El original del tercer
volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y
escritores ya está listo, a falta de un nuevo repaso y la inclusión de algunas
notas sacadas de la bibliografía publicada durante estas últimas semanas. El
total de víctimas estudiadas se acerca al centenar, pero soy consciente de que
todavía habrá algunas más y, por lo tanto, la investigación debe continuar.
El periodista y político
Rafael Sánchez Guerra (1897-1964) apenas tuvo presencia en la prensa
republicana durante la Guerra Civil y decidió quedarse en Madrid al finalizar
la misma porque estaba convencido de que no iba a sufrir una dura represión.
Sin embargo, junto con Julián Besteiro fue inmediatamente detenido y trasladado
a la cárcel de Porlier a la espera de su consejo de guerra (AGHD, 129173, 7374),
que le condujo por varias cárceles hasta el posterior exilio. Hoy mismo he
pedido copia del sumario y, a la espera de poderlo consultar, he tenido la
oportunidad de leer la versión francesa de sus memorias carcelarias, que
aparecieron por primera vez en Buenos Aires.
Un ejemplar de Mes
prisons. Memoires d’un «rouge» (París, Jean Vigneau, 1947) se encuentra
depositado en la biblioteca de la UA gracias a una donación. El volumen ha
sufrido el paso del tiempo. Hay que consultarlo con sumo cuidado, pero el
trabajo merece la pena por el valor del testimonio de quien, desde luego, no
era un «rojo». La ironía del subtítulo se percibe desde la primera página.
Esta circunstancia
corrobora que la represión de los periodistas y escritores abarcó un conjunto
que nunca debemos equiparar con el de los «rojos». Así lo explico en la
trilogía y no merece la pena insistir en una de las tesis de la misma. Si doy
cuenta de la consulta bibliográfica es porque, en esas destrozadas páginas
editadas en París, he encontrado el testimonio acerca del paso por la cárcel de
Porlier de dos víctimas presentes en mis trabajos: el periodista Javier Bueno,
que apareció en el primer volumen, y el escritor Antonio de Hoyos y Vinent, que
es uno de los protagonistas del tercero.
Rafael Sánchez Guerra
está distanciado de ambos desde el punto de vista político. No obstante, sus
palabras expresan la admiración que le merecieron por su actitud en la cárcel.
Javier Bueno intentó refugiarse en la legación diplomática de Panamá al
finalizar la guerra, pero fue sacado de la misma a base de golpes. La historia
ya era conocida, pero impresiona la imagen de hombre físicamente destrozado que
nos traslada Rafael Sánchez Guerra, El director de Claridad llegó a
Porlier siendo consciente de que ya estaba condenado a muerte y con le
visage meurtri de coups (p. 103).
Así sería interrogado
durante la rápida instrucción que tuvo lugar en el Juzgado Militar de Prensa
porque, entre abril y julio de 1939, apenas podría superar las huellas de la
tortura a la que fue sometido en el momento de la detención. La circunstancia
se percibe, de forma implícita, en el correspondiente sumario, donde
encontramos a un hombre tan destrozado como consciente de su inmediato destino,
aunque conservara la dignidad hasta el punto de ser motivo de varias
anécdotas entre sus compañeros de prisión.
Rafael Sánchez Guerra
también habla de la dignidad de otro preso destrozado, aunque en este caso por
la enfermedad y la discapacidad física. Antonio de Hoyos y Vinent era una ruina cuando ingresó en Porlier, pero todavía tuvo la ocasión de
mostrar su dignidad en el momento de recibir la visita de un vencedor de la guerra: su
hermano. La consulta del correspondiente sumario matiza lo relatado en este
sentido por Diego San José y Rafael Sánchez Guerra, pero queda la imagen de una
dignidad que pronto acompañó a la tumba al noble convertido en sindicalista al
servicio del partido de Ángel Pestaña.
Quede constancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario