La maja desnuda, de Goya, en concreto la litografía que vemos en la imagen, fue retirada del escaparate de una librería cacereña por orden de un municipal celoso de su deber ante la ola de erotismo que por entonces empezaba a sacudir la tradicional paz de la reserva espiritual de Occidente. El incidente dio lugar a numerosos comentarios y artículos en los medios de comunicación. Al margen de lo anecdótico y carpetovetónico de lo sucedido en Cáceres, el relato completo de este episodio revela que el cabo Piris no estaba solo en su cruzada contra la pornografía. Algunos de los más altos representantes del poder judicial le acompañaban en la labor, que también recibió apoyos políticos. Ni siquiera Goya estaba al margen de la intolerancia franquista cuando en el horizonte empezaba a vislumbrarse un futuro democrático.
El episodio completo lo incluyo en mi libro Ofendidos y censores. La lucha por la libertad de expresión (1975-1984), coeditado por Publicaciones de la Universidad de Alicante y la editorial Renacimiento.
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