El 23 de
enero de 2023 dediqué una entrada en este mismo blog a La playa infinita, la
excelente novela de Antonio Iturbe. El tiempo dedicado a la investigación
dificulta el deseo de leer todas las obras de esos autores a los que considero
amigos con quienes converso desde la distancia. No obstante, cada vez que paso
por el lugar alicantino que pisara Antoine de Saint-Exupéry, evoco la excelente
obra de Antonio Iturbe dedicada al aviador que iba camino del Sur. Y ese
recuerdo me indica que todavía tengo lecturas pendientes y mucho más
satisfactorias que las de los sumarios judiciales.
El pasado
día 17 Antonio Iturbe me mandó un email tras leer Las armas contra las
letras. El texto me emocionó porque, entre otros motivos, ya he encontrado
a ese «lector ideal» para el que escribimos los libros. Gracias a su
autorización, reproduzco el texto del email:
He leído con
interés y asombro Las armas contra las letras. Yo que soy un ferviente
lector de Kafka he encontrado aquí todo el sentido a El proceso. De
hecho, es bastante sorprendente, como citas, la escasa atención del cine y la literatura
a esa avalancha de consejos de guerra, a cada cuál más funesto, cruel y
absurdo. Es verdad que a veces la literatura y el cine intentan abrir grietas a
la esperanza donde no las hay, o no se atisban. pero es que, sin esperanza, yo
no podría levantarme de la cama.
Explicas la misión menos vistosa pero necesaria en su precisión del historiador, que ha de huir de la tentación embriagadora de la ficción y lo emocional. El trabajo es muy riguroso, pero consigues eso que tú mismo te propones de huir de la redacción notarial. Yo no sé si has entremetido hebras emocionales, pero yo he sentido agitarse mis emociones, mi indignación, sobre todo mi tristeza. Especialmente, cuando perfilas tan bien al encausado como Diego San José o la condena a muerte de Manuel Navarro por ser periodista y no tener familia rica o buenos contactos. Y tantos otros. Y ese fiscal Del Orbe, con esa sed de muerte. Bueno, tú no lo dices así, pero parece la Muerte misma. Es un libro riguroso, científico, de historiador, pero su autor no es alguien indiferente al dolor y eso para mí es muy importante.
Echando un vistazo en internet he visto tu respuesta a Trapiello, al que citas en el libro de manera muy correcta. No conozco personalmente a Trapiello, pero es (la frase es de Saint-Exupéry) de los que van por la vida con un pedestal debajo del brazo. Tu respuesta es contenidísima. Con esa educada retranca tuya que se filtra en las páginas de tus libros, pero creo que lo pone en su sitio. Y a ti en el tuyo, que es el que me gusta, el de la gente que trabaja para encender pequeñas luces en la oscuridad. Dice Trapiello que la gente de la que hablas no habría sido célebre más allá de los consejos de guerra. Sin embargo, cada sufrimiento importa. Todos de los que hablas eran personas que trataron de construir un mundo más diverso con las palabras y la literatura. Para mí son celebridades. Decía Saramago que la persona de la que más aprendió, la más sabia, la que más le enseñó sobre el mundo fue su abuelo, que era analfabeto. Esas son las cosas que Trapiello en su gran burbuja de ego no es capaz de comprender. Compadezcámosle.
Gracias por el esfuerzo de escribir este libro tan minucioso en nombre de todas esas no celebridades.
Un abrazo
Antonio Iturbe
Gracias a Antonio, Las armas contra las letras cuenta con una entrevista que ha sido publicada en Librújula y en Público el 28 de febrero de 2024:
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