El
tercer tomo de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y
escritores durante el período 1939-1945 incluirá un capítulo que no cuenta con
antecedentes en la bibliografía sobre la represión franquista. Me refiero a los
procesamientos de tres censores de prensa al servicio de los republicanos:
Eugenio Rosado Rivas, Pío Marcos Cuadrado y Enrique Capdevila Pérez.
Al
igual que en anteriores ocasiones, enlazo al final la publicación del preprint
del correspondiente capítulo en el Repositorio de la Universidad de
Alicante con el objetivo de someterlo a la consideración de los colegas con los
que estoy colaborando en este empeño investigador.
A
continuación, reproduzco los primeros párrafos de los apartados dedicados a los
tres censores de prensa que fueron procesados:
El
dibujante que nunca fue fusilado
Los
censores suelen ser personajes oscuros y discretos por la naturaleza de su
tarea. Salvo excepciones como la de Arturo Barea, la tónica se mantuvo entre
los presentes en el bando republicano durante la Guerra Civil. La discreción y
el anonimato a veces contrastan con la proyección pública de estos individuos
en otros ámbitos. Al margen de lo sucedido con Camilo J. Cela, el caso del
dibujante jerezano Eugenio Rosado Rivas ejemplifica esta circunstancia
minoritaria. Las ilustraciones para las portadas de novelas de los años veinte,
la colaboración con la firma de Rivas en semanarios relevantes como Buen
Humor y otros dibujos que fue esparciendo en la prensa le convirtieron en
un artista reconocido. También fue médico, escritor, poeta y pintor, según la
ficha suya publicada en Tebeosfera. La ausencia de trabajos
especializados sobre su trayectoria impide comprobar esta variedad de facetas,
así como los supuestos amores con la joven poeta Gloria Fuertes. Sin embargo,
resulta fácil detectar un grave error de la ficha. Eugenio Rosado Rivas no fue
fusilado por milicianos republicanos en 1938, pues quien ejerciera como censor
adscrito a la Junta Delegada de Defensa sobrevivió a la guerra y poco después
acabó procesado en un sumarísimo de urgencia (AGHD, 64105).
Don
Pío, un censor «muy rojo, blasfemo e indeseable»
Pío
Marcos Cuadrado nació en Medina del Campo el 18 de abril de 1894. Su
trayectoria vital fue la propia de un tipo anónimo con escasas posibilidades de
protagonizar los trabajos de los historiadores. Después de un despido por sus
actividades sindicales en el ámbito ferroviario se traslada a Madrid. Allí
compatibiliza la profesión de contable con la colaboración en la agencia de
noticias Febus y la presencia en periódicos como La Voz. Sin que
aparezca su firma en la hemeroteca y en tareas auxiliares, aquellas que le
permitieron ser amigo del polifacético Enrique Herreros (1903-1977), hombre de
buen humor y mejor talante, aparte de avalista en momentos difíciles.
El
incógnito censor: Enrique Capdevila Pérez
La
documentación exhumada en Perder la guerra y la historia permitió
identificar a Enrique Capdevila Pérez como censor de prensa nombrado por la
madrileña Junta Delegada de Defensa. Dada esta circunstancia, consulté el
sumario 67900 del AGHD para examinar el consejo de guerra al que fue sometido
el también «jefe de negociado de tercera clase» en la Caja Postal de Ahorros,
con un modesto sueldo de seis mil pesetas anuales que pronto le llevó a la
búsqueda del pluriempleo. La primera conclusión es que el procesado fue un
hombre de suerte. Al menos, en comparación con otros muchos republicanos que
apoyaron al gobierno desde el inicio de la guerra. Y, además, los militares
nunca supieron de su condición de censor. Ni siquiera indagaron acerca de sus
actividades al servicio de la citada junta, a pesar de que la relación con la
misma figura desde que fuera denunciado por un compañero de trabajo.
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