Fotografía: Archivo de la Comunidad de Madrid (046_067_002)
El sumario instruido en 1943 con motivo de la desarticulación de un curioso grupo republicano fundado alrededor del local de Fotografía Mendoza, en una céntrica calle de Madrid, aporta una información que a menudo sería digna de un tratamiento novelesco. En este mismo blog ya hemos dado noticia del consiguiente consejo de guerra, pero convendría centrarse en el papel desempeñado por Martín Santos Yubero, que en la fotografía reproducida a partir de la depositada en el Archivo de la Comunidad de Madrid aparece en actitud casi orante ante las imágenes del victorioso general Franco y el Ausente, José Antonio Primo de Rivera.
Martín Santos Yubero tuvo, según él, problemas con los republicanos al principio de la guerra y solo la intervención del líder socialista Indalecio Prieto permitió que saliera de la cárcel Modelo. La circunstancia no ha quedado documentada o, al menos, no me consta. Poco después fue movilizado y partió a un destino militar, que abandonó de manera no justificada en 1937 para volver a Madrid y dedicarse profesionalmente a la fotografía colaborando en varias cabeceras de la capital sitiada. Allí realizó una brillante labor y algunas de sus fotografías resultaron icónicas para los propios republicanos. Sin ningún tipo de represalia o depuración, quien había fotografiado a los milicianos puño en alto pasó inmediatamente a dar cuenta del primer desfile de la Victoria, hacerse cargo de la sección de fotografía del diario Ya y ser uno de los pocos profesionales acreditados en el Palacio del Pardo, lo cual le supuso un importante beneficio relacionado con las audiencias que allí daba el general Franco.
La trayectoria de Martín Santos Yubero, a la vista de lo sucedido con los colaboradores de la prensa republicana que permanecieron en Madrid hasta el final de la guerra, resulta insólita. Algunos biógrafos hablan de una persona con labia y una gran capacidad de simulación. Como tal habría conseguido adaptarse a cualquier ambiente o situación. No niego estas cualidades, pero es evidente que no bastaban para hacerse perdonar un trabajo tan notable en la prensa republicana. Me remito a lo examinado en decenas de consejos de guerra seguidos contra periodistas, escritores y dibujantes. Para sortear la represión y, además, conseguir una situación de privilegio profesional en el nuevo régimen era preciso algo mucho más sustancial que la labia o la simulación.
La presencia de algunas fotografías de Martín Santos Yubero en la documentación de la Causa General me permite suponer, sin las necesarias pruebas y solo a modo de hipótesis, que el fotógrafo trabajó para la prensa republicana y los servicios de información de los sublevados. Como profesional acreditado, tendría acceso a numerosos puntos sensibles de las defensas republicanas, que pudo fotografiar clandestinamente para que las tropas sitiadoras dispusieran de una información lo más precisa posible. Martín Santos Yubero habría trabajado, pues, para la Quinta Columna, como su colega José M.ª Díaz Casariego según la información facilitada por el periodista Diego San José. El trabajo también supondría la posibilidad de convertirse en delatores de sus propios compañeros, tal y como queda apuntado en uno de los testimonios recopilados en el sumario que estoy analizando.
La hipótesis solo pretende ser una explicación verosímil para una evolución insólita en aquel marco represivo. Ahora mismo permanezco en contacto con varios especialistas universitarios en historia de la fotografía de aquella época. Todos me confirman que Martín Santos Yubero era capaz de hacer lo indicado e, incluso, mucho más con tal de disfrutar de una situación acomodada. La investigación tal vez resuelva esta incógnita, pero no debemos olvidar que numerosas actividades de aquel Madrid trágico nunca dejaron huellas. Ni siquiera testimonios. A veces, el historiador debe recurrir a la imaginación, aunque sea la más sujeta posible a las pruebas localizadas. Las fotos de puños en alto y brazos extendidos que obtuvo Martín Santos Yubero necesitan de un nexo que permita justificar su continuidad sin pasar por la represión. Y, claro está, no me extraña que acabara en actitud orante ante Franco y José Antonio.
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