miércoles, 20 de diciembre de 2023

Gerardo Contreras, fotógrafo de un consejo de guerra


 

La atenta contemplación de las imágenes relacionadas con un período o una temática desempeña un papel fundamental en la reconstrucción histórica. La obviedad de la frase requiere una explicación. El análisis de los sumarísimos de urgencia seguidos contra periodistas y escritores cuenta con una amplia base documental. Su consulta dista de esclarecer todos los pormenores de aquellos consejos de guerra, pero permite conocer lo esencial de su desarrollo desde el punto de vista jurídico, aunque sea el distorsionado de una justicia puesta al servicio de la aniquilación del enemigo político.

El historiador de la represión está habituado a moverse en archivos donde los sumarios se conservan en un estado precario, fruto del abandono durante el franquismo y las primeras décadas de la etapa democrática. Gracias a estos documentos frecuentemente escritos a mano, con numerosas anotaciones en los márgenes y una prosa que al final resulta familiar, el investigador traza la historia de aquella represión que también cuenta con testimonios, pocos, de las víctimas que sobrevivieron lo suficiente para relatar la experiencia. O de algunos espectadores de los consejos de guerra, casi siempre amigos o familiares de los procesados que quedaron espantados ante aquella farsa de consecuencias trágicas. El olvido, como explicaron Fernando Fernán-Gómez y Eduardo Haro Tecglen, resultaba imposible.

Los victimarios nunca dejaron testimonio de su participación en las distintas fases de los consejos de guerra y, a menudo, intentaron borrar el recuerdo de una etapa vital que dejó de ser presentable antes del final de la dictadura. Documentos, muchos, y testimonios, pocos, constituyen el material de trabajo completado con las consultas bibliográficas. Sin embargo, apenas nos adentramos en la redacción de las conclusiones necesitamos contar con imágenes de aquella realidad. El franquismo, consciente del poder de las mismas, aunque estuvieran controladas por su carácter oficial u oficioso, consiguió que miles y miles de consejos de guerra se celebraran sin la presencia de un fotógrafo o, al menos, un dibujante como José Robledano Torres, capaz de trasladarnos el dramatismo de las cárceles donde penaron los vencidos.

El fotoperiodista Gerardo Contreras fue el elegido para que en marzo de 1940 diera cuenta, «con un contundente efecto pedagógico» (Villalta Luna, 2022: 121), del consejo de guerra contra los chequistas de Bellas Artes. El reportaje apareció en el número 5 de la revista Semana (20-IV-1940). La fotografía donde aparecen sentados unos cincuenta «sicarios» cuenta con un pie casi siempre hurtado en las reproducciones y esclarecedor de la voluntad ejemplificadora:

Se acabaron los alardes de jactancia y matonismo. Estos son los que, entre otros, organizaron los días de sangre en el terror de Madrid. Son los de los autos que se detenían chirriantes en las puertas de las casas, los de los timbrazos en los pisos, los que condenaban a millares de personas a muerte, los que pugnaban entre sí por mandar los pelotones de ejecución.

Los rostros de los procesados reflejan la seriedad y el temor de los compungidos. Los observamos desde una perspectiva de superioridad para subrayar el tono admonitorio del citado texto, que nos recuerda el final de «los alardes de jactancia y matonismo» de quienes pugnaban «por mandar los pelotones de ejecución». El problema es que, a la izquierda, el fotógrafo evita la presencia del tribunal militar. Una ausencia; como tampoco sabremos de los militares al frente de los pelotones de ejecución durante la Victoria.

Gerardo Contreras tenía órdenes precisas, o valoraba lo oportuno en aquellas publicaciones de la posguerra, y con su fotografía justificó el castigo de quienes «organizaron los días de sangre en el terror de Madrid», justo cuando en la capital había madrugadas de sangre de las que apenas salían unas escuetas notas de prensa. Un castigo casi divino, propio de la Cruzada, por la ausencia de los militares dispuestos a ejecutarlo y la descontextualización de un proceso cuyos pormenores son hurtados al lector.

La fotografía de Gerardo Contreras aparece reproducida con frecuencia a pesar de su carácter propagandístico. La razón es sencilla: apenas contamos con otros reportajes gráficos acerca de los consejos de guerra. Su existencia no debía quedar reflejada con la evidencia de las imágenes porque, antes o después, alguien acabaría preguntando por los que estaban a la izquierda de la fotografía.

 


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