Varietés y república
martes, 16 de abril de 2024
Un paso adelante de Anales de Literatura Española
domingo, 14 de abril de 2024
El destino trágico de Ignacio Carral y Luis Sirval
martes, 9 de abril de 2024
El consejo de guerra del ABC republicano
miércoles, 3 de abril de 2024
Los textos antifascistas de Miguel Hernández
lunes, 1 de abril de 2024
Los Miguel Hernández nunca volverán a ser censurados
Gracias al trabajo de los periodistas Juanlu Sánchez, Marcos García y Alberto Pozas, hoy en El Diario hemos explicado la trascendencia de la sentencia del Tribunal Supremo que niega el derecho al olvido digital al alférez Antonio Luis Baena Tocón, secretario del juzgado que instruyó uno de los sumarios de Miguel Hernández.
Aunque todavía tenemos pendiente una macrocausa en Cádiz, donde nos piden 11.500.000 euros por la supuesta intromisión en el honor del citado oficial, el calvario de insultos, difamaciones y demandas de estos cinco años ha empezado a dar paso a una jurisprudencia que preserva el trabajo de los historiadores frente a las intenciones de quienes quieren construir una historia a su medida. Esa jurisprudencia ya existía en lo fundamental, pero gracias a la cruzada judicial de uno de los herederos del alférez ahora ha quedado reforzada. La paradoja es notable y debiera ser motivo de reflexión.
Desde el principio, cuando la Universidad de Alicante publicó la resolución concebida por la profesora Teresa Cantó y firmada por el gerente Rafael Pla, he tenido claro que el empeño era contra quienes querían censurar mis trabajos académicos. Desde el 19 de marzo de 2024 ambos tienen la sentencia del Tribunal Supremo. Ninguno ha reconocido su error y me ha pedido las correspondientes disculpas. Tampoco me las han pedido quienes buscaron las más insólitas razones para disimular o justificar la censura. Y fueron bastantes, sin que merezca la pena hacer el correspondiente listado. Frente a esta gente que nunca reconoce sus errores, ahora prefiero acordarme de las muchas personas que me han ayudado a superar estos cinco años de insultos, difamaciones y demandas.
Yo podría haberme ahorrado este calvario borrando el nombre de un personaje secundario de mis trabajos. La tarea era sencilla y nadie habría reparado en la misma. No lo hice por coherencia con la defensa de la libertad de expresión y de investigación, que no solo es mía, sino también de todos mis colegas.
El precio de esa coherencia ha sido muy caro, pero ha merecido la pena porque, si uno de nosotros cede, todos acabamos pagando las consecuencias. Ahora, después de pasar un verdadero calvario, empiezo a comprobar la satisfacción de quienes siempre me han apoyado. A ellos me debo y por esa misma razón culminaré la trilogía dedicada a los consejos de guerra de los periodistas y escritores. El primer volumen, Las armas contra las letras, ya ha sido editado y el segundo aparecerá a finales de este año. Seguimos adelante porque la libertad de expresión no es negociable y siempre merece un esfuerzo para preservarla.
sábado, 30 de marzo de 2024
Joaquín Dicenta y el Sindicato de Autores
Joaquín Dicenta Alonso. Fuente: Wikipedia
El comediógrafo Joaquín Dicenta Alonso fue el máximo responsable del Sindicato de Autores adscrito a la UGT y fundado en agosto de 1936 para, entre otros objetivos, proporcionar a los afiliados un carnet sindical que les protegiera como «proletarios» en un contexto represivo. La trayectoria de la organización estuvo salpicada por las previsibles vicisitudes de numerosos autores derechistas en aquel Madrid de la guerra. Al margen de algunos posibles errores en la gestión, la actitud del hijo del célebre Joaquín Dicenta fue solidaria con sus colegas e intervino en ayuda de bastantes músicos y comediógrafos que fueron detenidos o tuvieron otros problemas con las autoridades republicanas. Poco antes del final de la guerra, y ante sus compañeros del comité sindical reunidos en Madrid, Joaquín Dicenta Alonso hizo un recuento detallado de sus acciones solidarias. El balance merece un respeto y hasta un homenaje todavía pendiente.
Sin embargo, Joaquín Dicenta Alonso fue procesado y condenado en un consejo de guerra como tantos otros colegas que permanecieron fieles a la II República. El análisis de su sumario depositado en el AGHD, así como de otros protagonizados por escritores y músicos relacionados con la SGAE, permite observar que a las acusaciones de los militares se sumaron otras de sus colegas, especialmente de aquellos que debían ocultar su pasado más inmediato y hacer méritos ante las nuevas autoridades. El caso más notable en este sentido tal vez sea el del polifacético Manuel García Bengoa, pero no fue el único que lanzó graves acusaciones contra el presidente del Sindicato de Autores.
Por fortuna, los militares del Ejército de Ocupación no prestaron demasiada atención a estas acusaciones y también admitieron los testimonios de los autores que mostraron su solidaridad con quien les había salvado de sufrir la represión de los republicanos. Gracias a este contrapeso, su estancia en la cárcel no fue demasiado larga y, sobre todo, Joaquín Dicenta Alonso se libró del pelotón de ejecución que habría acabado con su vida de haber prosperado las citadas denuncias.
Los actuales responsables de la SGAE han manifestado su interés por conocer este tema y, por lo pronto, les he facilitado la documentación sumarial, así como los borradores de los capítulos dedicados a Joaquín Dicenta Alonso y sus compañeros en Perder la guerra y la historia, el segundo volumen de la trilogía dedicada a los consejos de guerra seguidos contra periodistas y escritores. La colaboración sigue adelante y probablemente culmine con la publicación por parte de la SGAE de un volumen dedicado a conocer la historia del organismo durante la Guerra Civil. Mi aportación está comprometida y espero ayudar a desentrañar un complejo marco donde las delaciones a menudo dejaron en evidencia lo peor de la condición humana.