viernes, 19 de julio de 2024

Manuel Chaves Nogales , ocurrente padrino


 Manuel Chaves Nogales y su esposa

El militar y periodista Leopoldo Bejarano Lozano formaba parte de «la gente del trueno» y, como personaje capaz de pasar de manera destacada a las páginas de Rafael Cansinos Assens, donde tantos tipos peculiares hay, era conocido por su carácter pendenciero, que en más de una ocasión le llevó a batirse en duelo.

Su colega Isidro Corbinos recuerda en sus memorias de la Guerra Civil publicadas en Santiago de Chile que Leopoldo Bejarano, por una probable cuestión de faldas, debió comparecer en un duelo a pistola en Carabanchel Bajo, una localización que aporta una nota casticista a la cuestión.

El padrino de Leopoldo Bejarano era su colega Manuel Chaves Nogales, un escritor predispuesto para el humor sin menosprecio de la aventura. El apadrinado, consciente de lo estipulado en 1900 por el marqués de Cabriñana en su obra Lances entre caballeros, «el casticismo de la caballerosidad», se presentó en el lugar establecido provisto de un «levitón de guardarropía y una alta chistera».


El marqués de Cabriñana


Sin embargo, el anónimo contrincante y probable ofensor por cuestiones de celos se presentó de manera desastrada. En concreto, desprovisto del abrigo y con sombrero de fieltro. Una vergüenza, vamos.

Justo en el momento en que las pistolas ya estaban desenfundadas y los reglamentarios pasos a medio dar, Manuel Chaves Nogales gritó un ¡alto! capaz de paralizar a los asistentes. Según su posterior argumentación, el duelo no se podía culminar porque uno de los caballeros, aparte de desastrado, gozaba de ventaja al ofrecer el vestuario reglamentario, el de la guardarropía, un «mejor blanco».

El otro padrino, acostumbrado al regateo dialéctico, propuso que ambos se batieran en mangas de camisa, pero el escandalizado sevillano adujo que esta posibilidad también estaba vetada en el «proyecto de bases para la redacción de un código del honor en España» que publicara don José de Urbina y Ceballos Escalera (Madrid, 1860-1937), el citado marqués de Cabriñana.

Ante el recurso propio de un abogado en apuros, los dos padrinos convinieron la cancelación definitiva del duelo a pistola mediando un probable empate técnico, que Leopoldo Bejarano pronto celebraría en su tasca habitual porque seguía vivo y con ganas de atormentar a la familia, según lo visto en el sumario del consejo de guerra que procesó al grupúsculo constituido en torno al local de Fotografía Mendoza.

El periodista salmantino, que es un bolsín de anécdotas, no solo perteneció a la gente del trueno, sino que supo «caer en blando» al finalizar la Guerra Civil. Sus andanzas como procesado en un sumarísimo de urgencia, con una condena sorprendentemente benévola por sus contactos con los vencedores y algunas cuestiones que no aportan prestigio de cara a la memoria, forman parte del más alocado capítulo incluido en el segundo volumen de mi trilogía sobre los consejos de guerra de periodistas y escritores durante el período 1939-1945.

A la espera de su publicación, baste ahora recordar que quien pretendió alistarse en la División Azul mientras estaba procesado por segunda vez, con el consiguiente agradecimiento de su esposa, se salvó de un probable tiro gracias a Manuel Chaves Nogales. El mérito del sevillano es notable, pero no creo que deba contribuir a la mitificación que algunos han hecho del mismo porque obvian algunos documentos de 1936.



Por cierto, la obra del marqués de Cabriñana ha sido reeditada por la editorial Renacimiento. La leeré con atención durante este verano por si, en otoño, debo recurrir a una estratagema como la aducida por Manuel Chaves Nogales para evitar algún lance de honor.


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