Desde hace cuatro años colaboro con María Luz González Peña, responsable del Archivo de la SGAE, para esclarecer lo sucedido con los socios de esta sociedad durante el período de la Guerra Civil y la posguerra. Este intercambio de información y documentos nos ha permitido avanzar en el conocimiento de la turbulenta trayectoria de la sociedad durante un período especialmente difícil. Ahora este trabajo, al que se ha sumado el historiador Fernando Jiménez Herrera, ha fructificado en una iniciativa editorial: Ángeles y demonios. II República, Guerra Civil y posguerra en la SGAE.
La publicación del volumen ha venido acompañada de una exposición en la sede de la propia SGAE. Así, con estas iniciativas complementarias, hemos intentando ayudar a conocer la compleja realidad histórica de unos momentos donde, como reza el título, hubo ángeles y demonios entre los propios socios. Frente a los delatores y los oportunistas de todo tipo, hemos descubierto comportamientos nobles y hasta heroicos que procuraron aliviar aquella tragedia. Su memoria es nuestro empeño y esperamos haber dado cuenta con rigor de aquellas vicisitudes.
Mi capítulo, pp. 45-96, está dedicado fundamentalmente a los consejos de guerra protagonizados por los socios, pero sobre todo me siento orgulloso de haber rescatado la labor desempeñada por Joaquín Dicenta Alonso al frente del Sindicato de Autores, que en buena medida sustituyó a la SGAE durante la guerra en la zona republicana. Incluso hemos podido editar por primera vez su extenso informe para la junta directiva del sindicato donde detalla las iniciativas llevadas a cabo para salvaguardar la vida y los intereses de los socios que sufrieron alguna persecución.
Por otra parte, gracias a este volumen completo lo expuesto en Nos vemos en Chicote y Perder la guerra y la historia, al menos en los casos donde estuvieron involucrados los socios de la SGAE. La labor del historiador es un continuo corregir y ampliar para volver a revisar. La historia nunca se cierra porque presupone un debate permanente donde, al margen de los dogmáticos, jamás llegamos a la conclusión acerca de «lo verdadero», por mucho que -como recordaba Sergio del Molino en la entrada del pasado día 6- algún león sordo pretenda acabar con el violinista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario