miércoles, 29 de mayo de 2024

No a las denominadas leyes de concordia


La concordia es un hermoso concepto que todos debemos procurar hacer realidad mediante nuestros trabajos o actividades. Nada que objetar, por lo tanto, a que encabece una proposición de ley como la actualmente en trámite en las cortes valencianas. El problema es que esa misma concordia, más allá del enunciado, desaparece de un articulado concebido para blanquear la dictadura franquista, hacer imposible el reconocimiento de las víctimas del franquismo al mezclarlas con otras de naturaleza distinta y, sobre todo, procurar el olvido frente a la memoria.
Las valoraciones políticas otras voces más autorizadas que la mía las podrán argumentar en el debate de estas semanas, pero lo que me ha llevado a manifestarme, junto con las compañeras de Amnistía Internacional y la asociación provincial de quienes buscan a los bebés robados durante el franquismo, es el rechazo a la imposición de una manera de concebir mi propio trabajo.



La Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alicante ha rechazado por unanimidad esta proposición de ley sumándose así a lo aprobado por los compañeros de las demás universidades públicas de la Comunidad Valenciana. Nuestro rechazo, cuestiones políticas aparte donde hay las lógicas discrepancias en el colectivo universitario, tiene como objetivo la imposición de una historiografía basada en criterios contrarios a los sancionados por la trayectoria investigadora de los grupos e historiadores que durante la actual etapa democrática han analizado la II República, la Guerra Civil y la dictadura. 
La historia es un trabajo fundamentalmente de los historiadores y los gobernantes se deben limitar a facilitar los medios para hacerla viable en las aulas, garantizar la libertad de investigación y procurar la mayor difusión posible de los resultados. La tentación intervencionista de los políticos en los contenidos siempre deriva en censuras, que suelen ser sutiles, pero no menos efectivas, sobre todo cuando afectan a jóvenes y precarios investigadores. 
Algunos por edad y categoría académica tenemos más capacidad de aguante frente a esta ofensiva de quienes dicen dar «una batalla cultural» y cuestionan en ocasiones el trabajo de los universitarios, pero me preocupa el futuro de quienes empiezan con la lógica ilusión y pueden verse sujetos a todo tipo de acosos. Los mismos se realizan a veces desde instancias más o menos legítimas y tratan de presentarse con diferentes eufemismos, pero el resultado nos remite a la censura política o ideológica, que nunca debe acompañar al historiador cuando lleva a cabo su trabajo.
La mejor ley sería una escueta y simple que, lejos de cualquier imposición o intervencionismo, facilitara los medios para hacer realidad las sabias palabras de Miguel de Cervantes: «...habiendo y debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y no nada apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rencor ni la afición, no les hagan torcer el camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir» (I, IX).
Las fotos fueron tomadas por Rafa Arjones para el diario Información, que publicó la noticia el 28 de mayo de 2024:


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