domingo, 6 de agosto de 2023

El florido pensil, el olvido y la memoria


Texto extraído del capítulo de La sonrisa del inútil. Imágenes de un pasado cercano (Alicante, Universidad de Alicante, 2008) donde comento la obra de Andrés Sopeña y su primera adaptación teatral, al tiempo que rememoro mi experiencia en un instituto de Alicante entre 1967-1975. La foto, sacada de la colección de Alicante Vivo, corresponde a unos pocos años antes de la misma década. Algunos protagonistas no les llegué a conocer, nunca tuve un profesor con uniforme militar y, sobre todo, a finales de los sesenta ya aparecieron algunos docentes tan jóvenes como distintos:

El florido pensil es una continua y gozosa invitación a la risa, la basada en una experiencia común durante el franquismo que ha podido ser confrontada con la de muchos miles de espectadores. Otros, más jóvenes, se habrán reído al ver en escena las anécdotas tantas veces contadas por sus padres. El merecido éxito de Tanttaka debe ser motivo de felicitación para quienes abogamos por el ejercicio de una memoria crítica de nuestro pasado individual y colectivo. Pero la risa, incluso la propiciada con lucidez por Andrés Sopeña, tiene un límite que de vez en cuando debemos superar. También nosotros, no lo olvidemos, estamos en ese escenario que recrea una escuela del franquismo. Y alguna tara queda, incluso algo de envilecimiento que acaba aflorando en lo más insospechado, tras haber pasado por una experiencia que ahora nos depara risas en la misma medida que antes nos provocaba miedos. No los olvido, tampoco los nombres y los apellidos de quienes me los provocaron sin jamás pedir disculpas, como si fuera una obligación imposible de eludir. Hasta en el sistema más abyecto hay distintas maneras de comportarse. Ampararse siempre en el mismo es una forma de escurrir el bulto, favorecida por una memoria cuya actividad más constante es el olvido para, entre otras ventajas, dar paso a nuestras tendencias acomodaticias. Conviene controlarlas y no inventarse un pasado como el de un franquismo sin franquistas, en las escuelas o en cualquier otro lugar.

También en los institutos de principios de los años setenta, en cuyos claustros ya asomaban los primeros profesores contestarios. Los veíamos distintos, sobre todo en comparación con algunas venerables momias cuya jubilación se retrasaba tanto como la muerte del Caudillo. Llevaban décadas impartiendo su particular florido pensil, aunque no les dábamos un respetuoso tratamiento como a los don Alfredo, don José, don Emilio… de la escuela. En la secundaria recibían motes: La Faraona, Pajarito o Pardalet, El Garrapata, La Pata Chula… Fui uno de sus últimos alumnos, cuando andaban desquiciados por la edad, el agotamiento y la creciente contestación. Algunos conservaban los restos de una dignidad basada en la sabiduría. Se hacían respetar, pero otros se habían convertido en unos pobres diablos obligados a lidiar con los adolescentes. El resultado era un espanto docente, más risible en ocasiones que las imágenes de Amarcord donde aparecen el tormentoso profesor de alemán, el perfil imperial de la tetona profesora de matemáticas y el paciente catedrático de griego. Río hasta llorar al contemplarlas porque me recuerdan otras muchas que viví, a pesar de que ya estábamos en los setenta. He compartido esa risa con quienes también compartí la crueldad de los adolescentes siempre burlona. No me arrepiento y supongo que podríamos escribir otro florido pensil de la secundaria, pero resultaría demasiado desquiciado. Los estertores de una dictadura suelen ser patéticos. Aquellos profesores constituían un ejemplo y tampoco me gusta cebarme en quienes imagino ignorantes de que su tiempo estaba acabando. Eran demasiado viejos y comatosos. Mi rencor lo reservo para algunos de sus herederos, ajenos a cualquier asomo de sabiduría, incapaces de crear en torno a sí mismos un personaje digno de un buen mote e igual de insensibles ante una respuesta que imaginábamos en el viento. Si nunca se habían preguntado nada, ¿cómo iban a encontrarla en tan insólito lugar?

El citado libro se puede adquirir en:

https://publicaciones.ua.es/libro/la-sonrisa-del-inutil_128106/

El preprint puede consultarse en:

http://hdl.handle.net/10045/136663

 

 

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