lunes, 14 de abril de 2025

El cincuentenario del primer artículo


Roma, primavera de 1974 


Max Aub albergó algunas dudas sobre su nacionalidad y llegó a la conclusión de que cada uno es del lugar donde ha estudiado el bachiller. La reflexión del valenciano con orígenes repartidos entre Alemania y Francia se repite a menudo porque ilumina una evidencia: la etapa de la adolescencia y juventud suele ser la más determinante y recordada.

Ese conjunto de recuerdos compartidos con los jóvenes de mi generación me llevó a la publicación de dos volúmenes: La sonrisa del inútil (2008) y Contemos cómo pasó (2016). Su objetivo era estimular la memoria generacional de quienes pudieran leerme, al tiempo que testimoniarla para los lectores de otras generaciones. Ahí queda el trabajo completado con otras iniciativas académicas en un sentido similar.

La insistencia en los mismos motivos o la recreación de lo anecdótico puede acarrear una obsesión contraproducente, que sería propia de un «abuelo Cebolleta». La evito en la medida de lo posible, pero a veces surge algún encuentro que propicia el recuerdo de lo vivido durante el bachiller.

Hace unos días, en la Feria del Libro de Alicante, me encontré con mi colega Rafael García Molina, con quien coincidí en las aulas del instituto Jorge Juan de nuestra ciudad. Rafael estudió la carrera en Valencia, se ha dedicado a la Física y apenas hemos intercambiado algunos correos sobre temas de interés común. La diáspora de aquel grupo de estudiantes ha sido inevitable.



Al vernos, me comentó que conservaba una revista publicada en 1974 donde figurábamos como miembros de un “comité de redacción”. Me la ha mandado y aquí reproduzco un par de imágenes de una publicación editada en el instituto con la precariedad y el entusiasmo de la época, cuando tantos chavales andábamos a la búsqueda de cualquier vía para dejar constancia de nuestras inquietudes.




Ahora, cuando he publicado treinta y nueve libros y miles de páginas, ver esa imagen con nuestros nombres me emociona. Por primera vez figuré en una publicación y aparecí junto a compañeros que recuerdo con cariño y nostalgia.  Muchos de ellos aparecen en esa foto tomada en Roma, cuando visitamos el Vaticano con las pintas de unos figurantes de las películas de quinquis. De aquel comité de redacción salió un catedrático de Física, un médico, tres abogados y un psicólogo. Les he perdido de vista por el paso de los años y la citada diáspora. También por la temprana muerte de Emilio.

El tiempo nos empuja a una etapa de balances. Ahora, cuando han transcurrido cincuenta años desde nuestra salida del instituto, me gustaría celebrar una nueva reunión de aquel comité de redacción. El resultado sería una publicación con mejor aspecto por los avances de la tecnología, pero dudo que con más entusiasmo entre los redactores. Apenas importa, porque lo tuvimos y siempre nos quedará el recuerdo para evocar cuando decidimos escribir en unos tiempos donde casi todo lo que no era obligatorio estaba prohibido.


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