sábado, 1 de febrero de 2025

Jorge Campos y los campos de concentración

 


Jorge Campos

Jorge Campos, un escritor y ensayista de cuyos libros sobre literatura española tanto aprendí al igual que muchos de mis colegas, era en realidad Jorge Renales Fernández (1916-1983). Con ese nombre hizo la guerra junto con los republicanos, la perdió y entró en los campos de concentración de Los Almendros y Albatera. Por suerte o razones que se me escapan, pronto pudo salir del segundo y no fue procesado en un sumarísimo de urgencia cuando tantos correligionarios suyos corrieron esa dramática suerte.

La trayectoria de Jorge Campos forma parte del exilio interior que, con un trabajo siempre precario y propio del pluriempleo, se abrió paso en el mundo de las letras durante el franquismo. Las iniciativas relacionadas con las revistas y las editoriales, aquellas que muestran un mayor grado de aperturismo o inquietud, casi siempre vienen respaldadas por impulsores con un pasado similar al de Jorge Campos, que trabajó hasta el último momento y a pesar de la ceguera padecida por culpa de la diabetes.

En 1985, cuando era un joven profesor en la Universidad de Alicante, compré una edición modesta que recuerdo por el impacto que me causó. Su autor, Jorge Campos, ya había fallecido y a título póstumo apareció el volumen Cuentos sobre Alicante y Albatera, publicado con una correcta sobriedad por Anthropos.

Aquellos breves cuentos, escritos cuando el autor ya estaba ciego a partir de notas tomadas durante la dramática experiencia en los campos de concentración, me descubrieron una realidad solo conocida gracias a las obras de Max Aub, que todavía circulaban con alguna dificultad por entonces.

Desde esa lejana fecha, cada vez que oigo hablar de lo vivido cerca del puerto de Alicante cuando finalizó la guerra o del tremendo padecer en el campo de Albatera, recuerdo los cuentos de Jorge Campos. Periodistas como Eduardo de Guzmán y Manuel Navarro Ballesteros pasaron por allí y en sus sumarios, analizados en Las armas contra las letras (2023), queda constancia.

Aquella edición publicada hace cuarenta años es una reliquia de mi biblioteca y, cuando sus páginas amarillean, me llega otra nueva mucho más hermosa y cuidada. La ha publicado la editorial valenciana Media Vaca con las ilustraciones de mi amigo Pablo Auladell, que ya cuenta con una larga y premiada trayectoria en el campo de la ilustración donde figuran varios trabajos sobre obras literarias.



Pablo Auladell

La edición habría sido el sueño de Jorge Campos por lo cuidado del texto, la aportación de semblanzas como la de su amigo Ricardo Blasco y el testimonio de sus propios familiares, que en conversación con Pablo Auladell transmiten las circunstancias en que aparecieron unos cuentos dispuestos a desvelar una realidad que, a la altura de los años ochenta, todavía permanecía oculta para la inmensa mayoría de los lectores.

También la habría soñado Jorge Campos porque las ilustraciones nos trasladan el drama de una experiencia que permaneció ajena a la fotografía. Los represores franquistas tuvieron un especial interés en la ausencia de imágenes que documentaran aquella barbarie. Lo consiguieron en buena medida, pero numerosos dibujantes encabezados por José Robledano fueron dejando testimonio gráfico de la miseria, el miedo y la derrota de los republicanos que padecieron el paso por las cárceles y los campos de concentración.

A esta nómina de artistas ahora se suma un nieto de aquella generación, que lee con atención y dibuja con la sensibilidad de quien ha activado su imaginario gracias a testimonios como el de Jorge Campos. Esta confluencia y una editorial como Media Vaca, dispuesta a apostar fuerte, han permitido que aquellos cuentos capaces de sorprender por evocar una realidad ocultada e imprevista ahora tengan una nueva y confortable vida. Solo cabe que los lectores aprecien este regalo capaz de emocionar a quienes apostamos por mantener viva la memoria de la barbarie vivida durante la posguerra.


No hay comentarios:

Publicar un comentario