lunes, 30 de junio de 2025

El testimonio carcelario de Rafael Sánchez Guerra


 Rafael Sánchez Guerra. Fuente: Wikipedia

El original del tercer volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores ya está listo, a falta de un nuevo repaso y la inclusión de algunas notas sacadas de la bibliografía publicada durante estas últimas semanas. El total de víctimas estudiadas se acerca al centenar, pero soy consciente de que todavía habrá algunas más y, por lo tanto, la investigación debe continuar.

El periodista y político Rafael Sánchez Guerra (1897-1964) apenas tuvo presencia en la prensa republicana durante la Guerra Civil y decidió quedarse en Madrid al finalizar la misma porque estaba convencido de que no iba a sufrir una dura represión. Sin embargo, junto con Julián Besteiro fue inmediatamente detenido y trasladado a la cárcel de Porlier a la espera de su consejo de guerra (AGHD, 129173, 7374), que le condujo por varias cárceles hasta el posterior exilio. Hoy mismo he pedido copia del sumario y, a la espera de poderlo consultar, he tenido la oportunidad de leer la versión francesa de sus memorias carcelarias, que aparecieron por primera vez en Buenos Aires.

Un ejemplar de Mes prisons. Memoires d’un «rouge» (París, Jean Vigneau, 1947) se encuentra depositado en la biblioteca de la UA gracias a una donación. El volumen ha sufrido el paso del tiempo. Hay que consultarlo con sumo cuidado, pero el trabajo merece la pena por el valor del testimonio de quien, desde luego, no era un «rojo». La ironía del subtítulo se percibe desde la primera página.

Esta circunstancia corrobora que la represión de los periodistas y escritores abarcó un conjunto que nunca debemos equiparar con el de los «rojos». Así lo explico en la trilogía y no merece la pena insistir en una de las tesis de la misma. Si doy cuenta de la consulta bibliográfica es porque, en esas destrozadas páginas editadas en París, he encontrado el testimonio acerca del paso por la cárcel de Porlier de dos víctimas presentes en mis trabajos: el periodista Javier Bueno, que apareció en el primer volumen, y el escritor Antonio de Hoyos y Vinent, que es uno de los protagonistas del tercero.

Rafael Sánchez Guerra está distanciado de ambos desde el punto de vista político. No obstante, sus palabras expresan la admiración que le merecieron por su actitud en la cárcel. Javier Bueno intentó refugiarse en la legación diplomática de Panamá al finalizar la guerra, pero fue sacado de la misma a base de golpes. La historia ya era conocida, pero impresiona la imagen de hombre físicamente destrozado que nos traslada Rafael Sánchez Guerra, El director de Claridad llegó a Porlier siendo consciente de que ya estaba condenado a muerte y con le visage meurtri de coups (p. 103).

Así sería interrogado durante la rápida instrucción que tuvo lugar en el Juzgado Militar de Prensa porque, entre abril y julio de 1939, apenas podría superar las huellas de la tortura a la que fue sometido en el momento de la detención. La circunstancia se percibe, de forma implícita, en el correspondiente sumario, donde encontramos a un hombre tan destrozado como consciente de su inmediato destino, aunque conservara la dignidad hasta el punto de ser motivo de varias anécdotas entre sus compañeros de prisión.

Rafael Sánchez Guerra también habla de la dignidad de otro preso destrozado, aunque en este caso por la enfermedad y la discapacidad física. Antonio de Hoyos y Vinent era una ruina cuando ingresó en Porlier, pero todavía tuvo la ocasión de mostrar su dignidad en el momento de recibir la visita de un vencedor de la guerra: su hermano. La consulta del correspondiente sumario matiza lo relatado en este sentido por Diego San José y Rafael Sánchez Guerra, pero queda la imagen de una dignidad que pronto acompañó a la tumba al noble convertido en sindicalista al servicio del partido de Ángel Pestaña.

Quede constancia.


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