Gracias a Juan Carlos
Mateos Fernández, he conocido un texto publicado en 2012 por Sergio Campos
Cacho, quien colaboró en un libro colectivo dedicado a Manuel Chaves Nogales
coordinado por Juan Bonilla y Juan Marqués (Sevilla, La Isla de Siltolá, 2012).
En la página 51 del volumen, según la transcripción que me pasa mi amigo, el
ahora desvelador de la «violencia roja» antes de la Guerra Civil se refiere a un
artículo de José Luis Salado dedicado al periodista sevillano en La Voz, aunque
para el autor el responsable del mismo es un «anónimo
periodista». Reproduzco a continuación lo transcrito por Juan Carlos Mateos
Fernández:
«El 8 de junio de 1937 el
diario La Voz le dedica la sección Tiro al blanco, un tipo de columna
habitual en la prensa republicana desde la que se amenazaba y se acusaba a
ciertas personas que solían terminar con un tiro en la nuca o despanzurrados en
una cuneta».
Al recopilar los
artículos de José Luis Salado para publicarlos en la editorial Renacimiento-Espuela de Plata,
comprobé la suerte de quienes aparecían como destinatarios de esos tiros al
blanco. Salvo error por mi parte, no me consta que ninguno terminara con un
tiro en la nuca o despanzurrado en una cuneta. Juan Carlos Mateos Fernández ha
realizado la misma comprobación para llegar a una idéntica conclusión. Si estoy
equivocado, rectificaría a la vista de las correspondientes pruebas.
Sergio Campos Cacho lanza
la acusación, sin citar a José Luis Salado, pero no aporta un solo nombre para
concretarla. La táctica es frecuente. El párrafo transcrito difunde un bulo que
supone una gravísima acusación para el periodista de La Voz. Tal vez solo sea
un despiste, pero Sergio Campos Cacho también puede haber incurrido en este
error por su cercanía a los planteamientos de autores como Andrés Trapiello y
Arcadi Espada.
Recordemos que el primero
de los citados, en su reseña de Las armas contra las letras, cometió un
significativo lapsus al confundir los tiros al blanco de José Luis Salado con
unos supuestos tiros de gracia (véase la entrada del 10 de febrero de 2024). Si
ambos parten del prejuicio de que un artículo es la antesala de un asesinato,
las pruebas resultan innecesarias para lanzar el bulo con la involuntaria
complicidad de una mayoría de lectores incapaces de comprobar su falta de
veracidad.
Esta práctica de «la
máquina del fango», tan frecuente, tiene repercusiones graves para la memoria
de los autores afectados. Si yo hubiera escrito la barbaridad de que un miembro del Cuerpo Jurídico era el responsable de un tiro en la nuca por haber
realizado una diligencia judicial, ahora no solo me enfrentaría a un juicio,
sino que además lo tendría perdido con razón por mi absoluta falta de
profesionalidad.
Sergio Campos Cacho puede
estar tranquilo en este sentido. Afortunadamente, nadie le demandará por una
supuesta intromisión en el honor de ese «periodista anónimo», pero José Luis
Salado merece una rectificación. Si la viera publicada, confiaría en el rigor
profesional de quien ahora anda desvelando la «violencia roja», que la hubo,
pero que debe quedar al margen de los bulos.
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