que con esa fecha del 30 de enero de 1940 solo hay un documento de la Auditoría de Guerra del Ejército de Ocupación (p. 81).

Por lo tanto, nada se dice en esa fecha de una providencia, que sería sorprendente dado que Miguel Hernández ya estaba sentenciado desde el 18 de enero de 1940. Dejando al margen la incógnita acerca de la providencia, suponemos que el «secretario Alférez» al que se refiere el texto citado es el señor Baena Tocón. De ser así, se le delegaría para realizar una investigación, circunstancia que prueba la multiplicidad de facetas desempeñadas al margen de las estrictamente propias de un secretario. Hay otras muchas pruebas en este sentido en mis libros, pero los mismos -salvo en el caso de Nos vemos en Chicote- quedaron al margen del juicio por intromisión en el honor del alférez Baena Tocón.

El objeto de la investigación derivada de la supuesta providencia es sorprendente: «las actividades de Miguel Hernández como Jefe de prensa en la Dirección General de Seguridad». La fecha del destino queda sin especificar, pero lo llamativo es que el secretario de un juzgado instructor investigue las actividades de un condenado a muerte. En cualquier caso, debiera ser antes de condenarle y durante la fase de instrucción. 

Tampoco parece tener sentido pensar que, poco después de dictarse la sentencia que le condenó a muerte, el poeta estuviera destinado en la Dirección General de Seguridad como destacado órgano de la represión franquista. Resulta absurdo imaginar a Miguel Hernández esperando el «enterado de S.E.», el general Franco, mientras ejercía de «Jefe de prensa en la Dirección General de Seguridad».

Llegados a este punto, ¿qué podemos deducir del sorprendente párrafo de la sentencia? La fecha no corresponde con una providencia, la misma carece de sentido en ese momento procesal y, por último, resulta absurdo vincular al poeta con esa labor en la Dirección General de Seguridad. Mis consultas a varios compañeros confirman este último punto.

Por lo tanto, y salvo que medie una explicación por parte del demandante y la magistrada que ha redactado la sentencia, nos encontramos ante datos probablemente erróneos que no solo dan cuenta de una circunstancia carente de sentido, sino que también podrían constituir una grave ofensa para la memoria del poeta recientemente reconocido como víctima del franquismo. El Miguel Hernández condenado a muerte nada tenía que ver con la Dirección General de Seguridad ni jamás ejerció de jefe de prensa en la misma.

Este párrafo tan sorprendente se encuentra en una sentencia donde se me condena por haber «plagado» un «estudio» no concretado con «afirmaciones excesivamente sensacionalistas o inexactas en relación con el contexto social derivado de la guerra civil y la posguerra y la figura del Sr. Baena Tocón» (fol. 17). Las mismas, según la magistrada, han supuesto una intromisión en el honor del alférez que, probablemente, debía investigar tan singular e improbable destino del poeta. 

Por cierto el destinado como jefe de prensa en la Dirección General de Seguridad durante la etapa republicana y luego investigado como tal para su posterior condena a muerte era el escritor Diego San José, cuya presencia en el sumario 21001 de Miguel Hernández es nula, salvo que alguien con pretensiones de historiador haga fotocopias de ambos sumarios, las mezcle y no utilice fuentes fiables.

Por supuesto, si los responsables de esta probable tergiversación de una documentación presentada en una demanda judicial y recogida en la sentencia me demuestran mi equivocación, estoy dispuesto a reconocer el error porque el trabajo del historiador supone una continua rectificación a la luz de nuevos testimonios y documentos.

Pd. En la misma sentencia del juzgado gaditano, folio 19, se ampara como víctima de la Guerra Civil al alférez Baena Tocón de acuerdo con la Ley 52/2007. Dicha ley quedó derogada por la disposición derogatoria única de la Ley 20/2022, art. 2, apartado a. Esta última, en su art. 3, habla de las víctimas como el alférez, pero también en sus artículos 4 y 5 del carácter ilegal e ilegítimo de los órganos represivos donde actuó el secretario judicial.

Salvo error por mi parte, no cabe en una sentencia judicial aducir una ley derogada y obviar otra vigente, que a tenor de lo desarrollado en los dos últimos artículos citados tiene una incidencia decisiva en el sentido de la propia sentencia. La valoración de esta actuación judicial no me compete, a diferencia de mi defensa contra quien me condena por una mala práctica profesional siendo un docente con seis tramos de investigación reconocidos por la CNEAI que, tras publicar cuarenta libros, está a punto de jubilarse como catedrático emérito de su universidad.

Incluyo a continuación la entrevista concedida a la Cadena SER:

https://cadenaser.com/comunitat-valenciana/2025/03/13/rios-carratala-si-no-recurro-la-sentencia-se-conseguira-acabar-con-la-investigacion-en-este-pais-y-habra-triunfado-la-censura-radio-alicante/

lunes, 10 de marzo de 2025

Un mal día para la libertad de expresión


Hace unos meses, el señor José Francisco Baena González publicó en Facebook este comentario dejando entrever mi relación, en compañía de «uno de sus [mis] hijos», con el rodaje de una película pornográfica en la Universidad de Alicante. Al margen de la falsedad, el tono del mismo es coherente con otros muchos comentarios en las redes sociales y con los insultos que me dirigió en su web. Ahora creo que los ha borrado, pero en su día fueron presentados en sede judicial y constan en mi respuesta a su demanda.
Todos estos insultos, difamaciones y descalificaciones vertidos a lo largo de seis años han quedado impunes por estar, supongo, amparados en la libertad de expresión del señor Baena González. Tampoco han condicionado la estimación de la demanda, a pesar de la jurisprudencia en este sentido.
Sin embargo, la titular del juzgado que tenía conocimiento de estos textos me acaba de condenar por intromisión en el honor del padre del demandante, el alférez Baena Tocón, al considerar que mis valoraciones de la labor realizada por este oficial, publicadas en diversos trabajos universitarios, no están amparadas por la misma libertad de expresión que permite al demandante insultarme de forma reiterada y grave.
Sencillamente, no lo entiendo y, puesto al habla con mi abogado, voy a recurrir la sentencia. 
Mi valoración puede ser errónea y estoy a la espera de opiniones más autorizadas, pero tengo la impresión de que esta sentencia es propia de épocas felizmente superadas por quienes creemos en la libertad de expresión, de investigación y de cátedra. 

Pd.: Después de un día con muchos nervios, debo indicar que las supuestas declaraciones recogidas en Alicante Plaza en realidad solo eran fruto de una conversación con mi amigo y periodista Daniel Terol. Las sentencias pueden resultar insólitas, pero nunca ser demenciales. El tono coloquial de una conversación entre amigos nunca puede ser tomado como una declaración a un medio de comunicación.
La sentencia, leída con tranquilidad y en mi opinión, incluye errores históricos, atribuciones erróneas de conclusiones que nunca he puesto por escrito, frases incorrectas o de difícil comprensión por su  redacción...  Y, sobre todo, me condena a rectificar lo ya rectificado desde 2021 y hasta ampliado en posteriores trabajos con nueva documentación. Resulta difícil de entender.
No obstante, lo más doloroso es que, después de seis años recibiendo todo tipo de insultos y descalificaciones, he sido condenado por recordar a un personaje histórico como tenebroso, que es sinónimo de oscuro y forma parte de mis recuerdos compartidos con las víctimas y sus familiares. Lo verdaderamente tenebroso, y algo mucho más grave para los derechos humanos, fue todo el sistema represivo de aquella posguerra que terminó con cincuenta mil fusilados. La vigente Ley de Memoria Democrática, obviada en la sentencia por razones que ignoro, así lo establece.


sábado, 8 de marzo de 2025

El caballero de Olmedo y Eduardo Vasco. H.ª del teatro del Siglo de Oro (7)


 

A diferencia de lo establecido en las preceptivas derivadas de la poética aristotélica, el término «comedia» durante el Siglo de Oro no sirve para denominar un género teatral, sino que es sinónimo de obra dramática, entendida esta como «poema mixto», es decir, aquel que integra elementos propios de la tragedia y la comedia.

En las sesiones teóricas hemos explicado el objetivo de esta opción creativa como respuesta a las heterogéneas demandas del público de los corrales de comedias. El resultado es una comedia, una obra teatral, donde los espectadores encuentran la combinación de distintos elementos, desde los propios de la comedia como género hasta los habituales en la tragedia, pasando por otros de distinta procedencia.

El principal desafío para un poeta dramático de la época es combinar estos elementos heterogéneos sin menoscabo de la coherencia del resultado final. Lope de Vega fue un maestro en este sentido. Dos de las claves para conseguirlo son la dosificación de lo cómico/trágico y la ubicación de lo repartido a lo largo de esa comedia. En unos casos, como en La dama boba, predomina el elemento cómico como constante de la obra y en otros, como en El caballero de Olmedo, Lope de Vega concede mayor protagonismo al componente trágico y circunscribe lo cómico a las primeras escenas para que no anule el efecto final propio de una tragedia.

En este marco barroco de mezclas frente a la decantada rigidez clasicista, resulta difícil encontrar una comedia pura y, sobre todo, ninguna tragedia en el sentido clásico del término triunfó en los corrales de comedias. La combinación de ambos géneros forma parte de la idiosincrasia del teatro del Siglo de Oro.




El caballero de Olmedo (1620), una obra propia de una madurez creativa que también se percibe en su perfección técnica, se acerca bastante al modelo de la tragedia en el lenguaje poético, la condición de los protagonistas y en la combinación del amor, la muerte y el destino subrayada por Francisco Rico en su introducción a la edición de Cátedra. El conjunto remite a lo trágico, a pesar de la presencia del inevitable gracioso (Tello) o la inclusión de personajes como la celestinesca Fabia que, junto con el anterior, protagoniza escenas propias de una comedia por estar basadas en un ardid para engañar al padre de doña Inés.

Don Alonso es un noble personaje trágico, a pesar de su interacción con Tello o su interesado, aunque innecesario, recurso a las tercerías de Fabia para conseguir una favorable respuesta amorosa de doña Inés. Apuesto, valeroso, virtuoso y enamorado, sin transgredir jamás el sentido del decoro que corresponde a un caballero, don Alonso aparece desde el principio abocado a un destino fatal que no debe eludir y se concreta, como es habitual en el género, en la muerte tan violenta como injusta.

La popularidad de la seguidilla en la que se basa Lope de Vega para escribir la obra permite suponer que buena parte del público conocía de antemano el fatal desenlace. El mismo también se corresponde con unos hechos históricos recreados con la libertad habitual en las obras dramáticas de la época. La sorpresa apenas cabe en este sentido. Esa ausencia de enredos o giros argumentales -como los vistos en La dama boba- guarda relación con una trama límpida, sencilla y clara que debe aparecer enmarcada en una sobria escenografía. La utilizada en la puesta en escena de Eduardo Vasco es un buen ejemplo.

La trama debe ser tan límpida, incluso lineal, como interesante. La clave es saber mostrar en la primera jornada el valor y la virtud del caballero irremediablemente enamorado, que es correspondido por la virtuosa dama desde el principio, para apreciar el dramatismo de su injusta muerte a manos de un traidor dominado por los celos, la envidia y las pasiones como es don Rodrigo, su contrapuesto rival.




Don Alonso ejemplifica los rasgos habituales del héroe lopesco: la nobleza de la sangre, el valor personal, la apostura como sinónimo de virtud, la sensibilidad amorosa y la apuesta por la aventura y el riesgo que le hace arrostrar los peligros siendo también el amor, componente imprescindible, una aventura rodeada de dificultades. Con esta caracterización, según Eduardo Vasco, inicia una comedia de capa y espada que se tuerce y poco a poco se convierte en tragedia.

La caracterización de Tello, de acuerdo con lo propio del gracioso como tipo de estas comedias, supone un abierto contraste con don Alonso por su comicidad, prosaísmo, picaresca, fanfarronería y venalidad. Así protagoniza los momentos cómicos de las primeras escenas. No obstante, siempre -hasta el trágico desenlace- se mantiene fiel a su señor y se ennoblece cuando pide venganza al rey en nombre del asesinado. La condena dictada por el monarca supone un reconocimiento de su fidelidad.

La imaginación de Tello se pone a disposición de su señor en materia de amores y conquistas. Ambos recurren a las artes celestinescas de Fabia para que doña Inés muestre su aceptación de don Alonso. El empeño del virtuoso enamorado -tan distinto del Calisto de Fernando de Rojas- da pie a unas escenas iniciales donde la comicidad está presente mediante un ingenioso juego de engaños. No obstante, en realidad el arte celestinesco de Fabia resulta innecesario porque doña Inés está enamorada desde el principio y lo acepta.

El obstáculo para la feliz culminación de esa relación amorosa no radica en la figura del padre de la dama, sino en un caballero tan apasionado como oscuro que, derrotado, es capaz de espolear a otros recordando la condición de sujeto foráneo de su rival. Don Rodrigo será el responsable de la muerte a traición de don Alonso, pero también actúa la fuerza del destino, cuyos avisos -múltiples y repartidos a lo largo de la obra- son ignorados por un héroe trágico sin derecho al miedo o a evitar la propia muerte.

Don Alonso es un héroe trágico y. como tal, desoye los avisos de la inminente muerte, bien dosificados, diversificados y repartidos por Lope de Vega manteniendo un aire misterioso a lo largo de la obra. Su legendario valor mostrado en la fiesta de los toros se reafirma ante cualquier peligro. Así lo vemos con creciente emoción. La inevitabilidad del destino trágico conmueve al público cuando el protagonista es un enamorado virtuoso y valiente que merece mejor suerte.

El traicionero asesinato de un caballero enamorado y correspondido no puede quedar impune en una comedia del Siglo de Oro. Una vez conseguido el conmovere por la felonía cometida, subrayada por la cobardía del asesino, la justicia poética -cuya mano ejecutora es el rey- actúa para recomponer la situación de acuerdo con el docere de las funciones teatrales. La virtud del protagonista no queda recompensada más allá de la memoria concretada en la seguidilla, pero la maldad del antagonista recibe un castigo ejemplar.

Tello demuestra su amor a don Alonso, le atiende hasta el último momento y, armado de valor, acude al rey para que con su autoridad dicte sentencia. La respuesta del monarca, llegado para impartir justicia, es tan expeditiva como contundente. La justicia poética no puede devolver la vida a don Alonso, pero recompone la situación quebrada por el acto criminal de don Rodrigo, un ejemplo del mal amor frente al bueno de la pareja formada por don Alonso e Inés donde la armonía entre iguales resulta equiparada a la virtud.

Las habituales bodas de las comedias con desenlace feliz aquí quedan sustituidas por la justicia poética impartida por la autoridad del monarca. Una vez dictada la sentencia, tan drástica como inapelable, la obra termina con el drama de un amor frustrado. Solo cabe recrearlo porque el final ya era conocido gracias a la seguidilla popularizada por entonces. 

La muerte del protagonista no supone la desesperanza. La armonía y el orden rotos por el mal amor-pasión de don Rodrigo quedan recompuestos por la autoridad de un monarca constituido en juez. Así, aparte de conmoverse con un final necesario en el ámbito de la tragedia, el público reafirma su confianza en el papel desempeñado por el rey o, si media una lectura más actual, en el papel desempeñado por aquellos que desde la fidelidad y la memoria reclaman justicia.

La preparación de la práctica se debe completar con las ediciones críticas de la obra, en especial la preparada por Francisco Rico, y la consulta de estos vídeos:




Reseñas:





lunes, 3 de marzo de 2025

La dama boba y Alfredo Sanzol. H.ª del teatro del Siglo de Oro (6)


 

La representación teatral, además de fugaz y efímera por definición, siempre está vinculada con su presente en unas coordenadas espaciales y temporales concretas, aunque el texto original de la misma -la «partitura» de la que hemos hablado en las clases- sea de otra época más o menos remota.

La constatación de esta circunstancia resulta fundamental para poner en escena o adaptar cinematográficamente una comedia tan presente en las carteleras de diferentes períodos históricos como es La dama boba (1613), de Lope de Vega.

El tiempo transcurrido desde su escritura siendo una obra de madurez del comediógrafo nunca debiera ser un obstáculo para un tratamiento -en la dirección, la interpretación y demás aspectos- capaz de explorar los rasgos que permiten considerarla como un clásico, es decir, una obra que sigue interesándonos porque nos apela como espectadores a pesar del tiempo transcurrido desde su creación.

La dama boba permanece «viva» en los escenarios porque, con independencia de su recepción en el siglo XVII, todavía nos divierte y entretiene mientras el texto desgrana sus reflexiones acerca del amor como estímulo para una felicidad asociada a la madurez o, al menos, a la superación de lo propio de una «boba» más o menos infantilizada.

Unas reflexiones de amplia trayectoria en la tradición literaria que, como es procedente en una representación teatral, tienen su correlato en una acción dramática repleta de escenas brillantes, peripecias sorprendentes y caracteres en evolución hasta llegar a un desenlace tan feliz como equilibrado.

El delectare está asegurado a poco que contemos con una compañía teatral de calidad, pero también un docere concretado en una sencilla idea desarrollada y ejemplificada en la comedia: el amor como maestro y estímulo para la superación de los enamorados.

Así lo vemos en el caso de la protagonista, Finea, pero también en el conjunto del reparto, que se beneficia de una u otra manera de los efectos de ese amor tan quintaesenciado como desprovisto de cualquier circunstancia ajena a la idea que se intenta transmitir al público.

La «tesis» de La dama boba puede resultar controvertida. Sin salir de la tradición literaria, también cabe aducir ejemplos de cómo el amor aturde y hasta enajena a los amantes. Incluso los lleva a la perdición, y el consiguiente castigo de la justicia poética, cuando se convierte en una pasión descontrolada y ajena a la virtud. La discusión permanece abierta, como corresponde a las grandes cuestiones presentes en nuestra tradición cultural.

Sin embargo, si la puesta en escena resulta acertada, prevalece un delectare donde sonreímos con una «boba» ingenua y entrañable desde las primeras escenas y, por lo tanto, digna de un amor que le permita una madurez -la «inteligencia» de la que habla Alfredo Sanzol en los vídeos de la entrada- sin menoscabo de su carácter entrañable y espontáneo que cautiva al público. Así sucede en un desenlace feliz para el conjunto de los personajes, pues todos han aprendido o mejorado a la luz del amor y, por lo tanto, merecen acceder al matrimonio como recompensa.




La iniciativa amorosa corre a cargo de Finea y, en menor medida, de Nise. Esta circunstancia permite, hasta cierto punto, una lectura en clave feminista. Sin negarla desde una perspectiva actual, conviene recordar que Lope busca sorprender al público con una situación considerada como insólita. La misma no se habría dado si la iniciativa correspondiera a los galanes. De ahí que el autor la atribuya a quien se comporta de manera excepcional y, en consecuencia, atractiva para el público.

También es cierto que esa doble iniciativa femenina parece atentar contra la autoridad del padre, Otavio, que nunca controla a sus hijas porque no son dóciles ni sumisas. Esta circunstancia favorece el interés del público y hasta, en el contexto original, su sorpresa.

No obstante, recordemos que el desenlace se basa en el equilibrio y la armonía que a todos contentan, incluso al propio Otavio, que al final mantiene su autoridad porque ve felizmente casadas a sus hijas.

El padre no ha impuesto un criterio autoritario, pero Nise y Finea, al principio decantadas por unos comportamientos extremos, gracias al amor optan por otros caracterizados por la armonía. Ambas terminan siendo tan inteligentes como bellas, es decir, reúnen los requisitos de una virtud que en el teatro de la época era recompensada con el matrimonio.

Al margen de estas cuestiones, que han dado origen a interpretaciones un tanto forzadas, el desafío para una puesta en escena actual es evitar la visión del planteamiento dramático del amor en La dama boba como algo vinculado a un pasado clausurado y, al mismo tiempo, favorecer los rasgos que permiten una lectura desde nuestro presente.

Las respuestas a ese desafío, común para todas las comedias del Siglo de Oro que consideramos como clásicas, varían según las épocas y, por supuesto, los responsables de las puestas en escena. El ejemplo de La dama boba resulta ejemplificador por la variedad de las grabaciones a nuestra disposición, que van desde los años sesenta hasta la actualidad. Esta circunstancia justifica que sea la primera de las obras del curso.

La puesta en escena seleccionada para las clases es la dirigida por Alfredo Sanzol en 2017 para la compañía joven dependiente de la CNTC. Por fortuna, disponemos de grabaciones de otras puestas en escena con indudable interés teatral. El motivo de seleccionar la arriba indicada es el intento de recrear una comedia urbana de Lope con humor, frescura y ritmo incesante hasta el punto de que, en la casa de Otavio, la omnipresente honra parece haberse dado un descanso.

Estas circunstancias evitan el sabor añejo de puestas en escena como las grabadas por RTVE. El contraste entre estas adaptaciones clásicas de los clásicos, también anticuadas, y la de Alfredo Sanzol ejemplifica la evolución relacionada con esta tarea que se ha producido en España desde la creación de la CNTC en la década de los ochenta.

La llegada de la democracia tras el franquismo también supuso una perspectiva nueva en la puesta en escena de los clásicos. Así lo entendió Adolfo Marsillach cuando la CNTC inició su camino con un gran éxito del público que por entonces descubrió unos clásicos sin el polvo de los siglos. Desde entonces, la tarea en este sentido ha sido inmensa y una versión como la de Alfredo Sanzol la ejemplifica.




Una vez vista la puesta en escena de Alfredo Sanzol, hay otros vídeos disponibles en RTVE Play, os propongo los siguientes temas a comentar en clase:

1.- La ausencia de escenografía y el aprovechamiento de los elementos arquitectónicos. 2.- El espacio circular de la Sala Tirso de Molina. 3.- El vestuario actual de los intérpretes. 4. - La cercanía del público. 5.- La introducción de la música. 6.- La juventud de los intérpretes. 7.- Texto a comentar: «La dama boba pone sobre la mesa un tema de larga tradición en la literatura universal: la inteligencia de la mujer. Que este hecho sea para algunos un peligro, un misterio o algo que ha de pasar desapercibido hace de esta obra un texto que tenemos que hacer» (Alfredo Sanzol).

domingo, 2 de marzo de 2025

Récord de visitas, libros en prensa y proyectos


 

El blog ha registrado un total de 11.080 visitas a lo largo del pasado mes de febrero. La cifra supone un récord y permite que las 851 entradas publicadas tengan actualmente una media de 200 visualizaciones con la esperanza de seguir aumentándola para divulgar mis investigaciones y actividades docentes.

La noticia llega en un mes con buenas expectativas. En fechas recientes he publicado dos trabajos sobre los consejos de guerra de periodistas y escritores en el volumen Bajo sospecha (Espasa) coordinado por Sergio Calvo y Ana Asión y Del teatro y la amistad (Fundación Universitaria Española), editado bajo la dirección de Javier Huerta y Julio Vélez. Ambas obras se encuentran actualmente en promoción y me han servido para establecer una tipología de las víctimas en el primer caso y analizar el sumario de Eduardo Haro Delage en el segundo.




Perder la guerra y la historia, el segundo volumen de la trilogía, ya se encuentra en la imprenta a la espera de que llegue a las librerías en abril. Mientras tanto, he terminado la redacción del tercero, cuya fecha prevista es de 2026. A falta de poder consultar tres sumarios del AGHD y otros documentos ya solicitados a los archivos, ahora comienza la lenta tarea de revisar y completar el texto.




Nos vemos en Chicote (2015) tuvo una segunda tirada en 2019. La misma ya se ha agotado y, si todo va de acuerdo con lo previsto, este mes tendremos en las librerías una nueva tirada a cargo de Renacimiento con una nota añadida para dar cuenta de lo publicado en este blog después de la aparición del libro.

El 11 de marzo la SGAE inaugurará una exposición dedicada a la presencia de sus asociados en los consejos de guerra del período 1939-1945. Gracias a sus responsables, he colaborado en la preparación de la misma, así como en el volumen que dará cuenta de una larga investigación sobre el citado tema. La fecha prevista para la publicación es abril de 2025.




El 19-21 de marzo iré a Zaragoza para participar en un seminario sobre la cultura franquista organizado por Sergio Calvo y Ana Asión. En el mismo tendré ocasión de coincidir con mis colegas Nicolás Sesma y Julián Casanova, así como con jóvenes investigadores que están renovando el panorama de los estudios acerca de esta etapa histórica.

Por otra parte, y por encargo del Ministerio de Cultura, estoy coordinando junto a la doctora Berta Muñoz un monográfico sobre la censura teatral durante el franquismo. La fecha de publicación será a finales de año.

Asimismo, y a raíz de la presentación de las memorias relacionadas con el movimiento estudiantil de la Universidad de Granada, hemos iniciado las tareas para publicar el próximo año una recopilación de los testimonios de quienes fueron por aquellos años estudiantes en la Universidad de Alicante.

Mientras tanto, el número 43 de Anales de Literatura Española ya está en marcha y las clases en la universidad siguen su curso habitual. Afortunadamente, la salud me permite permanecer en activo a la espera de la jubilación. Para entonces, si nada lo impide, la trilogía de volúmenes dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores tendrá una web para recopilar lo ya publicado y añadir perfiles o análisis relacionados con las víctimas y los victimarios de aquellos sumarísimos de urgencia.

Los proyectos no faltan, pero los años para llevarlos a cabo ya escasean. Puestos a seguir en activo, los intentaré aprovechar sin descuidar nunca mi interés por el humor teatral y cinematográfico. El mismo está presente en varios trabajos de mi alumnado que coordino y, sobre todo, supone un alivio entre tantos consejos de guerra donde las miserias humanas tienen un omnipresente protagonismo de represión e intolerancia. Daremos cuenta del mismo, pero sin perder la sonrisa que tanto ayuda a sobrellevar el recuerdo de un período dictatorial.