miércoles, 13 de marzo de 2024

La condena a muerte del comediógrafo César García Iniesta


 César García Iniesta. Fuente: Fundación Pablo Iglesias

La preparación del segundo tomo dedicado a los consejos de guerra de periodistas y escritores durante el período 1939-1945 me ha permitido conocer a algunos autores teatrales de los que no tenía noticia, a pesar de los años dedicados al estudio del teatro de esta época. La nómina de quienes de una manera más o menos continuada subieron a los numerosos escenarios de las décadas de los veinte y treinta para recibir los aplausos de los estrenos es extensísima. La historia solo ha recogido una mínima representación, que no siempre hace justicia de lo sucedido en aquellos locales donde se sucedían los estrenos con una frecuencia ahora digna de asombro.
El funcionario, periodista, letrista y comediógrafo César García Iniesta es un buen ejemplo de este olvido generalizado. Su consejo de guerra (AGHD, 6260) acabó con una condena a muerte dictada el 22 de junio de 1940. Afortunadamente, se la conmutaron y el 28 de julio de 1947, cuando ya se encontraba en libertad condicional, le indultaron. Por entonces, el madrileño tenía sesenta y cinco años, estaba gravemente enfermo y, en contra de lo afirmado en su ficha de la Fundación Pablo Iglesias, parece improbable que terminara su vida en el exilio venezolano.
A pesar de su avanzada edad, César García Iniesta desplegó una intensa actividad en los escenarios del Madrid sitiado. Junto con el maestro Fernando Gravina, compañero suyo en la creación de zarzuelas como En un lugar de Aragón, el 1 de noviembre de 1936 estrenó el himno «¡Hermanos proletarios!» en el cine Tívoli, donde el PCE organizó un acto Pro Defensa de Madrid. Y en febrero de 1939, cuando la entrada de las tropas del general Franco ya era inminente, todavía participaba como orador en mítines organizados por el Frente Popular Antifascista. Entre ambas fechas, su presencia en los escenarios y en las cabeceras es una constante, que registra los estrenos de Yo soy un hombre, Herencias tristes y la adaptación teatral de la popular novela anticlerical El crimen del padre Amaro, de Eça de Queiroz.
Los instructores del sumario apenas supieron de estas actividades antifascistas, pero los escasos datos recopilados a partir de las denuncias de dos compañeros del Ministerio de Trabajo que acababan de ser sometidos a otros consejos de guerra sirvieron para dictar una condena a muerte. No le ejecutaron, tal vez por su avanzada edad y condición de enfermo, pero también le condenaron a una muerte civil que implica el silencio y el olvido.
El capítulo ya redactado para el anunciado segundo tomo no le devolverá el protagonismo. No obstante, su testimonio quedará registrado para evitar ese olvido a menudo injusto. Mientras tanto, incluyo en esta entrada su colaboración aparecida en el número de Crónica del 1 de agosto de 1937. El texto evidencia su concepción del papel que debía desempeñar el teatro en unos momentos tan difíciles para un Madrid sitiado y bombardeado:



Fuente: Hemeroteca Digital de la BNE

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