Esta semana, gracias a la
invitación del Aula de Cine de la UA, tuve la oportunidad de presentar un
documental dirigido en 1995 por el añorado Pedro Costa: ¡Que vienen los
Beatles! La visita del grupo británico a la España del verano de 1965 para
dar dos conciertos en Madrid y Barcelona es el tema de un trabajo basado en el
encargo que el director y el también añorado Paco Betriu recibieron, siendo
unos jóvenes realizadores, por parte de NO-DO. El objetivo era testimoniar la
visita y las reacciones provocadas por la misma. Así se hizo, y muy bien, pero
por esa precisa razón lo grabado quedó olvidado en unas latas, salvo unas pocas
imágenes que fueron utilizadas para dar una breve y tendenciosa noticia en
el informativo de obligada inserción en las carteleras del franquismo.
Al cabo de treinta años,
y gracias a un trabajo de investigación universitaria como tantas veces, esa
grabación de NO-DO fue rescatada para exhibirla en un documental de La 2 de
RTVE. Pedro Costa fue el director y, en un marco político radicalmente
diferente, por fin pudo contar lo sucedido, añadiendo los testimonios de
algunos protagonistas que recordaban una experiencia inolvidable por la fama
del grupo británico.
El franquismo promovió la
campaña de los XXV Años de Paz, que estudié en Petróleo, monjas y poetas.
Otras historias de 1964 (Sevilla, Renacimiento-Universidad de Alicante,
2021). Gracias a la misma, quedó inaugurada una etapa donde el concepto de la
Paz sustituía al de la Victoria. Así empezó el tardofranquismo, un lavado de
cara de la dictadura que apenas modificó la esencia de la misma. Una prueba,
tan anecdótica como representativa, la encontramos un año después, cuando la
visita del grupo británico evidenció los límites para normalizar cualquier
manifestación alejada de la cultura franquista.
El franquismo boicoteó a The
Beatles con todos los medios a su alcance, que eran muchos e incluían a Torrebruno como presentador. Les
dejaron actuar, a regañadientes, pero hicieron lo posible para que su visita
pasara sin pena ni gloria y, además, controlaron cualquier reacción que
cuestionara la estrechez cultural y vital de la España oficial de la época. El
documental de Pedro Costa lo cuenta con detalles que a veces provocan la
sonrisa, pero -como afirma Miguel Ríos en una de las entrevistas- esa reacción
jamás debería llevar a la añoranza de un país todavía en blanco y negro,
atrasado después de un largo período de aislamiento y con una juventud que
luchaba por respirar con un mínimo de libertad, aunque solo fuera para llevar
una minifalda, el pelo largo o gritar al modo de las fans de la época.
Ahora, cuando tantos
intentos políticos de PP-Vox se suceden para blanquear la dictadura, este
documental evidencia que el blanqueamiento solo es posible desde el olvido y la
tergiversación de la historia. El franquismo fue una dictadura violenta desde
el principio hasta el final. La evolución fue la inevitable en cuatro décadas,
pero el régimen siempre se mantuvo fiel a sus orígenes violentos en torno a un
golpe de Estado y una guerra que dio paso a un período donde se pretendió
aniquilar al enemigo.
Esa dictadura, al cabo de
los XXV Años de Paz, ni siquiera estaba dispuesta a aceptar con normalidad la
presencia de The Beatles. Su boicot es una prueba tan sencilla de entender como
contundente a la hora de establecer los estrechos límites en que se movía la
juventud de la época, aquella que una década después sería en buena medida la
protagonista de la Transición, que nunca fue una concesión pactada, sino una
conquista alcanzada con muchos sacrificios. Pero esa es otra historia.
Quedémonos ahora con el recuerdo de una visita con imágenes que nos asombrarán,
incluidas las de unas hermanas Hurtado vestidas de andaluzas para recibir a los
británicos. Lo berlanguiano no fue un invento de Berlanga. Veamos ahora el documental.
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