Un
abstemio entre chunguitos
Soy
abstemio sin voluntad de predicar con el ejemplo y jamás he fumado. Tampoco
aquel hachís que en 1981 circulaba por todos los rincones del campamento de Camposoto
(Cádiz), hasta el punto de que bastantes soldados hacían las guardias armados y
en una especie de nirvana al ritmo de Bob Marley. Eran los pacíficos, capaces
de sonreír en las más insólitas situaciones. Otros resultaban más pendencieros,
pues el suyo ni siquiera era el aturdimiento narcótico de algunos ojerosos
donde se mezclaba un Rimbaud, que desconocían, con los profetas del rock duro y
atronador, que tuve la desgracia de conocer a la fuerza. Algo peor; esos
«broncas» se emborrachaban en apenas unos minutos a los sones de Los Chunguitos
y fumaban porros «deprisa, deprisa», como los marginales protagonistas de la
película que rodara por entonces Carlos Saura, intentando emular a Eloy de la
Iglesia en su versión de lo iniciado por José Antonio de la Loma. Algunos, los
menos, hasta miraban la bayoneta como un pincho más y esperaban la soledad de
la más recóndita garita. Convenía ser precavido con unos tipos armados e
imprevisibles, incluso mantener las distancias en ciertos momentos de la
guardia, pero también los envidiaba porque zascandileaban en otro mundo y, al
mismo tiempo, daban la impresión de ser los dueños del cotarro. En aquel
campamento andaluz parecían haberse reunido todos los chunguitos del mundo para
mi desesperación de individuo racional y frío, pendiente de una brújula cuyo
norte había desaparecido en medio de un caos de gritos, consignas, putadas y
locuras.
Texto extraído del capítulo «La foto del soldado que no buscaré», incluido en el volumen La sonrisa del inútil. Imágenes de un pasado cercano (Alicante, Publicaciones de la Universidad de Alicante, 2007).
El citado libro se puede adquirir en:
https://publicaciones.ua.es/libro/la-sonrisa-del-inutil_128106/
El preprint del citado ensayo se puede consultar en:
No hay comentarios:
Publicar un comentario