martes, 5 de noviembre de 2024

La forja de un historiador, de Ángel Viñas


 

El conocimiento académico es una cadena donde siempre hay alguien que nos ha precedido. El adanismo, aparte de absurdo, supone un error propio de indocumentados. Para evitarlo conviene escuchar o leer a nuestros colegas más veteranos. Sobre todo, si siguen en activo con una envidiable actitud y realizan un balance de su trayectoria en un volumen cuya lectura precisa de lápiz para subrayar y memoria para aplicar las enseñanzas.

Ángel Viñas ha realizado esta labor en La forja de un historiador (Barcelona, Crítica, 2024), donde repasa su trayectoria académica y resume lo fundamental de sus aportaciones al conocimiento histórico de la España republicana y franquista. Algunos tenemos la fortuna de haber leído varios de sus libros, pero la ocasión revela el alcance de una infatigable tarea que ha llevado al historiador por archivos de distintos países, siempre a la búsqueda de las EPRE (evidencias primarias relevantes de época).

Los años que nos separan me han permitido entre conocer y recordar cómo era el acceso a una cátedra universitaria bastante antes de que yo mismo la consiguiera. La comparación resulta inevitable, pero también la conclusión de que somos deudores de esos sistemas de acceso, que han ido cambiando y, con ellos, nuestra labor para alcanzar el objetivo.

La fortuna de Ángel Viñas consistió en que pronto pudo salir de la España franquista, conocer idiomas y ventilarse en otros países con una mayor exigencia intelectual y un clima de libertades. Gracias a esta circunstancia, accedió a la cátedra -no sin problemas-, pero no se convirtió en un catedrático del escalafón al modo de tantos de su época ahora olvidados.

Al contrario, sus inquietudes le llevaron a distintos campos de trabajo, pronto conectó con otros historiadores más jóvenes y, ahora mismo, es un referente dentro del área de conocimiento. Mi campo es la historia de la literatura. El primer término me lleva a desenvolverme por ámbitos propios de los historiadores y en los mismos el nombre de Ángel Viñas es sinónimo de trabajo riguroso sin rehuir la polémica, sobre todo porque andamos sobrados de «historietógrafos» -según la definición de Alberto Reig- con afán tan polémico como revisionista.

Puestos a sintetizar las enseñanzas de Ángel Viñas que intento aplicar a mis trabajos la primera estaría relacionada con las citadas EPRE. Siempre son necesarias para evitar la especulación y requieren una actitud abierta porque las sorpresas resultan inevitables y destrozan los apriorismos.

La segunda es la provisionalidad de cualquier trabajo histórico. Su validez está sujeta a la aparición de nueva documentación o un análisis de la ya localizado bajo unos criterios más pertinentes. El desconocimiento de esta provisionalidad solo conduce a las posturas dogmáticas y, para evitarlas, conviene tener la humildad de rectificar.

La tercera es la independencia de criterio. Todos somos deudores de nuestra ideología, pero la misma nunca debe determinar la interpretación de las EPRE. Así nos lo enseña Ángel Viñas en libros que a menudo han roto esquemas y, sobre todo, los lugares comunes de quienes se limitan a proyectar sus prejuicios cuando escriben un trabajo histórico.

La cuarta es la voluntad de difundir el propio trabajo más allá del ámbito estrictamente académico. Los medios de comunicación son fundamentales en este sentido y, aun a sabiendas de los riesgos, conviene frecuentarlos para encontrar nuevos lectores interesados en el conocimiento histórico.

Y la quinta es la voluntad de seguir activo mientras la salud lo permita sin perder el buen ánimo de la juventud. El ritmo de trabajo de Ángel Viñas, superados los ochenta, prueba que es posible y el dato resulta alentador para quienes pronto andaremos jubilados.

Estas cinco enseñanzas se suman a otras desgranadas a lo largo de La forja de un historiador, pero son las fundamentales porque delimitan una actitud ante el trabajo del historiador. Y unas aportaciones, pues esa misma actitud presupone una metodología alejada del lugar común, la especulación y el apriorismo. Conviene tenerlo en cuenta y reforzarlo con la lectura del citado libro.


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