lunes, 27 de noviembre de 2023

La frágil memoria del marqués de Luca de Tena


 

Foto: Elfidio Alonso Rodríguez. Fuente: ABC.es

La represión embarra hasta la memoria. A lo largo de la presente investigación, he encontrado una fábula recurrente: la de destacadas personalidades vinculadas con el franquismo que, cuando la dictadura ya boqueaba y el incierto futuro indicaba la conveniencia de blanquear el pasado, dijeron haber intentado salvar a alguien condenado en un consejo de guerra.

Quienes de verdad presentaron avales en los juzgados militares por solidaridad o agradecimiento con los procesados suelen callar y permanecen en el anonimato. Su gesto de humanidad, a veces arriesgado, ha quedado en silencio, salvo para la documentación de los sumarios. Siempre doy sus nombres en mis trabajos. Entre otras razones, porque la existencia de estas personas -obviamente vinculadas con los vencedores de la guerra- prueba que el franquismo no era monolítico y había gente dispuesta a procurar un cierto alivio en la represión que se cernió sobre los republicanos procesados.

Sin embargo, y por experiencia de varios casos relacionados con periodistas y escritores, quienes hablan en público o dejan un testimonio escrito acerca de su ayuda a algún represaliado nunca cuentan en esa documentación con una prueba de la misma. Solo tenemos su palabra de «personas de probada solvencia moral», pero sin una posibilidad de verificación y, a menudo, el testimonio incurre en contradicciones que indican la inequívoca presencia de la fabulación.

El caso de Miguel Hernández es paradigmático en este sentido. La fama o el prestigio del procesado favorece la proliferación de «salvadores» que nunca se presentaron ante un juzgado militar. La lista de quienes pretendieron salvar al poeta es larga, todavía es objeto de una indocumentada credulidad por parte de algunos periodistas y, sobre todo, parece inmune a las pruebas aportadas en Los consejos de guerra de Miguel Hernández (2022). Cuando una fábula ha circulado durante años casi queda convertida en un dogma cuyo cuestionamiento resulta incómodo.

Estas fábulas, a menudo utilizadas por quienes las profieren con desparpajo para procurar una memoria consoladora, solo pueden ser desmentidas mediante la consulta de la documentación que obra en los sumarios.  Sin embargo, también cabe otra posibilidad menos frecuente porque requiere la participación de la víctima. La relectura del volumen colectivo Periodismo y periodistas en la Guerra Civil (1987) me ha recordado una historia relacionada con las vicisitudes de ABC durante la guerra que no precisó de documentación alguna, por entonces inaccesible, porque fue la propia víctima quien puso en evidencia al fabulador.

Elfidio Alonso Rodríguez (1905-2001), el joven director canario del ABC republicano, salvó su vida porque pudo marcharse al exilio poco antes de terminar la guerra. Después de cincuenta años sin hablar en público, el ciclo de conferencias en que se basa el citado volumen le permitió citar un texto de Juan Ignacio Luca de Tena (1897-1975) extraído de su libro de memorias Mis amigos muertos publicado en 1971. En él escribe de su llegada a la redacción el mismo día en que las tropas del general Franco entraron en Madrid:

Bajó al cabo la redacción usurpadora con su director, don Elfidio Alonso, a la cabeza; entregaron la casa a Pastor y a Cuartero y enseguida se marcharon a la calle. Por cierto, que el tal don Elfidio fue condenado, semanas después, por un tribunal militar y que los nuevos directores de los periódicos de Madrid, José María Alfaro, Juan Pujol, Víctor de la Serna, Juan José Pradera, Joaquín Valdés y un servidor de ustedes, acudimos al Caudillo para pedirle el indulto del señor Alonso, quien, si vive que sea por muchos años, andará a estas horas paseándose por las calles de Madrid (1971: 322-323).

El republicano Elfidio Alonso Rodríguez no fue sometido a un sumarísimo de urgencia porque por entonces, durante la inmediata posguerra, estaba en un campo de concentración francés. De ahí saldría con destino a varios países donde permaneció exiliado. Y, afortunadamente, el periodista vivió hasta casi ser centenario, pero tardó mucho en pasear por Madrid porque tuvo la coherencia de esperar a la muerte del general Franco para volver. La entrada de las tropas en la redacción de ABC, con la consiguiente entrega del mando, no debió ser un acto entre caballeros que se comportan como aristócratas de una comedia de teléfonos blancos. La imagen solo reside en la capacidad fabuladora de quien afirma escribir unas memorias donde cita a colegas que nunca le iban a desmentir, entre otros motivos porque andaban igual de necesitados de ese blanqueamiento. 

Al menos, en 1986 a Elfidio Alonso Rodríguez le brindaron la oportunidad de hablar en público y demostrar, con una elegancia exquisita hacia el fallecido, que Juan Ignacio Luca de Tema había tergiversado la realidad, como su colega José María de Alfaro, que dijo haber intentado salvar a Miguel Hernández y calló acerca de su padre y presidente del tribunal que le condenó: el comandante Pablo Alfaro Alfaro.

Las personas de «probada solvencia moral» podían ser tan elegantes y cultas como el marqués de Luca de Tena, miembro de la RAE. No obstante, al cabo de los años, falsificaron el pasado con desparpajo de pícaro porque sabían que los suyos nunca se lo recriminarían. Y los otros, claro está, eran unos «rojos» como el periodista canario de Unión Republicana, que ni siquiera llamó mentiroso a quien, a la vista de las pruebas, lo había sido de una forma palmaria:

No deja de ser curioso este ejemplo de «información» objetiva de tan destacado periodista; pero lo es más aún que un consejo de guerra me haya condenado en ausencia y que el Caudillo concediera mi indulto, sin averiguar que por aquel entonces yo andaba tras el Pirineo evadiéndome de los campos de concentración franceses. Afortunadamente, todavía me faltaba recorrer mucho camino, hacer otros periódicos, ser espectador de más episodios de guerra y del nacimiento y desaparición de unos cuantos dictadores (VV. AA., 1987: 123).

Eso sí, por si acaso el periodista republicano hubiera mentido también, he comprobado que el sumario de su supuesto consejo de guerra no figura en el AGHD. A nombre de Elpidio Alonso Rodríguez está el 113451, pero por la numeración nunca pudo ser de 1939 o principios de 1940. Cabe la posibilidad, desconocida al parecer por el periodista, que fuera procesado en rebeldía. Según la tesis doctoral de María Gabino Campos, Vida y obra periodística de Elfidio Alonso Rodríguez (2002), el citado director de ABC formó parte del exilio.


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