El periodista Santiago de la Cruz Touchard, poco después de finalizar la Guerra Civil, se encontraba preso en el campo de concentración de Navalperal de Pinares (Ávila). Quien fuera letrista de canciones populares, secretario del célebre charlista Federico García Sanchiz y novelista galante, aparte de dramaturgo de aires costumbristas, en 1934 ingresó en el PCE. Tras pasar por la redacción de Mundo Obrero como secretario del ministro Jesús Hernández, durante la contienda llegó a ser comandante condecorado por su actuación en el frente de Brunete y Quijorna. El preso del citado campo de concentración era un oficial republicano que acabaría condenado a muerte el 16 de enero de 1940.
El 19 de mayo de 1939, el Servicio de Inteligencia de la Policía Militar (SIPM) mandó un telegrama al responsable del campo de concentración. El motivo era que, gracias a las proyecciones en el madrileño cine Fuencarral de la coproducción hispano-alemana titulada España heroica. Estampas de la Guerra Civil (1938), de Joaquín Reig, se había identificado al individuo que en el minuto trece aparece junto al embajador soviético. A su izquierda está Santiago de la Cruz Touchard; sonriente, satisfecho y con el puño en alto.
Los instructores del sumarísimo de urgencia que terminó con la condena a muerte no prestaron atención a esta prueba de cargo, que evidencia una vez más la utilización en la represión franquista de las imágenes filmadas por los republicanos. Vistos los dos sumarios de Santiago de la Cruz Touchard depositados en el AGHD, aquellos instructores disponían de otras pruebas gráficas. En concreto, dos fotos donde aparece el preso junto a La Pasionaria en la cárcel a principios de 1936 y entrevistado cuando estaba organizando una unidad de Caballería adscrita al Quinto Regimiento. Y, por otra parte, los vencedores habían incautado documentos y cartas que sirvieron para justificar una condena a muerte que, tras su conmutación, dio paso a un dramático deambular de cárcel en cárcel con castigos incluidos.
Santiago de la Cruz Touchard debió ser un hombre valeroso o una víctima de las torturas, pues en los interrogatorios admitió sin disimulos su militancia comunista hasta julio de 1938, cuando dice haber sufrido un atentado cuyo origen no aclara. No obstante, siguió leal al ejército republicano y en enero de 1939 todavía le identificamos como responsable de un centro de instrucción donde haría valer una formación militar iniciada entre 1919 y 1924, cuando era sargento de la policía indígena de Tetuán. Uno de sus tíos, el general republicano Manuel de la Cruz, prueba que la vocación militar estuvo presente en aquella familia, donde hay otros oficiales destacados.
Los servicios de inteligencia de los vencedores contarían con un denunciante capaz de identificar al protagonista del fotograma arriba reproducido, buscar su localización en un campo de concentración y ponerse en contacto con su responsable para añadir una prueba de cargo que, en aquel contexto, aseguraba una condena a muerte.
La prueba ha quedado en el expediente durante ochenta y cinco años hasta que, al examinarla, me puse en movimiento, vi la citada película y recuperé en colaboración con mi hijo el fotograma del sonriente periodista. La película completa está disponible en la web de RTVE y forma parte del segundo capítulo de una serie realizada bajo la dirección de mi colega Julián Casanova.
El denunciante capaz de propiciar el fusilamiento de un preso no culminó su propósito. Santiago de la Cruz Touchard sobrevivió a múltiples dificultades tras ser indultado en 1947 y partir después al exilio en México. No obstante, pudo volver a Madrid en los años sesenta y conocer a su nieta Sandra, con quien se fotografió poco antes de fallecer.
Santiago de la Cruz Touchard mantiene la misma sonrisa que en el verano de 1936, pero en esta ocasión la compañía es más entrañable. Algo similar sucede en la siguiente fotografía, también tomada en el Madrid de principios de los años sesenta:
Sandra, la nieta, ahora es una destacada profesional de RTVE. Hoy, gracias a los servicios de inteligencia de quienes pretendieron terminar con la vida de su abuelo, ha descubierto que en la web de su propia empresa tenía unos fotogramas, apenas unos segundos, de un abuelo al que apenas pudo conocer y del que ignoraba, por el prudente silencio de quienes nunca comprometían a sus familiares, el pasado como novelista galante de aspecto refinado que luchó como miliciano antifascista y penó de cárcel en cárcel.
Vistas las fotos que me mandó Sandra y el fotograma recuperado, aparte de las incluidas en anteriores entradas de este blog (6 y 25 de octubre), me quedo con la imagen de un hombre sonriente y elegante, con esa pajarita como signo de distinción que le recordaría los tiempos en que se retrataba provisto de un bastón para subrayar su elegancia. Tal vez selecciono esa combinación, a partir de unos rasgos aislados, porque siempre habría sido la suya en el caso de haber podido vivir en una España democrática. No tuvo esa suerte, pero la memoria le devuelve al lugar donde es posible sonreír.
El extenso capítulo dedicado a Santiago de la Cruz Touchard aparecerá en la continuación de Las armas contra las letras. Los consejos de guerra de periodistas y escritores (Sevilla, Renacimiento-Publicaciones de la Universidad de Alicante), cuya aparición es inminente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario