La representación teatral,
además de fugaz y efímera por definición, siempre está vinculada con su
presente en unas coordenadas espaciales y temporales concretas, aunque el texto
original de la misma -la «partitura» de la que hemos hablado en las clases- sea
de otra época más o menos remota.
La constatación de esta
circunstancia resulta fundamental para poner en escena o adaptar
cinematográficamente una comedia tan presente en las carteleras de diferentes
períodos históricos como es La dama boba (1613), de Lope de Vega.
El tiempo transcurrido
desde su escritura siendo una obra de madurez del comediógrafo nunca debiera
ser un obstáculo para un tratamiento -en la dirección, la interpretación y
demás aspectos- capaz de explorar los rasgos que permiten considerarla como un
clásico, es decir, una obra que sigue interesándonos porque nos apela como
espectadores a pesar del tiempo transcurrido desde su creación.
La dama boba permanece
«viva» en los escenarios porque, con independencia de su recepción en el siglo
XVII, todavía nos divierte y entretiene mientras el texto desgrana sus
reflexiones acerca del amor como estímulo para una felicidad asociada a la
madurez o, al menos, a la superación de lo propio de una «boba» más o menos
infantilizada.
Unas reflexiones de
amplia trayectoria en la tradición literaria que, como es procedente en una
representación teatral, tienen su correlato en una acción dramática repleta de
escenas brillantes, peripecias sorprendentes y caracteres en evolución hasta llegar
a un desenlace tan feliz como equilibrado.
El delectare está
asegurado a poco que contemos con una compañía teatral de calidad, pero también
un docere concretado en una sencilla idea desarrollada y ejemplificada
en la comedia: el amor como maestro y estímulo para la superación de los
enamorados.
Así lo vemos en el caso
de la protagonista, Finea, pero también en el conjunto del reparto, que se
beneficia de una u otra manera de los efectos de ese amor tan quintaesenciado
como desprovisto de cualquier circunstancia ajena a la idea que se intenta transmitir
al público.
La «tesis» de La dama
boba puede resultar controvertida. Sin salir de la tradición literaria,
también cabe aducir ejemplos de cómo el amor aturde y hasta enajena a los
amantes. Incluso los lleva a la perdición, y el consiguiente castigo de la
justicia poética, cuando se convierte en una pasión descontrolada y ajena a la
virtud. La discusión permanece abierta, como corresponde a las grandes
cuestiones presentes en nuestra tradición cultural.
Sin embargo, si la puesta
en escena resulta acertada, prevalece un delectare donde sonreímos con
una «boba» ingenua y entrañable desde las primeras escenas y, por lo tanto,
digna de un amor que le permita una madurez -la «inteligencia» de la que habla
Alfredo Sanzol en los vídeos de la entrada- sin menoscabo de su carácter
entrañable y espontáneo que cautiva al público. Así sucede en un desenlace
feliz para el conjunto de los personajes, pues todos han aprendido o mejorado a
la luz del amor y, por lo tanto, merecen acceder al matrimonio como recompensa.
La iniciativa amorosa
corre a cargo de Finea y, en menor medida, de Nise. Esta circunstancia permite,
hasta cierto punto, una lectura en clave feminista. Sin negarla desde una
perspectiva actual, conviene recordar que Lope busca sorprender al público con
una situación considerada como insólita. La misma no se habría dado si la
iniciativa correspondiera a los galanes. De ahí que el autor la atribuya a
quien se comporta de manera excepcional y, en consecuencia, atractiva para el
público.
También es cierto que esa
doble iniciativa femenina parece atentar contra la autoridad del padre, Otavio,
que nunca controla a sus hijas porque no son dóciles ni sumisas. Esta
circunstancia favorece el interés del público y hasta, en el contexto original,
su sorpresa.
No obstante, recordemos
que el desenlace se basa en el equilibrio y la armonía que a todos contentan,
incluso al propio Otavio, que al final mantiene su autoridad porque ve
felizmente casadas a sus hijas.
El padre no ha impuesto un
criterio autoritario, pero Nise y Finea, al principio decantadas por unos
comportamientos extremos, gracias al amor optan por otros caracterizados por la
armonía. Ambas terminan siendo tan inteligentes como bellas, es decir, reúnen
los requisitos de una virtud que en el teatro de la época era recompensada con
el matrimonio.
Al margen de estas
cuestiones, que han dado origen a interpretaciones un tanto forzadas, el
desafío para una puesta en escena actual es evitar la visión del planteamiento
dramático del amor en La dama boba como algo vinculado a un pasado
clausurado y, al mismo tiempo, favorecer los rasgos que permiten una lectura
desde nuestro presente.
Las respuestas a ese
desafío, común para todas las comedias del Siglo de Oro que consideramos como
clásicas, varían según las épocas y, por supuesto, los responsables de las
puestas en escena. El ejemplo de La dama boba resulta ejemplificador por
la variedad de las grabaciones a nuestra disposición, que van desde los años
sesenta hasta la actualidad. Esta circunstancia justifica que sea la primera de
las obras del curso.
La puesta en escena
seleccionada para las clases es la dirigida por Alfredo Sanzol en 2017 para la
compañía joven dependiente de la CNTC. Por fortuna, disponemos de grabaciones
de otras puestas en escena con indudable interés teatral. El motivo de
seleccionar la arriba indicada es el intento de recrear una comedia urbana de
Lope con humor, frescura y ritmo incesante hasta el punto de que, en la casa de
Otavio, la omnipresente honra parece haberse dado un descanso.
Estas circunstancias
evitan el sabor añejo de puestas en escena como las grabadas por RTVE. El
contraste entre estas adaptaciones clásicas de los clásicos, también
anticuadas, y la de Alfredo Sanzol ejemplifica la evolución relacionada con
esta tarea que se ha producido en España desde la creación de la CNTC en la
década de los ochenta.
La llegada de la
democracia tras el franquismo también supuso una perspectiva nueva en la puesta
en escena de los clásicos. Así lo entendió Adolfo Marsillach cuando la CNTC
inició su camino con un gran éxito del público que por entonces descubrió unos
clásicos sin el polvo de los siglos. Desde entonces, la tarea en este sentido
ha sido inmensa y una versión como la de Alfredo Sanzol la ejemplifica.
1.- La ausencia de escenografía y el aprovechamiento de los elementos arquitectónicos. 2.- El espacio circular de la Sala Tirso de Molina. 3.- El vestuario actual de los intérpretes. 4. - La cercanía del público. 5.- La introducción de la música. 6.- La juventud de los intérpretes. 7.- Texto a comentar: «La dama boba pone sobre la mesa un tema de larga tradición en la literatura universal: la inteligencia de la mujer. Que este hecho sea para algunos un peligro, un misterio o algo que ha de pasar desapercibido hace de esta obra un texto que tenemos que hacer» (Alfredo Sanzol).
No hay comentarios:
Publicar un comentario