miércoles, 24 de julio de 2024

Una acusación falsa contra José Luis Salado


 

Gracias a Juan Carlos Mateos Fernández, he conocido un texto publicado en 2012 por Sergio Campos Cacho, quien colaboró en un libro colectivo dedicado a Manuel Chaves Nogales coordinado por Juan Bonilla y Juan Marqués (Sevilla, La Isla de Siltolá, 2012). En la página 51 del volumen, según la transcripción que me pasa mi amigo, el ahora desvelador de la «violencia roja» antes de la Guerra Civil se refiere a un artículo de José Luis Salado dedicado al periodista sevillano en La Voz, aunque para el autor el responsable del mismo es un «anónimo periodista». Reproduzco a continuación lo transcrito por Juan Carlos Mateos Fernández:

«El 8 de junio de 1937 el diario La Voz le dedica la sección Tiro al blanco, un tipo de columna habitual en la prensa republicana desde la que se amenazaba y se acusaba a ciertas personas que solían terminar con un tiro en la nuca o despanzurrados en una cuneta».

Al recopilar los artículos de José Luis Salado para publicarlos en la editorial Renacimiento-Espuela de Plata, comprobé la suerte de quienes aparecían como destinatarios de esos tiros al blanco. Salvo error por mi parte, no me consta que ninguno terminara con un tiro en la nuca o despanzurrado en una cuneta. Juan Carlos Mateos Fernández ha realizado la misma comprobación para llegar a una idéntica conclusión. Si estoy equivocado, rectificaría a la vista de las correspondientes pruebas.

Sergio Campos Cacho lanza la acusación, sin citar a José Luis Salado, pero no aporta un solo nombre para concretarla. La táctica es frecuente. El párrafo transcrito difunde un bulo que supone una gravísima acusación para el periodista de La Voz. Tal vez solo sea un despiste, pero Sergio Campos Cacho también puede haber incurrido en este error por su cercanía a los planteamientos de autores como Andrés Trapiello y Arcadi Espada.

Recordemos que el primero de los citados, en su reseña de Las armas contra las letras, cometió un significativo lapsus al confundir los tiros al blanco de José Luis Salado con unos supuestos tiros de gracia (véase la entrada del 10 de febrero de 2024). Si ambos parten del prejuicio de que un artículo es la antesala de un asesinato, las pruebas resultan innecesarias para lanzar el bulo con la involuntaria complicidad de una mayoría de lectores incapaces de comprobar su falta de veracidad.

Esta práctica de «la máquina del fango», tan frecuente, tiene repercusiones graves para la memoria de los autores afectados. Si yo hubiera escrito la barbaridad de que un miembro del Cuerpo Jurídico era el responsable de un tiro en la nuca por haber realizado una diligencia judicial, ahora no solo me enfrentaría a un juicio, sino que además lo tendría perdido con razón por mi absoluta falta de profesionalidad.

Sergio Campos Cacho puede estar tranquilo en este sentido. Afortunadamente, nadie le demandará por una supuesta intromisión en el honor de ese «periodista anónimo», pero José Luis Salado merece una rectificación. Si la viera publicada, confiaría en el rigor profesional de quien ahora anda desvelando la «violencia roja», que la hubo, pero que debe quedar al margen de los bulos.

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