El comandante Pablo
Alfaro Alfaro presidió el tribunal que condenó a muerte a Miguel Hernández (AGHD, 21001). Con
el objeto de redactar una nota biográfica suya para la edición de los sumarios
del poeta (Madrid, Ministerio de Defensa-UA, 2022, p. 246), consulté su
esquela, publicada el 27 de marzo de 1966 en ABC (p. 138). De los datos
incluidos en la misma deduje que el oficial era el padre del poeta falangista
José M.ª de Alfaro Polanco (1905-1994), que en numerosos trabajos académicos figura
como uno de quienes pretendieron salvar a Miguel Hernández. Incluso así consta
en su entrada de Wikipedia.
La deducción ahora parece
confirmada a raíz de la consulta del sumario que el 11 de febrero de 1937 le
instruyeron las autoridades republicanas por desafecto al régimen (AHN, FC,
Causa General, 89, exp. 11). En la documentación procesal figura una
declaración de José M.ª Alfaro fechada el 13 de enero de 1937, donde consta
como un abogado soltero de treinta años. También como «hijo de Pablo», del que
no aparece su condición de militar en la reserva desde los tiempos de las
reformas impulsadas por Manuel Azaña.
Gracias a ambos datos, es
plausible afirmar que quien intervino en la redacción de la letra del himno
falangista y fue amigo personal de José Antonio Primo de Rivera también era
hijo del comandante Pablo Alfaro Alfaro. Puesto a buscar en compañía de Rafael
Sánchez Mazas una hipotética ayuda para evitar la condena a muerte de Miguel
Hernández, parece más lógico que el «camisa vieja» la hubiera procurado en el
domicilio familiar. No me consta que a lo largo de su brillante trayectoria
como periodista, diplomático y escritor explicara esta circunstancia inédita
hasta la publicación de Los consejos de guerra de Miguel Hernández.
El citado sumario de 1937,
accesible a través de Archivos PARES y de cuya existencia no me consta noticia
en la escasa bibliografía sobre José M.ª Alfaro, incluye otros datos dignos de
interés. En la declaración, el falangista con el carnet n.º 19 de FE niega
cualquier relación con este partido. Las autoridades judiciales le creyeron a
pesar de su nombradía en los medios políticos y periodísticos, habiendo sido
candidato de los falangistas en las elecciones de febrero de 1936. Además, contó
con la ayuda de tres testigos que «espontáneamente» acudieron a avalarle el 3
de febrero de 1937. En la misma mañana y con similares palabras, los tres
individuos de oficios humildes declararon que el detenido por los milicianos era
un «buen republicano» y admirador de Manuel Azaña. Tal vez por influencia
paterna, aunque -ya sin ironía- cabe recordar que el falangista y el
republicano coincidieron en la redacción de Cruz y Raya durante 1933.
Eran otros tiempos y José M.ª Alfaro, siempre brillante en sus habilidades
sociales, mantuvo una buena relación con literatos de izquierdas hasta el
inicio de la Guerra Civil.
Gracias a estos avales y
una posible ayuda de alguna autoridad judicial, el dirigente falangista salió
en libertad a mediados de febrero de 1937. Nadie, en aquellos juzgados
republicanos, recordaba que José M.ª Alfaro el 11 de julio de 1934 fue detenido
y declaró en el Juzgado de Instrucción n.º 10 de Madrid (AHN, FC-AUDIENCIA_T_MADRID-CRIMINAL, 163, exp. 3). Entonces, a la espera
de ser defendido por el propio José Antonio, reconoció ser militante de FE con
el previsible orgullo de quien admite una obviedad. También en esta ocasión
quedó absuelto junto con otros cuarenta correligionarios detenidos por celebrar
una reunión en un local clausurado por las autoridades republicanas.
El análisis de ambos
sumarios modifica varios datos repetidos en los estudios dedicados a José M.ª
Alfaro. Por ejemplo, la rocambolesca huida que le llevó a la embajada
de Chile y su imposible presencia en el frente extremeño durante 1938 citada
por Mónica y Pablo Carbajosa en su tesis doctoral a partir de testimonios probablemente
orales. El trabajo de ambos hermanos es magnífico, pero anterior a la
posibilidad de consultar los sumarios y la publicación de la documentación
relacionada con la actividad diplomática de Carlos Morla Lynch.
En la legación chilena el
poeta falangista destacó junto a Manuel Valdés Larrañaga por sus actividades al
servicio de la Quinta Columna -según reveló un excelente artículo del
historiador Carlos Piriz- y firmó un documento de apoyo a Carlos Morla Lynch. El diplomático para evitar poner en peligro a los demás refugiados le retuvo en la embajada, mientras el
falangista intentaba negociar con los casadistas el final de la guerra.
Así, muy cerca del amigo
de García Lorca, permaneció José M.ª Alfaro en la embajada hasta el 23 de
febrero de 1939, cuando «Leoncio Pancorbo» salió clandestinamente con destino a
Burgos. Algunas fuentes bibliográficas le atribuyen una participación en la ley
de prensa de 1938, pero sus autores debieran leer lo escrito con acierto por
Andrés Trapiello para desechar esta actividad de quien acapararía cargos en las
publicaciones de la Victoria y en las asociaciones gremiales relacionadas con
las mismas.
El autor de la novela Leoncio
Pancorbo (1942), cuyo protagonista es un arquetipo del joven falangista que
muere en circunstancias heroicas para salvar «la unidad de destino en lo
universal», merece un extenso trabajo donde los silencios de los testimonios
orales den paso a los documentos conservados. Los mismos, por su parcial
contraposición a lo difundido con indudable éxito, permitirán comprender
mejor la trayectoria de quien dirigiera Arriba tras entrar las tropas
del general Franco en Madrid y terminara colaborando en El País. Esta
evolución tan singular, o no, merece un detenido análisis en la línea del
reciente libro de Maximiliano Fuentes Codera (Sánchez Mazas, el falangista
que nació tres veces, 2025), aunque sin descartar una perspectiva como la de Gregorio Morán en sus análisis de la cultura española de la Transición.
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