martes, 8 de julio de 2025

La mesa del general Franco


 El general Franco en su despacho del palacio de El Pardo

Las anécdotas pueden ayudar a iluminar cuestiones complejas. Con motivo de la preparación de los libros dedicados al franquismo, abrí una carpeta de recursos audiovisuales donde recopilé fotografías del general Franco que me llamaron la atención. Algunas estaban tomadas en el despacho del palacio de El Pardo, donde su mesa de trabajo aparece siempre con un montón de papeles. Hasta el punto de que solo queda lugar para un cenicero, a pesar de que el general no fumaba. Del carácter neoclásico del mueble ahora depositado en el Salón de Columnas del Palacio Real, según leo, nada se aprecia.

La fuente de estas fotografías es tan fiable en materia de adhesión al régimen como ABC y no cabe imaginar un propósito crítico o burlón en unas imágenes convertidas en documentos al servicio del relato histórico.




A la vista de una mesa donde el general parecía atrincherado gracias a las montañas de papeles, caben dos interpretaciones sujetas a matizaciones. Unos historiadores pensarán en la inquebrantable voluntad de servicio de quien velaba, las veinticuatro horas del día, por los intereses de España y ensalzarán la tarea de despachar tan ingente cantidad de documentos. Incluso alguno, con ínfulas de modernidad, hablará de un «trabajador 24/7» al servicio de la Patria.




Otros historiadores, tal vez más atentos a los hechos que a los adjetivos derivados de las hipótesis, considerarán que semejante pila de papeles era fruto de la incapacidad del general para despacharla con prontitud y orden, sobre todo cuando se convirtió en un anciano proclive al golf, la pesca, la caza, la pintura, la televisión, la Fanta de limón y otros motivos recreativos entre los cuales siempre estuvo el cine.

El irresoluble debate permite la posibilidad de comparar lo visto en las fotografías con las despejadas mesas de los monarcas que le han sucedido en la jefatura del Estado. El contraste es evidente, aunque las conclusiones son arriesgadas por la posible interferencia de algún asesor de imagen o un fotógrafo más atento a estas circunstancias. No todas las mesas reflejan el carácter de sus propietarios.

También, para ahondar en el tema, el historiador puede acudir a diferentes fuentes relacionadas con la productividad laboral del Caudillo, que iría más allá de lo constatado en la mesa de su despacho. Aquí, a falta de una documentación exhaustiva, los testimonios varían notablemente, a pesar de que todos proceden del ámbito oficial y ningún opositor controló su horario laboral.

En cualquier caso, el debate queda abierto con la seguridad de que nadie lo cerrará abruptamente para condenar a quienes discrepen de su conclusión.

Si así sucede con la imagen de una mesa repleta de papeles, cabe imaginar que otras cuestiones más complejas y carentes de pruebas contundentes podrán tener un recorrido infinito en el ámbito de los debates históricos. El objetivo de los historiadores es mantenerlos en un clima de libertad que favorezca el contraste entre las diferentes investigaciones. No para alcanzar «la verdad», una pretensión tan totalitaria como incompatible con la historiografía, sino para ahondar en el conocimiento del pasado mediante aportaciones siempre sujetas a revisión, modificación y ampliación.

 

sábado, 5 de julio de 2025

Periodistas represaliados: la necesidad de completar la tarea


La investigación en solitario es un empeño carente de sentido. El historiador siempre depende del trabajo de otros colegas y el intercambio de información o experiencias resulta imprescindible para evitar descubrimientos como el del Mediterráneo.
Una vez redactado el tercer volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores, me llega la publicación de la segunda parte de la tesis doctoral de Rafael Cordero Avilés (Héroes sin nombre. La prensa republicana en el Madrid de la Guerra Civil, Madrid, Fragua, 2025), que a lo largo de estos años me ha servido como fuente de información y consulta.
Gracias a los datos aportados por Rafael Cordero Avilés, he constatado la existencia de otros periodistas que fueron procesados durante la posguerra y que no han aparecido en los tres volúmenes ya redactados. La lista de estos represaliados es la siguiente: Amós Acero Pérez, Federico Augusto Vázquez, Valentín Gutiérrez de Miguel, Francisco Fernández Albors, Fernando Fernández Revuelta, Marcelo Edmundo Ogier Preteceille, Juan Falces Elorza, Ángel Edmundo Ogier Preteceille, José Ponce Bernal, Diego Alba Cortina, Francisco Bateriola Arroyo, Emilio Rodríguez Delgado, José Gallego Díaz, Concepción Santalla Nistal, Leandro Antonio Sanz Aguinaga, Manuel Izquierdo Esteban, Enrique Sánchez Cabeza Earle, Juan Antonio Cabezas Cantelli, Victoriano Tamayo Mayones, Felipe Camarero Ruanova Maldonado, Rafael Sánchez Guerra Sainz, Benigno Mancebo Martín, Joaquín Fernández Fernández-Vega, José Fragero Pozuelo, David Antona Domínguez y José Expósito Leiva.
Los periodistas y escritores estudiados en la trilogía superan el centenar y, junto a los arriba citados, tengo la esperanza de completar el listado de los procesados. El trabajo pendiente me llevará un mínimo de un año y medio de consultas a partir de octubre, cuando haya entregado el original del tercer volumen. El destino de este trabajo depende de la entidad de lo localizado. Tal vez deba redactar un cuarto volumen de lo que pasaría a ser una tetralogía, pero lo más previsible es que los correspondientes análisis de los sumarios aparezcan en otro marco del que daré noticias este próximo otoño.
Mientras tanto, el verano estará repleto de gestiones, correos, búsquedas, consultas... para poner en marcha una nueva tanda de capítulos que permitan completar el objetivo de lo emprendido hace más de diez años: aportar un relato y una voz a todos y cada uno de los autores represaliados.

miércoles, 2 de julio de 2025

Rosita Díaz Gimeno en Hoy por hoy (Cadena SER)


 Rosita Díaz Gimeno. Fuente Wikipedia

Ayer tuve el placer de participar en el programa Hoy por hoy (Cadena Ser), de Ángels Barceló, que dedicó un podcast a la actriz Rosita Díaz Gimeno (1911-1986), una de las protagonistas de mi libro El tiempo de la desmesura (2011), dedicado a los rodajes cinematográficos que coincidieron con los inicios de la Guerra Civil:


Quisiera dar mi enhorabuena a los responsables del podcast porque en quince minutos consiguieron sintetizar la trayectoria de una actriz que ha pasado a la posterioridad como «la sonrisa de la República» y simboliza una parte significativa de lo perdido con motivo de la Guerra Civil. Homenajear la belleza de una sonrisa capaz de cautivar a Charles Chaplin y el testimonio cívico de una mujer tan valiente como culta siempre merece la pena.

La periodista Teresa Hurtado, de la Cadena SER, resume así lo expuesto en el podcast:


lunes, 30 de junio de 2025

El testimonio carcelario de Rafael Sánchez Guerra


 Rafael Sánchez Guerra. Fuente: Wikipedia

El original del tercer volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra de periodistas y escritores ya está listo, a falta de un nuevo repaso y la inclusión de algunas notas sacadas de la bibliografía publicada durante estas últimas semanas. El total de víctimas estudiadas se acerca al centenar, pero soy consciente de que todavía habrá algunas más y, por lo tanto, la investigación debe continuar.

El periodista y político Rafael Sánchez Guerra (1897-1964) apenas tuvo presencia en la prensa republicana durante la Guerra Civil y decidió quedarse en Madrid al finalizar la misma porque estaba convencido de que no iba a sufrir una dura represión. Sin embargo, junto con Julián Besteiro fue inmediatamente detenido y trasladado a la cárcel de Porlier a la espera de su consejo de guerra (AGHD, 129173, 7374), que le condujo por varias cárceles hasta el posterior exilio. Hoy mismo he pedido copia del sumario y, a la espera de poderlo consultar, he tenido la oportunidad de leer la versión francesa de sus memorias carcelarias, que aparecieron por primera vez en Buenos Aires.

Un ejemplar de Mes prisons. Memoires d’un «rouge» (París, Jean Vigneau, 1947) se encuentra depositado en la biblioteca de la UA gracias a una donación. El volumen ha sufrido el paso del tiempo. Hay que consultarlo con sumo cuidado, pero el trabajo merece la pena por el valor del testimonio de quien, desde luego, no era un «rojo». La ironía del subtítulo se percibe desde la primera página.

Esta circunstancia corrobora que la represión de los periodistas y escritores abarcó un conjunto que nunca debemos equiparar con el de los «rojos». Así lo explico en la trilogía y no merece la pena insistir en una de las tesis de la misma. Si doy cuenta de la consulta bibliográfica es porque, en esas destrozadas páginas editadas en París, he encontrado el testimonio acerca del paso por la cárcel de Porlier de dos víctimas presentes en mis trabajos: el periodista Javier Bueno, que apareció en el primer volumen, y el escritor Antonio de Hoyos y Vinent, que es uno de los protagonistas del tercero.

Rafael Sánchez Guerra está distanciado de ambos desde el punto de vista político. No obstante, sus palabras expresan la admiración que le merecieron por su actitud en la cárcel. Javier Bueno intentó refugiarse en la legación diplomática de Panamá al finalizar la guerra, pero fue sacado de la misma a base de golpes. La historia ya era conocida, pero impresiona la imagen de hombre físicamente destrozado que nos traslada Rafael Sánchez Guerra, El director de Claridad llegó a Porlier siendo consciente de que ya estaba condenado a muerte y con le visage meurtri de coups (p. 103).

Así sería interrogado durante la rápida instrucción que tuvo lugar en el Juzgado Militar de Prensa porque, entre abril y julio de 1939, apenas podría superar las huellas de la tortura a la que fue sometido en el momento de la detención. La circunstancia se percibe, de forma implícita, en el correspondiente sumario, donde encontramos a un hombre tan destrozado como consciente de su inmediato destino, aunque conservara la dignidad hasta el punto de ser motivo de varias anécdotas entre sus compañeros de prisión.

Rafael Sánchez Guerra también habla de la dignidad de otro preso destrozado, aunque en este caso por la enfermedad y la discapacidad física. Antonio de Hoyos y Vinent era una ruina cuando ingresó en Porlier, pero todavía tuvo la ocasión de mostrar su dignidad en el momento de recibir la visita de un vencedor de la guerra: su hermano. La consulta del correspondiente sumario matiza lo relatado en este sentido por Diego San José y Rafael Sánchez Guerra, pero queda la imagen de una dignidad que pronto acompañó a la tumba al noble convertido en sindicalista al servicio del partido de Ángel Pestaña.

Quede constancia.


sábado, 28 de junio de 2025

El trabajo colectivo de una revista universitaria

Las enhorabuenas siempre son bien recibidas. Y, si te las mandan la rectora de tu universidad y el vicerrector de investigación de la misma por la tarea académica al frente de una revista, son un motivo de doble alegría. Así ha sucedido con motivo de la publicación de los resultados de la JCR de la Web of Science, donde Anales de Literatura Española ha confirmado su posición de liderazgo en el primer cuartil.

El trabajo, como es obvio, resulta colectivo, pero no basta con decirlo y conviene explicarlo en términos sencillos para entender la dificultad de sacar adelante una revista universitaria que publica dos números cada año desde que asumí la dirección.

El objetivo solo es viable contando con la colaboración de quienes actúan como secretarios de la revista: los profesores Davide Mombelli y Laura Palomo. Gracias a esta circunstancia, tenemos repartidos los trámites, revisiones, gestiones, comunicaciones… imprescindibles para editar los números. El conjunto abarca desde la petición de las subvenciones hasta la revisión de los textos pasando por una variedad de trabajos realmente sorprendente. Su enumeración resultaría disuasoria para quienes estén preparando una nueva revista, pero la tarea puede ser culminada cuando, al menos, hay tres personas dispuestas a emprenderla en un clima de colaboración y responsabilidad.


Dr. Davide Mombelli

Asimismo, contamos con un consejo de redacción al que recurrimos para localizar nuevos evaluadores de los artículos que nos llegan, promover contactos con diferentes grupos de investigación, considerar las líneas de trabajo de la revista y otras tareas imprescindibles para el correcto funcionamiento de la misma.


Dra. Laura Palomo

Una revista académica, tan distinta de las «depredadoras» a menudo objeto de denuncias con repercusión en los medios de comunicación, necesita someterse a un complejo sistema de normas para su indexación. Esta tarea la realizamos gracias al asesoramiento del Servicio de Publicaciones, que también nos ayuda a contactar con el maquetador, a colgar en internet la revista, imprimirla y distribuirla. Cada paso supone muchos correos electrónicos y algunas visitas a dicho servicio, donde siempre encontramos una excelente acogida porque, además de compañeros, somos amigos.

Así, para publicar un número y con independencia de los autores o los miembros del consejo de redacción, necesito la ayuda de Laura, Davide, Carlos, Marten, Javier, David, Vicente, Diego… Es decir, lejos de estar solo, estoy muy bien acompañado y, a menudo, mi trabajo es actuar como un guardia urbano dirigiendo el tráfico para que el vehículo llegue al destino a tiempo y sin percances.

Trabajar así, con gente joven y cuando uno está a punto de jubilarse, supone un privilegio que nunca terminaré de agradecer. Lo hago aquí y en cualquier otro lugar, porque mi empeño es distanciarme de quienes se aferran a sus competencias hasta el día de la jubilación. Yo las comparto, procuro sentar las bases de su continuidad cuando tengan que apartarme y, sobre todo, disfruto sintiéndome todavía útil a quienes pronto ocuparán mi puesto o seguirán siendo decisivos para que otras revistas de la Universidad de Alicante encabecen listados como el JCR de la Web of Science.

 

Pdta. He recibido tres ofertas económicas para privatizar la revista. Ni siquiera he contestado, porque, además de honesto, apuesto por una ciencia accesible a toda la comunidad científica y ajena a negocios que a veces son turbios.

 

Pdta.: La noticia ha sido recogida en el boletín informativo de la Universidad de Alicante:

https://web.ua.es/es/actualidad-universitaria/2025/julio2025/7-13/anales-de-literatura-espanola-la-unica-revista-q1-de-la-universidad-de-alicante-consolida-su-prestigio-internacional-en-humanidades.html

 

jueves, 26 de junio de 2025

Miguel Ángel Miró era, en realidad, Miguel Hernández


 El novelista Ángel M.ª de Lera

Desde hace unos treinta años imparto una asignatura dedicada a las relaciones entre el teatro y el cine. Una de las películas seleccionadas para las prácticas suele ser Calle Mayor (1955), de Juan A. Bardem, basada en la tragedia grotesca La señorita de Trevélez (1916), de Carlos Arniches. La reiterada consulta de ambas obras me permitió escribir La ciudad provinciana (1999), donde abordé un motivo literario y cinematográfico que siempre me ha interesado.

Cada vez que comento la película de Juan A. Bardem debo hacer una advertencia. La versión que ha llegado hasta nosotros es el fruto de la forzada colaboración entre el director y los censores. A pesar de los casi cincuenta años transcurridos desde la desaparición de la censura, nadie ha recuperado la versión original. En algunos aspectos resultaría imposible por la necesidad de rodar nuevas escenas, pero en otros se podría hacer mediante la eliminación de una impuesta voz en off como la presente en la escena inicial, donde el censor se empeña en decirnos que Cuenca es una ciudad cualquiera de vete a saber qué país. El objetivo era que, a pesar de las evidencias, el espectador no relacionara lo visto con la España del nacionalcatolicismo.



La censura franquista comenzó antes de la finalización de la Guerra Civil y terminó su labor más allá de la muerte del dictador, al menos oficialmente, puesto que durante la Transición hubo ofendidos y jueces capaces de sustituir a los censores (
Ofendidos y censores, 2022). Ni siquiera la aprobación de la Constitución terminó con estas prácticas, aunque el aparato censor quedara desmontado sin perjuicio de quienes lo sustentaban.

Así resulta lógico que una novela publicada en 1976 como es La noche sin riberas, de Ángel M.ª de Lera, todavía apareciera tras sufrir los recortes y la presión de la censura franquista. La tetralogía del autor sobre la Guerra Civil, iniciada con Las últimas banderas (1967), es un valioso testimonio fruto de una lucha contra la censura, que cercenó los originales e impidió que el novelista condenado a muerte en un consejo de guerra pudiera expresarse con libertad.




Ángel M.ª de Lera se vio obligado a callar sobre aspectos de lo vivido. Puestos al habla con la familia, su hijo me cuenta lo relacionado con las palizas y el maltrato que el novelista sufrió durante el proceso y la posterior estancia en varias cárceles. Incluso me ha remitido el informe médico de la defunción de su padre, donde las huellas de la tortura parecen tan evidentes como las consecuencias de la misma durante décadas de padecimiento.

Una edición crítica de la tetralogía novelística de Ángel M.ª de Lera debería aportar, aunque fuera en la introducción, información sobre lo callado por el autor a causa de la censura. Así podríamos valorar mejor su testimonio, que nunca fue escrito en un clima de libertad de expresión.

Un ejemplo, entre otros muchos de estas novelas, lo encontramos en las páginas 192-193 de la edición original de La noche sin riberas, publicada en Barcelona por Argos Vergara. Federico Olivares, el protagonista y alter ego del autor, entra en contacto con Miguel Ángel Miró, un poeta también encarcelado. Apenas leemos lo escrito sobre este personaje secundario comprendemos que, en realidad, se refiere a Miguel Hernández, cuyo nombre estaría vetado en este marco novelístico. Y así, bajo ese supuesto Miguel Ángel Miró, nos ha llegado una huella del poeta oriolano.

Justo cuando apareció la novela, en la primavera de 1976, muchos estudiantes participamos en un homenaje al poeta celebrado en Orihuela y Alicante. Ahora, aquel episodio de juventud es materia histórica gracias a la documentación conservada en el Archivo de la Democracia de la Universidad de Alicante, así como objeto de estudio en varias publicaciones.

Lo agradezco y consulto, pero esa experiencia de correr para evitar los golpes de la policía porque habíamos homenajeado a Miguel Hernández forma parte de mi memoria, aquella que me definió siendo un veinteañero y a la que pretendo ser fiel cuando estoy a punto de jubilarme. Ese día de miedo y rabia me enseñó que nunca debía callar ante quienes pretenden silenciar lo ocurrido con el poeta oriolano y tantos otros escritores republicanos que padecieron consejos de guerra por ejercer el derecho a la libertad de expresión.


lunes, 23 de junio de 2025

Archiveros e investigadores en torno a la memoria familiar


El pasado 12 de junio y en la Universidad de Sevilla tuvo lugar un encuentro organizado por la Asociación de Archiveros de Andalucía, con el patrocinio de la Consejería de Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía , en torno a los archivos y la investigación de la memoria familiar. Los participantes fueron mi colega Gutmaro Gómez Bravo y la archivera Henar Alonso Rodríguez con Isabel Medrano Corrales, vicepresidenta de la entidad organizadora, como moderadora.
El acceso a los archivos públicos, la investigación histórica en los mismos, la transparencia y la protección de datos son temas directamente relacionados con mi trabajo. De ahí el interés de enlazar la grabación del acto para quienes, como seguidores de este blog, también estén interesados en los puntos abordados por los participantes: