domingo, 9 de febrero de 2025

Shakespeare y Lope. Historia del teatro del Siglo de Oro (3)


 Fotograma de Mucho ruido y pocas nueces (1993)

La adaptación cinematográfica del texto de Shakespeare presentada en una entrada anterior del blog es un motivo de disfrute para un amplio público. El consiguiente éxito de taquilla, con el respaldo de la crítica, provocó que el clásico inglés se convirtiera en un «guionista» habitual durante la estela dejada por la película de Kenneth Branagh, un director e intérprete que demostró de sobra las posibilidades de una adaptación bastante fiel al texto original.

Nada cabe objetar a esta circunstancia, pero conviene recordar que Shakespeare y Lope de Vega eran coetáneos y, respetando las incuestionables diferencias entre ambos, resulta lógico que también encontremos paralelismos en sus obras. Sin ánimo de ser exhaustivo y solo a título de ejemplo para comprender mejor lo que comentaremos en torno a las comedias seleccionadas para el curso o lo expuesto en clase, subrayaremos los siguientes puntos:

La omnipresencia del tema del amor. La comedia de Shakespeare que hemos visto gira en torno al amor como sentimiento que propicia la felicidad de los protagonistas y es capaz de superar tanto las amenazas como las dificultades, casi siempre procedentes de instancias ajenas a los amantes.

El poder del amor virtuoso es incuestionable. La circunstancia se repetirá en las comedias de Lope de Vega, que de forma reiterada y hasta obsesiva abordó el tema del amor para crear distintas acciones dramáticas, protagonizadas por las figuras centrales de cada obra y, al mismo tiempo, por los personajes secundarios. Esta dualidad, que también la observamos en la obra citada de Shakespeare, permite combinar la presentación de un amor elevado e ideal con otra, encarnada en personajes con apuntes cómicos, más carnal y humana.




El desenlace matrimonial. El amor, siendo puro y virtuoso hasta los extremos de la idealización, está encaminado al enlace matrimonial de los amantes. Así lo vemos en la comedia de Shakespeare desde que Claudio confiesa sus pretensiones amorosas a Don Pedro, pero también es una constante de las de Lope de Vega. Solo el cuestionamiento de esa pureza, casi siempre promovido por personajes con bajas pasiones (deseo erótico, envidia, resentimiento…) como el Don Juan de Shakespeare o los comendadores de las obras lopescas, puede dificultar el objetivo.

La consiguiente tensión dramática constituye el «nudo» de las obras que, con habilidad e imaginación de dramaturgos, ambos clásicos desatan justo al final, para buscar así un desenlace tan feliz como sorprendente por la utilización de ingeniosos recursos para hacerlo posible.

Dado el marco convencional de estas comedias, el punto de llegada, el desenlace, está previsto en un acuerdo tácito con el público y no cabe cuestionarlo por parte del dramaturgo. Lo importante es llegar hasta el mismo manteniendo la tensión, buscando la atención del público y sorprendiéndole con escenas como las de la boda en la adaptación del texto de Shakespeare. La situación se repite en El perro del hortelano.

Acciones paralelas con desenlaces similares. Hemos conocido a dos parejas contrapuestas: la compuesta por Claudio y Hero, de amor tan elevado como puro en coherencia con su juventud, y la de Benedicto y Beatriz, cuya tensión inicial provoca el efecto humorístico y nos recuerda el sentido de un título fundamental del teatro áureo: El desdén con el desdén. La primera nos admira o emociona y la segunda nos divierte.

El autor consigue así un doble efecto basado en la contraposición de dos acciones que transcurren paralelas a lo largo de la comedia hasta desembocar en una boda múltiple. Lo veremos de nuevo en El perro del hortelano, adaptada por Pilar Miró, pero la circunstancia se repite en muchos ejemplos del teatro áureo.

Recordemos una constante fundamental en la que insistiremos a lo largo del curso: el objetivo es satisfacer las expectativas de un amplio y heterogéneo público. Para alcanzarlo, los autores deben disponer de diferentes recursos a veces contrapuestos. Así, en materia de amor, pasamos de la lírica de un sentimiento puro al diálogo chispeante de unas relaciones donde, más allá de los circunstanciales motivos de separación, prevalece la lógica de un desenlace feliz.



Fotograma de El perro del hortelano (1996)

El teatro como reafirmación y celebración de un idealizado espacio de ficción. Tanto Shakespeare como Lope de Vega pueden basarse en personajes y circunstancias históricas para sus comedias, que responden a un aristotélico principio de verosimilitud. Sin embargo, el objetivo de ambos no es crear un teatro realista o «a noticia», sino un espacio escénico de ficción donde el componente idealizador resulta notable, así como su convencionalismo de acuerdo con una tradición teatral conocida previamente por el público.

Esta circunstancia permite la inclusión de acciones dramáticas repletas de sorpresas, dinámicas y con capacidad de mantener la atención de los espectadores. No obstante, los mismos saben que todo lo mostrado en la escena se sitúa en un ámbito preestablecido y convencional. No cabe la sorpresa o la inquietud, más allá de lo estrictamente necesario para fijar la atención.

Al final, el desenlace supone una reafirmación en lo ya conocido y compartido. Así resulta viable que el mismo sea motivo de una celebración colectiva que rebosa satisfacción. En el caso estudiado en torno al valor del amor para provocar la felicidad en un clima de vitalismo. Lo vemos escenificado en las escenas de los bailes con que terminan las adaptaciones cinematográficas de Kenneth Branagh y Pilar Miró. No solo sonreímos al verlas, sino que también participamos de la celebración que suponen.




La representación teatral siempre se enmarca en el presente. La idea ya la hemos repetido en las clases previas, pero conviene recordarla al ver las citadas adaptaciones cinematográficas. Ambos directores respetan, hasta extremos a veces sorprendentes, la literalidad de las obras originales, pero la puesta en escena (localización, decorados, vestuario, peinados, música…) responde a unos criterios donde se desdibujan las circunstancias históricas o geográficas de las mismas.

Como espectadores, ya no estamos en Mesina o Sevilla, tampoco en un siglo más o menos remoto, sino en un espacio de ficción donde todos los recursos responden al objetivo de crearlo como un referente ideal donde plasmar la temática amorosa. Ese espacio no caduca porque carece de fecha y otras circunstancias de la realidad. Se convierte, por lo tanto, en el sustento perfecto para unas obras tan clásicas como ligadas con nuestro presente.


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