La microhistoria que
cultivo en mis investigaciones sobre la represión franquista ejercida contra
periodistas y escritores durante la posguerra necesita siempre un complemento:
la historia, que nos aporta las dimensiones de unos fenómenos con el riesgo de
minusvaloración o sobrevaloración en el caso de ignorar los datos facilitados
por los estudios dedicados a observarlos en sus grandes líneas.
Las armas contra las
letras parte de casos particulares que pretendo analizar de
forma tan exhaustiva como rigurosa. Nunca he buscado aportar cifras, datos o
valoraciones globales sobre las dimensiones de la citada represión. No
obstante, procuro conocerlos para evitar el riesgo arriba indicado. Esta
necesidad me lleva a la consulta de estudios académicos -ahora mismo estoy
completando los citados en el primer volumen de Las armas contra las letras con
los de mis colegas Marc Carrillo y Pablo Vico- y, por supuesto, estoy en
contacto con otros investigadores para intercambiar información.
Esta última circunstancia
me ha permitido conocer, antes de ser publicado por Renacimiento, varios
capítulos del trabajo realizado por Juan Carlos Mateo Fernández a partir de su
tesis doctoral, que ha sido completada gracias a una paciente y completísima
investigación de varios años.
Juan Carlos Mateo
Fernández me ha facilitado una copia del capítulo IV, dedicado a la relación de
periodistas represaliados dentro del ámbito temporal y geográfico que
compartimos en nuestras tareas de investigación. A continuación, voy a
extractar esos datos como prueba de que la represión analizada en este blog
nunca es un fenómeno puntual o esporádico.
Los periodistas
republicanos que fueron ejecutados son trece si ampliamos el marco cronológico
al inicio de la Guerra Civil: Luis Díaz Carreño, Fernando Sánchez Monreal,
Ángel de Guzmán Espinosa, Fernando Mora Martínez, Federico Angulo Vázquez, Juan
Manuel Valdeón Garrido, Augusto Vivero Rodríguez de Tudela, José Ramón Peña
Brea, Pedro Luis de Gálvez López, Manuel Navarro Ballesteros, Cayetano Redondo
Aceña, Carlos Gómez Carrera, Francisco Cruz Salido y Julián Zugazagoitia. A
esta lista habría que añadir los fusilados en otras regiones, como, por
ejemplo, el hermano periodista del cartelista Ramón Puyol en Cádiz o la
periodista Matilde Zapata Borrego en Cantabria. Ambos casos los analizo en Las
armas contra las letras.
Los colaboradores
habituales en la prensa republicana que fueron ejecutados son diez: Manuel
Hilario Ciges Aparicio, Alejandro Peris Caruana, José Gómez Osorio, José
Serrano Batanero, Enrique Peinador Porrúa, Feliciano Benito Anaya, Amós Acero
Pérez, Carlos Rubiera Rodríguez, Luis Sendín López y Alfredo Cabello
Gómez-Acebo.
Los periodistas
republicanos muertos en prisión son cinco: Ricardo Flores Mora, José Izquierdo
Durán, Antonio de Hoyos Vinent, Miguel San Andrés Castro y José Ponce Bernal. A
estos nombres podríamos añadir el de Miguel Hernández, pues fue condenado en su
calidad de periodista, no de poeta.
Los periodistas
republicanos muertos en combate, en el frente de batalla y en bombardeos
enemigos son diez: Alfonso Cernadas Baleato, Manuel Fernández Álvarez, Leonardo
dos Santos Moraes, Jaime Cubedo, Louis Delaprée, Elías García, Germán Yusti
Morales, Gerda Taro, Víctor Gabirondo Sarabia y Mauro Bajatierra Morán. Un
repaso exhaustivo de la prensa madrileña nos aportaría probablemente algunos
nombres más, sobre todo durante el verano de 1936 y en el marco de la
movilización miliciana. Algunas breves notas necrológicas leídas en el marco de
mis consultas así lo indican.
Los periodistas
republicanos muertos en la retaguardia son diez: Francisco Sancha Lengo,
Joaquín Aznar Delgado, Luis de Tapia Romero, José Sánchez Álvarez, Ramón
Martínez Sol, Francisco Ginestal Maroto, José María Pérez y Pérez, Narciso Díaz
de los Arcos, Ildefonso Maffiotte Castro y Esteban Fernández Piquer.
Los periodistas
republicanos condenados a muerte en consejos de guerra celebrados en el ámbito
territorial seleccionado son treinta y siete: Ramón Ariño Fuster, Natividad
Adalia Cardillo, Antonio Agraz Gutiérrez, Mariano Aldabe, Eduardo de Castro,
Santiago de la Cruz Touchard, Antonio Espina García, Mariano Espinosa Pascual,
José Manuel Fernández Gómez, Francisco Ferrándiz Alborz, José Fragero Pozuelo,
Antonio González de Linares y de la Vega, Valentín Gutiérrez de Miguel, Eduardo
de Guzmán Espinosa, Eduardo Haro Delage, Francisco Javier Lapoya Serraller,
Ángel María de Lera García, Alberto Marín Alcalde, Enrique Martínez Echevarría,
Andrés Martínez de León, Federico de la Morena Bilbao, José Luis Moreno Sancho,
Enrique Paradas del Cerro, Félix Paredes Martín, Virgilio de la Pascua Garrido,
Fernando Perdiguero Camps, Carlos Pérez-Ortiz Merino, Alejandro Pizarroso,
Aselo Plaza Vinuesa, Ramón Puyol Román, Cipriano Rivas Cherif, José Robledano
Torres, Diego San José de la Torre, Enrique Sánchez-Cabeza Earle, Modesto
Sánchez Monreal, Manuel Villar Mingo y Manuel Zambruno Barrera. A esta lista
también podríamos añadir nombres célebres como, por ejemplo, el del novelista
Ángel María de Lera y el dramaturgo Antonio Buero Vallejo, pues ambos
condenados a muerte acabaron participando en distintas publicaciones
periódicas.
Para no alargar demasiado
el listado y siempre dentro de un ámbito territorial equivalente al cubierto
por el AGHD, cabe también indicar que los periodistas republicanos condenados a
penas de treinta años de cárcel son veintidós, los condenados a veinte años son
cinco, los condenados a doce años son once y los condenados a seis años de
cárcel son cinco. También hay que reconocer la existencia de tres periodistas o
colaboradores republicanos que fueron absueltos en sus consejos de guerra:
Ramiro Gómez Zurro, Julián Marías Aguilera y Aníbal Tejada Cassio.
Los listados corren el
riesgo, aparte de la posible inexactitud, de mezclar situaciones que no siempre
son coincidentes. Esta circunstancia debe evitar interpretaciones apresuradas
que no cuenten con los estudios pormenorizados de los diferentes casos. Ese es
el trabajo que pretendo realizar con las entregas de Las armas contra las
letras, cuyo primer volumen está a punto de aparecer. No obstante, las
cifras, por muchas matizaciones que podamos introducir, son dignas del espanto
ante tamaña represión.
Los correspondientes
sumarios fueron instruidos en diferentes juzgados por las razones que indico en
Las armas contra las letras, pero el especializado en lo referente a los
periodistas fue el Juzgado Militar de Prensa, sito en la plaza de Callao, 4. Dados
los listados arriba indicados, parece comprensible que la actividad en el mismo
fuera incesante durante la inmediata posguerra. Poco a poco, sumario a sumario,
iremos alumbrando lo sucedido en aquellas dependencias judiciales siendo
conscientes, gracias a los colegas investigadores, de las cifras globales de la
represión ejercida contra los periodistas y escritores republicanos.
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