domingo, 24 de marzo de 2024

¿Paolo Conte o Adriano Celentano?


Los veranos de la adolescencia resultaban largos y las tardes todavía más. La imaginación era un buen recurso para sobrellevar ese tiempo estancado bajo un cielo de intenso azul. Y la música la activaba gracias a un tocadiscos portátil en una casa de campo donde pasaba aquellos meses. Cincuenta años después, recuerdo las canciones de cada estío de finales de los sesenta y principios de los setenta, que no eran las oficiales gracias a «Los cuarenta principales», sino las que por vete a saber qué me hicieron sonreír y soñar. El efecto continúa cada vez que las rescato.
Apenas tendría trece o catorce años cuando descubrí Azzurro en la versión de Adriano Celentano. La canción es de 1966 y, por entonces, ya era casi un clásico, pero me llegó a principios de los setenta y ese verano, cada tarde de cielo azul, escuchaba aquello de «Azzurro/ Il pomeriggio é troppo azzurro/ E lungo per me». Era la versión alegre y pegadiza de Adriano Celentano, que ha acabado siendo un himno alternativo para los italianos.
Después de montarme cada tarde en «il treno dei desideri», cuando ya sabía de memoria la letra en italiano, se me ocurrió traducirla con ayuda de un diccionario. Aquello no era tan alegre y hasta magistralmente pachanguero, sino unos versos de melancolía, algo de hastío y sentimientos contradictorios. No entendía la disociación entre la letra y la música, pero la he seguido escuchando hasta ahora, cuando cada cierto tiempo veo un recital del grandísimo Adriano Celentano dado en 2012. Verle en un escenario a los 75 años me emociona y habría pagado una fortuna por estar en Verona aquella noche:


Ya siendo profesor, en los ochenta y gracias a mi hermano, un día descubrí la versión de Paolo Conte, el compositor de Azzurro. El disco me fascinó y disfruté con una letra que por fin iba en coherencia con la música. Por desgracia, entonces era difícil ver en TVE grabaciones de alguien como este cantante italiano. Tuve que esperar hasta la llegada de You Tube para entusiasmarme con el estilo personal de quien iba camino de ser notario y dejó las aburridas leyes para darnos unas letras donde a menudo surge la interrogante o la contradicción:


Ahora, cuando ya ando cerca de la jubilación, sigo escuchando la canción en las dos versiones. Si tengo el «espíritu de mambo», según la definición de Alberto Sordi, selecciono la de Adriano Celentano y cuando ando agobiado, incluso introspectivo, me decanto por la de Paolo Conte. Al final, siempre tengo la duda compartida con mi mujer acerca de cuál es la mejor. Llevamos años hablando sobre el tema y todavía lo ignoramos. Tal vez porque no haya respuesta y todo dependa del momento que vivas cuando la escuchas. 
En cualquier caso, soñamos con preguntar a los protagonistas, que andan cerca de los noventa años, antes de que sea demasiado tarde. Apenas importa si no lo conseguimos, pues les conocemos a través de sus canciones y, probablemente, no tengan una respuesta definitiva. Nunca las han tenido y por eso nos gustan desde hace décadas.
Esta semana, después de cinco años soportando los insultos de la intolerancia, me he decantado por la versión de Adriano Celentano y hasta la he tarareado con el aire zumbón de quien tiene espíritu de mambo. Sin embargo, hoy, para no pasarme, he recordado la obra maestra de Paolo Conte, cuya exégesis me lleva años sin haber llegado a una conclusión clara. No importa. Me gusta «Via con me» y la disfruto:




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