Baltasar Fernández Cue. Fuente: Fundación Pablo Iglesias
La posibilidad de dejar
atrás Hollywood, en compañía de astros como Rodolfo Valentino, para terminar
procesado en el Juzgado Militar de Prensa parece inverosímil. Al menos, si
aceptamos los estereotipos de las víctimas causadas por la represión
franquista. El volumen Las armas contra las letras (2023) evita el error
de centrarse en un determinado tipo de víctima, el segundo volumen -ya en manos
de la editorial- ahonda en la consiguiente diversidad y el tercero abarcará
nuevos ejemplos como el del asturiano Baltasar Fernández Cue (1876-1966),
condenado a muerte tras haber colaborado en las versiones hispanas rodadas a
principios del sonoro en Hollywood.
La trayectoria biográfica
de Baltasar Fernández Cue es digna de una recreación novelística. A los quince
años abandonó su Llanes natal para trasladarse a Bayona, donde finalizó los
estudios de bachiller. En Londres cursó la carrera de Ingeniero de Caminos,
Canales y Puertos por imperativo paternal, aunque su pasión ya era la
escritura. En 1901, el asturiano de familia potentada emigró a Méjico. Allí
emprendió negocios y obtuvo un destino en el Ministerio de Fomento, aparte de
dirigir El Rivero, órgano defensor de los llaniscos establecidos en
aquel país.
Tras ser perseguido por
el gobierno de Victoriano Huerta, el asturiano se convirtió en partidario y
colaborador del encabezado por Venustiano Carranza, llegando en 1916 a dirigir Heraldo
de Méjico. Su participación en la política mejicana terminó cuando fue
expulsado del país, trasladándose entonces a la localidad norteamericana de El
Paso, donde trabajó cuatro años como profesor de español.
Posteriormente, se afincó
en Los Ángeles compaginando la docencia con el periodismo. Baltasar Fernández
Cue escribió crónicas cinematográficas para periódicos norteamericanos y
españoles. En 1929, fue contratado para adaptar películas del inglés al
castellano, siendo también jefe de publicidad extranjera de la RKO Pictures y
responsable del departamento de español de la Universal. Su trabajo más
destacado es la versión hispana de Drácula (1931), de George Melford,
con el protagonismo del cordobés Carlos Villarias en rivalidad con Bela Lugosi.
En 1933, cuando terminan
las versiones hispanas por la aparición del doblaje, Baltasar Fernández Cue
regresa a España y colabora en diversos periódicos de orientación conservadora.
El 18 de julio de 1936 está en Madrid disfrutando de una situación acomodada
como socio de la Unión Mercantil y sufre calamidades durante el dramático
verano de aquella capital. Para evitarlas, y a invitación de Manuel Albar, se
incorpora a la redacción de El Socialista escribiendo sobre política
internacional y, poco después, pasa a ser traductor al servicio del SIM, donde
tuvo enfrentamientos con Ángel Pedrero.
A pesar de las presiones
para abandonar España, el asturiano permaneció en Madrid a la espera de las
tropas del general Franco. La decisión era lógica, pues pensaba que, por su
ideología y comportamiento durante la guerra, nada cabía temer con la llegada
de los vencedores. De hecho, Baltasar Fernández Cue simpatizó con su causa
desde el 18 de julio de 1936.
Las expectativas quedaron
frustradas cuando el 11 de abril de 1939 fue detenido. La instrucción del
sumarísimo de urgencia correspondió al juez Manuel Martínez Gargallo con el
alférez Baena Tocón como secretario. El sumario 3094 del AGHD es un ejemplo
estremecedor de la arbitrariedad judicial. A pesar de contar con avales de
destacados falangistas y representantes de la Iglesia a quienes había salvado
durante la guerra, incluso informes favorables de los servicios de información
de FET y de las JONS, el periodista que había atacado duramente al Frente
Popular antes de la guerra fue condenado a muerte.
Ya habrá tiempo de
detallar cómo se realizó la instrucción hasta llegar a la condena del tribunal.
Lo importante ahora es subrayar que la víctima era un periodista y escritor
alineado con los vencedores, incluso dispuesto a publicar testimonios en este
sentido, tal y como se observa en la documentación del sumario. Ninguna de
estas circunstancias rebajó el rigor y la arbitrariedad del juez Manuel
Martínez Gargallo, que en su auto resumen ocultó todo lo favorable al procesado
y subrayó lo que podía conducirle a la pena máxima.
Tras pasar cinco años en
diferentes penales, Baltasar Fernández Cue pudo escapar de España y, desde
Lisboa, dirigirse de nuevo a Estados Unidos, donde fallecería sin dejar
testimonio, que sepamos, de una vida intensa. De haberlo hecho, el capítulo
dedicado a Drácula recordaría el miedo causado entre el público, pero
para hablar de un verdadero pánico le bastaría con recordar lo sucedido en el
Juzgado Militar de Prensa. Lo explicaremos con detalle en el correspondiente
capítulo del tercer volumen. Mientras tanto, conviene recordar que también los
periodistas conservadores como Baltasar Fernández Cue fueron víctimas de la represión
durante la posguerra. Su delito era haberse buscado la vida para sobrevivir en
Madrid.
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