miércoles, 20 de noviembre de 2024

Teatro y cine en la España del siglo XX (6): Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fernán-Gómez


 

Antonio Buero Vallejo, en la anterior obra de este programa de lecturas, recreó las biografías de destacadas personalidades de la España del siglo XVIII como Esquilache y el propio rey Carlos III. Al primero le conocemos como hombre público, pero también en la intimidad de quien busca el rescoldo de los sentimientos y, al final de su vida, solo desea recordar esa memoria de lo más personal e íntimo.

La dualidad en la presentación del protagonista viene impuesta por una norma acatada por Antonio Buero Vallejo: los personajes, aun siendo de gran relieve histórico, apenas interesan al público si el mismo no les contempla en un ámbito personal donde los sentimientos juegan un papel destacado. La necesidad de empatizar con lo presentado en la escena pasa por el lado más humano de los protagonistas, con independencia de su participación en la esfera pública.

Fernando Fernán-Gómez también cultiva el teatro histórico en Las bicicletas son para el verano (1977), pero lo hace desde la memoria personal, familiar y hasta generacional de quien vivió la Guerra Civil en Madrid siendo un adolescente. Al igual que Antonio Buero Vallejo, procura documentarse para evitar cualquier imprecisión de carácter histórico, pero en esta ocasión la materia recreada parte de los recuerdos tan personales como compartidos con quienes vivieron aquella tragedia determinante para la historia de España durante el siglo XX.

Esta perspectiva de acercamiento a la historia, desde la memoria, le lleva a seleccionar un conjunto de personajes donde no encontramos protagonistas con una proyección pública. Al contrario, solo la recreación teatral saca del anonimato a quienes protagonizaron involuntariamente aquellos trágicos días. Los personajes de Fernando Fernán-Gómez nunca pretendieron hacer la historia con una voluntad política o de cualquier otro tipo, pero -sin poderlo evitar- esa misma historia les hizo a ellos y les marcó de una manera indeleble.

El verano es un tiempo para el descanso y el disfrute, sobre todo cuando terminan los días grises y aparecen los luminosos del final de la primavera. Justo en ese momento conocemos a la familia protagonista compuesta por el matrimonio, una hija mayor que ya trabaja y un hijo adolescente, cuya aspiración es una bicicleta para pasear con la amiga de sus amores y poemas. Luisito tiene razón: las bicicletas -aquello que nos permite ser felices disfrutando de un tiempo de descanso- son para el verano.

El problema es que aquel verano de 1936 quedó interrumpido el 18 de julio cuando se produjo el golpe de Estado que provocaría la Guerra Civil. A la esperanza, recreada en las primeras escenas de la obra teatral y su adaptación cinematográfica de 1984, le sucede la incertidumbre ante un futuro que parece haber cancelado el curso de la vida donde el verano era el tiempo de las bicicletas.

A esa incertidumbre le sucede la vivencia de un tiempo de guerra presidido por el dramatismo de una ciudad sitiada y bombardeada. La familia protagonista se adapta ante la ausencia de alternativas, pero por el camino pierde todas las esperanzas plasmadas al principio de la obra. La Historia con mayúsculas ha irrumpido en sus historias personales, donde la renuncia y la tragedia sustituyen a la lógica de unas expectativas basadas en su propio esfuerzo: trabajo, paz, armonía familiar, prosperidad, libertad, disfrute...



El proceso culmina con el final de la guerra, cuando la familia protagonista pasa a engrosar la lista de los vencidos en un país dramáticamente dividido entre los mismos y los vencedores. Esta ausencia de paz, sustituida por la Victoria con su carácter violento y excluyente, augura un trágico futuro para los protagonistas de la obra. Sobre todo, para don Luis, el cabeza de familia y el más consciente de la situación del país.

Como espectadores de la obra y si carecemos de otros referentes, tal vez tengamos dificultades para captar la dimensión histórica de la Guerra Civil, pero comprendemos cómo la misma incide dramáticamente en los protagonistas, cuyas esperanzas conocemos al principio, antes de que la Historia impida su realización.

Repasad ese conjunto de esperanzas concretadas en cada uno de los miembros de la familia protagonista y, tras ver su comportamiento a lo largo de la obra, estableced el conjunto de renuncias y desesperanzas con que esos mismos protagonistas -los que no pudieron disfrutar de unas bicicletas durante el verano- tropiezan al final del drama escrito por Fernando Fernán-Gómez desde una memoria que comparte con el público.

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