jueves, 6 de abril de 2023

Las recomendaciones de Rafael Azcona


Mi trabajo me ha permitido entrar en contacto con numerosas personalidades de las letras y el cine. La experiencia suele ser enriquecedora, pero si tuviera que recordar un caso capaz de dejar una huella indeleble sería el de Rafael Azcona. En el año 2000, siendo responsable de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, concebí la idea de dedicarle una biblioteca de autor en la misma al genial guionista. Dada su fama de hombre reservado y poco predispuesto a aparecer en público, tenía serias dudas acerca de su respuesta. La sorpresa fue notable. Rafael Azcona aceptó encantando y, desde ese mismo momento, iniciamos una relación de amistad que llegó hasta su fallecimiento.
Las personas se van, pero la memoria de las mismas persiste. En este caso, en forma de anécdotas, consejos, recomendaciones, reflexiones..., que me fue transmitiendo o que conocí al realizar diversos trabajos sobre su obra literaria y cinematográfica. Este bagaje fue fundamental para mi formación como catedrático, siempre me ha ayudado a entender las cuestiones propias de mi trabajo y, por supuesto, lo intento transmitir a mi alumnado. Quienes han asistido a mis clases desde aquel curso 2000-2001 saben que, antes o después, escucharán una referencia a Rafael Azcona, una de las pocas personas cuya memoria me visita casi cotidianamente.
En el siguiente enlace al Repositorio de la Universidad de Alicante el lector encontrará un breve artículo que me fue encargado. Se trata de un trabajo menor en comparación con otros que le dediqué, pero del que me acuerdo a menudo cuando subo en un autobús urbano. Rafael Azcona pensaba que el guionista debía utilizar el transporte público -nunca condujo un coche propio- para aprovechar la oportunidad de observar tipos, escuchar diálogos y, en definitiva, alimentar su bagaje de realidad para posteriormente darle traslado al guion. Yo sigo su recomendación con frecuencia, pero ahora observo con estupor a unos viajeros ensimismados con sus móviles. Ni observan ni perciben una realidad ajena a las omnipresentes pantallas, incluso cuando forman una pareja de jóvenes guapísimos que deberían homenajearse mutuamente con la mirada. El estupor lo he trasladado a veces a mi alumnado, da paso a una sonrisa y la consiguiente reflexión se la cuento a la memoria de Rafael, siempre con la confianza de encontrar alguna recomendación cifrada en una de sus siempre oportunas anécdotas.


 

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