viernes, 6 de diciembre de 2024

Baltasar Fernández Cue: Desde Hollywood al Juzgado Militar de Prensa.


 

Baltasar Fernández Cue. Fuente: Fundación Pablo Iglesias


La posibilidad de dejar atrás Hollywood, en compañía de astros como Rodolfo Valentino, para terminar procesado en el Juzgado Militar de Prensa parece inverosímil. Al menos, si aceptamos los estereotipos de las víctimas causadas por la represión franquista. El volumen Las armas contra las letras (2023) evita el error de centrarse en un determinado tipo de víctima, el segundo volumen -ya en manos de la editorial- ahonda en la consiguiente diversidad y el tercero abarcará nuevos ejemplos como el del asturiano Baltasar Fernández Cue (1876-1966), condenado a muerte tras haber colaborado en las versiones hispanas rodadas a principios del sonoro en Hollywood.

La trayectoria biográfica de Baltasar Fernández Cue es digna de una recreación novelística. A los quince años abandonó su Llanes natal para trasladarse a Bayona, donde finalizó los estudios de bachiller. En Londres cursó la carrera de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos por imperativo paternal, aunque su pasión ya era la escritura. En 1901, el asturiano de familia potentada emigró a Méjico. Allí emprendió negocios y obtuvo un destino en el Ministerio de Fomento, aparte de dirigir El Rivero, órgano defensor de los llaniscos establecidos en aquel país.

Tras ser perseguido por el gobierno de Victoriano Huerta, el asturiano se convirtió en partidario y colaborador del encabezado por Venustiano Carranza, llegando en 1916 a dirigir Heraldo de Méjico. Su participación en la política mejicana terminó cuando fue expulsado del país, trasladándose entonces a la localidad norteamericana de El Paso, donde trabajó cuatro años como profesor de español.

Posteriormente, se afincó en Los Ángeles compaginando la docencia con el periodismo. Baltasar Fernández Cue escribió crónicas cinematográficas para periódicos norteamericanos y españoles. En 1929, fue contratado para adaptar películas del inglés al castellano, siendo también jefe de publicidad extranjera de la RKO Pictures y responsable del departamento de español de la Universal. Su trabajo más destacado es la versión hispana de Drácula (1931), de George Melford, con el protagonismo del cordobés Carlos Villarias en rivalidad con Bela Lugosi.


Carlos Villarias en el papel de Drácula

En 1933, cuando terminan las versiones hispanas por la aparición del doblaje, Baltasar Fernández Cue regresa a España y colabora en diversos periódicos de orientación conservadora. El 18 de julio de 1936 está en Madrid disfrutando de una situación acomodada como socio de la Unión Mercantil y sufre calamidades durante el dramático verano de aquella capital. Para evitarlas, y a invitación de Manuel Albar, se incorpora a la redacción de El Socialista escribiendo sobre política internacional y, poco después, pasa a ser traductor al servicio del SIM, donde tuvo enfrentamientos con Ángel Pedrero.

A pesar de las presiones para abandonar España, el asturiano permaneció en Madrid a la espera de las tropas del general Franco. La decisión era lógica, pues pensaba que, por su ideología y comportamiento durante la guerra, nada cabía temer con la llegada de los vencedores. De hecho, Baltasar Fernández Cue simpatizó con su causa desde el 18 de julio de 1936.

Las expectativas quedaron frustradas cuando el 11 de abril de 1939 fue detenido. La instrucción del sumarísimo de urgencia correspondió al juez Manuel Martínez Gargallo con el alférez Baena Tocón como secretario. El sumario 3094 del AGHD es un ejemplo estremecedor de la arbitrariedad judicial. A pesar de contar con avales de destacados falangistas y representantes de la Iglesia a quienes había salvado durante la guerra, incluso informes favorables de los servicios de información de FET y de las JONS, el periodista que había atacado duramente al Frente Popular antes de la guerra fue condenado a muerte.

Ya habrá tiempo de detallar cómo se realizó la instrucción hasta llegar a la condena del tribunal. Lo importante ahora es subrayar que la víctima era un periodista y escritor alineado con los vencedores, incluso dispuesto a publicar testimonios en este sentido, tal y como se observa en la documentación del sumario. Ninguna de estas circunstancias rebajó el rigor y la arbitrariedad del juez Manuel Martínez Gargallo, que en su auto resumen ocultó todo lo favorable al procesado y subrayó lo que podía conducirle a la pena máxima.

Tras pasar cinco años en diferentes penales, Baltasar Fernández Cue pudo escapar de España y, desde Lisboa, dirigirse de nuevo a Estados Unidos, donde fallecería sin dejar testimonio, que sepamos, de una vida intensa. De haberlo hecho, el capítulo dedicado a Drácula recordaría el miedo causado entre el público, pero para hablar de un verdadero pánico le bastaría con recordar lo sucedido en el Juzgado Militar de Prensa. Lo explicaremos con detalle en el correspondiente capítulo del tercer volumen. Mientras tanto, conviene recordar que también los periodistas conservadores como Baltasar Fernández Cue fueron víctimas de la represión durante la posguerra. Su delito era haberse buscado la vida para sobrevivir en Madrid.

 

 


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