Ay, Carmela (1986), de
José Sanchis Sinisterra, es una historia de amor. La definición puede resultar
sorprendente al lector o el espectador, ya que esta destacada y tantas veces
representada obra se vincula siempre con la memoria de la Guerra Civil. La vinculación
cuenta con razones obvias y se enmarca en el deseo del autor de homenajear la
memoria de quienes, como Carmela, acabaron enterrados en una fosa común o
anónimamente. Su destino es el olvido, aquel que Paulino trata de evitar con
desespero cada vez que recupera la imagen de quien ya es un fantasma del pasado.
Ahora bien, ese deseo de hablar, compartir y recordar con la sombra de alguien
vivo se basa en el amor y no tanto en postulados ideológicos o políticos, que
nunca operan en el comportamiento de un Paulino cuya única pretensión es
reivindicarse como artista.
El público es consciente
de la determinante presencia de la Guerra Civil, pero a través del incesante
diálogo entre los dos protagonistas conoce una peculiar historia de amor.
Paulino y Carmela muestran a lo largo de la obra unas caracterizaciones
contrapuestas que les conducen a destinos también diferenciados. La pasión, el
sentimiento y la sinceridad de ella están lejos del cinismo calculador que a
menudo muestra el acomodaticio y acobardado compañero. Ambos artistas de
variedades carecen de la voluntad de ser héroes, pero afrontan una situación
límite por culpa de la guerra y la represión que les amenaza. La prueba,
cifrada en la organización de una velada en homenaje a las tropas del general
Franco con la presencia de los brigadistas internacionales que van a ser
fusilados, los llevará a respuestas distintas. Carmela cae asesinada al final
de la representación y Paulino se salva tras aceptar la humillación en el
propio escenario, pero le conocemos barriéndolo -lejos de su aspiración a
convertirse en un artista- y también acaba como un derrotado.
La lectura ideológica es
inevitable y responde a las intenciones de José Sanchis Sinisterra, que
escribió su obra como respuesta crítica a la celebración oficial del
cincuentenario de la Guerra Civil. Sin embargo, buena parte del éxito responde
a esa peculiar e implícita historia de amor. El concepto nunca es utilizado por
los protagonistas. Jamás se declaran enamorados, pero nosotros sabemos que su
voluntad de seguir juntos a pesar de todos los peligros e inconvenientes
responde a ese sentimiento mutuo.
La contraposición de
Paulino y Carmela aporta mucho juego dramático, pero nunca debemos olvidar que
son las dos caras de una misma moneda, la de una pareja enamorada que no para
de discutir y, al mismo tiempo, nunca desea separarse. Repasad ese interminable
diálogo con tantos registros, desde el drama al humor, y buscad las razones
implícitas que permiten pensar en una relación amorosa capaz de afrontar la
dura prueba de aquella velada trágica.
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