El madrileño Julián
Fernando Fernández Revuelta trabajaba en las oficinas de la compañía ferroviaria MZA. El destino no parecía augurarle aventuras notables. Su horizonte vital, sin embargo, iba más allá de la mesa de trabajo por ser un
joven izquierdista con inquietudes literarias y periodísticas que culminó el bachillerato.
A pesar de estar becado, no accedió a estudiar en la Facultad de Filosofía y
Letras por el inicio de la guerra. Tras publicar «algunas cosillas en el
periódico de la juventud [socialista]», gracias a su amistad con Julián
Zugazagoitia colaboró en El Socialista entre septiembre de 1936 y mayo de 1937, siempre bajo la firma de Fernando F. Revuelta. En esta cabecera
aparecieron las crónicas de guerra, remitidas desde el frente de Andalucía
donde estaba movilizado, que provocaron su procesamiento.
Tras incorporarse al
Ejército Popular, Julián Fernando Fernández Revuelta alcanzó el grado de
capitán, aunque no por méritos de combate según sus declaraciones en el Juzgado
Militar n.º 3 de Madrid. En el mismo se instruyó su causa, el sumario n.º 5180
del AGHD, a raíz de la detención efectuada el 14 de abril de 1939. El
aniversario de la II República le trajo mala suerte. El entonces comunista
permaneció en la capital, intentaría reincorporarse a las oficinas de la MZA y
allí le detendrían dos compañeros falangistas, convertidos en «agentes de
investigación», que le condujeron a las dependencias de la policía militar en
el distrito de Hospital.
Julián Fernando Fernández
Revuelta reconoce en la declaración ante la policía que fue corresponsal de
guerra de El Socialista durante el período arriba indicado y su ingreso
voluntario en las Milicias Populares, que tuvo lugar en septiembre de 1936.
Ambas circunstancias eran motivo de condena por el delito de adhesión a la
rebelión en los sumarísimos de urgencia. El declarante sabría que los militares
no disponían de pruebas y resta importancia a su trayectoria hasta alcanzar la
condición de capitán tras pasar por una academia militar en Paterna, donde hizo
un curso de tres meses (Diario Oficial del Ministerio de Defensa, 1937,
n.º 136 y 141; 1938, n.º 37 y 136). También justifica el tono propagandístico
de sus crónicas por el contexto entusiasta de las primeras semanas de la
guerra. Leídas las incorporadas al sumario, su propagandismo carece de rasgos
sobresalientes.
El comunista oculta su
afiliación a los militares y permanece detenido durante varios meses en la calle Torrijos, n.º
65. El 6 de noviembre de 1939 declara por primera vez ante el juez instructor.
Julián Fernando Fernández Revuelta niega haber insultado a los vencedores en
sus crónicas, señala que en las mismas «se limitaba a describir los hechos
bélicos con los comentarios propios del periodismo de su ideología» y que las
publicaciones respondían a sus «aficiones literarias». Ajeno a la gravedad de
las consecuencias, al acabar la guerra se presentó en su lugar de trabajo para
reincorporarse y entregó la pistola de miliciano en un local de FET y de las
JONS. El oficinista aspiraba así a un olvido de lo pasado, pero dos compañeros vieron
la oportunidad de hacer méritos y le detuvieron. Sus nombres son Jesús Cano y
Helenio Domínguez. Ambos carecen de otras huellas documentales.
A raíz de la detención y
la declaración en sede policial, el 20 de abril de 1939 el auditor manda
instruir el sumario 5180 del AGHD al Juzgado Permanente n.º 3. Los colegas del
Juzgado Militar de Prensa todavía no estaban a pleno rendimiento para la represión
de los periodistas. El personal adscrito al n.º 3 recopila por su cuenta los
artículos de «Fernando F. Revuelta» en El Socialista. A diferencia de lo
realizado por los secretarios a las órdenes del juez Manuel Martínez Gargallo,
en esta ocasión el informe no cita, comenta o extracta los artículos como
pruebas de cargo. Los localizados o seleccionados -no se explicita la
circunstancia- quedan incorporados en su formato original, aunque con
subrayados en rojo para indicar las frases susceptibles de justificar una
condena de acuerdo con los parámetros de aquellos sumarísimos de urgencia.
La escueta instrucción
del juez Ricardo Sánchez Elguero se completa con un aval firmado el 14 de abril
de 1939 por Manuel López Hernández, compañero de trabajo del encausado y
represaliado durante el período republicano. El avalista fue detenido por la tristemente
famosa brigada de Agapito García Atadell. La intervención de Julián Fernando
Fernández Revuelta resultó decisiva para que su amigo no engrosara la lista de
los «paseados» durante el verano de 1936. Agradecido, Manuel López Hernández le
avala en la misma fecha de la detención. La circunstancia indica la
probabilidad de que el redactor de El Socialista previera su destino y
hubiera gestionado los necesarios avales antes de la detención.
El instructor dicta el
auto resumen del sumario el 8 de noviembre de 1939. La acusación es la
actividad periodística del encausado, que «fue corresponsal de guerra del
ejército rojo en el frente de Andalucía, vertiendo en sus crónicas frases
injuriosas contra el Ejército Nacional y sus generales, acusándoles de cometer
crímenes en zona por ellos controlada». Julián Fernando Fernández Revuelta
actuó igual que los corresponsales del bando sublevado. La diferencia, notable en una jurisdicción atenta al «derecho de autor», es que el
socialista perdió la guerra y pagó las consecuencias.
El 28 de noviembre de
1939 tienen lugar la vista previa y el plenario del consejo de guerra celebrado
bajo la presidencia del comandante Pablo Alfaro. La sentencia se articula en
torno a la afiliación del encausado en las JSU -no probada ni reconocida en el
sumario-, la participación voluntaria del madrileño en el Ejército Popular y la
condición de cronista de El Socialista. La pena dictada es de treinta
años de reclusión por un delito de adhesión a la rebelión. El auditor la
ratificó el 11 de diciembre de 1939 y Julián Fernando Fernández Revuelta se
dispuso a pasar una larga temporada en prisión por haber escrito unas crónicas
siendo un izquierdista.
El sumario conservado en el AGHD está
incompleto porque no incluye la documentación relacionada con las conmutaciones
y la salida de la cárcel, que debió ser a finales de 1942 tras la publicación
de la orden (BOE, n.º 178 del 27-VI-1942). De manera sorprendente,
cuando le llegó la conmutación de su pena firmada en una fecha no determinada
de 1942, por el mal estado del original, Julián Fernando Fernández Revuelta se
encontraba en libertad provisional después de trabajar en batallones
disciplinarios y salir de la cárcel de Ocaña, donde coincidió con un Miguel
Hernández al que conocía desde los tiempos de la toma del santuario de la
Virgen de la Cabeza.
El represaliado optaría
por alejarse de Madrid para evitar problemas y no volvió a presentarse en la
compañía ferroviaria, donde permanecerían quienes le delataron. Tras algunas
diligencias fallidas, el 8 de abril de 1943 los militares le localizan en Bermeo
y cuatro meses después el izquierdista firma la recepción de la nueva condena,
que le permitía seguir en libertad provisional. Su versión es que fue
desterrado a la localidad vizcaína, donde trabajó como marinero (Gómez y
Patiño, 1999: 478). El problema es que, de ser así, parece improbable que le
intentaran localizar durante varias semanas.
A partir de este momento
sabemos que Julián Fernando Fernández Revuelta volvió a ser procesado mientras
trabajaba en Barcelona como corrector de estilo al servicio de varias
editoriales con el seudónimo de Fernando Platero. En la capital catalana
resultó condenado a seis años junto con otros diez detenidos por actividades
clandestinas, «una nueva conspiración romántica», que los militares apenas
pudieron probar (Tribunal Militar Territorial 3, sumario 73725).
En 1948, cuando fue condenado por segunda vez, Julián Fernando
Fernández Revuelta tenía treinta y seis años. La perspectiva de volver a la
cárcel debió ser terrorífica. El comunista con aires de aventurero cruzó los
Pirineos para trasladarse a París y trabajar en la UNESCO, mientras descargaba
naranjas en el mercado cada madrugada. El sueldo como corrector o traductor era escaso.
Desde Francia pudo viajar a Guatemala, México y Cuba, donde el periodista colaboró en
programas radiofónicos y dirigió la agencia Prensa Latina para terminar como corresponsal de la misma en los Balcanes durante varios años.
Finalmente, el general
Franco falleció y Julián Fernando Fernández Revuelta regresó a España como tantos otros exiliados. Aquí
pasó los últimos años con una pensión de militar y oficinista depurado. El
cronista de guerra de El Socialista que se incorporó a las filas
comunistas a mediados de la guerra no figura en los registros de la
Fundación Pablo Iglesias. Tampoco en los del archivo histórico del PCE. No
obstante, reaparece el 20 de octubre de 1994 con motivo de una entrevista
testimonial acerca de Miguel Hernández: «Le teníamos mucho cariño. Era un
hombre respetado y querido que sabía hacerse querer» (Gómez y Patiño, 1999:
477). También un represaliado cuya nombradía nos ha permitido trazar unos
apuntes acerca de una biografía hasta ahora inédita. Fernando F. Revuelta ya tiene un relato, aunque sea fragmentario.
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