Foto: Luisita Esteso
Las investigaciones sobre
la represión franquista durante la posguerra no suelen dar motivos para la
sonrisa. La trágica realidad de aquellas fechas congela cualquier atisbo de
humor. Sin embargo, la búsqueda de antecedentes de quienes la padecieron nos
remite a una época donde la prensa, con la sorna que solo facilita la libertad
de expresión, refleja algunas anécdotas dignas del recuerdo.
El 23 de noviembre de
1931, Heraldo de Madrid y otros periódicos de la capital dieron noticia
de un suceso acaecido en un café donde los asiduos eran personas de letras y
cómicos. El local estaba localizado en la calle de Alcalá, frente a la de
Peligros. Allí se presentó, «airada», doña Paloma Herrero, conocida como La
Cibeles en el mundo del espectáculo desde que hiciera pareja cómica con el
actor Luis Esteso, del que acababa de enviudar. La señora de armas tomar ejercía
de madre de la vedette y actriz Luisita Esteso (1908-1986). El motivo de su
enfado era un joven periodista que, recién regresado de Buenos Aires como
secretario del charlista Federico García Sanchiz, pretendía ser el novio de la
niña, la cual por entonces ya tenía veintitrés años y estaría acostumbrada a
los devaneos amorosos.
La airada Cibeles arrojó
un bolso de mano a Santiago de la Cruz Touchard, que era el novio en cuestión,
porque quien acabaría condenado a muerte en 1940 estaba con la vedette en el
café donde todos quedaron entre asombrados y divertidos. El motivo de tan
airado comportamiento, que terminó en un juzgado de Colmenar Viejo tras el
correspondiente escándalo, fue resumido en una frase sacada de la prensa: el periodista era «poco
novio para la niña» (Informaciones, 24-XI-1931).
La Cibeles acababa de
enviudar, sabía que la bella Luisita era su seguro de vejez y, claro está,
aspiraba a que la vedette emparejara con quien le ofreciera una mayor seguridad
económica. Lo consiguió a medias, pues espantó al pobre Santiago, aunque
Luisita, por entonces reivindicativa en materia laboral, emparejaría después
con José Luis Salado, otro periodista republicano que se libró de la condena a muerte solo
porque partió camino de Moscú.
Santiago de la Cruz
Touchard dejó atrás a una agraciada señorita que cantaba, bailaba y contaba chistes
cuyo humor, ahora, casi es un misterio, como la popularidad alcanzada por sus
padres gracias a unos monólogos que nos remiten a un concepto del espectáculo
anclado en aquella época. La circunstancia sería a la larga positiva, pues el
periodista conoció a quien después sería su compañera en los momentos
difíciles, cuando ella decidió trabajar como contable en la editorial Aguilar
para sacar adelante una familia donde el padre penaba en distintas cárceles.
La historia de ese
matrimonio es dura, como la de tantas parejas relacionadas con las
consecuencias de la represión franquista, pero estoy seguro de que, en algún
momento de distensión, Santiago recordaría a aquella señora airada que, bolso
en mano, sentenció que el periodista era poco novio para su niña.
Afortunadamente así fue. El enamorado o atraído por la bella Luisita acabó
encontrando una mujer valiente que hasta los años ochenta luchó por el
reconocimiento de su marido como oficial republicano. La historia la contaremos
en el segundo volumen de Las armas contra las letras, cuyo primer volumen saldrá el próximo mes de diciembre, siempre y cuando no haya alguien airado que con un bolsazo lo impida.
Os dejo con las gracias de quien, con el tiempo, sería la tía de Fernando Esteso, un cómico que como tantos otros forma parte de una saga familiar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario