Carlos Rivera, a la derecha, en Mundo Gráfico, 13-I-1937
El Archivo General e Histórico de Defensa me ha remitido el sumario del periodista onubense Carlos Rivera Gómez (AGHD, 3151). Hace meses, al ver las dos fotografías reproducidas en el blog, me llamó la atención el aspecto de este olvidado redactor de Informaciones que durante la Guerra Civil publicó crónicas y entrevistas, al tiempo que intervino en mítines de afirmación republicana. Nada se ha escrito sobre el joven de veinticuatro años procedente de Ayamonte que llegó a Madrid para triunfar como literato y acabó procesado en un consejo de guerra. El 14 de agosto de 1939 le condenaron a muerte.
Carlos Rivera, a la derecha, en Mundo Gráfico, 27-I-1937
El 31 de marzo de 1939, los falangistas Julián Martínez Odriozola y Regino Cuevas de la Calle le detuvieron para conducirle a una comisaría madrileña acusado de ser un periodista republicano. Allí mismo Carlos Rivera Gómez hizo la primera declaración, pasó a una improvisada prisión en Ronda de Atocha y el auditor ordenó instruir el correspondiente sumario al Juzgado Permanente n.º 2.
Dada la condición de periodista del encartado, el 17 de junio de 1939 el sumario pasó al Juzgado Militar de Prensa por orden del auditor de guerra. El 21 de julio, un mes después, el juez Manuel Martínez Gargallo inicia la instrucción con la colaboración del alférez Baena Tocón como secretario.
El joven y apuesto Carlos Rivera Gómez debió entrar en pánico por razones obvias y sus declaraciones suponen una retractación como republicano. La compasión no estaba prevista para estos casos durante la inmediata posguerra. La instrucción solo duró cinco días hasta la elaboración del auto resumen fechado el 3 de agosto de 1939.
Este documento, fundamental para el plenario del consejo de guerra, pide el procesamiento de Carlos Rivera Gómez por haber sido teniente de carabineros, aunque nunca participó en acciones militares, y autor de artículos publicados en Informaciones, «en los que no solo alienta a la resistencia contra el Ejército Nacional, sino que son un continuo insulto y ultraje para él».
El tribunal presidido por el comandante Félix Navajas García le condenó a muerte reiterando lo fundamental de lo dictado por el juez Manuel Martínez Gargallo. Así se solía hacer en los sumarísimos de urgencia. De ahí la importancia de los auto resúmenes, que solían ser la clave de la sentencia a falta de otros elementos de juicio o ponderación.
La petición de procesamiento formulada en el auto resumen incluye dos acusaciones: la condición de teniente del «ejército rojo» y los artículos publicados en Informaciones. Con el objetivo de conseguir los mismos, el juez Manuel Martínez Gargallo el 30 de julio de 1939 dictó una providencia que cuenta con la firma del alférez Baena Tocón como secretario:
El citado alférez se personó en la Hemeroteca Municipal de Madrid para realizar la «investigación» y, en solo dos días, elaboró un informe donde hay cinco folios dedicados a transcribir un artículo de Carlos Rivera Gómez y otros cuatro a resumir diferentes crónicas del mismo. A partir de esta base documental y con el acompañamiento de las declaraciones efectuadas, el juez redactó el auto resumen que, examinado por el plenario del consejo de guerra, derivaría en la citada condena a muerte.
El procedimiento se repite en otros sumarios examinados en mis libros, al igual que en los de diferentes colegas especializados en la represión franquista. Baste recordar en este sentido el sumario de Javier Bueno, otro condenado a muerte. A raíz de la sentencia del juzgado gaditano, todavía pendiente de aclaración a instancias de mi abogado, tengo dudas sobre cómo proceder en el tercer volumen de la trilogía, donde aparecerá el capítulo dedicado a Carlos Rivera Gómez.
¿Debo atender a lo documentado en los archivos militares o, de acuerdo con el sentido exculpatorio de la sentencia, debería hacer caso omiso de esa documentación para relativizar la trascendencia del papel desempeñado por el secretario durante la fase de instrucción?
A la espera de la respuesta de la jueza, traslado la pregunta a otros historiadores con los que estoy en permanente contacto para corregir mis trabajos y sigo recopilando documentación con el deseo de que el joven y apuesto Carlos Rivera Gómez, al menos, tenga el testimonio de sus actividades periodísticas al servicio de la II República.
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