Antonio Buero Vallejo, en
la anterior obra de este programa de lecturas, recreó las biografías de
destacadas personalidades de la España del siglo XVIII como Esquilache y el
propio rey Carlos III. Al primero le conocemos como hombre público, pero también
en la intimidad de quien busca el rescoldo de los sentimientos y, al final de
su vida, solo desea recordar esa memoria de lo más personal e íntimo.
La dualidad en la
presentación del protagonista viene impuesta por una norma acatada por Antonio
Buero Vallejo: los personajes, aun siendo de gran relieve histórico, apenas
interesan al público si el mismo no les contempla en un ámbito personal donde
los sentimientos juegan un papel destacado. La necesidad de empatizar con lo
presentado en la escena pasa por el lado más humano de los protagonistas, con
independencia de su participación en la esfera pública.
Fernando Fernán-Gómez
también cultiva el teatro histórico en Las bicicletas son para el verano (1977),
pero lo hace desde la memoria personal, familiar y hasta generacional de quien
vivió la Guerra Civil en Madrid siendo un adolescente. Al igual que Antonio
Buero Vallejo, procura documentarse para evitar cualquier imprecisión de
carácter histórico, pero en esta ocasión la materia recreada parte de los
recuerdos tan personales como compartidos con quienes vivieron aquella
tragedia determinante para la historia de España durante el siglo XX.
Esta perspectiva de
acercamiento a la historia, desde la memoria, le lleva a seleccionar un
conjunto de personajes donde no encontramos protagonistas con una proyección
pública. Al contrario, solo la recreación teatral saca del anonimato a quienes
protagonizaron involuntariamente aquellos trágicos días. Los personajes de Fernando Fernán-Gómez nunca pretendieron
hacer la historia con una voluntad política o de cualquier otro tipo, pero -sin
poderlo evitar- esa misma historia les hizo a ellos y les marcó de una manera
indeleble.
El verano es un tiempo
para el descanso y el disfrute, sobre todo cuando terminan los días grises y
aparecen los luminosos del final de la primavera. Justo en ese momento
conocemos a la familia protagonista compuesta por el matrimonio, una hija mayor
que ya trabaja y un hijo adolescente, cuya aspiración es una bicicleta para pasear
con la amiga de sus amores y poemas. Luisito tiene razón: las bicicletas
-aquello que nos permite ser felices disfrutando de un tiempo de descanso- son
para el verano.
El problema es que aquel
verano de 1936 quedó interrumpido el 18 de julio cuando se produjo el golpe de
Estado que provocaría la Guerra Civil. A la esperanza, recreada en las primeras
escenas de la obra teatral y su adaptación cinematográfica de 1984, le sucede la
incertidumbre ante un futuro que parece haber cancelado el curso de la vida
donde el verano era el tiempo de las bicicletas.
A esa incertidumbre le
sucede la vivencia de un tiempo de guerra presidido por el dramatismo de una
ciudad sitiada y bombardeada. La familia protagonista se adapta ante la
ausencia de alternativas, pero por el camino pierde todas las esperanzas
plasmadas al principio de la obra. La Historia con mayúsculas ha irrumpido en
sus historias personales, donde la renuncia y la tragedia sustituyen a la
lógica de unas expectativas basadas en su propio esfuerzo: trabajo, paz,
armonía familiar, prosperidad, libertad, disfrute...
El proceso culmina con el
final de la guerra, cuando la familia protagonista pasa a engrosar la lista de
los vencidos en un país dramáticamente dividido entre los mismos y los vencedores. Esta
ausencia de paz, sustituida por la Victoria con su carácter violento y excluyente,
augura un trágico futuro para los protagonistas de la obra. Sobre todo, para
don Luis, el cabeza de familia y el más consciente de la situación del país.
Como espectadores de la
obra y si carecemos de otros referentes, tal vez tengamos dificultades para captar la dimensión histórica de la
Guerra Civil, pero comprendemos cómo la misma incide dramáticamente en los
protagonistas, cuyas esperanzas conocemos al principio, antes de que la
Historia impida su realización.
Repasad ese conjunto de
esperanzas concretadas en cada uno de los miembros de la familia protagonista
y, tras ver su comportamiento a lo largo de la obra, estableced el conjunto de
renuncias y desesperanzas con que esos mismos protagonistas -los que no pudieron
disfrutar de unas bicicletas durante el verano- tropiezan al final del drama
escrito por Fernando Fernán-Gómez desde una memoria que comparte con el
público.