La apuesta editorial de
Renacimiento por el conocimiento y la divulgación del periodismo durante la
etapa republicana viene de lejos y suma cada año nuevos títulos. Acabo de leer
con gran interés el más reciente libro de mi colega Bernardo Díaz Nosty, Lo
contaron al mundo. Periodistas extranjeras en la Guerra Civil (2022), que
va por la tercera edición (2025) gracias a su buena acogida y completa la tarea
iniciada en la misma editorial con Voces de mujeres periodistas (2020).
La labor investigadora de
Bernardo Díaz Nosty ha sido tan ardua como inmenso es un volumen de novecientas
páginas repletas de información a menudo inédita y siempre interesante. Gracias
a la misma, conocemos lo fundamental del testimonio de más de doscientas
periodistas y activistas extranjeras, procedentes de diversos países, que
estuvieron presentes en la Guerra Civil. La cifra asombra, pero es un reflejo del interés despertado por una contienda capaz de movilizar a quienes sabían la consideraron como un prolegómeno de un enfrentamiento global.
La localización y
consulta de ediciones publicadas en diferentes países, así como la recopilación
de numerosas fotografías, permite ahondar en la tarea nada anecdótica realizada
por estas mujeres, que a menudo arriesgaron su seguridad para testimoniar lo
sucedido en aquella trágica España.
Solo cabe agradecer a
nuestro colega la riqueza y la valía de la información aportada en 2022 y ahora
reeditada, gracias a una labor individual que contrasta con la habitual en
nuestro burocrático ámbito universitario. Los colegas que compartimos motivos
de interés con el catedrático de la Universidad de Málaga estamos de
enhorabuena porque contamos con un valioso instrumento de trabajo y consulta. El mismo se suma a otros publicados por Renacimiento con el objetivo de ahondar en
la labor desarrollada por un periodismo que vivió por entonces uno de sus
momentos más interesantes desde una perspectiva histórica.
Una reflexión final al hilo de nuestra línea de investigación: la mayoría de estas mujeres, dada la índole de la labor realizada, pudo haber sido procesada en los sumarísimos de urgencia y condenada por «adhesión a la rebelión». La nacionalidad extranjera no era un obstáculo como ya vimos en el fusilamiento del cubano José Manuel Valdeón Garrido o el procesamiento del argentino Valentín de Pedro.
Afortunadamente, salvo una periodista que consiguió refugiarse en unas dependencias adscritas a una legación diplomática, todas pudieron salir de España antes de la Victoria. Su posterior solidaridad con los vencidos fue notable y en numerosos casos se tradujo en un conjunto de iniciativas y testimonios de carácter internacionalista.
No obstante, a partir de los textos
transcritos por mi colega, no he encontrado pruebas de solidaridad con
quienes, habiendo hecho su misma labor, penaban en las cárceles de la Victoria
o habían acabado en un paredón. Salvo algunos apuntes relacionados con visitas
de legaciones extranjeras a las cárceles de los años cuarenta, el silencio
impuesto por la dictadura también afectó a sus oponentes cuando los
protagonistas formaban parte del batallón de los anónimos.
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