sábado, 8 de marzo de 2025

El caballero de Olmedo y Eduardo Vasco. H.ª del teatro del Siglo de Oro (7)


 

A diferencia de lo establecido en las preceptivas derivadas de la poética aristotélica, el término «comedia» durante el Siglo de Oro no sirve para denominar un género teatral, sino que es sinónimo de obra dramática, entendida esta como «poema mixto», es decir, aquel que integra elementos propios de la tragedia y la comedia.

En las sesiones teóricas hemos explicado el objetivo de esta opción creativa como respuesta a las heterogéneas demandas del público de los corrales de comedias. El resultado es una comedia, una obra teatral, donde los espectadores encuentran la combinación de distintos elementos, desde los propios de la comedia como género hasta los habituales en la tragedia, pasando por otros de distinta procedencia.

El principal desafío para un poeta dramático de la época es combinar estos elementos heterogéneos sin menoscabo de la coherencia del resultado final. Lope de Vega fue un maestro en este sentido. Dos de las claves para conseguirlo son la dosificación de lo cómico/trágico y la ubicación de lo repartido a lo largo de esa comedia. En unos casos, como en La dama boba, predomina el elemento cómico como constante de la obra y en otros, como en El caballero de Olmedo, Lope de Vega concede mayor protagonismo al componente trágico y circunscribe lo cómico a las primeras escenas para que no anule el efecto final propio de una tragedia.

En este marco barroco de mezclas frente a la decantada rigidez clasicista, resulta difícil encontrar una comedia pura y, sobre todo, ninguna tragedia en el sentido clásico del término triunfó en los corrales de comedias. La combinación de ambos géneros forma parte de la idiosincrasia del teatro del Siglo de Oro.




El caballero de Olmedo (1620), una obra propia de una madurez creativa que también se percibe en su perfección técnica, se acerca bastante al modelo de la tragedia en el lenguaje poético, la condición de los protagonistas y en la combinación del amor, la muerte y el destino subrayada por Francisco Rico en su introducción a la edición de Cátedra. El conjunto remite a lo trágico, a pesar de la presencia del inevitable gracioso (Tello) o la inclusión de personajes como la celestinesca Fabia que, junto con el anterior, protagoniza escenas propias de una comedia por estar basadas en un ardid para engañar al padre de doña Inés.

Don Alonso es un noble personaje trágico, a pesar de su interacción con Tello o su interesado, aunque innecesario, recurso a las tercerías de Fabia para conseguir una favorable respuesta amorosa de doña Inés. Apuesto, valeroso, virtuoso y enamorado, sin transgredir jamás el sentido del decoro que corresponde a un caballero, don Alonso aparece desde el principio abocado a un destino fatal que no debe eludir y se concreta, como es habitual en el género, en la muerte tan violenta como injusta.

La popularidad de la seguidilla en la que se basa Lope de Vega para escribir la obra permite suponer que buena parte del público conocía de antemano el fatal desenlace. El mismo también se corresponde con unos hechos históricos recreados con la libertad habitual en las obras dramáticas de la época. La sorpresa apenas cabe en este sentido. Esa ausencia de enredos o giros argumentales -como los vistos en La dama boba- guarda relación con una trama límpida, sencilla y clara que debe aparecer enmarcada en una sobria escenografía. La utilizada en la puesta en escena de Eduardo Vasco es un buen ejemplo.

La trama debe ser tan límpida, incluso lineal, como interesante. La clave es saber mostrar en la primera jornada el valor y la virtud del caballero irremediablemente enamorado, que es correspondido por la virtuosa dama desde el principio, para apreciar el dramatismo de su injusta muerte a manos de un traidor dominado por los celos, la envidia y las pasiones como es don Rodrigo, su contrapuesto rival.




Don Alonso ejemplifica los rasgos habituales del héroe lopesco: la nobleza de la sangre, el valor personal, la apostura como sinónimo de virtud, la sensibilidad amorosa y la apuesta por la aventura y el riesgo que le hace arrostrar los peligros siendo también el amor, componente imprescindible, una aventura rodeada de dificultades. Con esta caracterización, según Eduardo Vasco, inicia una comedia de capa y espada que se tuerce y poco a poco se convierte en tragedia.

La caracterización de Tello, de acuerdo con lo propio del gracioso como tipo de estas comedias, supone un abierto contraste con don Alonso por su comicidad, prosaísmo, picaresca, fanfarronería y venalidad. Así protagoniza los momentos cómicos de las primeras escenas. No obstante, siempre -hasta el trágico desenlace- se mantiene fiel a su señor y se ennoblece cuando pide venganza al rey en nombre del asesinado. La condena dictada por el monarca supone un reconocimiento de su fidelidad.

La imaginación de Tello se pone a disposición de su señor en materia de amores y conquistas. Ambos recurren a las artes celestinescas de Fabia para que doña Inés muestre su aceptación de don Alonso. El empeño del virtuoso enamorado -tan distinto del Calisto de Fernando de Rojas- da pie a unas escenas iniciales donde la comicidad está presente mediante un ingenioso juego de engaños. No obstante, en realidad el arte celestinesco de Fabia resulta innecesario porque doña Inés está enamorada desde el principio y lo acepta.

El obstáculo para la feliz culminación de esa relación amorosa no radica en la figura del padre de la dama, sino en un caballero tan apasionado como oscuro que, derrotado, es capaz de espolear a otros recordando la condición de sujeto foráneo de su rival. Don Rodrigo será el responsable de la muerte a traición de don Alonso, pero también actúa la fuerza del destino, cuyos avisos -múltiples y repartidos a lo largo de la obra- son ignorados por un héroe trágico sin derecho al miedo o a evitar la propia muerte.

Don Alonso es un héroe trágico y. como tal, desoye los avisos de la inminente muerte, bien dosificados, diversificados y repartidos por Lope de Vega manteniendo un aire misterioso a lo largo de la obra. Su legendario valor mostrado en la fiesta de los toros se reafirma ante cualquier peligro. Así lo vemos con creciente emoción. La inevitabilidad del destino trágico conmueve al público cuando el protagonista es un enamorado virtuoso y valiente que merece mejor suerte.

El traicionero asesinato de un caballero enamorado y correspondido no puede quedar impune en una comedia del Siglo de Oro. Una vez conseguido el conmovere por la felonía cometida, subrayada por la cobardía del asesino, la justicia poética -cuya mano ejecutora es el rey- actúa para recomponer la situación de acuerdo con el docere de las funciones teatrales. La virtud del protagonista no queda recompensada más allá de la memoria concretada en la seguidilla, pero la maldad del antagonista recibe un castigo ejemplar.

Tello demuestra su amor a don Alonso, le atiende hasta el último momento y, armado de valor, acude al rey para que con su autoridad dicte sentencia. La respuesta del monarca, llegado para impartir justicia, es tan expeditiva como contundente. La justicia poética no puede devolver la vida a don Alonso, pero recompone la situación quebrada por el acto criminal de don Rodrigo, un ejemplo del mal amor frente al bueno de la pareja formada por don Alonso e Inés donde la armonía entre iguales resulta equiparada a la virtud.

Las habituales bodas de las comedias con desenlace feliz aquí quedan sustituidas por la justicia poética impartida por la autoridad del monarca. Una vez dictada la sentencia, tan drástica como inapelable, la obra termina con el drama de un amor frustrado. Solo cabe recrearlo porque el final ya era conocido gracias a la seguidilla popularizada por entonces. 

La muerte del protagonista no supone la desesperanza. La armonía y el orden rotos por el mal amor-pasión de don Rodrigo quedan recompuestos por la autoridad de un monarca constituido en juez. Así, aparte de conmoverse con un final necesario en el ámbito de la tragedia, el público reafirma su confianza en el papel desempeñado por el rey o, si media una lectura más actual, en el papel desempeñado por aquellos que desde la fidelidad y la memoria reclaman justicia.

La preparación de la práctica se debe completar con las ediciones críticas de la obra, en especial la preparada por Francisco Rico, y la consulta de estos vídeos:




Reseñas:





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