martes, 14 de junio de 2022

La redención de penas mediante la poesía


La referencia al consejo de guerra seguido contra Germán Bleiberg, véase la entrada en el blog de hoy mismo, la he localizado tras leer el volumen Musa redimida. Poesías de los presos en la nueva España (Madrid, Redención, 1940), una de las más destacadas muestras de la propaganda realizada a través del ejemplo de reclusos arrepentidos o cuando menos dispuestos a colaborar con el régimen, según mi colega Domingo Rodríguez Tejeiro.
El grado de sinceridad de ese supuesto arrepentimiento o de la voluntad de colaborar con el franquismo es difícil de establecer en este caso. A cambio de participar en el volumen o en la revista Redención, los poetas con pasado republicano podían obtener una serie de ventajas y hacer méritos para salir antes de las cárceles de la posguerra. No cabe una reprobación de este probable colaboracionismo más o menos forzado, que no fue aceptado por otros presos republicanos como Miguel Hernández.
La lista de los colaboradores en el volumen llega hasta cuarenta poetas repartidos en diferentes cárceles e incluye algunos nombres relativamente conocidos como los de Valentín de Pedro, José María Tavera Baz, Fernando Dicenta, Jesús Cancio Corona, Eusterio Buey Alario, Rafael González Castell y el citado Germán Bleiberg, que publicó dos sonetos en las páginas 69-70 de Musa redimida.
La calidad de los poemas apenas cuenta en un volumen de estas características, donde el espíritu propagandista se evidencia en el tono entusiasta del prólogo escrito por José María Sánchez de Muniain, un católico que parecía vivir por entonces en el mejor de los mundos posibles: «Es el verano de 1940. La fecha puede resonar con majestad en los años venideros. España está en ocasión propincua de volver a ser instrumento de la Providencia: evangelizadora, redentora de pueblos, pimpollo de la cristiandad. Somos envidia de las gentes y nos guía la espada más limpia de los siglos modernos. Esto no es fanfarronada, sino verdad certísima».
El problema de estas verdades acerca de los pimpollos de la cristiandad es que no admitían discusión o controversia; y menos a cargo de unos presos que solo pretendían aliviar su situación mediante unos poemas de circunstancias que han quedado en un lógico olvido.

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