lunes, 28 de agosto de 2023

La fiel infantería, de Rafael García Serrano


 

Un día, por casualidad, descubrí en la biblioteca del C.I.R. 16 un volumen que me llamó la atención: La fiel infantería (1943), de Rafael García Serrano. Yo había sido alumno de Julio Rodríguez Puértolas en un curso sobre literatura fascista que impartió en la Universidad de Alicante y sabía, por lo tanto, de aquel novelista y periodista cuyo encendido falangismo todavía bramaba en las páginas de El Alcázar durante la Transición. La edición depositada en la biblioteca era de 1973, la cuarta de una novela que fue censurada y prohibida poco después de su publicación. Lo cuenta con lujo de detalle el propio autor en un «Aviso a la clientela» que puede sorprender a los desconocedores de las batallas internas que se produjeron entre los vencedores. El falangismo bronco y exaltado de Rafael García Serrano tropezó con la Iglesia, capaz de bendecir y alentar una cruzada en la que participó sin reparos, pero temerosa de que un joven novelista dispuesto a «fecundar la Patria a tiros» (p. 5) utilizara «expresiones indecorosas y obscenas» en «los pasajes de lujuria» y osara hablar de «las malas mujeres». Según Enrique Pla y Deniel, arzobispo de Toledo y primado de las Españas, «esta novela resulta muy nociva para la juventud, debilitando su fe, su piedad y la moralidad de costumbres». Su denuncia se transformó en una prohibición y aquella obra, que había obtenido en 1943 el Premio Nacional de Literatura José Antonio Primo de Rivera, estuvo retirada de la circulación desde enero de 1944 hasta la primavera de 1958. El autor asume su destino de falangista irredento: «Tengo que pagar mis lealtades» (p. 11), incompatibles con la prosa untuosa de primados y arzobispos que recién salidos de un genocidio se escandalizaban ante unos exaltados jóvenes que habían protagonizado la cruzada sin renunciar al «bajo vientre». Y es que, en cuestión de metáforas, Rafael García Serrano nunca fue un modelo de exquisitez. Tampoco cuando, dispuesto a seguir pagando sus lealtades en tiempos del tardofranquismo, se mostraba así de escatológico y contundente: «Cada vez que me he bajado los pantalones para hacer del cuerpo me he sentido muy satisfecho dedicando mis miserias a la democracia y el liberalismo, y ahora que suelo andar ligero, no voy a desaprovechar la ocasión» (p. XXXIV). Vale.

No disfruté con aquella lectura de una prosa donde se percibían los brochazos propios de una exaltación que nunca he soportado. Años después, y en el mismo bando, descubrí autores interesantes como Agustín de Foxá, lo suficientemente cínico e inteligente como para salvarse de la propaganda de la posguerra que tantos títulos dignos del olvido nos dejó. Rafael García Serrano, por el contrario, era sincero hasta el punto de parecer un bravucón. Dejé su novela en la correspondiente estantería. Algún brigada la habría comprado sin saber que era una obra de ficción, tal vez confundido por el título. Y supongo que allí permanecerá olvidada, como tantos ejemplos de una España gritona que podía seguir encontrando más allá de las paredes de una biblioteca ignorada por casi todos.

Cada mañana, con los correspondientes toques de cometa y los primeros gritos, recordaba que formaba parte de «la fiel infantería» que, en 1981, también estuvo dispuesta a pagar sus lealtades, aunque sin la unanimidad que nos habría devuelto a la dictadura. Había, no obstante, una notable diferencia: muchos soldados de aquella «quinta del porro» formábamos un cuerpo extraño, poco propicio para la exaltación y el heroísmo. Puestos a desfilar, nunca habríamos aparecido en una película de Leni Riefenstahl. Ni siquiera hubiéramos justificado con nuestra marcialidad el desbordamiento retórico de una locución como la del NO-DO. Zumbones y horteras, porreros y pasotas…, aquella tropa se asemejaba a la recordada con estupor por el conde de Romanones, aunque algunos percibíamos que la suerte podía cambiar con unas órdenes, el miedo y la ruptura de un «hilo» cuyo escaso grosor, aislados en aquel campamento, desconocíamos para nuestra fortuna.

 Nota:

Texto extraído del capítulo «La foto de soldado que no buscaré», incluido en el volumen La sonrisa del inútil. Imágenes de un pasado cercano (Alicante, Publicaciones de la Universidad de Alicante, 2007).

https://publicaciones.ua.es/libro/la-sonrisa-del-inutil_128106/

http://hdl.handle.net/10045/136663

No hay comentarios:

Publicar un comentario